Alfredo van den Brule Cabrero. Archivo Municipal de Toledo.

Galería

Alfredo van den Brule Cabrero
Toledo.
1890 -
Toledo.
1936.
Abogado, político; alcalde de Toledo.

Como en toda España, el 14 de abril de 1931 fue una fiesta en Toledo. Sobre las seis de la tarde, grupos de ciudadanos comenzaron a congregarse en la Plaza del Ayuntamiento. Lo hacían animados por las noticias donde se decía que la proclamación de la República era inminente. No tardaron en aparecer las primeras banderas tricolores y a las ocho, los concejales electos de la conjunción republicano-socialista, encabezados por José Ballester, se reunieron con el alcalde Alfredo van den-Brule para proceder el relevo en la Corporación Municipal. Luego, ambos, se dirigieron entre aplausos a los presentes. Este hecho, aunque pueda parecer paradójico, era expresión del aprecio y reconocimiento que el último alcalde de la Monarquía del Alfonso XIII supo ganarse en los pocos meses que estuvo al frente del ayuntamiento toledano.

Alfredo van den-Brule Cabrero nació en Toledo el día 2 de noviembre de 1890. Su padre Adolfo, ingeniero de minas, era natural de la localidad francesa de Arras, habiendo sido nombrado “Camarero de Capa y Espadas” de los Papas León XIII y Pío X. Residiendo en Roma conoció a Saleta Cabrero Martínez, hija del embajador de España ante la Santa Sede, con quien contrajo matrimonio en la capital italiana, celebrando la ceremonia el propio pontífice. Ella era natural de Toledo y a la capital castellana se trasladó el matrimonio, donde nacieron sus hijos José y Alfredo.

Nuestro biografiado cursó estudios de Derecho en la Universidad Libre de El Escorial, donde compaginó la actividad formativa con la cultural, colaborando en la revista Nueva Etapa, redactada por los alumnos del centro. Durante su etapa estudiantil sufrió una caída de caballo, cuyas secuelas derivaron en el denominado mal de po, cargándose de hombros. El 8 de noviembre de 1919, en la parroquia de Santa Leocadia, contrajo matrimonio con María de la Asunción Gómez de Llarena, fijando su domicilio en la Plaza de la Cruz, en el corazón de la Judería toledana.

Hombre de gran inquietud, el 14 de noviembre de 1915 Van den-Brule fue elegido concejal del Ayuntamiento de Toledo. Se presentaba como conservador independiente, si bien se le encuadraba dentro de la facción maurista. Se mantuvo como concejal hasta finales de marzo de 1920, regresando a las Casas Consistoriales, ya como alcalde, en marzo de 1930, cuando la Monarquía afrontaba sus últimas etapas. Su nombramiento generó un sentimiento de impulso para los intereses de la ciudad de Toledo, orientando su gestión hacia ello, no ahorrando encuentros con responsables gubernamentales en Madrid.

En reconocimiento a sus desvelos, el Centro de Artistas e Industriales rindió a nuestro protagonista un emotivo homenaje por su “incansable y fecunda labor en beneficio de la ciudad” “El señor Van den-Brule -se leía en el semanario Heraldo Toledano en vísperas del homenaje-, delicado de salud y sin la necesaria consignación en presupuestos, o si la hay insignificante, se ha consagrado en cuerpo y alma a la defensa de nuestros intereses y se pasó semanas enteras en Madrid hasta conseguir varias de las cosas que Toledo apuntaba como soluciones. El señor van den-Brule ha llevado y lleva su gestión con el espíritu de imparcialidad y de justicia sin iguales, que le han conquistado la máxima autoridad, ha tenido que hacer frente a toda clase de contingencias […] ¿Y cuándo un hombre ha dado todo lo que podía dar y algo más, en beneficio de Toledo y el éxito ha coronado su labor, podía la población pasar desapercibida una gesta admirable?”.

