serrano-nieto
Amparo Serrano Nieto
Oviedo.
1931 -
Quintanar de la Orden (Toledo).
2004.
Médica.

Amparo Serrano Nieto nacida en el año 1931 en Oviedo, hija de Félix Serrano, de la familia fundadora del Anís de la Asturiana, y de Amparo Nieto García que por razones profesionales se marcharon a Asturias; nuestra protagonista fue conocida en ambientes quintanareños y familiares como “La Pancha”.

Queda huérfana de madre a los tres años y sus abuelos maternos Vicente Nieto Seri y Baltasara García Tirado se tuvieron que hacer cargo de todo, trasladar el cadáver de su madre y traer a sus tres nietos a Quintanar de la Orden, Toledo, por lo que ella se consideraba nativa de este pueblo. Posiblemente su devenir futuro quedará ligado por este hecho luctuoso.

La infancia de Amparo transcurre en el colegio de Nuestra Señora de la Consolación y por su disposición para los estudios sus abuelos deciden que continúe el Bachiller en Madrid; Amparo vuelve en vacaciones a Quintanar y a las ferias de septiembre.

Su abuelo Vicente fue quien animó a la joven Amparo a estudiar Medicina en la Universidad de Madrid pues pensaba que la medicina sería una buena carrera. El resto de la familia especuló que no era lugar para una mujer.

Comenzó los estudios universitarios en el curso 1949-50; de su paso por la Universidad, Amparo declaró: “Las mujeres éramos almas perdidas. No valíamos nada”.Pero superó sus dudas, aceleró y completó su curso un año antes que su clase. Ella era una de las ocho mujeres en una clase de doscientos cincuenta alumnos.

El sueño familiar, y especialmente de la abuela Baltasara, era que pusiera una clínica médica en la ciudad madrileña.

Pero decidió que una formación de postgrado en Estados Unidos sería ventajosa y acabó en un programa de intercambio como pasante en un hospital de Harlem. Según declaraciones propias: “No sabía en qué me estaba metiendo. Sin paga, sólo comida, habitación y créditos. Treinta y seis horas de trabajo y una noche de sueño”.

Desde Harlem, fue a un hospital privado en el lado oeste de Manhattan como patóloga, acerca de lo cual manifestó: “Allí eras mano de obra. Con cien dólares al mes, lo mejor que podía pasar era una invitación a cenar. Había poca instrucción en el trabajo. Aprendías por absorción”.

De la ciudad neoyorquina pasa a San Francisco, donde se casa con Arthur Haskell, ingeniero naval que acabó siendo presidente de una empresa naviera constructora de barcos y portacontenedores. Fruto de su matrimonio, tuvo tres hijos.

En el Hospital Mount Zion de la comunidad judía realizó su residencia en patología y fue al Centro Médico de UCSF para realizar estudios y obtener la licencia en medicina nuclear.

En 1972 llego a ser directora médica de un exclusivo Centro de Evaluación de Salud Computarizado, en un edificio de ladrillo de ciento dieciséis años que trabajó con el arquitecto y diseñador en la planificación de interiores porque consideraba que la calidez y el confort eran importantes para que el paciente se sintiese cómodo.

Ese Centro sanitario constaba de complejos equipos sofisticados computarizados que registraban en segundos o minutos la química sanguínea, los patrones de visión y audición, el comportamiento cardiovascular y metabólico y otros patrones biológicos.

Al principio el centro contaba exclusivamente con personal femenino, directora de marketing, tecnóloga de laboratorio, enfermera titulada, secretaria-recepcionista y ella misma, aunque pronto tuvo que contratar un médico pues las empresas preguntaban si había un médico hombre en la plantilla.

Aceptaba nuestra doctora como un hecho que había discriminación contra las mujeres en la medicina.

Le inquieta la falta general de preocupación por los controles médicos periódicos de los niños en edad preescolar en esos momentos sus hijos tenían de 5, 8 y 10 años.

Se divorcia de su marido, y al parecer tiene bastante dificultades profesionales y familiares que le obligan a abandonar a sus hijos y trabajo, y a atravesar una temporada oscura de su vida.

Después de unos años, de la mano de un abogado, puede rehacer su vida personal y profesional, rehabilitándola de nuevo en su profesión; finalizó casándose de nuevo con esta persona que le había ayudado a recuperar y normalizar su vida.

Una vez de nuevo como médica, Amparo se enrola en las tropas estadounidenses, siendo destinada a Alemania trabajando al servicio de la OTAN.

Después de haber conseguido su nueva habilitación profesional y estabilización personal, vino un pequeño período de tiempo a Quintanar de la Orden para pasarlo con su familia.

Desplegando su labor médica en Alemania, desarrolla una enfermedad ósea que le obliga a abandonar su puesto sanitario y retirarse de la medicina.

En 1996, debido al Parkinson que padecía, regresó a España para ser operada; en el hospital Ramón y Cajal; allí le fue realizada una operación piloto para aquella época a la que ella se propuso para la investigación, con la implantación de electrodos en el cerebro para el control de la movilidad.

Finalmente pasa el final de su vida entre San Francisco, Madrid y Quintanar de la Orden, para disfrutar de la familia, asistía a eventos familiares y a viajar por la región.

Fallece en julio del 2004, a la edad de 73 años; fue enterrada en el cementerio quintanareño en una sepultura familiar con sus abuelos, madre y hermano Agustín.

Amparo fue una mujer de carácter fuerte, simpática, afable y una grandiosa conversadora. 

En una entrevista en un medio de comunicación de la ciudad de San Francisco, en 1972, declaró: “Pueden pasar dos generaciones antes de que las mujeres sean plenamente aceptadas en el ámbito profesional. Los hombres llevan consigo su programación básica. Algunos cambian. Otros no”.

Una predicción realizada en EE.UU. que se empieza a cumplir después de cincuenta y dos años, que corresponde exactamente a dos generaciones.

Estamos ante una mujer extraordinaria, desconocida para la gran mayoría del pueblo de Quintanar y de Castilla-La Mancha, con una compleja pero magnífica trayectoria profesional, que vivió en una época muy difícil para la mujer extranjera tanto para ser reconocida profesionalmente como defender sus derechos en la sociedad americana.

En el comienzo de la década de los cincuenta del siglo pasado, es la primera mujer en la historia de Quintanar que estudia Medicina y posiblemente sea una de las pioneras en realizar estudios universitarios de máximo nivel.

Es la historia de una persona muy interesante que, al quedar huérfana a temprana edad, tuvo la suerte de vivir con un abuelo que alimentó y subvencionó su deseo de estudiar medicina.

Amparo Serrano Nieto quien claramente fue una feminista de primera generación, una profesional con humanidad, poniendo los medios tecnológicos al servicio del bienestar de la salud; y ella misma mujer ejemplar, activa a lo largo de su vida.

Foto: Amparo Serrano Nieto (1950)

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