Angelita Rodríguez Preciado, “Rodríguez Preciado, Ángeles”, Fundación Pablo Iglesias, https://fpabloiglesias.es/. Consulta 27-10-2024. Figura como Ángeles y hay otros documentos en los que aparece como Ángela.

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Ángeles Rodríguez Preciado
Almagro (Ciudad Real).
1916 -
Alicante.
1999.
Enfermera. Militante socialista.

Angelita nació en Almagro (Ciudad Real) el 1 de agosto de 1916, pasando sus primeros años en este pueblo manchego. Su padre Severino tenía origen gallego y por eso eran conocidos como “los galleguitos”. Más tarde Angelita sería apodada “la afiladora”, en alusión a los primeros tiempos de su padre en Almagro, por donde recorría las calles con un carrito de afilar. Severino se casó con Felicia que era natural de Moral de Calatrava. Toda la familia de su madre tenía una fuerte mentalidad conservadora y muy religiosa, con dos tíos sacerdotes franciscanos. Esto chocaba con el espíritu republicano del padre. Tuvieron ocho hijos, cuatro hermanos y cuatro hermanas, de las que solo quedó Angelita por la prematura muerte de las otras tres niñas.

Después de establecer su negocio en un local y posicionarse en una incipiente clase media, su padre decide trasladar la familia a Ciudad Real para que Angelita estudiara el bachillerato en el Instituto Público. Su padre, que daba mucha importancia a la formación de su única hija, la matriculó sin decirle nada en la Academia General de Enseñanza para que completara su educación con doble formación. Allí entró en contacto y empezó a colaborar con los estudiantes católicos, primero, y posteriormente con la Federación Universitaria Escolar (FUE). En este ambiente y con tan solo 15 años se proclamó la República. Los nuevos tiempos de derechos civiles favorecían la participación social y política de una parte de la sociedad, hasta ahora ajena y excluida. Empieza sus estudios de derecho y cercana a sus compañeros de la FUE, acude a sus primeros actos políticos. Afiliándose en 1934, junto a su hermano Severino, al partido y sindicato socialistas. En esta decisión tuvieron un peso importante la amistad entablada con el dirigente socialista de La Solana, Melitón Serrano. Y sobre todo el referente que encontró en su amiga y primera mujer afiliada al PSOE de Ciudad Real, Milagros Atienza, que desde su trabajo de mecanógrafa en la Diputación, ocuparía puestos relevantes de secretaria de confianza con algunos presidentes de la institución.

En estos primeros meses de militancia política, realiza una importante labor propagandista que complementa con lecturas anarquistas de Federica Montseny. Tras la huelga general de 1934, es detenida por primera vez, junto a Mariano Bartolomé Carrasco, después de hacer una pintada alusiva a las penas de muerte que se habían pedido para los huelguistas de Abenójar. En esa pintada escribieron “Jueces de la burguesía, no condenar a los de Abenójar, porque los reos de hoy, serán jueces mañana”. Estos sucesos traerían en los años siguientes importantes consecuencias trágicas, ya que la mayoría de los encausados en la llamada revolución de octubre, serían fuertemente represaliados. De este modo, su compañero en la pintada, Mariano Bartolomé, que firmó la misma como “El duende rojo” dentro de una estrella, sería fusilado nada más terminar la guerra. En los siguientes años Angelita pasó a desempeñar un puesto destacado en la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), realizando una actividad política intensa visitando pueblos, organizando mítines, campamentos de capacitación en la naturaleza (Río Bullaque y Lagunas de Ruidera) junto con sus compañeros, aquellos que en los próximos años ocuparían los cargos y puestos de más responsabilidad: Calixto Pintor Marín (alcalde), Ramón Aragonés Castillo, José Serrano Romero (gobernador civil), Julia Álvarez Resano (diputada socialista y primera mujer en ser gobernadora civil) o el poeta Jesús Menchén, más conocido como Roger de Flor, del que Angelita recordaba sus poesías cincuenta años después de haberlas publicado. Todos ellos serían fusilados a excepción de José Serrano y de Julia Álvarez que consiguieron exiliarse a México.

