Nació el 4 de mayo de 1808 en Tarancón (Cuenca) y fue bautizado el día 6 del mismo mes. Falleció el 13 de septiembre de 1873 en su residencia de Mon Désir, en Le Havre (Francia). En el mes de mayo de 1876, sus restos fueron trasladados a Tarancón y depositados en el Panteón del santuario de Riánsares.
Luis Ríus Zunón, poeta y lejano familiar por línea paterna, describe a Fernando Muñoz como “un mozo de pueblo, arrogante, varonil, soldado en el palacio Real”. Por su parte Fermín Caballero, que en algún escrito confiesa cierto grado de parentesco con la madre de Fernando, dice de él: “era calvo, ordinario y de educación grosera, vestía pobremente y sin el mérito de una esmerada limpieza y de un porte simpático”.
Sus padres, don Juan Antonio Muñoz y Funes, y doña Eusebia Sánchez Ortega, eran labradores acomodados. Disfrutaban de probada nobleza, concedida a su abuela paterna, Eugenia Funes, en 1780, por haber sido nodriza ella de la infanta Carlota Joaquina, luego reina de Portugal.
Aguado y Alcázar lo hacen hijo de un pobre estanquero de Tarancón, que procedía de una familia hidalga venida a menos; sin embargo, el hecho de haber estudiado en el Real Estudio de San Isidro, después en la Universidad de Alcalá (1820-1823), y haber ingresado, en junio de 1825, en los Guardias de Corps de Caballería; permite inferir que sus padres disfrutaban de cierta solvencia económica y su educación no debía ser tan grosera.
Fernando VII había fallecido el día 28 de septiembre de 1833, y había nombrado regente a su esposa María Cristina, que contrajo nuevo matrimonio con Fernando Muñoz el 28 de diciembre de 1833, dejando pasar once años, sin hacerlo público.
Para su análisis la práctica totalidad de los historiadores siguen el anónimo folleto publicado por Fermín Caballero en 1840. La revisión actualizada de Navarro Ríus clarifica el importante papel que tuvo el presbítero Marcos Aniano González. Testimonios orales parecen indicar que también hubo mediación del último obispo-prior de Uclés, don José Antonio García Balsalobre.
Para intentar que su matrimonio pasara inadvertido, la reina gobernadora alejó de la corte a su camarilla de servidores y confidentes que le facilitaron su acercamiento a Muñoz. No obstante, el hecho no pasó inadvertido, por los continuos embarazos de la soberana, y la insistencia de la prensa, folletines y coplillas, tratando de “probar que la Reina, por este enlace, que se tenía por cierto y notoriamente fecundo, se hallaba incapacitada por las leyes para ejercer la Regencia”, como señalaba El Eco de Comercio.
Al final de la regencia de María Cristina, Tarancón había recibido un fuerte impulso económico, social y poblacional, con la construcción de la carretera general Madrid-Valencia y los puentes colgantes de Arganda y Fuentidueña de Tajo (año 1843), por iniciativa del conquense Fermín Caballero, ministro de Gobernación. Con la entronización de Isabel II y final del destierro de la Regente, llegaron a Tarancón palacios y edificaciones, que necesitaron abundante suministro de materiales y mano de obra, general y especializada; de esta manera Fernando Muñoz quiso compartir con su pueblo y sus paisanos, su nuevo estado de grandeza y opulencia; deseos frustrados, en parte, por dos forzados exilios.
María Cristina y Fernando Muñoz, desde París, con la ayuda de elementos moderados y la colaboración de Luis Felipe de Orlèans, alentaban la división del progresismo, provocando la caída de Espartero y el final de su primer destierro, tras el cual Luis González Bravo formó un gabinete puente, que sirvió de enlace entre el progresismo y el moderantismo.
El matrimonio Muñoz-Borbón se vio inmerso en una Regencia, sin camarilla privada y sin ideas políticas concretas. Como señala Caballero su política fue ceder ante el Consejo de Ministros mostrándose flexible y complaciente en lo más contradictorio.
