Nació en la localidad toledana de Pulgar el 12 de mayo de 1882, hijo de Serafín Alonso Sedeño, dependiente temporero de la recaudación del impuesto de consumos del Ayuntamiento de Toledo, y de Felisa Jimeno Quesada.
Comenzó a trabajar como aprendiz de tipógrafo en la imprenta de la Diputación Provincial, oficio que le abrió las puertas al periodismo, colaborando en diferentes publicaciones toledanas del primer tercio del siglo XX y siendo propietario de cabeceras tan populares como Heraldo Obrero, Heraldo Toledano o Heraldo de Toledo. Formó parte de la Asociación de la Prensa en Toledo y corresponsal de El Socialista. Comprometido políticamente con las ideas de izquierdas, en sus publicaciones siempre reservó espacios para informar sobre las actividades de las sociedades obreras y del PSOE, cuya agrupación local de Toledo se había constituido en 1891 y de la que llegó a ser su máximo dirigente.
En el año 1910 las sociedades obreras de Toledo unieron esfuerzos para adquirir un inmueble en el número 20 de la calle Núñez de Arce, fundando la Casa del Pueblo. Desde sus inicios, Domingo Alonso fue uno de sus activistas más destacados. Gracias a su impulso, en 1914 se constituyó una Mutualidad Obrera, que mantuvo su actividad hasta los años de la II República.
La Mutualidad estaba abierta a todos los obreros, artistas y profesionales, mayores de 14 años y menores de 50, que no padecieran dolencia de carácter permanente. Amén de asistencia sanitaria, los asociados también tenían derecho a una sepultura de tercera clase por cinco años, caja forrada y conducción del cadáver en coche o a hombros desde la casa mortuoria al Cementerio. Cuando alguno de sus miembros tuviera imposibilidad para trabajar percibiría una compensación económica de dos pesetas diarias, durante sesenta jornadas y solamente una vez al año. No tendrían derecho a socorros las enfermedades venéreas, las originadas por embriaguez, las producidas por instinto suicida y las de golpe de mano. Para cubrir tales fines, la Mutualidad firmó contratos con diferentes facultativos de la ciudad, incluida un comadrona, y habilitaron una pequeña clínica en la propia Casa del Pueblo.
En noviembre de 1915 la Casa del Pueblo de Toledo presentó, por primera vez, candidatura a las elecciones municipales. Domingo Alonso formaba parte de la misma, pero de sus siete miembros, sólo uno de ellos, Félix Fernández Villarrubia, consiguió ser elegido; fue el primer concejal socialista que llegó a las Casas Consistoriales de la hoy capital regional.
Unas semanas después de este tropiezo, el 10 de enero de 1916, Alonso sacó a la calle el primer número de su periódico Heraldo Obrero, culminando así uno de sus grandes sueños. La redacción y administración del mismo estaban radicadas en la Casa del Pueblo. Desde las páginas de esta publicación, nuestro protagonista promovió la constitución de la Federación Provincial Agraria, de la que sería su primer vicepresidente.
A la vez que cumplía con sus obligaciones como periodista y trabajador de la propia Casa del Pueblo, en la que durante años ejerció como conserje, Alonso fue un incansable propagandista de las ideas socialistas, recorriendo la práctica totalidad de la provincia de Toledo y pueblos limítrofes de la de Ávila, interviniendo en centenares de actos políticos y participando activamente en la constitución de unas cincuenta sociedades obreras. En la prensa de la época hay constantes referencias a esa acción proselitista, que en ocasiones, para llegar a los pueblos más remotos, se realizó andando o a lomos de caballería. En esas crónicas no faltan altercados con las fuerzas del orden o caciques locales.
En noviembre de 1917, Alonso intentó de nuevo ser concejal, pero aunque empató a votos con un candidato derechista, un sorteo le dejó otra vez fuera de la Corporación Municipal. Tampoco lo consiguió en las municipales de 1920, época en que los socialistas toledanos, como sus compañeros de toda España, afrontaron la escisión con los seguidores de la Tercera Internacional, que derivó en la fundación del PCE. En Toledo esas divisiones se agudizaron en los años siguientes y Domingo Alonso se convirtió en uno de los “enemigos” acérrimos de los dirigentes del nuevo partido. Las discrepancias se trasladaron al seno de la Casa del Pueblo de Toledo entre las sociedades y sindicatos de las tendencias socialista y comunista.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera, Alonso consiguió, por fin, ser concejal del Ayuntamiento de Toledo, aunque no por elección, sino por designación del gobernador civil de la provincia en representación de la Mutualidad Obrera. El respaldo popular que tan esquivo le había sido hasta entonces, se quebró el 12 de abril de 1931, cuando Domingo Alonso fue elegido concejal dentro de la candidatura republicano-socialista y formó parte de la Corporación Municipal que proclamó la II República en Toledo. En la misma fue designado primer teniente de alcalde y alguna temporada alcalde accidental.