En pleno desarrollo de su activismo político se produjo la sublevación del ejército y el inicio de la guerra. El papel que una sociedad todavía altamente machista reservaba a las mujeres en retaguardia, consistía en confeccionar prendas de ropa para el frente en el taller que había organizado el recién constituido Comité Femenino del Frente Popular. Algunas mujeres no se resignaban a este papel y asumían las labores de dirección de los hombres que se marchaban en los diferentes reemplazos. Angelita, incluso pasó unos días de instrucción en Villarrobledo con los soldados voluntarios del batallón “José Serrano”, llamado así en honor a su amigo, tras ser nombrado Gobernador Civil.

Esa intensa actividad política le puso en contacto con su gran amor. En el congreso político donde sería nombrada secretaria femenina del Partido Socialista de Ciudad Real conoció a un joven delegado de Valdepeñas con pinta de seminarista, llamado Pedro Fernández Sánchez-Carrasco, que también resultaría elegido como secretario de organización. Del trabajo como compañeros pasaron al noviazgo. Él venía de una familia de clase media, en la que su padre y hermano eran maestros. De la actividad docente conocían al poeta Juan Alcaide, que cuando fue destinado a la guerra, Pedro intervino en su favor y lo alejó del frente destinándolo a la redacción del periódico El Frente de Extremadura en Almadén, que estaba dirigido por su también amigo y compañero Cástulo Carrasco. Consideraban que una persona tan católica y espiritual sería más útil con sus poesías, que con un fusil. De este modo, Angelita se convertiría en la madrina de guerra del poeta Juan Alcaide; ambos se cruzaron numerosa correspondencia para evadirse de la trágica guerra.

Durante la guerra, con la mayoría de los dirigentes en el frente, se convirtió en una persona relevante dentro de la organización socialista de la capital. Al final de la guerra, en plena desbandada de la España Republicana, viajo a Madrid para interesarse por la situación de su hermano Severino, que decidió quedarse allí. A su vuelta, Julián Besteiro le había entregado unos pasaportes para que los entregaran a otros compañeros en Albacete, y nada más llegar a Ciudad Real, su padre, viendo el ambiente que se vivía en la capital le dijo “sal de aquí”.  A la casa familiar habían acudido numerosas personas conservadoras para solicitar ayuda y salvar la vida de sus familiares. Así ocurrió en numerosas ocasiones, lo que posteriormente le serviría para reunir más de cuarenta avales y poder defenderse ante el doble juicio sumarísimo al que se vio enfrentada. Gracias a la ayuda del gobernador civil, Germán Vidal Barreiro, consiguieron un camión y en un grupo que también viajaba Milagros Atienza, marcharon para el puerto de Alicante con la esperanza de embarcar, pero el último barco “Stanbrook” ya había partido horas antes. Allí se encontró con su novio Pedro Fernández, quien renunció a subir al barco para esperarla.

Aquí empezaría su larga estancia en prisión y su lucha por la dignidad de las mujeres represaliadas. En Alicante paso por el Campo de los Almendros, el cine Ideal, Reformatorio de adultos y Casa de ejercicios espirituales (Cuartel de Benalúa), hasta que unos falangistas llegados de Ciudad Real la identificaron junto a Milagros Atienza y las trasladaron a la cárcel de Alicante y posteriormente a Ciudad Real. Allí se le abrió juicio sumarísimo y se le acusó de pertenecer al Comité de Defensa y participar en algún asesinato como el del doctor Messía de la Cerda. En prisión vería como eran asesinadas la propia Milagros Atienza, Erena Tortajada, Amalia Arenas y las hermanas de Malagón, Rufina y Beatriz Úbeda. Su hermano Severino había sido juzgado junto a “Las Trece Rosas”, siendo fusilado con ellas en Madrid el 5 de agosto de 1939. Al recibir su familia esta noticia, su padre, que sufría problemas de corazón, falleció y su madre fue detenida. Sus dos hermanos de 14 y 16 años, se habían quedado solos, con el padre fallecido, el hermano mayor fusilado y su madre y hermana presas, por lo que se presentaron en la casa del Auditor de Guerra y le entregaron la llave de su casa, ya que preferían ir al hospicio a vivir solos. Con esta acción consiguieron que pusieran en libertad a su madre.

