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Anastasio de Gracia Villarrubia
Mora de Toledo (Toledo.
1890 -
Ciudad de México (México).
1981.
Sindicalista, político.

Anastasio de Gracia Villarrubia nació en el pueblo de Mora, en la provincia de Toledo, el 6 de octubre de 1890. Su familia, de origen humilde, se dedicaba principalmente a trabajos jornaleros. Su padre, Juan de Gracia, era un trabajador incansable que desempeñó diversas ocupaciones para mejorar la situación económica de la familia, logrando finalmente comprar una pequeña viña. Este esfuerzo y tenacidad de su padre influyeron profundamente en el joven Anastasio, inculcándole una fuerte ética de trabajo y ahorro.

Desde muy temprana edad, Anastasio mostró una inclinación hacia la política y el trabajo comunitario. A los trece años, se afilió al Partido Socialista y poco después a la Unión General de Trabajadores (UGT) a través de la Sociedad de Albañiles El Trabajo. Este fue un paso crucial en su vida, que marcó el inicio de su compromiso con el movimiento obrero.

Cuando llegó a Madrid, comenzó a ganarse la vida como albañil, una experiencia que lo conectó directamente con las dificultades y las aspiraciones de la clase trabajadora. Este contacto directo con la realidad obrera forjó en él una comprensión profunda de las necesidades y los desafíos que enfrentaban los trabajadores.

Liderazgo sindical y político.

En Madrid, De Gracia comenzó a destacarse por su dedicación y habilidades organizativas. Ocupó el puesto de cobrador del sindicato, lo que le permitió involucrarse en el movimiento sindical y ascender en la organización. Sin embargo, su vida personal no estuvo exenta de tragedias. En 1918, su primera esposa, Juliana López, falleció debido a la pandemia de gripe, un golpe devastador para él y para su hija Isabel. A pesar de esta pérdida, Anastasio continuó su labor sindical con determinación.

Tiempo después, Anastasio se casó con Maximina Pascual López, con quien tuvo un hijo, Enrique, nacido en 1926. Esta nueva etapa en su vida personal le brindó estabilidad y un renovado sentido de propósito.

En 1921, Anastasio fue elegido secretario general de la recién constituida Federación Nacional de la Edificación, cargo que mantuvo durante 15 años. Durante su mandato, trabajó incansablemente para aumentar el número de afiliados, fortalecer la vinculación con la UGT y abrir la Federación al ámbito internacional. Su liderazgo se caracterizó por un enfoque moderado, siempre abogando por una revolución gradual basada en conquistas progresivas.

Anastasio de Gracia se caracterizó políticamente por su enfoque pragmático y moderado, que marcó una diferencia significativa en la lucha obrera. En su discurso inaugural como secretario general de la Federación Nacional de la Edificación, enfatizó la importancia de la unión y la dignificación de los trabajadores, evitando el radicalismo y optando por una estrategia de largo plazo contra la burguesía. Este enfoque permitió a la Federación crecer y fortalecerse, incrementando el número de afiliados y su influencia en el movimiento sindical español.

Uno de los logros principales de su gestión fue la integración de la Federación Nacional de la Edificación en la Internacional del ramo. Este movimiento estratégico no solo posicionó a los trabajadores españoles en la arena internacional, sino que también fortaleció la lucha obrera global. Anastasio participó activamente en congresos internacionales y colaboró con líderes sindicales de otros países, creando una red de apoyo mutuo y solidaridad.

Otro de sus rasgos más destacados, al frente de los trabajadores de la construcción fue su fuerte oposición a la unión de la UGT con los comunistas de la Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU). Anastasio de Gracia consideraba que fusionarse con estos últimos era rebajar de categoría al sindicato socialista, ya que, a su juicio, los comunistas apenas contaban algo en la vida sindical española. Y añadía: «no tienen masas organizadas en ninguna de las provincias». Esa oposición a los comunistas acabará costándole la secretaría general de la Federación Nacional de la Edificación, que perderá en favor de Edmundo Domínguez Aragonés durante el sexto congreso federal, en junio de 1936.

