1. Ángela Rodero Jiménez. Colección Tomás Megía Ruiz-Flores.

Galería

Ángela Rodero Jiménez "Angelita Rodero"
Valdepeñas (Ciudad Real).
1902 -
Valdepeñas (Ciudad Real).
1996.
Poeta.

Angelita Rodero Jiménez nace en Valdepeñas, el 29 de agosto del año 1902, en un ambiente familiar culto. Es la cuarta de una familia numerosa de la que nacieron dieciséis hermanos y de la que vivirán doce, creada por Ramón Rodero Cejudo y Eladia Jiménez Morcillo, y de la que saldrían cinco hermanos músicos y dos poetas. Su padre, Ramón, había cursado estudios en Sevilla y, en Valdepeñas, dirigió como maestro las escuelas municipales de San Nicasio, lo que va a favorecer la vocación poética, muy temprana de Lola (Violeta) –su hermana nacida dos años antes que ella—y la de la propia Angelita (o Atilegna, su nombre al revés, como le gusta firmar algunos de sus primeros versos).

Lee con interés y ávidamente la biblioteca familiar y, mientras, cursan los estudios primarios (casi lo único que las niñas y señoritas de la época se atrevían a realizar). Pasados los años de la infancia, llega una juventud tranquila, ambientada plenamente en la vida del hogar: una juventud que reza y trabaja en los menesteres de la casa.

Y, en las horas de más recogimiento del día y de la noche, piensa, sueña, lee y medita. Lee sobre todos versos y novelas, en los que se ven realizados y plasmados muchos de sus sueños, pero también hay lugar para la conversación, los periódicos, hacer crucigramas, dedicarse a los animales, merendar con sus amigas, cantar…

Su vocación poética es muy temprana. Ella misma testimonia: “Tendría doce años cuando empecé a hacer los primeros versos sentada en un escalón de la escalera de casa” (Lanza, Ciudad Real, 26-02-1988).

Colabora con periódicos y revistas, escribiendo prosa y verso en diversos periódicos: Adelante, El Eco de Valdepeñas, Balbuena, Ideal, Folletos de Feria –todos ellos de Valdepeñas–, Templo y hogar y Lanza –provinciales– y, como anécdota, reseñar que hemos encontrado su rastro en el Diario de Lebrija de 28-02-1927.

Y recita en fiestas, en festivales benéficos, en inauguraciones… normalmente acompañada de su amiga, Caridad Laguna. Es premiada en varias ocasiones y está recogida como autora local en Cien escritores valdepeñeros de Eusebio Vasco (1934) y en Poetas valdepeñeros del siglo XX de Rafael Llamazares (UNED, 1983).

Trabaja como auxiliar de contabilidad en la fábrica de harina “La Consolación” y, hasta su jubilación, en Sindicatos… Durante un tiempo, manuscribe sus versos y los regala a sus amigas más íntimas, los escribe en diarios de los que las jóvenes escriben sus sentimientos encontrados…

Ella, Angelita, siempre fue una mujer agradecida; a lo largo del tiempo, he encontrado notas de periódico dando las gracias a diversas personas. Esto escribía a Rafael Llamazares:

“Querido y muy ilustre profesor y amigo:

Llevo más de dos horas sentada ante la ventana de mi cuarto, mirando el cielo azul y tirante, sin un ruido, sin pasar un alma a esta hora de la siesta, pidiendo a Dios con toda mi alma y voluntad, que me inspire y ponga en esta página las palabras mejores, las más bonitas, que sean capaces de darles las gracias, de decirle que Dios lo bendiga, que Dios le pague el mucho bien que me ha hecho, dándole importancia a la poesía que ha llenado de ilusión y belleza muchas horas de una vida vulgar. Si mi hermana Lola (Violeta) viviera estoy segura que le hubiera sabido expresar con ‘seguidillas’ su gratitud por esculpir en LANZA nuestros nombres, pero a mí no se me ocurre decirle nada más y nada que… ¡Gracias, don Rafael, muchas, muchas gracias!

El que usted nos haya visto como poetas, por naturaleza y gracia, es motivo de mi agradecimiento, puesto que ha gastado por esta causa su precioso tiempo, analizando su valor y la sensibilidad de producirlos.

Le confieso que nadie (ni en mi familia) ni yo misma he valorado este quehacer de la imaginación y el sentimiento. Sólo mi madre, me incitaba a escribir cosas que yo hacía por los muchos temas que me proporcionaba. Pero nunca he creído que mereciera la pena guardar mis borradores, mis recortes y si hubiera tenido que editar lo mucho que he escrito tendría cinco o seis libros. Gracias a Paco Fernández que ha extraído de biblioteca y archivos, fotocopias de periódicos y revistas, he podido reunir esos 30 o 40 versos que han merecido su atención y que me hacen sentir el no tener más recopilados para que usted los calificara.