 Desde ese semanario se enumeraban los logros conseguidos en sus primeros siete meses como alcalde: aumento de trabajo en la Fábrica de Armas con incremento en las facturas de hojas de afeitar y la exclusiva en la venta de material quirúrgico, concesión de un crédito de 10.000 pesetas para obras en la Iglesia de San Román, concesión de otro crédito de 35.000 pesetas para las murallas, redacción de proyecto y presupuesto para obras de consolidación en el Hospital de Santa Cruz de Mendoza, concesión de un salón en dicho edificio como sede de exposiciones de obras artísticas toledanas y de autores locales, implantación de tres escuelas unitarias en el grupo de la Vega Baja, realización de obras en local de la calle San Juan de Dios (propiedad del cabildo catedralicio) para la ubicación de otra escuela graduada, consecución de un nuevo grupo escolar junto a la Puerta del Cambrón, concesión de un crédito de 25.000 pesetas para reconstrucción de un muro de contención frente al Matadero, subasta de las obras de pavimentación de la carretera desde la Puerta de Bisagra a la Puerta del Cambrón con presupuesto de 96.000 pesetas, subasta del adoquinado de la carretera que va desde la Puerta del Cambrón al Puente de San Martín con presupuesto de 88.000 pesetas, reordenación de horarios y aumento de servicios ferroviarios entre Madrid y Toledo, y la concesión a la Fábrica de Armas de los trabajos de elaboración de rodamientos de bolas.

A estos logros se unían otros proyectos que ya estaban en tramitación y pendientes de resolución como la construcción de la carretera de circunvalación, la construcción de la Casa de Correos y Telégrafos, la construcción del Palacio de Justicia o la autorización estatal para abrir la muralla a ambos lados de la Puerta de Bisagra para facilitar la circulación.

En sus trece meses al frente de la Alcaldía, prestó especial apoyo a los más desfavorecidos por la crisis en que estaba sumida la ciudad. En varias ocasiones hubo de intervenir y mediar con los gremios de suministro alimentario para paliar las subidas del precio en las subsistencias. Ese empeño llegó incluso a ser trasladado en un bando público, emitido el 9 de marzo de 1931, dando cuenta del acuerdo alcanzado con los fabricantes de harina y pan de la ciudad para conseguir que mantuvieran los precios en las piezas de un kilogramo consumidas por la clase obrera, mientras las subidas se aplicaban a otras piezas. Estas iniciativas no eran ajenas las profundas convicciones religiosas de Van den-Brule, quien como letrado representó durante años al Arzobispado toledano.

Cara a las elecciones del 12 de abril de 1931, el duelo entre monárquicos y republicanos en la ciudad de Toledo fue intenso. Pese a su gran reconocimiento social, Van den-Brule no se presentó a la reelección.

Celebrada la gran batalla, como desde las páginas católicas de El Castellano se calificó a la contienda electoral, el resultado fue inapelable: diez concejales republicanos, cinco socialistas y diez monárquicos. Apenas hubieron de transcurrir cuarenta y ocho horas para que la República fuese proclamada en Toledo y los ciudadanos salieran gozosos a celebrarlo por las calles de la capital.

Convocadas las elecciones a Cortes Constituyentes para junio de 1931, Van den-Brule recibió un ofrecimiento del Partido Republicano Radical para presentarse bajo sus siglas. “Hágase republicano – le decían en un tarjetón-, que la República -es decir España- necesita de los hombres que no miden la cuantía del sacrificio, que no pasan la cuenta al Poder público, jamás. Si República es interesarse por la “cosa pública” no puede V. desentenderse de servirla, no podrá negar que en régimen monárquico sirvió a su pueblo como auténtico republicano. Sírvale una vez más”. Él, fiel a sus principios, rechazó la propuesta.

Sin embargo, ese mismo año, invitó a los toledanos a adherirse a una formación regionalista que proponía poner en marcha con la pretensión de que Castilla, corazón de España, se sumase a regiones como Cataluña, Vasconia, Galicia, Aragón o Andalucía que preparaban Estatutos de Autonomía para ser debatidos por las Cortes Constituyentes.

