Cuentan las crónicas que a finales del siglo XIX, la localidad toledana de Villaseca de la Sagra apenas sumaba un centenar de casas. En una de ellas residían el jornalero Salustiano Acero y Agustina Pérez, “dedicada a las ocupaciones propia de su sexo”, quienes el 31 de marzo de 1893 fueron padres de su segundo hijo, al que pusieron el nombre de Amós. En años posteriores la familia aumentó con varios hijos más. Para hacer frente a las necesidades familiares, Salustiano compaginaba las peonadas en el campo con trabajos eventuales de transportista, con un burro, y pescador en las aguas del Tajo.

A la edad de seis años, Amós comenzó a ir la escuela de Villaseca, donde pronto destacó por su inteligencia natural y su gran predisposición para aprender. Compaginaba esta asistencia con la ayuda a su padre en las faenas en el Tajo y la venta de pescado por los pueblos cercanos. Al llegar a los trece años, el maestro rural que ejercía allí le dijo a Salustiano que ya le había enseñado al pequeño todo cuanto él podía ofrecerle.

Con la pretensión de que aquel interés no quedase en baldío, Amós entró de monaguillo, pensando su padre que ello podría abrirle camino hacia el sacerdocio, viendo el mismo como una oportunidad para que el joven pudiese seguir estudiando de forma gratuita. Sin embargo, la experiencia eclesiástica no convenció a nuestro protagonista, quien se fijó como meta personal llegar a ser maestro. Ni qué decir tiene que para los Acero Pérez aquello era una quimera.

Entre la clientela a quien Salustiano vendía pescado se encontraba un acomodado propietario de Villaseca, don Antonio, quien solía interesarse por el devenir de su familia. Él le contó su pesar porque no disponía de recursos económicos para que Amós pudiese ir Madrid y hacerse maestro. Consultada esta circunstancia con su esposa, y dado que no tenían hijos, don Antonio y ella decidieron hacerse cargo de los gastos de alojamiento, manutención y académicos del joven, consiguiendo matricularlo en la Escuela Normal Central madrileña.

La llegada a Madrid de Amós, en septiembre de 1911, con dieciocho años, supuso el descubrimiento de un fabuloso mundo, poblado de libros y periódicos en la Biblioteca Municipal, y oportunidades para continuar creciendo intelectualmente. El 7 de octubre de 1914 recibió el título oficial de Maestro de Primera Enseñanza. Logrado ese objetivo, regresó a Villaseca donde le esperaba un nuevo reto: conseguir plaza de maestro en alguna escuela. En la espera por conseguirlo, continuó ayudando a su padre en sus faenas del río y dando alguna clase particular.

Apenas transcurridos seis meses desde su titulación, Amós fue llamado a filas, incorporándose primero a un acuartelamiento de la ciudad de Toledo y, luego, a un regimiento de Comunicaciones, donde permaneció dos años. Estas obligaciones militares le permitieron conocer a jóvenes llegados de distintos lugares de España, con una situación socio económica similar a la suya y un sentimiento generalizado de cuantas dificultades tenían los de su clase para prosperar en aquella sociedad. El germen de su vocación socialista comenzó a alentarse, añadiendo una nueva inquietud para su futuro personal.

Aunque alejada del Magisterio, a finales de 1916 Amós tuvo una oportunidad laboral como auxiliar en la botica de su pueblo cubriendo una ausencia por enfermedad. Esta fuente de ingresos apenas le duró unas semanas, pero sirvió para que por recomendación de su dueño encontrase un trabajo similar, en este caso fijo, en la localidad ciudadrealeña de Valdepeñas. Allí, no solo supo ganarse el afecto y respeto de la clientela que frecuentaba la farmacia, sino que conoció a Dolores Delgado Lara, con quien contraería matrimonio en marzo de 1918.

Apenas apagados los humildes ecos nupciales, Amós y su esposa marcharon a Villaseca, pues había quedado vacante la plaza de maestro en su escuela pública. Al llegar al pueblo, el matrimonio se encontró con la triste realidad de que esa plaza le había sido concedida al hijo de un cacique local. Así es que, como forma de ganarse la vida, Amós regresó a la pesca junto a su padre.

Esta situación laboral duró poco, pues semanas después el matrimonio se trasladó a Madrid, donde él consiguió trabajo como cajero-cobrador en la carbonería Larrumbide. Esta circunstancia contribuyó a estabilizar al matrimonio que tuvo su primer hijo, alquiló una casita cerca de la Glorieta de Pirámides, ayudaba económicamente a su familia y Amós pudo empezó a conformar su biblioteca personal con volúmenes de todo tipo de materias. En 1920, además, formalizó su ingreso en la Sociedad de Oficios Varios de la UGT y en el PSOE.

