Calixto Rodríguez García nació en la ciudad asturiana de Gijón el día 29 de abril de 1848 y falleció en Madrid el 8 de abril de 1917, diez días antes de cumplir 69 años (El Liberal Arriacense, 14-4-1917). Era sobrino de Tomás Zarracina Rodríguez, un asturiano de fuertes convicciones republicanas y un notable espíritu emprendedor, que fundó una fábrica de sidra achampañada en 1857, una panadería mecánica en 1863, una fábrica de chocolates en 1877, otra de harinas en 1890 y que en 1875 abrió una serrería y factoría dedicada sobre todo a la producción de cajones. Un ideario político y un afán empresarial que, evidentemente, heredó su sobrino Calixto Rodríguez (1).
Contrajo matrimonio con la aragonesa Martina Lorente Soriano, “amante compañera de su vida” según la nota necrológica de la prensa local (La Crónica, 8-11-1902), que falleció el día 2 de noviembre de 1902, siendo enterrada en el panteón familiar en Cervera de la Cañada, junto a Calatayud, aunque en su testamento dejó un legado para la provincia alcarreña (La Crónica, 3-1-1903). Solo tuvieron un hijo, Calixto Rodríguez Lorente que falleció el 1 de septiembre de 1884 a los tres meses de nacer, así que el matrimonió prácticamente prohijó a algunos de sus sobrinos y, tres años después de enviudar, Calixto Rodríguez casó en segundas nupcias con una de sus sobrinas, María Lorente Jiménez, con la que no tuvo descendencia.
Abandonó su Asturias natal para ingresar en la Escuela de Ingenieros de Montes, que hasta 1870 tuvo su sede en el castillo madrileño de Villaviciosa de Odón. Terminó sus estudios en 1869 y en el escalafón correspondiente a 1871 ya figuraba como aspirante de primera a ingeniero de montes del Estado. Al año siguiente obtuvo en Guadalajara su primer destino y en 1905 alcanzó la categoría de Ingeniero Jefe de Primera Clase, aunque en situación de supernumerario, pues muy pronto abandonó la función pública para dedicarse a la actividad empresarial privada.
Su actividad profesional
Con motivo de su cargo, muy pronto visitó el Señorío de Molina “con objeto de hacer el señalamiento de los productos forestales que han de utilizarse con arreglo al plan general del presente año [de 1877]” (La Semana, 7-10-1877). Año y medio después se publicó en La Voz de Guadalajara un artículo anónimo, que podemos atribuirle sin mucha posibilidad de error, en el que afirmaba que la sequía se debía, en gran medida, a la “destrucción de la arboleda” y que si no se le ponía remedio con una activa política de repoblación forestal se condenaba a nuestra tierra a una aridez general y prolongada. Como consideraba que “aún es tiempo para nosotros; todavía contamos con medios de defensa contra la calamidad”, proponía un plan nacional para repoblar los montes, detallando cómo obtener la financiación necesaria para acometerlo (La Voz de Guadalajara, 6-7-1879).
A este empeño particular por la repoblación forestal se le sumó, en primer lugar, el tratado comercial que España y Francia firmaron en 1879, que redujo significativamente el arancel que pagaban la resina y sus derivados que se importaban de este país, lo que perturbó el mercado español de estos productos (2). Y, en segundo lugar, los apuros económicos del duque de Medinaceli, que irregularmente había puesto a su nombre tierras comunales de los dieciocho pueblos de ese antiguo ducado, iniciando así un pleito por la propiedad de tan extensas fincas en el nordeste de la provincia guadalajareña que, solo un siglo más tarde, ganaron los vecinos (3).
Harto el duque de Medinaceli de los problemas derivados de la disputa por su propiedad, y necesitado de liquidez, vendió sus tierras a Calixto Rodríguez, que en el año 1880 todavía era ingeniero segundo de Montes de la provincia de Guadalajara a las órdenes de Miguel Fernández Balmaseda (Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración de 1881, p. 897). Pero en 1882 abría sus puertas la fábrica de resinación de Mazarete, en el Señorío de Molina, que aprovechaba la materia prima extraída de los pinares del antiguo ducado de Medinaceli y de la comarca molinesa para obtener los distintos productos derivados (resina, clorofonía, trementina…), que eran transportados por carretera, a través de Maranchón, hasta la localidad soriana de Medinaceli, desde cuya estación de ferrocarril eran distribuidos a todo el territorio nacional.
El día 20 de enero de 1898 se formalizaron las escrituras de una nueva empresa, bajo la denominación social de La Unión Resinera Española Sociedad Anónima, con un capital de cinco millones de pesetas repartido entre los empresarios resineros Calixto Rodríguez y Francisco Javier Gutiérrez Cosío, los tres socios de la resinera Falcón, Ruiz y Llorente y los financieros vascos Enrique Aresti, Víctor Chávarri y Plácido Allende, los únicos que contribuyeron con sus capitales, pues los primeros solo aportaron a la sociedad sus fábricas y derechos de explotación forestal. Fueron designados Enrique Aresti Torre como presidente y Calixto Rodríguez García como gerente.
El éxito de la nueva compañía fue indudable; en 1901 ya contaba con diez factorías que aprovechaban cerca de cinco millones de pinos y el capital social se amplió hasta veinte millones de pesetas. También diversificó tanto sus mercados, dedicando a la exportación parte de su producción, como sus aprovechamientos, pues a la resina y sus derivados sumó la madera, las cortezas y los piñones. En 1904 la Unión Resinera amplió a Andalucía sus expectativas de explotación forestal, al mismo tiempo que obtenía los derechos de explotación de los pinares de la provincia de Guadalajara, por cesión de Calixto Rodríguez, que en 1905 fue designado nuevo presidente de la compañía, alcanzando así el cénit de su actividad empresarial y de su proyección social: dos años después fue nombrado hijo adoptivo de Molina y se puso su nombre a la céntrica calle molinesa de “Las Tiendas”.