“Si queremos hacer una España grande –se leía en el manifiesto que hizo público para dar a conocer sus intenciones-, comencemos por preocuparnos de las necesidades de sus Municipios, de sus Provincias, de sus Regiones, y cuando conocidas nos sean en sí, armonicemos las de las regiones de estructura psicológica y económica distintas cual armonizamos los derechos de cada ciudadano dentro de la esfera de las exigencias legales de los demás, bajo el poderoso influjo de dos virtudes, básicas para la convivencia social, que son JUSTICIA y CARIDAD. JUSTICIA en el reconocimiento de los derechos, y CARIDAD en la exigibilidad de las obligaciones emanadas de los mismos”.

A su juicio ejemplos como los de Vasconia o Cataluña eran dignos de imitar, si bien sus pretensiones personales estaban reñidas con cualquier intencionalidad separatista que pudiera deslizarse en alguno de los estatutos redactados.

El 18 de julio de 1936, cuando se produjo el golpe de Estado, la familia Van den Brule se encontraba en su Cigarral de la Inmaculada, a las afueras de Toledo. Unos días antes de comenzar el conflicto bélico, Joaquín Gómez de Llarena, cuñado de nuestro protagonista y miembro del Consejo de Azaña, le aconsejó marcharse a Francia, aprovechando sus ascendentes familiares galos, pero él le respondió que se quedaría en Toledo, donde todo el mundo le conocía y podría estar seguro, ya que jamás había hecho mal a nadie. Poco después fue detenido y trasladado a la Prisión Provincial, ubicada en el antiguo Convento de Gilitos, hoy sede de las Cortes de Castilla-La Mancha.

En el recinto penitenciario se encontraba la trágica jornada del 23 de agosto de 1936. A consecuencia de un bombardeo aéreo, sobre cuya autoría aún discrepan los estudiosos que han abordado la Guerra Civil en la ciudad, se produjeron víctimas entre ciudadanos y sitiadores del Alcázar. La reacción de algunos vecinos y de un grupo de milicianos fue llegar hasta la Prisión Provincial y sacar por la fuerza a varias decenas de presos. El director y una mayoría de funcionarios no pudieron evitar la acción de la turba. Alfredo van den-Brule y su hermano José formaban parte de la cuerda de presos agrupada en el patio del presidio. Uno de los presentes les reconoció y ambos quedaron libres. No tuvieron la misma suerte sus compañeros. Sesenta y cuatro prisioneros fueron asesinados en las inmediaciones de la Fuente del Salobre, en el Paseo de Recaredo, o en los muros del Matadero, junto a la Puerta del Cambrón. La libertad de Alfredo van den Brule duró poco. Días después un grupo armado fue a buscarlo al cigarral. Regresaron con él hacia Toledo y en las inmediaciones del monasterio de San Juan de los Reyes lo fusilaron. Era el 29 de agosto de 1936.

Bibliografía:

  • Enrique Sánchez Lubián, “Van den-Brule, el alcalde de la concordia”, revista Archivo Secreto, Toledo, nº 4 (2008).

La Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha se enorgullece de presentar el Diccionario Biográfico de CLM, una iniciativa destinada a honrar y difundir la vida y obra de figuras destacadas de nuestra región en diversos ámbitos.

Nuestra misión es preservar el legado cultural, científico y humanístico de Castilla-La Mancha, proporcionando un recurso accesible y riguroso para investigadores, estudiantes y cualquier persona interesada en nuestra rica historia. A través de este esfuerzo colaborativo, buscamos fomentar el conocimiento, la inspiración y el orgullo en las contribuciones de nuestra comunidad a la sociedad global.

Buscador de biografías

Puedes realizar búsquedas por uno o varios campos.

Fecha de nacimiento
Fecha de nacimiento
Fecha de fallecimiento
Fecha de fallecimiento
Sexo