Antonio Matea Calderón, Cándalo, Calella (Barcelona), Seuba Ediciones - Colección “El Juglar y la Luna”, 1988.

Galería

Antonio Matea Calderón
Albacete.
1931 -
Cerdanyola del Vallés (Barcelona).
2008.
Poeta.

Antonio Matea Calderón (1931-2008) nació en Albacete. Su linaje procedía de Pozo Cañada (Albacete), si bien desarrolló su actividad poética, y profesional en sentido amplio, desde la ciudad de Albacete hasta el campo de Los Llanos en torno a Santa Ana.

Para hablar de la obra de Matea, conviene mencionar lo no publicado, que fue mucho; y los libros que él encuadernó y publicó convirtiéndose en editor de sí mismo. Es autor de unos cuarenta poemarios. Con uno de ellos, Sonetos en gris mayor obtuvo el Primer Premio Diputación de Albacete en 1957. Como novelista es autor de La noche de Leandro Petrull (1982). El poeta ha sido traducido al francés, inglés, italiano y sueco. Figura en “Poetas para el Tercer Milenio”, del Frente de Afirmación Hispanista de México, en “Cien poetas de Castilla-La Mancha”, International Poetry de USA y en otras antologías nacionales y extranjeras. Como narrador, conviene señalar que, aunque su firma apareció junto a la de Cela, Max Aub y Ana María Matute, jamás editó un libro, excepto La soga (1969) y La noche de Leandro Petrull; sin embargo, en sus últimos años aparecieron Relatos apócrifos y reales. Indalecio (2001) y Epístolas a Bonal (2003) son efímeros ejemplos de las experiencias vividas por el autor.

Antonio Matea tocó todos los palos o modalidades literarias: poesía, novela, cuento, articulista, teatro… donde dejó plasmados los argumentos más dispares: incluidos Íbamos por la tierra (2004), relato costumbrista; el erótico-satírico No busques el porqué (2003); Senil (séase un viejo verde (1984), incluido en un delicioso poemario (en gran parte expresado en décimas). En otra modalidad de expresión poética se pliega al formato en  arte menor donde es fácil percibir la influencia de Machado. En Heraldos del silencio (1985) Antonio Matea nos sorprende con un temblor existencial, donde la duda y el anhelo se funden en algo sublime: el ansia de Dios y el impulso místico a través de la duda y la crítica a una sociedad que carece de valores. Carta a Jesús el Nazareno (inserto en Heraldos…) es un desgarro no exento de angustiada piedad a la búsqueda de algún mundo que acaso nunca existió, pero es en Cuando vuelvan los ángeles (1984) donde expresa la utopía de un tiempo perdido a la manera de John Milton o Marcel Proust. Dios Dios (2001), es una obra en formato teatro, donde es visible esa tensión existencial. ¿Es Matea un agnóstico en búsqueda de la verdad? La duda la transmite a través de su obra, lo que sucede es que no todos lo entendieron así, quizás porque en todo buen agnóstico subyace la nostalgia de Dios. Lo que sucede, sin embargo, es que la nostalgia puede ser camino para  espíritus descarriados, para la poesía mística o para los celos de los Torquemada de todos los tiempos.

Transitaba Albacete por el año 1962, siendo obispo don Arturo Tabera y gobernador civil don Santiago Guillén Moreno. Antonio Matea, se afanaba a la sazón en abrirse paso, casi a contravida, a través de la pobreza benedictina que propiciaban el mester de barbero ambulante y la tentación de la poesía. Matea, hombre inteligente, tenía pocos motivos de gratitud para con la vida, para con sus administradores temporales y sus intérpretes espirituales en torno al origen del mal: el pecado original, y con ello la tentación del poeta: ejercer la poesía de la honestidad en plena dictadura. Matea cometió el error de expresarla en un poema, inédito todavía, sin evaluar el terreno que pisaba en tiempos del nacional-catolicismo obligatorio. Oración por nosotros lo intitulaba:

“Perdónanos Señor

si te robamos las manzanas.

Era tan joven Eva

 y nosotros

 continuamos tan jóvenes…

 Fue cual decirle al niño/ que no pruebe la miel

 e indicarle la puerta del armario.

 Fue tu culpa, Señor,/ tu entera culpa.

Si todo lo sabías…

 y Adán era tan joven…

 y nosotros…

¿Por qué, Señor,

 negarle al niño

 y decirle: “ahí está”.

¡Es cruel!

Fuiste cruel,

Tú, Señor,

 al que nombran misericordioso.

Y protesto:

 Yo protesto por esto

 y por aquello

de tomarnos por niños al decirnos:

No toques la manzana,

esa fruta del árbol prohibido.

Y yo peco, Señor,

 y me la como,

 como Tú ya pecaste

 al negarnos

 el sabor de una fruta tan sabrosa.

Perdóname, Señor,

perdónanos:

pues para eso creaste la manzana”.

Y entonces entraron en liza los teólogos defensores a ultranza del dogma católico como pilar fundamental del régimen. El Gobierno Civil, como cabía esperar, se mostró, obediente a los dogmas religiosos y políticos: del episcopado y del régimen que ya amenazaba senilidad. Un devoto fundamentalista enfureció ante el poema de Matea, publicado en La voz de Albacete. El poema era una imagen, ciertamente, pero los dogmáticos no entienden de metáforas. En fin que la autoridad pública ordenó que echaran del periódico al barbero poeta, privándole de un complemento esencial a su parva economía de barbero ambulante. No nos dijo Matea quienes fueron los autores, pues él era prudente o quizás escarmentado.

Daniel Sánchez Ortega, autor de esta glosa, tuvo la suerte de recibir de su propia mano algunos ejemplares auto-editados. Cito los siguientes: Tal cual lo vi (2002), un testimonio de su niñez durante la desgracia nacional: la guerra civil, los bombardeos, el terror…; en Íbamos por la tierra (Gentes de Campo/Gentes de ciudad, 2004) nos muestra un relato costumbrista en espléndida prosa, aparentemente sencilla pero de indudable sabor “a verdad” contemplada desde la propia vivencia. El título ya anuncia la transición de un tiempo vivido al que el carácter bondadoso del poeta limó las aristas; Érase un viejo Verde (1984); (Heraldos del silencio (1985); No busques el porqué (romances y miniaturas) (2003); Cuando vuelvan los ángeles (1984); Dios (2001)… A todos ellos, encuadernados de propia mano, los considero un pequeño o gran tesoro literario. Es mi intención donarlos a la Biblioteca Pública del Estado en Albacete.

Y después de haber examinado la obra de Matea no queda sino formular la cuestión final: ¿Es Matea un poeta optimista? No lo sé, solo que es poeta verdad y cronista de la verdad en tiempos complicados.

En lo más pegado al día a día, Matea es su propio editor, encuadernador y agente publicitario de una obra tan extensa como poco conocida, sobre todo en su tierra de nacimiento. El poeta tuvo que expatriarse a Cerdanyola del Vallés, donde logró mejorar la exigua situación del barbero ambulante “por igualas” en su tierra manchega.

El poeta fue un auténtico factótum hasta el punto de construir de propia mano su vivienda (aparte la encuadernación de sus libros), pero su mayor desatino, la imposibilidad manifiesta del poeta pobre o porque no lo quiso, fue ignorar los mecanismos del mundo editorial, de los agentes literarios y del alineamiento con los intereses de las editoriales de renombre.

Tras su fallecimiento, el autor de estos renglones promovió, junto con los poetas de la tertulia literaria Alcandora, la petición de dar nombre a una calle albaceteña en recuerdo y reconocimiento del poeta barbero. Y ahí está. Lo merece.

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