Angelita sería condenada a pena de muerte el 21 de agosto de 1939, y le fue enviada comunicación al Generalísimo para que diera su enterado. En septiembre se produjo la muerte de un tío suyo que residía en Sevilla. Su hijo Tredesvindo Preciado, primo hermano de su madre, había participado en la conjura golpista de 1936 y extrañado por la no asistencia al funeral se puso en contacto con la madre de Angelita que le puso al corriente de su situación. De manera inmediata viajó al Palacio del Pardo y se entrevistó con Carmen Polo de Franco. A Burgos también viajó, a petición del recado que le había enviado Angelita por medio de su madre, Manuel de Aranda y del Forcallo, primer presidente de la Diputación de Ciudad Real con la dictadura y al que Angelita acompañó y ayudó durante la guerra cuando delató a los jefes del movimiento y entregó el fichero completo de Falange.

El 18 de octubre de 1939 llegaba el indulto del cuartel general del Generalísimo y la conmutación de pena por 30 años de prisión. Este indulto no fue bien recibido por los falangistas de Ciudad Real y tras una nueva denuncia de las hijas del doctor Messía de la Cerda se abrió un nuevo sumario. Con el avance de este nuevo proceso, Angelita aportó más de cuarenta avales que defendían su actuación durante la guerra, en especial la realizada el mayo de 1941 por Manuel Aranda del Forcallo. Por todo esto en junio de 1941 su proceso sería sobreseído y devuelto nuevamente al juzgado de instrucción para que se iniciara nuevamente, dilatando otra vez los procedimientos judiciales y consiguiendo resistir esos primeros años terribles de represión. Quien no pudo evitar su muerte fue su novio Pedro, que tras dos procesos sumarísimos fue fusilado el 3 de febrero de 1943.

Gracias a las nuevas gestiones que realizó su primo Tredesvindo, fue trasladada a la Cárcel de Tránsito de las Comendadoras en Madrid. En julio de 1941 llegó al penal de Tarragona, dirigido por las monjas Oblatas. Quedo impresionada por las condiciones extremas en las que se encontraban las presas, sin apenas medios materiales y comida, muchas de ellas estaban enfermas y no disponían de servicios de enfermería. Allí, pudo entrevistarse con el médico Luis Castelló Mora, hijo del director de Sanidad de Prisiones y amigo de su primo Tredesvindo. Al que trasladó todas las condiciones en las que malvivían, denunciando los robos en los paquetes de comida que enviaban los familiares y el negocio oculto por el que las presas realizaban pañitos en ganchillo a cambio de una limosna, mientras que posteriormente eran vendidos en la calle a un precio muy alto.

Tiempo después este centro sería cerrado y sería trasladada a la Cárcel de Les Corts en Barcelona. El hambre y las condiciones a las que estuvieron sometidas esos meses, desembocaron en numerosas enfermedades que causaban la muerte de las más débiles. Todo esto les llevó a organizarse dentro de la cárcel, manteniendo cada una de ellas sus ideologías: comunistas, socialistas y libertarias. Realizaban grupos para trabajar y divulgar los hábitos de higiene, la redistribución colectiva de la comida que enviaban los familiares o amigos, la compra y reparto colectivo de medicinas, la resolución de los problemas de convivencia entre ellas, o los servicios de formación para combatir el analfabetismo y fomento de valores como la fe, el tesón, la rectitud o la dignidad, tan necesarios como útiles para poder sobrevivir.

Tras la muerte de su primo Tredesvindo y el asesinato de su novio, quedó a merced de su tío Juan Antonio, cura franciscano, que le solicitaba que se arrepintiera de sus actos para así poder ayudarla. Angelita nunca accedió a ello, siempre estuvo segura de que había actuado correctamente, defendiendo el gobierno legítimo y luchando por unas ideas que buscaban el bien de los demás. En la lucha dentro de la cárcel encontró su motivación para seguir adelante, en Ventas y posteriormente en Segovia fue protagonista de la reorganización de los partidos políticos dentro de prisión, las pequeñas resistencias y reclamaciones de derechos, las huelgas de hambre, la red de ayudas e intentos de evasión, pero también las represalias por su activismo y su paso por celdas de castigo y aislamiento. Aprovechó también para seguir leyendo y cursar estudios de enfermería.

