Segundo hijo del matrimonio, profundamente cristiano, formado por José Rivera Lema y Carmen Ramírez Grisolía, nació en Riaguas de San Bartolomé, localidad en la que era médico don José. En 1916 la familia se traslada a Toledo donde un hermano de éste, Antonio Rivera Lema, era profesor de la Escuela de Artes. Cursó los estudios de bachillerato en el Instituto de Toledo y la licenciatura en Derecho en la Universidad de Madrid. En 1931 se incorporó a la Federación de Estudiantes Católicos creando en Toledo la “Casa del Estudiante”. En febrero de 1932, el obispo auxiliar de Toledo, Feliciano Rocha Pizarro, le propuso la organización en la diócesis de las Juventudes de Acción Católica y desde ese momento Antonio se entregó por completo a esta tarea, en estrecha colaboración con el consiliario, don Antonio Gutiérrez Criado, un capellán de la Armada retirado por las leyes de la República. En 1933, el cardenal Gomá le nombró presidente de la Unión Diocesana de la Juventud de Acción Católica y le encomendó la organización en Toledo de la IV Asamblea Nacional, que tuvo lugar en el mes de octubre, colaborando estrechamente con Manuel Aparici y Alfredo López. En marzo de 1934 participó en la peregrinación a Roma de la Juventud de Acción Católica y en el verano de 1935 en el Curso de Verano que la Junta Central organizó en Santander, así como en el III Congreso Nacional reunido en Valencia. Tras licenciarse en Derecho en 1935 comenzó a preparar las oposiciones a Registros, al tiempo que recorría la extensa diócesis primada. El 12 de julio de 1936 fue detenido en Guadalajara y tras declarar en comisaría fue puesto en libertad. Quizá este suceso influyó en su ánimo a la hora de determinar, sin el conocimiento de la familia, incorporarse a las fuerzas que se concentraban en la Academia de Infantería, tras escuchar por radio la lectura del bando de declaración del estado de guerra en Toledo el 21 de julio de 1936.
En el Alcázar fue destinado, en principio, a tareas de intendencia en el Museo Romero Ortiz, pero se ofreció voluntario para pasar a la defensa de la sección de tropa, una de las dependencias exteriores de la Academia, donde fue herido en el pecho en los primeros días de lucha. Desde el primer momento mantuvo contacto con otros defensores miembros de la Acción Católica, con los que celebraba Círculos de Estudio, y participó en los actos religiosos que diariamente se realizaban en el Alcázar, dirigidos por el catedrático don Andrés Marín, el comandante Martínez Simancas y el capitán Sanz de Diego. El 18 de septiembre de 1936, tras la explosión de la mina, fue herido por una granada de mano, que le arrancó el brazo izquierdo, cuando combatía como sirviente de una ametralladora. Las muestras de valor y serenidad impresionaron a los que le trataron en aquellas circunstancias, incluido el coronel Moscardó. El 28 de septiembre, tras la liberación del Alcázar, fue trasladado en estado de extrema debilidad a la casa familiar, en la que recibió, el día 3 de octubre, la visita del cardenal Gomá durante su breve estancia en Toledo. Murió en la tarde del 20 de noviembre de 1936.
Propuesto como modelo del Joven de Acción Católica en obras aparecidas poco después de su muerte, en 1962 se incoó el proceso de beatificación que, tras quedar suspendido, se reanudó en la fase diocesana en 2014; una vez completado, en 2017 fue remitido a Roma. Sus restos fueron trasladados, desde el cementerio de Toledo, a la iglesia parroquial de San Julián.
Bibliografía
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