Con su fina ironía, Pérez Galdós caricaturiza la actitud del matrimonio Muñoz y Sánchez señalando que viendo tan bien casado a su hijo no desperdiciaron la buena ocasión de colocar a toda la familia, hasta el punto de dejar a Tarancón despoblado.
Tras la liquidación del régimen absolutista e implantación de la revolución liberal, Muñoz no solo consiguió hacer una gran fortuna y enriquecer a los miembros de su familia, sino también participar muy activamente en la política de la época, merced a las oportunidades que le brindó el propio sistema liberal. Políticamente, se le considera el auténtico promotor del Partido Moderado, que encauzó la estructura del nuevo Estado y redactó la Constitución de 1845.
Tampoco faltaron contratiempos económicos que obligaron a él, a sus hermanos y colaboradores, a desprenderse de valiosas colecciones pictóricas, vender ricas fincas agrícolas y deshacerse de inversiones no rentables.
De la camarilla familiar al clan de Tarancón.
Lo que en 1833 era una camarilla amistosa, pasó a ser un clan familiar que, favorecido por la economía liberal, se constituyó en un poder en la sombra, conocido como el Clan de Tarancón o Clan Muñoz, que paulatinamente se introdujo en la política, mundo del arte, finanzas, regadíos, ferrocarril, minería, aguas medicinales, monopolios, conspiraciones, etcétera; actividades en las que era frecuente la mediación de testaferros.
La época moderada fue la etapa más floreciente para los Muñoz-Borbón, momento en el que se produce lo que Amores Pérez denomina una cascada de títulos, a Fernando y a su numerosa prole.
Por su correspondencia familiar podemos observar cómo Fernando Muñoz supo mantener un discreto equilibrio entre el tradicionalismo rural y las élites políticas y económicas, sin duda favorecido por las posibilidades dinerarias e influencias, que ofrecía la cercanía a los presupuestos generales del Estado; aunque no debemos olvidar que, como señala Cristina B. Martínez, fue José Antonio Muñoz y Sánchez, II conde del Retamoso, contador del Real Patrimonio, quien recomendó la separación de los presupuestos de la Casa Real y los generales del Estado.
En el mundo del arte, al que no parece fueran ajenos los tres hermanos mayores (Fernando, José Antonio y Jesús), contaban con la colaboración del pintor Fortuny, los arquitectos Colomer, Urioste y Sureda, los escultores Ponzano y Moratilla; en política, Santaella y Prim, y en los negocios económicos, el marqués de Salamanca, Remisa y Carriquiri.
Lugar aparte merece el presbítero Marcos Aniano González, bachiller en Leyes (1826), y licenciado en cánones (1829), por la Real Universidad Literaria y Estudio General de Alcalá, en 1833; probablemente el más polifacético y preparado del Clan Muñoz. Los documentos familiares que nos ofrece Carlos Navarro Ríus (Revista Castillejo nº 15) lo presentan como persona de familia acomodada, de vasto patrimonio, inteligente, de amplia formación cultural, sensibilidad religiosa y humana. Es natural que sus vínculos con la Casa Real le proporcionaran bienes económicos, añadidos a su patrimonio familiar, pero el reparto de mil fanegas de tierra, en lotes de 100 fanegas, entre labradores pobres de Tarancón y Getafe, elegidos por jurados competentes, no permite dudar de sus sentimientos caritativos.
Miguel Salas Parrilla, en su biografía de Francisco San Nicolás (alias Pepe San Nicolás), ha sacado a la luz un nuevo y desconocido miembro del Clan Muñoz. Sabido es que, como consecuencia de la invasión francesa, a lo largo del siglo XIX proliferó un bandolerismo residual, que dio lugar a numerosas leyendas de “bandidos generosos”, que robaban a los ricos para socorrer a los pobres. Buena parte de estos bandoleros, previamente blanqueados por la leyenda romántica de la “generosidad” fueron reinsertados al servicio de la aristocracia liberal, como administradores y cuidadores de latifundios, muchos de ellos adquiridos en las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz; logrando simultáneamente ascenso económico y social.
