Elisa Lumbreras 
Cuenca.
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Cuenca.
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Teatro de calle y Acción social.

Teatro de calle y acción social

Las dos facetas de la biografía de Elisa son esas dos que señala el título, su actividad teatral y de organizadora de eventos culturales de carácter popular. Seguramente habrá también muestras de otra actividad para la que se formó, primero en Barcelona y luego en Roma, la cinematografía. 

Elisa es la hermana pequeña de Helena Lumbreras, la directora de cine conquense, que también tiene, como ella, una calle en Cuenca con su nombre. Helena es conocida, nacional e internacionalmente, por su cine político, del que es guionista, directora y productora, junto a su compañero Mariano Lisa, únicos integrantes del llamado Colectivo de Clase, nombre con el que firman sus películas. Un cine que es testimonio de una época y que hoy está en las filmotecas de los museos más importantes de Estados Unidos y Europa. Sin embargo, en Cuenca, hay más recuerdos de Elisa que de su hermana Helena. No en vano, vivió en esta ciudad más tiempo.  

También Elisa se fue a Barcelona y después a Italia, a la Escuela de cine Experimental, a realizar estudios de cine. Siguió los pasos de su hermana mayor, pero eran otros tiempos. El nacionalismo catalán era un obstáculo para algunos castellanoparlantes, o así lo sintió Elisa, y se vino para Cuenca, su ciudad natal, donde vivía su madre y el resto de su familia. 

Vino con un bagaje cultural nuevo, diferente del que había en la ciudad de provincias que era Cuenca entonces. La vanguardia estética de los 60 ya se había ido, dejando apenas una muestra de su paso en los museos de la parte antigua. Las innovaciones, el clima transgresor y renovador, según parece, no había calado en la parte baja ni en las instituciones.  

Elisa participó en lo escasos focos culturales que había. Me cuentan que allá arriba, en la parte alta, en la plaza de la Merced, en el antiguo asilo de las Hermanas de los Ancianos Desamparados, hoy Museo de las Ciencias, tenía su sede el centro cultural más importante de entonces. Lo ocupaba gente progresista, intelectuales y artistas varios, pintores, escultores, poetas, gentes del teatro y de las performances, y animadores culturales como Elisa. Era en la década de los 80. El edificio, bastante destartalado, era la sede de grupos de teatro donde realizaban sus ensayos y creaban la escenografía para las obras que iban a representar. Los artistas plásticos daban talleres gratis de sus respectivas especialidades: pintura, cerámica, escultura… Venían gentes del extranjero atraídas por aquella actividad artística. A los artistas, se les dejaba un espacio, sin más compromiso que el exponer su obra antes de marcharse. 

Al público conquense se añadían los estudiantes de los cursos de español, procedentes de diferentes países, que daban una tonalidad cosmopolita a aquel ambiente artístico. 

Eran los años siguientes a 1982, año de las elecciones que ganaron los socialistas. Había deseos de cambio y de recuperar viejas costumbres y fiestas, que habían estado prohibidas durante la dictadura. Por ejemplo, el Carnaval. Elisa tuvo un extravagante proyecto de desfile carnavalesco, barcas vestidas de telas brillantes, con luces de colores, que vendrían por el río Júcar. En pleno invierno conquense, con las aguas heladas, aquello era una locura. Puede que fuera una imitación del Carnaval de Venecia, pero aquí pareció una descomunal locura. Se llevó a cabo otro proyecto más modesto, con un festivo pregón a cargo del Rey del Carnaval, personaje legendario que resucitó de la tradición literaria, con guion y representación del poeta y dramaturgo conquense Enrique Trogal.  

Otro grupo de teatro con el que Elisa colaboró fue el Carro de los Cómicos, por iniciativa del actor Christian Casares. Resucitaron la actividad pedagógica teatral de La Barraca y las Misiones Pedagógicas de la República. Iban por los pueblos de la provincia representando sus obras. El carro lo montaban en el Polideportivo, por las dimensiones que tenía no cabía en ninguno de los talleres del convento. Se representó El enamorado de la muerte, sobre la vida del poeta Jorge Manrique y su obra Coplas a la muerte de su padre, además de otras, la mayoría adaptaciones del teatro clásico. 