Fiel a ese compromiso, en aquel tiempo protagonizó algunos mítines y actos políticos en la ciudad de Toledo y municipios de la provincia en defensa de las sociedades obreras, significándose en la lucha contra el caciquismo. En las páginas de El Heraldo Obrero publicó sus primeros artículos políticos y en alguna de estas intervenciones era presentado como redactor de El Socialista.

Conforme la familia Acero Delgado crecía -tuvieron cinco hijos: Gonzalo, “Amosito”, Lola, “Paquito” y “Aurorita”- las necesidades económicas eran mayores, por lo que Amós compaginó durante años el trabajo en la carbonería con un puesto de ayudante de boticario en una farmacia de la calle del Barquillo. A mediados de 1927, poco después de nacer el cuarto de sus hijos, Amós recibió desde el partido socialista una oferta de trabajo, como maestro, en una escuela laica que llevaba el nombre de “Pablo Iglesias” en el entonces pueblo de Vallecas, apostando su profesorado por la renovación pedagógica. Este ofrecimiento marcó un antes y un después en su vida, estableciéndose la familia en un primer piso de la calle Doctor Salgado número 8. Desde 1929 fue vocal de la Comisión Ejecutiva de la Asociación General de Maestros de la UGT y organizó clases nocturnas para jóvenes obreros.

Con cerca de 30.000 habitantes, en aquellos años Vallecas era un municipio cuyo crecimiento se sustentaba con la constante llegada de inmigrantes, conviviendo en un entorno modesto pleno de carencias, donde Amós se sintió obligado a dar una paso adelante en su compromiso político, pensando, desde su formación de maestro también podía ejercerse la acción pública con espíritu transformador. Así, en abril de 1931, con la proclamación de la II República, Amós fue elegido alcalde de Vallecas. El día de su toma de posesión, su antecesor le entregó la vara de mando diciendo que al frente del municipio quedaba “un hombre modesto, humilde, pero que ostenta un título honrosísimo, el de Maestro”. Poco después, en el mes de junio, fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes, en las que participó activamente en la denominada “Ley de los maestros laicos”.

Sus responsabilidades parlamentarias cesaron a finales de 1933 con el triunfo de la CEDA en las elecciones generales de aquel año. Meses después, en octubre del 34 y a consecuencia del movimiento huelguista convocado por las organizaciones socialistas, fue cesado de su cargo de alcalde. Durante los meses que había estado al frente del Ayuntamiento vallecano, Amós tuvo especial interés por desarrollar políticas en favor de la infancia (escuelas públicas, comedores o colonias escolares) y el entendimiento entre sus vecinos. Rehuyó aceptar ningún tipo de regalos, para así no deber ningún favor a nadie y renunció al sueldo de diputado, mucho mejor dotado económicamente que el de alcalde, para mantener su compromiso con los vecinos. Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, Amós retornó a su puesto de alcalde tras haber permanecido durante esos meses en la enseñanza.

Durante la Guerra Civil, Acero continuó al frente del Ayuntamiento de Vallecas. Desde su cargo procuró evitar desmanes en el municipio, ayudando a personas de “derechas”, evitando saqueos en conventos y firmando salvoconductos a quienes veían peligrar su vida. Fue miembro del Socorro Rojo Internacional. En marzo de 1939, marchó hacia Valencia con la intención de salir de España por el puerto de Alicante. No consiguió su objetivo, terminando detenido en los campos de concentración de Los Almendros y Albatera. Procesado, pese a los numerosos testimonios presentados a su favor durante la instrucción del sumario, fue condenado a muerte, siendo fusilado en la madrugada del 16 de mayo de 1941 en las tapias del cementerio de La Almudena. En la última carta que escribió a su familia, dijo a los suyos: “No me duele morir, siendo inocente, lo doloroso, sería morir culpable […] y si algún día mis restos puedan ser enterrados en Vallecas, llevadme al cementerio y así estaré cerca de lo que tanto quiero y del pueblo en cuyo servicio mudo el tributo de mi vida”.

Amós Acero aún es recordado hoy con admiración, respeto y comprometido con el bienestar de sus vecinos., así como una persona dotada comprometida por el bienestar de sus vecinos. Un parque, un monumento y un colegio público le recuerdan en este barrio madrileño.

Bibliografía:

• Cástor Bóveda, Amós Acero. Una vida por Vallecas, Madrid, Ediciones de la Torre, 2009.
• Juan Jiménez Mancha, “75 años de la muerte de Amós Acero, primer alcalde democrático de Vallecas”. Vallecas Web, 11 de mayo de 2016.
• Fundación Pablo Iglesias, Amós Acero Pérez. Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
• Eduardo Montagut, “Amós Acero, un intenso socialista”, Nuevatribuna.es, 18 de mayo de 2016.