Las relaciones entre los Muñoz-Borbón y Francisco San Nicolás están suficientemente documentadas desde la boda de Isabel II, año 1847, momento en que se acogió al indulto general, hasta el testamento de María Cristina, pasando por los ingenios azucareros de Cuba y la administración de las fincas del Castillejo, en Saelices, y El Molinillo, en La Almarcha.
Fernando Muñoz y María Cristina habían recibido formación cristiana en su ambiente familiar, lo que les hizo sentir remordimiento cuando supieron que su matrimonio era nulo por defecto de jurisdicción. Arrepentidos, recurrieron al papa Gregorio XVI, de quien recibieron la absolución, obligados a cumplir tres meses de penitencia. La primera en recibir la cristiana herencia familiar, fue María de los Desamparados Muñoz y Borbón, condesa de Vista Alegre, casada con el príncipe polaco Wladislaw Czartoryski, padres de Francisco Augusto Czartoryski, sacerdote salesiano, declarado venerable por el papa Juan Pablo II. Años más tarde, de la rama paralela, condes del Retamoso, surgiría la madre Maravillas de Jesús, hija de Luis Pidal y Cristina Chico de Guzmán y Muñoz, fundadora de la orden de Monjas Descalzas del Monte Carmelo, declarada santa por Juan Pablo II.
Fuentes documentales y Bibliografía:
- Archivo Histórico Nacional. Archivo de María Cristina de Borbón Dos Sicilias.
- Archivo Histórico Municipal de Tarancón.
- Real Academia de la Historia.
- Aguado Bleye, Pedro y Cayetano Alcázar Molina, Manual de Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 1964, p. 642.
- Caballero y Morgáez, Fermín: Casamiento de María Cristina con D. Fernando Muñoz. R.A.H.
- Garrido Gallego, Jesús, Datos biográficos y Memoria de don Agustín Fernando Muñoz. Duque de Riánsares, Cuenca, Nuevo Milenio, 2008. Completa biografía con motivo de su bicentenario.
- Martínez García, Cristina B., Corte y Casa Real durante la Regencia de María Cristina de Borbón. Librosdelacorte.es, nº 19, 2019.
- Pérez Galdós, Benito, Episodios Nacionales: Bodas Reales, Madrid, 1900.
- Pérez Ramírez, Dimas, Tarancón en la Historia. Ayuntamiento de Tarancón, 1994,
- Revista Castillejo. Números; 1, 4, 6, 9, 10, 15. Asociación Manuel de la Ossa. Tarancón. Artículos de Bru Rubiato, Amores Pérez, Garrido Gallego, Navarro Rius, Pérez Ramírez, Poves Jiménez, Mansilla Bermejo, Ríus Zunón.
- Ossa Domínguez, Manuel de la, Tarancón, apuntes para su historia. H. Nª Sª de Riánsares, 1945.
- Ríus Zunón, Luis, Romancero de Fernando Muñoz y la Reina María Cristina, México, Edición propia, 1966.
- Ríus Zunón, Luis, El Soldado y la Reina, Biblioteca Nacional. Sala Cervantes, signatura T/41788.
- Romanones, Conde de, “Prólogo” de Marqués de Villa Urrutia, La Reina Gobernadora. doña María Cristina de Borbón, Madrid, Francisco Beltrán editor, 1925.
- Salas Parrilla, Miguel, Francisco San Nicolás, un bandolero entre la Historia y la Leyenda. 2ª edición. Edición Propia, 2024.
- Villa Urrutia, Marqués de, La Reina Gobernadora. doña María Cristina de Borbón, Madrid, Francisco Beltrán editor, 1925.