A Aniceto Coloma Martínez y a sus hermanos Herminio y Ernesto les corresponde el mérito de haber sabido transformar su negocio familiar, dedicado a la manufactura y venta de zapatos hechos a mano, en la que habría de ser hasta 1929 la empresa de fabricación mecánica de calzado más importante de España.
La modernidad llegó a nuestra ciudad en las últimas décadas del siglo XIX ligada a la construcción del ferrocarril y a la creación de los primeros talleres de calzado que, con el tiempo, se transformarían en fábricas. Hasta 1887, un 61 por ciento de la población activa trabajaba en la agricultura, siendo la mayoría de ellos jornaleros afectados por largos periodos de paro estacional y pobreza endémica. En esas mismas fechas hay que destacar la importante cifra de 150 zapateros en una población de 9719 habitantes que denota el origen de los importantes cambios que empiezan a sucederse.
El libro de matrículas industriales de 1887, registra el nombre de tres zapateros: Francisco Coloma Sáez (1835-1896) -hijo del zapatero Antonio Coloma Gil-, Juan Arráez Gómez y Matías Villaescusa López. Estos talleres comercializaban el trabajo a domicilio que realizaban los 150 zapateros censados. Desde 1894 Francisco Coloma cotizaba por una fábrica de curtidos situada al pie del Castillo (cercana al lugar donde se realiza la foto con la pancarta en la que se lee “Personal de las Fábricas de Curtidos y Calzado Hijos de Francisco Coloma, 29-8-1896”).
1899 constituye un salto exponencial cuando la expansión del negocio permite a los hijos de Francisco Coloma: Aniceto, Herminio y Ernesto, -la tercera generación de zapateros-, comprar las antiguas dependencias de un antiguo cuartel de caballería -construido por los vecinos a finales del siglo XVIII- y terrenos colindantes (con una superficie total de 23.322 m²).
Fábrica de los Coloma 1899-1954
En el Anuario de Comercio Bally-Ballière de 1901 Aniceto Coloma figuraba como prestamista, -figura equivalente a la de banquero actual-, en un momento en el que todavía no se habían instalado en la ciudad sucursales bancarias, y en 1904, son ya tres los establecimientos que se denominan “fábricas de calzado”: Herederos de Francisco Coloma Sáez, Juan Arráez Gómez (que desaparecerá en 1915) y Sánchez Hermanos y Cía.
En 1907 se producía un hecho clave en el desarrollo de la empresa Coloma: la instalación de una “fábrica de electricidad para uso propio”, según se registraba en el libro de matrículas industriales. La potencia instalada indica que se utilizaba no sólo para iluminación, sino también para accionar la maquinaria industrial de patente norteamericana, la United Shoe Machinery Company, cuya sede comercial más cercana estaba en París y que facilitó la maquinaria en arriendo, con un importante ahorro de costos para los empresarios que no se veían obligados a su compra. El sistema de arriendo, además, tenía la ventaja de incluir el servicio y las piezas de repuesto. Diversas fuentes orales contrastadas afirman que la Fábrica de Coloma se constituyó en una especie de empresa piloto de la United a la que acudían empresarios del calzado de otras poblaciones que querían ver, en la práctica, las ventajas de la mecanización. Ello hizo posible que en 1912 Almansa fuese, tras Barcelona, la segunda ciudad de España en cuanto a fabricación mecánica de calzado, produciendo 2.200 pares diarios, el 13 por ciento del total nacional, de los que 1.800 salían de la fábrica de los Coloma, cuya capacidad productiva aumentó entre 1913 y 1918 en un 75 por ciento. En 1920 la empresa llegó a contar con una plantilla de 1.610 empleados (810 hombres y 800 mujeres); de los que 1.285 eran zapateros mecánicos (605 hombres y 680 mujeres) y 325 manuales (205 hombres y 120 mujeres). Fueron los años dorados de la empresa que se prolongaron hasta la incidencia de la grave crisis económica iniciada en 1929, pero estos hechos ya no los vio D. Aniceto porque había fallecido en 1921 y su entierro el 7 de junio supuso una impresionante y unánime muestra de duelo de toda la ciudad. Días después, el Ayuntamiento hizo constar en acta su profundo sentimiento y el de todo el pueblo por “…el fallecimiento del ilustre almanseño que enalteció el nombre de esta Ciudad contribuyendo a su progreso y bienestar moral y material…”; asimismo, a instancias de la Industria y el Comercio locales, decretó que fuese rotulada con su nombre la calle de San Sebastián.
Además, de forma inmediata, por iniciativa de los obreros, se constituyó una comisión que viajó a Madrid para contactar con el famoso escultor Mariano Benlliure y encargarle la realización de una obra que mantuviese vivo el recuerdo de este empresario ejemplar. El resultado fue la talla en mármol de un conjunto escultórico compuesto por el busto de D. Aniceto sostenido en hombros por un obrero y una obrera, y constituye una de las más bellas y emotivas imágenes de homenaje al famoso empresario y, por extensión, a sus trabajadores. Este episodio singular en el que los obreros sienten como suya la pérdida de su patrón, da la clave de la popularidad que aún envuelve el recuerdo ligado a la empresa Coloma. Una llama que han mantenido viva todos cuantos -durante generaciones- trabajaron en ella. Todos ellos son los verdaderos pioneros de una sociedad cambiante que apostó decididamente por los valores más humanos de la industrialización.