El sacerdote Ramón Guerra Cortés, cuya biografía es conocida gracias al completo trabajo publicado por Mario Arellano García en la revista Toletum, fue el miembro fundador de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas que menos relación mantuvo con esta institución. Su abultada carrera eclesiástica y responsabilidades como la de deán de la Catedral de Toledo (1907), así como el hecho de residir en Madrid, le obligarían a renunciar a la plaza de numerario apenas un año después de la constitución de la Real Academia, convirtiéndose en correspondiente en 1917.
Natural de Barrax (Albacete), aunque criado en La Guardia, donde su padre tenía empleo como sacristán, Ramón Santiago Marcos Guerra Cortés nació el 30 de octubre de 1861. En 1875 ingresó en el Seminario Conciliar de Toledo, obteniendo excelentes calificaciones e iniciando una temprana carrera eclesiástica, ya que solicitó recibir las órdenes menores en 1884, antes de haber terminado los estudios. Coadjutor en El Carpio de Tajo (1885), capellán y director espiritual de las Carmelitas de Villarrobledo (Albacete) y párroco de Los Yébenes (1886), se incorporó en 1891 a la parroquia mozárabe de las santas Justa y Rufina de Toledo, a la que permanecería vinculado una década. Durante ésta desempeñó diferentes responsabilidades en Toledo (examinador sinodal del Arzobispado en 1898; juez de grados del Colegio de Doctores del Seminario un año después), iniciando una gran carrera como predicador en Madrid que se vería rematada en 1900, con el nombramiento de capellán real.
En 1901 recibió, por designación de la corona, la plaza de abad magistral de Alcalá de Henares —ciudad a la que permanecería también estrechamente ligado—, convirtiéndose, cuatro años después, en deán de la Catedral de Orense.
Deán de la Catedral de Toledo en 1907, Ramón Guerra Cortés impulsó en el templo diversas tareas de mantenimiento y actualización. Dos de ellas fueron las restauraciones de los frescos de la puerta del Niño Perdido, que acometió el pintor Federico Latorre, y del tímpano de la puerta de Santa Catalina, por Vicente Cutanda, a quien unía una estrecha amistad. Durante su mandato —recogió Mario Arellano— se incorporaron neumáticos a la carroza de la Custodia para celebrar la procesión del Corpus.
Los últimos años de su vida, a partir de su nombramiento como auditor del Tribunal de la Rota en 1920, son los menos conocidos. Sabemos, por ejemplo, que formó parte de la comisión del Centenario de la Catedral a mediados de esa década, y que en 1933, con el resto de miembros de la Rota, fue declarado excedente forzoso. Según Arellano, Ramón Guerra Cortés murió «mártir» en Madrid durante el verano de 1936.
Su retrato del salón de plenos de la Real Academia, obra del pintor Fernando Dorado, fue realizado a partir de la única fotografía conocida del sacerdote, publicada en el periódico El Castellano cuando se celebró en la Catedral el XXII Congreso Eucarístico Internacional, en el año 1911.
Imagen: retrato por Fernando Dorado.