Un par de meses después, el 28 de junio, Alonso dio un paso más en su carrera política al ser elegido diputado en las Cortes Constituyentes de la II República. En el señorial palacio de la Carrera de San Jerónimo, coincidió con uno de sus referentes, Julián Besteiro (presidente de las Cortes), quien en los primeros años del siglo XX había residido en Toledo ejerciendo como catedrático en su Instituto Provincial e iniciando su acción política como concejal del Ayuntamiento toledano. Alonso permaneció como diputado hasta el 9 de octubre de 1933, formando parte de la Comisión de Guerra.
En ese periodo, Alonso mantuvo su actividad propagandística por la provincia de Toledo, apostando por hacer realidad las apuestas de la reforma agraria, dando cobertura informativa y política a las reivindicaciones de la Federación de Trabajadores de la Tierra, de la que en los años treinta la provincia de Toledo era la segunda con mayor número de afiliados tras Badajoz.
Su labor proselitista fue reconocida en las páginas de El Socialista con el calificativo de “apóstol del socialismo toledano”. Sin embargo, su influencia en el partido estaba comenzando a declinar. Eran tiempos en que las discrepancias internas en el PSOE entre los partidarios de Besteiro e Indalecio Prieto y Largo Caballero se multiplicaban. En la provincia de Toledo esa segunda corriente se activó con la llegada a la misma de Manuel Aguillaume Valdés, socialista asturiano, como jefe provincial de Correos, quien pronto se convertiría en el primer presidente de la Federación Provincial Socialista de Toledo, constituida 21 de mayo de 1933. Uno de los puntos más amargos en ese declinar fue el abandono de la dirección del Heraldo de Toledo a finales de 1933, si bien mantenía la propiedad de la Imprenta Artística, cuyo pequeño taller abría sus puertas en la plaza del Horno de la Magdalena, aledaña a la afamada plaza de Zocodover.
Las diferencia entre socialistas y comunistas toledanos que tan de cabeza trajeron a Alonso, afectando incluso al devenir diario de la Casa del Pueblo y a la marcha de la Mutualidad Obrera, quedaron aparcadas ante la celebración de las elecciones generales del 16 de febrero de 1936. Una de las consecuencias de la victoria del Frente Popular fue la renovación de los ayuntamientos españoles. Así, Alonso volvió a ser concejal de Toledo, asumiendo de nuevo las responsabilidades de primer teniente de alcalde.
Dicho cargo ostentaba cuando se produjo el golpe del 18 de julio, si bien el estado de guerra no fue proclamado en Toledo hasta el día 21, una vez que fuerzas militares, de la Guardia Civil, falangistas y otras personas de derechas se habían encastillado en el imponente edificio del Alcázar, que desde décadas atrás albergaba la Academia de Infantería, bajo el mando del coronel Moscardó.
Con la pretensión de conseguir alimentos y, quizás, capturar algunos rehenes, en la jornada del 24 de julio dos grupos de guardias civiles salieron del Alcázar intentando llegar hasta las plazas del Ayuntamiento y de Zocodover. Su tentativa fue abortada por las fuerzas republicanas, por lo que decidieron regresar a la fortaleza. En ese camino, una de ellas se encontró con Domingo Alonso, su mujer, Fernanda Moreno, y una de sus hijas, Marcelina, en las cercanías de su domicilio familiar, forcejeando con ellos para llevárselos retenidos como rehenes. Alonso se resistió, siendo tiroteado en plena calle y no pudiendo evitar que ellas fuesen arrastradas por la fuerza hasta el recinto militar.
Herido de gravedad, Domingo Alonso fue evacuado a Madrid, ingresando en el Hospital de San Carlos, falleciendo pocas horas después y siendo enterrado en una fosa común del Cementerio de la Almudena. Días después de este mortal incidente, en una carta dirigía a su esposa, Moscardó consideró como “malhadada ocurrencia” la pretensión de detener a la familia de Alonso y llevarlos al Alcázar como rehenes, añadiéndole que de buena gana las soltaba. Pese a ello, ellas permanecieron “secuestradas” hasta la toma de Toledo por las fuerzas del general Varela. Noventa años después de su muerte, los descendientes de Alonso aún no han podido localizar ni recuperar sus restos.
Bibliografía
- Enrique Sánchez Lubián: Domingo Alonso, apóstol del socialismo toledano. Apuntes sobre los orígenes del Partido Obrero. Almud ediciones de Castilla-La Mancha, Toledo 2013.