Era la época de efervescencia del teatro independiente, en Cuenca se celebró el Festival de Teatro independiente, desde 1974 hasta 1979. Durante esos años vinieron a la ciudad grupos tan importantes como Tábano, el catalán Dagoll Dagom, Adefesio (de Logroño), Denok (de Vitoria-Gasteiz), Cómicos de la Legua, Esperpento, etc.  

Con estos grupos llegaron las innovaciones teatrales con propuestas que aunaban juego, denuncia social y fiesta, como señalan José Ángel Garcia y Ángel Luis Mota en un libro que es reportaje gráfico y literario de aquello, titulado Del Alegato a la fiesta. Cinco semanas de teatro en Cuenca. 

A los grupos de fuera se sumaron los surgidos en nuestra ciudad, las creaciones del sacerdote Carlos de la Rica y su grupo Los Experimentales, con la puesta en escena de un teatro basado en la comedia romana y la tragedia griega, por ejemplo, La Razón de Antígona. De esta efervescencia de grupos sobresalen Tornajo y Tenderete, que desembocaron en los Cómicos del Carro, grupo del que formaría parte Elisa.  

Por entonces, recuerda Trogal, había una tradición en toda España de representar la obra de Zorrilla, Don Juan Tenorio, por las calles:

“En Cuenca lo hicimos también, pero la representación era una leyenda conquense, la de la Cruz del Diablo, o de los Descalzos, con un texto que era adaptación mía de la leyenda. Lo ensayamos en el asilo de las Hermanas de los ancianos desamparados y lo representamos en el lugar de origen, delante del monasterio de los Descalzos, en la bajada a ermita de las Angustias, desde la calle Pilares”.

Se pidió al Ayuntamiento que quitara las luces de las calles y se alumbraron con hachones, que sostenía el público. Años después, repetirían la representación en el Jardín de los Poetas.  

Enrique Trogal recuerda que la Plaza Mayor era un hervidero cultural, porque los que venían a los talleres del Asilo se juntaban con los de los cursos para extranjeros.

“Elisa había trabajado en el Área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y se trajo aquella experiencia a Cuenca. Era una persona supercreativa… muy exigente. Fue un revulsivo para la dinamización cultural de la Cuenca. Tenía idas espectaculares, que no se pudieron llevar siempre a cabo. Era bajita, un volcán de ideas”.

También la recuerdan sus compañeros de la radio libre La bigarda, situada en el edificio citado de la parte alta de la ciudad. El formato de la radio era de lo más libre, cada cual que tenía una idea y deseaba lanzarla a las ondas, creaba su propio programa, con entera libertad y ninguna censura. Aquella radio siguió activa más de una década, hasta mediados de los 80 en que desapareció. El equipo se donó a la guerrilla colombiana. Fue enviado a aquel país a través de un sacerdote que tenía contactos con las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. 

Los que la conocieron recuerdan que era muy valiente, sobre todo, a la hora de afrontar su enfermedad. Preguntó al médico que la trataba si aquel tipo de cáncer que le habían diagnosticado tenía solución, que le dijera la verdad. No quiso someterse a un tratamiento que alargaría su sufrimiento sin darle esperanzas de curación. Murió joven, en Cuenca, la ciudad donde nació y vivió sus últimos años. Las dos hermanas tuvieron una muerte prematura que truncó sus creativas carreras. 

Bibliografía

  • García, José Ángel y Mota, Ángel Luis. Del alegato a la fiesta. Cinco semanas de teatro en Cuenca. Ed. Olcades: Cuenca, 1979. 
  • Trogal, Enrique. Conversaciones con la autora. Agosto, 2022 
  • Moreno Escribano, David. «Semanas de teatro: la historia del festival de teatro independiente de Cuenca». Los Ojos del Júcar (n.º 17, invierno 2022).   

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