Como militante socialista, tras la proclamación de la República, en abril de 1931, conseguirá escaño como diputado, en las sucesivas elecciones legislativas. Asimismo, durante la etapa en la que Indalecio Prieto fue ministro de Obra Públicas, este le nombró delegado del Gobierno en los Canales del Lozoya -actual Canal de Isabel II-, donde desarrollará una corta actividad, entre enero de 1932 y abril de 1933.

Por último, hay que destacar su papel como presidente de la UGT en un momento crítico para la organización. Ocupará la presidencia del sindicato en enero de 1934, siendo crucial su papel cuando, tras la Revolución de Octubre, toda la dirección de ugetista fue encarcelada. Anastasio de Gracia actuará de enlace entre los encarcelados y el resto del sindicato.

La Guerra Civil.

Despojado de su autoridad sindical, De Gracia vivió el comienzo de la Guerra Civil refugiado en sus labores de diputado. En medio de esta inestabilidad, al alcanzar Francisco Largo Caballero la presidencia del Gobierno le ofreció la cartera de Industria y Comercio. Este nombramiento marcó el punto más alto de su carrera política, aunque su tiempo al frente del ministerio fue breve, ya que apenas permaneció dos meses en el cargo. El 4 de noviembre, Largo Caballero remodeló la composición del gobierno para incluir a los anarquistas, buscando sumar su fuerza al esfuerzo bélico.

En esta reestructuración, De Gracia fue nombrado Ministro de Trabajo y Previsión, un área en la que había desarrollado toda su carrera. En los seis meses que estuvo al frente de este departamento, implementó diversas políticas de protección social que siempre había defendido como sindicalista. Un ejemplo notable de su gestión fue el decreto para el amparo económico de las víctimas de accidentes laborales durante la guerra, publicado el 5 de mayo de 1937, pocos días antes de dejar su cargo como ministro.

Este decreto fue una respuesta a la disfuncionalidad de los Tribunales Industriales debido a la guerra, los cuales no podían tramitar adecuadamente las causas laborales. Esto dejaba a los trabajadores incapacitados en una situación de indefensión y penuria económica. La nueva norma permitía a los accidentados reclamar directamente ante el Ministerio de Trabajo, facilitando así el cobro de indemnizaciones sin tener que esperar la resolución judicial.

Exilio y muerte en México.

Al finalizar la guerra, Anastasio de Gracia se vio obligado a exiliarse debido a la persecución franquista. Inicialmente, se trasladó a París junto a su esposa, mientras sus hijos cruzaban la frontera francesa a pie, enfrentando múltiples dificultades. Los niños encontraron refugio temporal en una vieja escuela en La Roë, Francia, donde las condiciones eran duras, pero recibieron apoyo de las autoridades locales simpatizantes de la República.

Posteriormente, Anastasio y su esposa se trasladaron a Ciudad Trujillo (República Dominicana), hasta que la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) financió su traslado a México, donde finalmente se reunió con sus hijos. En México, De Gracia retomó su activismo político, participando activamente en las reuniones de las Cortes en el exilio. En 1945, las Cortes se reunieron en México, y aunque no fue elegido presidente, continuó desempeñando un papel importante dentro de la comunidad exiliada.

En México, De Gracia dedicó tiempo a su familia y a sus pasiones personales, como la lectura y la música clásica. A pesar de su carácter introvertido, mantuvo su compromiso con la justicia social y los derechos de los trabajadores. Durante el exilio, fue perseguido y vigilado por el régimen franquista, siendo acusado de diversos delitos y sentenciado en España a quince años de «extrañamiento» y a pagar una multa.

Anastasio de Gracia nunca volvió a España. Falleció el 14 de marzo de 1981 en el Hospital de la Benéfica Hispana en México. Su vida en el exilio refleja la dureza y los desafíos enfrentados por los republicanos españoles, y su dedicación a la causa republicana y a los derechos de los trabajadores perdura como un testimonio de su compromiso y sacrificio.

A pesar de sus contribuciones significativas, Anastasio de Gracia no ha recibido el reconocimiento que merece. Su figura ha sido eclipsada por otros líderes sindicales y políticos de su época. Además, su muerte en el exilio y la dispersión de su archivo personal han contribuido a su olvido.

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