Se licenció en Ciencias Naturales en 1940 en la Universidad Central de Madrid, obteniendo el título de doctor en 1944 con unas tesis sobre geología del Sáhara y alcanzando el premio extraordinario de doctorado.
Mientras estudiaba la carrera ya mostraba dotes para la enseñanza, el mundo en donde se desenvolvió toda su vida. Su primer puesto docente sería el de “Ayudante 2º interino gratuito de la Sección de Ciencias del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Toledo”, uno de los títulos que con más cariño recordaría a lo largo de su trayectoria.
Al poco de finalizar sus estudios obtendría la cátedra de Ciencias Naturales de Enseñanzas Medias, que ejercería en varios institutos. En 1948 conseguiría por oposición la cátedra de Geografía Física y Geología Aplicada en la Facultad de Ciencias de Valladolid. Quince años más tarde sería catedrático de Geodinámica Interna en la Universidad Central de Madrid (hoy UCM), donde desarrollaría su labor hasta la jubilación, en 1985.
Compatibilizaría siempre la docencia con la labor investigadora. Entre sus líneas de investigación destacan sus trabajos en el continente africano, especialmente en el Sáhara español. Francisco Hernández Pacheco, profesor suyo, a la par que uno de los responsables de la labor científica en esos territorios africanos, consideraba que el “estudio geológico de aquellos territorios era una empresa muy seria, que debía abordarse de forma sistemática y profunda y que no estaba exenta de grandes dificultades científicas y logísticas. Debía abordarla un joven colaborador con buenos conocimientos, que además debía reunir unas excepcionales cualidades humanas: bue na condición física, amante de la vida en el campo, buen humor y espíritu deportivo para soportar las inclemencias del tiempo y la incomodidad de largas marchas en camello, y, además, debía poseer un gran sentido del compañerismo, para compartir las alegrías y la adversidad”. Se estaba refiriendo a Manuel Alía.
Director del Servicio Geológico y Mineralógico del África Occidental Española. Entre 1942 y 1960 realizó 16 expediciones al Sáhara, estudiando profundamente la estratigrafía, geomorfología y tectónica. Las primeras se llevaron a cabo en condiciones muy precarias: sin información geológica previa, sin mapas topográficos y a lomos de camellos. Gracias a estos trabajos, entre otras muchas cosas, realizaría el mapa geológico del Sáhara español.
Sin embargo, el hecho más relevante de sus exploraciones saharianas sería el descubrimiento, en 1947, de los yacimientos de fosfatos del Cretácico-Eoceno. Los yacimientos de Bucraa durante décadas han sido una de las grandes fuentes económicas y uno de los quebraderos políticos del Sáhara Occidental.
Todo ello porque el fósforo es un elemento esencial para el crecimiento de las plantas y, por lo tanto, básico para la fertilización y para la producción agrícola. Hay tres elementos fundamentales para el crecimiento de las plantas: nitrógeno, potasio y fósforo. Los dos primeros son relativamente abundantes, mientras que las reservas de fósforo son escasas. Marruecos posee las tres cuartas partes de reservas de fosfatos a nivel mundial y es el primer exportador, lo que supone en torno al 20 % de los ingresos por exportaciones del país magrebí. Y aproximadamente una sexta parte de la producción marroquí procede hoy del Sahara.
Su profundo conocimiento del territorio y de los recursos geológicos saharianos hizo que colaborase con diferentes organismos e instituciones para investigar y poner en explotación yacimientos de otros materiales. Así, participó en el descubrimiento de yacimientos de hierro, cromo, margas bituminosas, aguas subterráneas, uranio, petróleo… Sus investigaciones africanas –también realizaría una expedición científica a Guinea Ecuatorial–, no impedirían que desarrollase su labor investigadora en procesos de geodinámica interna en varias regiones de la península, como Madrid, Extremadura, Montes de Toledo, Sierra Morena… Se le considera el más importante geólogo de la historia del Sáhara Occidental: por el atractivo de algunas de sus líneas de trabajo, por la brillantez de los resultados y, especialmente, por el interés aplicado de sus descubrimientos. Además, fue uno de los profesores más significativos en la creación y desarrollo de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Complutense de Madrid.
Ocupó numerosísimos cargos de responsabilidad, y su importancia científica fue reconocida con muchas condecoraciones, entre las que cabe citar la de Comendador de Número de la Orden del Mérito Civil, Comendador de la Orden de Isabel la Católica y Comendador con Placa de la Orden de África. En 1976, es elegido académico de Número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Además, se le nombró Hijo Predilecto de Toledo y Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Sin olvidar que en 1971 accedió a la presidencia de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
Algunas de sus más de cien publicaciones son:
- Datos geológicos de la zona septentrional del Sáhara español. 1944
- Notas morfológicas de la región toledana. 1945
- La posición tectónica del Sáhara español en el conjunto africano. 1946
- Datos geomorfológicos de la Guinea continental española. 1951
- Sobre la tectónica profunda de la fosa del Tajo. 1960
- Programa general de prospección de minerales radiactivos en España. 1963
- Una megaestructura de la Meseta Ibérica: La Bóveda Castellana-Extremeña. 1976
Referencias
- García Gómez, E. 2018. Diez siglos de ciencia y científicos toledanos . Ed. Covarrubias. Toledo.
- https://www.icog.es/TyT/index.php/2013/02/manuel-alia-medina-in-memoriam/
- http://www.rac.es/2/2_ficha.php?id=6&idN3=6&idN4=40
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