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Galería

Amelia de la Torre de la Fuente
Illana (Guadalajara).
1905 -
Madrid.
1987.
Actriz.

Nació Amelia de la Torre de la Fuente, popularmente conocida como “Amelia de la Torre”, en Illana (Guadalajara), el 12 de junio de 1905.

Su figura de dama de la nobleza, con su voz peculiar y un genio que se hacía destacar por encima de algunos más de los grandes actores del cine español, se dejó sentir en una de sus últimas películas; quizá la que más nos la podría recordar ahora: La vaquilla.

Sería popular en la España que se inició al mundo de la televisión en la década de 1950, a través del programa: “Estudio Uno”; la serie de los teatros.

A Amelia de la Torre tenemos que buscarla, de muy chiquilla, en la escuela pública de su pueblo, en Illana, recitando versos, cuando comenzaba la década de 1910. En 1913, cuando don Manuel Brocas, diputado por el distrito de Pastrana, acompañado de las autoridades del pueblo, y algunas otras de fuera de él, acudió el 26 de marzo de aquel año para inaugurar las escuelas públicas del municipio, la niña Amelia de la Torre fue la encargada de darle la bienvenida, en nombre de la escuela, y del resto de niños de la población, recitando versos.

Tenía entonces Amelia, aquella encantadora niñita que saludaba al Sr. Brocas y al Sr. Gobernador, y a todas las autoridades, ocho años de edad, y era la primera vez que se ponía ante el público. Después lo haría en muchas ocasiones más. Pero aquella, en su pueblo, fue la primera.

Doce años después debutaría, a lo grande, en Madrid, nada menos que en la compañía de Margarita Xirgu. 

Amelia tuvo muy claro desde niña, que quería ser actriz e hizo su debut con la obra de un premio Nobel, don Jacinto Benavente, en Cuando los hijos de Eva no son los hijos de Adán, y a continuación, con el teatro de otro de los grandes de la escena y la poesía española, Federico García Lorca y su Doña Rosita la Soltera.

Eran los años dorados de los actores españoles, que triunfaban aquí y allá. Los años dorados de los finales de la década de 1920 y los comienzos de la de 1930.

En 1936, dos o tres meses antes del estallido de la Guerra, la compañía para la que entonces trabajaba, la de Josefina Díaz de Artigas, se embarcó hacia Argentina para interpretar entre otras piezas, las Bodas de Sangre; y allá, en Buenos Aires, se tuvo que quedar durante algún tiempo. Pues a consecuencia de la guerra, y tiempos posteriores, no regresó a España hasta la década de 1950. Representar obras de algunos autores, entonces llamados malditos, tenía aquellas cosas. Mientras, allá se hacía grande interpretando obras de Rafael Alberti o de Alejandro Casona.

En Buenos Aires se casó con el también actor Enrique Diosdado, quien aportaba al matrimonio, como hija de uno anterior, a la futura actriz Ana Diosdado; otra grande de nuestros escenarios que en ese momento contaba con pocos años de edad. De su matrimonio con el gran actor le nacería otro hijo, Enrique, como el padre.

A su vuelta no le faltó trabajo. Porque era de esas actrices que llevan el escenario en la sangre.

Se incorporó a su vuelta a España en la compañía de María Guerrero y trabajó habitualmente al lado de su marido, hasta la enfermedad y muerte de éste.

Debutó en el cine en 1938, en Argentina, con Bodas de Sangre. Y a pesar de que fue fundamentalmente actriz de teatro volvió a los platós para grabar algunas otras películas, ya en España, entre ellas: El Tren Expreso (1955); Plácido (1961); La Celestina (1969); La Miel (1979); y, finalmente, La Vaquilla (1984).

Fue habitual en los escenarios teatrales, de televisión, para los que interpretó, entre otras numerosas obras: Eloísa está debajo de un almendro; La Malquerida; Ocho Mujeres, o La Pechuga de la Sardina.

Igualmente intervino en algunas series de televisión, entre las que destacan El Señor Villanueva y su gente; Anillos de Oro, escrita por quien se consideró su hija, Ana Diosdado, y Segunda Enseñanza.

Su vida transcurrió, desde entonces, con un pie sobre los escenarios del teatro y el otro en los platós de cine. Entre la casa y la familia, ganándose, por su particular forma de ser, la simpatía de los españoles, que la vieron, a partir de la década de 1960, como la madre de muchos de quienes descubrían el cine, la televisión o el teatro, por primera vez; como la abuela después.

Vivió sin hacer ruido. Y sin hacer ruido se marchó, en Madrid, el 13 de julio de 1987. 

Atrás quedaba una gran carrera teatral; pocas mujeres habían interpretado a tantos y grandes autores: Benavente, Lorca, Alberti, Casona, Pemán, Jardiel Poncela, Lope de Vega, Tennessee Williams, Gala, Chejov, Calvo Sotelo, Ruiz Iriarte, Bertolt Brecht…

En su haber quedaron más de dos docenas de obras de teatro, que componían su repertorio; dejando igualmente su imagen en más de dos docenas de cintas cinematográficas; que la hicieron merecedora, al Premio Nacional de Interpretación, al Larra, o al Latino.

Murió en Madrid, el de 13 de julio de 1987.

Foto: IMDb (https://www.imdb.com/)

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