Tras catorce años, cinco meses y dieciséis días, el 16 de julio de 1953 salió en libertad condicional con la obligación al destierro fuera de Ciudad Real. Había pasado la mayor parte de su juventud en prisión, pero todavía era joven, contaba con 36 años y se apoyó en los contactos que habían tejido dentro de prisión para poder rehacer su vida desde cero. Después de varias residencias temporales se estableció en Madrid, en la casa de Antonia Sáez de la Hoz, esposa de Crescencio Sánchez, secretario general del Partido Comunista de Ciudad Real durante la guerra. Crescencio había sido fusilado y, su viuda, al igual que la mayoría de ellas, había tenido que rehacer su vida después de salir de prisión, limpiando casas y alquilando habitaciones. Por esa misma red de contactos de mujeres represaliadas, comenzó a trabajar con el psiquiatra López Ibor. En la clínica nadie sabía de su pasado, salvo el propio López Ibor. Son años en los que se autoimpone el trabajo como terapia para poder volver a engancharse a la vida. Doblaba turnos, hacía todas las guardias y eso se traducía en que estaba muy bien considerada en la clínica. Aprendió a vivir con el silencio y callar en las conversaciones que hablaban de todo lo ocurrido en la posguerra y no sentir rencor con ello. Hasta que un día el doctor López Ibor, alarmado por ese ritmo de trabajo, decidió quitarle las guardias y compensarla con designarles pacientes especiales. Esto le llevó a trasladarse a Santander en 1963 para cuidar de un indiano que había hecho su fortuna en Cuba. Él sabía de su situación y la acompañaba con su chófer todos los días 26 de cada mes, recorriendo el trayecto de Santander a Madrid para que pudiera presentarse ante las autoridades de Vigilancia Penitenciaria. Al morir el indiano, su familia, que ya conocía todo su pasado, le pidió cuidar de una hermana suya de noventa años. Ella accedió en agradecimiento al trato que le habían dispensado. Todo esto le hizo ganar bastante dinero para poder ayudar a su madre y poder vivir de forma digna e independiente. Angelita decidió no casarse a pesar de que le pidieron matrimonio. Ella no estaba enamorada y no podía olvidar a su novio. Ese recuerdo de los últimos momentos con Pedro, le llevó hasta Alicante, donde compró un piso en el barrio de Altozano. Allí se trasladó en 1974 para cuidar a su madre y trabajar como enfermera hasta que tuvo que dejarlo por una hepatitis. Sin ningún ingreso, su madre no tenía pensión y ella tampoco la tendría, ya que como era tan habitual en el franquismo, el trabajo de las mujeres en los domicilios no era dado de alta en la seguridad social, tuvo que acoger huéspedes y estudiantes para mantenerlos.

En el ámbito político siempre formó parte de ese grupo de amigas forjado en la lucha clandestina y la cárcel. Su tiempo libre lo pasaba con Julia Vigre y María Lacampre, haciendo sus particulares reuniones políticas. Asistió, al poco de salir de prisión, a una reunión en Francia invitada por su antiguo amigo en el exilio, José Serrano, donde conoció a Rodolfo Llopis. En 1975 asistió en representación del PSOE al Año Internacional de la Mujer en México. A su vuelta se dio cuenta de que la lucha del Partido Socialista se decidía en el interior, no en el exilio. Empezó a colaborar en su reorganización en Alicante, teniendo contactos con Felipe González y Alfonso Guerra. Fue designada candidata a las elecciones generales de 1977, pero renunció por estar muy enferma su madre. A partir de ahí se convertiría en un referente socialista dentro de las ejecutivas de UGT y PSOE, siendo la presidenta del partido en Alicante desde 1982 hasta su muerte en 1999. En el año 2018, el ayuntamiento de Alicante puso su nombre a una de sus calles.

Bibliografía:

  • “Rodríguez Preciado, Ángeles”, Fundación Pablo Iglesias,https://fpabloiglesias.es/. Consulta 27-10-2024.
  • María Dolores Marcos González, La dama roja. Memorias de Angelita Rodríguez, Alicante, Gráficas Díaz, 2004.

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