Teófilo Azabal Molina, hijo de Bernardino y Atanasia, nació en Fuentelespino de Haro, provincia de Cuenca, en 1893. Según su hoja de servicios poseía el título de Maestro Normal expedido con la nota de aprobado. En 1915 trabajaba en la sección de la escuela del Hospicio de Madrid como interino, con un sueldo de 500 pesetas, y en octubre de ese mismo año estaba destinado en la sección del Juan de Austria de Madrid. Al año siguiente pasó a la sección graduada de la Plaza del Dos de Mayo de Madrid donde continuó hasta 1924. El 1917 firmó un manifiesto, suscrito por un gran número de docentes, en el que se pedía la amnistía de los condenados por delitos políticos y sociales, entre los que se encontraba Besteiro.
En 1922, con 29 años, solicitó pensión a la JAE para estudiar las escuelas de Francia y Bélgica; también en 1925. Pero no las obtuvo. Precisamente en 1925 se trasladó a Jerez de la Frontera en la sección de la Escuela Graduada número 1 de esa ciudad y en 1929 ganó por concurso oposición la dirección de la misma donde continuó los años 1931 y 1932.
Con la promulgación del decreto de 2 de octubre de 1931 se inicia un proceso de transformación de la Inspección y un acercamiento de ésta a la Escuela. En ese decreto se establece el procedimiento de acceso a la Inspección, introduciendo dos sistemas: mediante la oposición libre o mediante el concurso restringido para maestros con servicios y méritos relevantes. Con fecha 9 de septiembre de 1932 se convoca por primera vez el concurso restringido previsto. Tras la correspondiente baremación, son seleccionados ocho maestros y dos maestras que se incorporaron a sus respectivas zonas. La selección propició la elección de personas con un gran prestigio profesional entre el Magisterio Nacional, entre ellos Ángel Llorca García, director del Grupo Escolar “Cervantes” de Madrid; María Barbeito Cerviño, directora del Grupo Escolar “La Guarda” de A Coruña; y Teófilo Azabal Molina, director del Grupo Escolar “Carmen Benítez” de Jerez de la Frontera (Cádiz).
La República quería modificar la Inspección para “liberarla de preocupaciones burocráticas intensificando su carácter técnico; acercar el Inspector a la Escuela y al Maestro con afán tutelar, con ánimo de aportar su ciencia y su experiencia para infundir nuevo espíritu a la enseñanza; convertirle en Profesor ambulante, transformándole, por tanto, en verdadero consejero escolar que trabaja en la Escuela con el Maestro, y como Maestro ofreciendo el ejemplo de sus lecciones”.
El 27 de abril de 1933 Teófilo Azabal fue nombrado Inspector maestro. Un año después sería pensionado por la JAE (años 1934-1935) en Bélgica, Francia, Holanda y Suiza, para estudiar la técnica de la disposición y organización de las instituciones escolares en países europeos. Obtuvo una pensión por dos meses y medio con 425 pesetas mensuales más 500 pesetas para viajes, primero a Francia y Bélgica y posteriormente se amplió a Suiza y Holanda.
En estos años continuó con su trabajo como Inspector maestro y en una de sus visitas de inspección, en noviembre de 1935, escribía lo siguiente: “Recomiendo que aunque se intensifiquen menos las materias se dé a todo una orientación más educativa muy especialmente a las cosas fundamentales. No cuánto se sabe, sino cómo se sabe”. Fue miembro de la UGT y afiliado a la AS de Jerez de la Frontera (Cádiz), a la que representó en el Primer Congreso de la Federación de Agrupaciones Socialistas de Cádiz, celebrado en abril de 1933. En 1934 fue detenido y encarcelado, según ABC (13-11-1934), por la publicación de ciertos artículos en un periódico socialista.
Tras el levantamiento de los militares africanistas en julio de 1936, la Iglesia jugó un papel fundamental en la represión y la depuración del magisterio. En los archivos provinciales de Cádiz y en los municipales se conservan pruebas de la intervención que tuvieron los clérigos, las denuncias concretas que pusieron, básicamente contra maestros. En la enseñanza, cuando se pusieron en marcha las comisiones de depuración, uno de los requisitos que establecía el procedimiento para la depuración era el informe que tenía que presentar un cura párroco sobre la actuación de ese maestro.
En el caso de don Teófilo (ver el libro de María Antonia Iglesias, Maestros de la República. Los otros santos, los otros mártires, Madrid, 2006) hay un informe del párroco de la iglesia de Jerez en el que hace una relación de maestros, que le solicita la Comisión de Depuración (testimonio de Manuel Santander, profesor de la Universidad de Cádiz e inspector de Educación, sobre el fusilamiento en agosto de 1936 de Teófilo Azabal, maestro en Jerez de la Frontera; el párroco, Francisco Corona, lo era de la iglesia de Santiago y la Victoria, en esa ciudad). Teófilo Azabal fue fusilado el 29 de agosto de 1936. Sin embargo, el fallecimiento se inscribe el 25 de enero de 1939 y la causa de la muerte se especificaba así: a “consecuencia del Glorioso Movimiento Nacional Salvador de España”. Dejaba viuda, Evenencia Pascual Achutegi, y una hija de cuatro años de nombre Pilar, que seguiría los pasos de su padre y se convertiría en maestra.
Pero la causa fue otra muy diferente. Luis Bello en su andadura por el Sur (Viaje por las escuelas de Andalucía, Sevilla, reedición en 2007), que realizó durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, proporcionaba algunas pistas: “He visto también el Grupo Escolar Carmen Benítez, fundación de esta benemérita señora, con un buen director: don Teófilo Azabal; edificio amplio, magnífico, pero desamparado, sin portero, sin ordenanza: Los mismos maestros han de servir los veinte almuerzos que sufraga una suscripción particular, y ellos o los niños han de abrir la puerta si alguien llama. Me habían dicho que concurrían a estas escuelas graduadas muchos niños de familias pobres, y otros que habían sido ya desahuciados o preteridos por la enseñanza particular. En general, el mismo caso de Cádiz. Las madres empiezan por advertirlo: «Don Teófilo: A ver si me enseñan ustedes pronto al niño a leer y a escribir, porque ya le esperan en el colegio». Función auxiliar, difícil de comprender en una graduada, si no supiéramos la absoluta indefensión en que se la deja, sin recursos, sin material, sin el apoyo necesario para realizar labor estimable”.
En Jerez de la Frontera una calle con su nombre recuerda su labor pedagógica en esa localidad. Un grupo de alumnos solicitó en 1982 que su nombre estuviera presente en el callejero de la ciudad en la que desarrolló su actividad docente.
