Nació Alfonso Martín Manzano en Guadalajara, el 9 de febrero de 1853, a pesar de que los estudios los llevó a cabo en Madrid; estudios que tuvieron que ver con la tipografía y la imprenta, regresando a la capital de la provincia una vez que se hizo maestro en la materia.
A partir de 1877 ya se encontraba trabajando en aquel empleo en la Imprenta Provincial, dependiente de la Excma. Diputación provincial de Guadalajara, en la que pasaría por todos los estados, hasta llegar a dirigirla.
En 1885, ocho años después del ingreso en la empresa ya era Regente de la Imprenta, así como Director y supervisor de todos los trabajos que se publicaban.
Fue por aquellos años, los finales de la década de 1880, cuando le surgió la vena literaria, en apenas cinco o seis años dio a la imprenta la mayor parte de su obra:
En Recoletos y al fresco; escenas sueltas en verso (Guadalajara, Imprenta Provincial, 1888).
¿Dónde me quedé? (Guadalajara, Imprenta Provincial, 1888).
Semblanzas del Liceo Artístico de Guadalajara (Guadalajara, Imprenta Provincial, 1889).
En los años siguientes daría a conocer algunas obras más: Retratos al vuelo, en donde biografiaba, en prosa y verso, a lo más granado de la política y cultura de la Guadalajara del momento. Más adelante daría a la imprenta Plumas Alcarreñas (Semblanzas de periodistas), así como Guadalajara cómica.
Ropa vieja, sería su última obra conocida, en donde a modo de cuentos recuperaba tradiciones pasadas de la capital; e incluso entró en el mundo de la escena con la obra a la que puso por título: La Reina de los Mayos, escrita en colaboración con otro de los literatos de la Guadalajara del momento, Antonio Velasco Zuazo, con la que salieron de gira por la Alcarria, representándola en Pastrana, Brihuega o Sacedón, en los primeros años de la década de 1890. De ello le nació su afición a ser algo más: empresario teatral.
Al tiempo, en los primeros años de la década de 1890 comenzó a madurarse la idea de lanzar en Guadalajara un periódico de aparición semanal, del que sería parte: Flores y Abejas, especie de revista, retitulada “festivo semanal”, que vio la luz por vez primera el 2 de septiembre de 1894, bajo la dirección de Federico López González, y teniendo por colaboradores principales a Luis Vega Rey, Luis Cordavias, Marcelino Villanueva Deprit, y nuestro personaje, Alfonso Martín Manzano, fundador del mismo junto a Miguel Mayoral.
Sustituyó poco tiempo después de la fundación del periódico, a Federico López en la dirección, un histórico nombre de la vida periodística, médica y política de la Guadalajara de aquel tiempo, don Miguel Mayoral y Medina; y a don Miguel Mayoral, Alfonso Martín Manzano. Quien se hizo cago definitivamente de la dirección a la muerte de don Miguel Mayoral, que también fue Alcalde de la ciudad, en el mes de enero de 1904.
Por aquel tiempo compaginaba la dirección del semanario con su afición a la literatura, sus sueños de novelista y el empleo en los talleres de la imprenta provincial.
Mantuvo, Alfonso Martín Manzano, cierto grado de amistad con Pablo Iglesias Posse, cuando Iglesias comenzaba a liderar los movimientos obreros y socialistas, a quien conoció durante su estancia en Madrid; y a quien se trajo en alguna ocasión a Guadalajara para instruir a los obreros en el sindicalismo y el socialismo, con algún éxito. Martín Manzano sería uno de los fundadores de las agrupaciones socialistas de Guadalajara, políticas y de trabajadores.
De aquello surgió la idea de la fundación, en los inicios de la década de 1890, del Ateneo Instructivo del Obrero, del que formó parte, como Secretario-Contador, de su primera Junta Directiva, que presidió el conocido abogado D. José Sagarmínaga, otro de los nombres propios de la Guadalajara de los inicios de siglo; y en donde acompañaban, a uno y otro, nombres como Gabriel Cabezudo, Ezequiel de la Vega, Ángel Campos o Tadeo Calomarde, todos ellos historia viva guadalajareña.
En tanto, nació el semanario Flores y Abejas, después de la vida breve de otra revistilla que trató de alegrar la vida literaria de la capital: Miel de la Alcarria, en la que derramó sus versos; como lo hizo en otro de los semanarios de vida breve y tirada corta: La Ilustración alcarreña, y algunos más.
Nunca fue hombre de mucha salud, y desde que perdió a su esposa, actriz de teatro aficionada, en el mes de abril de 1910, se agravó.
Por entonces comenzó a retirarse del mundo literario; de las largas composiciones poéticas a las que acostumbró a los lectores del periódico en donde, semana a semana, desde el nacimiento de este, incluyó sus reportajes, cuentos o composiciones poéticas; se retiró de las tertulias literarias del Ateneo, y se encerró en su casa de Alvarfañez de Minaya 27. En el periódico fue habitual su firma a través de sus “prosas rimadas”, así como en crónicas y reportajes a través de la geografía provincial.
Tan solo salió, en alguna ocasión, para acudir a los famosos baños de Trillo, por ver de recuperar en ellos la salud perdida. Allí falleció, en su casa de Alvarfañez, el 13 de noviembre de 1912. Al día siguiente, en el traslado de sus restos al cementerio, tras el paso por la iglesia de Santiago, Guadalajara se echó a la calle a despedirlo.
Quizá, de cuantos apuntes se escribieron sobre él, uno de los más acertados fuera el de don Joaquín García Plaza, otro gran personaje de la historia de aquellos años: ¡Qué pocos vamos quedando!
No lo pudo hacer, pero sin duda, él mismo, como los grandes genios, hubiese escrito su epitafio, como cerró, en verso, su autorretrato, a la moda de su tiempo:
Y aquí termino. Así pues,
besando a ustedes la mano,
y a las señoras los pies,
ya saben todos quien es,
Alfonso Martín Manzano.
Bibliografía:
- Tomás Gismera Velasco, “Alfonso Martín Manzano. Un pionero de la prensa de Guadalajara”, Henares aldía.com (16-2-2023). https://henaresaldia.com/. Consulta el 25-6-2024.