Estoy orgullosa, conmovida. No sé qué haría para demostrarle lo mucho que me ha gustado su dedicación, tanto con el homenaje de las amas de casa, en el que su voz de trovador castellano puro sabe hacer vibrar las bellas palabras que dan vida y calor a nuestros sentimientos.

Que Dios le premie el mucho bien que le han dado a mi “ancianidad” sentido de la belleza que ha exaltado mi vida…

Y se lo vuelvo a repetir. Gracias, don Rafael, gracias a su esposa, mi gran amiga Inés, y como la escena del “Un, dos, tres” le digo que su artículo de LANZA ¡me ha gustado mucho, mucho, mucho!”.

                                                                   Angelita Rodero (Lanza, 7-8-1987)

 

EL G.A.L. “El Trascacho” le tributa en la Casa de Cultura un homenaje. Tiempo después, pasados unos meses, en 1990, en uno de los salones del Círculo “La Confianza” es homenajeada por la Asociación de Amas de Casa de Valdepeñas.

Cuenta Paco Creis: 

“Hace unos meses estaba yo en la Imprenta de José Luis Campos, cuando entró una venerable anciana a la que acompañaba otra dama de menor edad. Se notaba que el peso de los años la había empequeñecido. Su pelo gris y su rostro surcado por las huellas imborrables del tiempo. Con voz firme y afectuosa le preguntó al impresor:

–¡Oye, José Luis! ¿Cuánto crees tú que me costaría publicar mi libro de versos?

El impresor le dijo que haría sus cálculos y que volviera al día siguiente.

Le pregunté quién era esa dama, para mí en ese instante desconocida y si estaba en su sano juicio; cuando me dijo su nombre, se me incendió el corazón y un temblor emocionado me llevó por la memoria del recuerdo hasta aquellos años en los que Angelita Rodero, junto con su hermana Lola y Dolores Marín, escribían poemas en los “Folletos de Feria y de Semana Santa”, en la hoja parroquial Templo y hogar y en los periódicos locales de antes de la guerra. Era una poetisa enamoradiza y soñadora, que reconocía que su hermana era mejor escritora que ella y que estaba enfadada con Juan Alcaide porque éste había tratado mal a una amiga suya: cosas de amores y de equívocos. Alcaide comenzaba ya a soltar lastres machadianos, lorquianos y escogía la ruta de los grandes escritores líricos: su propia personalidad. Angelita tomaba la senda del fervor religioso, de su soltería de del canto maternal. Todavía hoy se emocionan sus ojos cuando recuerda a su madre recitando alguno de los innumerables versos que le ha dedicado en su vida.

Pocas semanas después, un vecino me trajo a mi casa un paquete, delicadamente preparado, que una señora, que había estado llamando a mi puerta sin que nadie le respondiera, le había dejado para mí. Intrigado lo abro y me encuentro un Diario –pieza romántica del siglo XIX–, con sus tapas de piel roja y bella enmarcación dorada; cantos de oro también y un minúsculo candadito con llaves para celar sus secretas páginas.

Era un manuscrito de versos de Angelita Rodero, de clara y limpia caligrafía y con una carta que decía:

“Distinguido amigo, que me permite repasar y evocar su condición de poeta, por la atención que tuvo hace algunos años de dedicarme un libro de versos que hoy, al colocar los estantes, he podido releer con gusto y como soy nonagenaria y casi ya no puedo hacer nada que sirva para ayudar a los demás, me entretengo en vivir de recuerdos y, a la vez, quiero permitirme el lujo de darle las gracias por el obsequio que me hizo. Más vale tarde que nunca. Ahora le ruego admita mis disculpas por no haber contestado antes y me permita ofrecerle un puñadito de mis versos, de sentimentales vivencias, como recuerdo de gratitud”.

Creo que ha sido uno de los momentos más emotivos de mi vida, porque no siempre uno recibe unos versos de una mujer que ha cumplido ya los noventa y cuatro años. Después, supe por ella misma, que había confeccionado cincuenta manuscritos como el mío para entregar a los amigos amantes de la poesía, para hacerles llegar, con el temblor de la mano de la anciana y el corazón tierno de una niña, sus vivencias poéticas…”.

“…Y me contó que unos sobrinos generosos –a los 94 años– le han querido regalar, para el pasado día de Reyes, la publicación de su libro Versos sentimentales y la Tertulia Literaria “Desde el empotro” le publicó la Antología que lleva por título Poemas esenciales y que incluyen también una amplia aportación de poemas de Lola Rodero, hermana de Angelita…”.

Aquel día, con sus versos presentados y leídos el 6 de septiembre de 1996, Angelita fue la mujer más feliz del mundo. Tenía 95 años, recién cumplidos, y sabía que su obra no estaba perdida. Poco después, moriría, ni siquiera había pasado un mes.

Años más tarde, junto con su familia, y los versos de su hermana Lola, le editamos Alma viajera, en ella aparecen sus versos escritos por el orden que fueron publicados en los periódicos.

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