Pero a partir de 1907 las disensiones internas mermaron su autoridad en el Consejo de Administración de la Unión Resinera, divergencias que, según algunos, tenían su origen en la distinta orientación que se quería dar a la actividad empresarial y que, según otros, tenían sobre todo un trasfondo político. En cualquier caso, el 12 de julio de 1909 Calixto Rodríguez vendió a la Unión Resinera la fábrica de Mazarete y los pinares de la comarca, rompiendo definitivamente con el proyecto empresarial que había iniciado casi diez años atrás. Aunqe intentó defender su gestión publicando el folleto En advertencia debida y defensa obligada, fue denunciado públicamente en un libelo escrito por el diputado provincial molinés Juan Megino Ruiz, que salió absuelto en el pleito en el que Calixto Rodríguez le acusó de injurias.
No por eso renunció Calixto Rodríguez a la explotación forestal en Guadalajara y en el año 1910 inauguró una nueva fábrica de resinación en la localidad de Anquela del Ducado con el nombre de La Avellaneda, que disponía de un sistema propio de destilación, patentado por Calixto Rodríguez que era su único propietario, y contaba con maquinaria muy moderna importada desde Estados Unidos. Pero el 18 de agosto de 1910, La Avellaneda se vio seriamente afectada a causa de un incendio, provocado por la imprudencia de uno de sus operarios, en el que la factoría sufrió cuantiosas pérdidas, valoradas en 500.000 pesetas, y la destrucción de más de doce mil kilos de producto, poniéndose así punto final a la empresa (5).
Otra de las áreas de interés económico de Calixto Rodríguez fue la electricidad. El 23 de junio de 1905 solicitó, para la Sociedad Electra Popular de Valladolid, una licencia para instalar una red eléctrica en la ciudad vallisoletana, alimentada por el salto de agua de El Porvenir, en Zamora, que era propiedad de la citada compañía, a lo que se sumaban cuatro generadores de vapor situados en un edificio en la propia ciudad. El Ayuntamiento de Valladolid fue autorizando, a lo largo del año 1906, todas las iniciativas de Calixto Rodríguez, que llamó a su sobrino Isidro Rodríguez Zarracina para que dirigiese la nueva empresa (6), que en 1908 absorbió a la rival Sociedad Eléctrica Castellana. Y el día 13 de julio de 1906, junto a Fernando Villaamil Iglesias y Luis Castillo Gogorza, fundó ante el notario bilbaíno Agustín Malfaz la Sociedad Anónima Electra de Viesgo, en Cantabria, que se hacía con los derechos de explotación que la Sociedad General de Centrales Eléctricas tenía adjudicados en Santander; con el paso de los años se transformó en una de las más importantes compañías eléctricas españolas.
Calixto Rodríguez también invirtió en la industria minera, una de las actividades económicas más rentables en la España de la Restauración; antes de acabar el siglo XIX, compró una mina de cobre en Checa, aunque no le dio los rendimientos esperados (La Crónica, 19-1-1899). Fuera de la provincia, fue el gerente y promotor, junto con otros inversores, de la Compañía de Azufres, una sociedad anónima con un capital de 2.000.000 de pesetas, la mitad mediante 2.000 acciones al portador de 500 pesetas cada una y otro millón en obligaciones. Su objetivo era vender la producción azufrera que debía entregarles La Minera Industrial de Hellín y otros negocios relacionados con el azufre.
Su acción política
Calixto Rodríguez se declaraba republicano “de toda la vida” y desde su llegada a Guadalajara participó en la política provincial desde las filas republicanas. El 9 de mayo de 1880, antes de la liberalización del régimen por Sagasta, participó en la fundación de La Verdad, un “Semanario Científico y Literario, de Instrucción Pública, Intereses Generales y Materiales, Noticias y Anuncios” que siguió saliendo hasta la primavera de 1883. Nació con solo cuatro páginas pero con una firme vocación popular que demostraba ofreciendo la suscripción más económica de toda la prensa provincial: cincuenta céntimos al trimestre. Su redacción y administración se encontraba en el número 21 de la calle de San Lázaro, sede de la Imprenta de Ruiz, en la que se editaba el semanario y en la que trabajaba Tomás Gómez, fundador de la publicación, aunque a causa de la restrictiva legislación de imprenta vigente, figuraron como sus directores el abogado Tomás Sancho Cañas o José Ruiz, propietario del taller tipográfico. Colaboraban en La Verdad Calixto Rodríguez y otros militantes republicanos como Manuel González Hierro y Miguel Mayoral Medina (7). No fue ésta su única aventura periodística de carácter republicano de Calixto Rodríguez, que en el mes de octubre de 1897 sacó a la calle El Molinés, periódico destinado también a la defensa de sus intereses económicos y políticos en ese distrito; de vida muy efímera, ya que dejó de publicarse en 1898.
En el fragmentado espacio político republicano, Calixto Rodríguez se alineó con el Partido Republicano Progresista, que lideraba Manuel Ruiz Zorrilla, presidiendo durante muchos años el Comité provincial y siendo su dirigente más destacado en tierras de Guadalajara (8). La deserción de buena parte de sus correligionarios hacia las filas del conde de Romanones, sobre todo a partir de 1905, y la traición en 1908 de alguno de sus más compañeros más estrechos, como Gerardo López Rubio y Félix Alvira (9), no hicieron mella en su lealtad a la causa de la República, y mientras vivió y representó en las Cortes al Señorío molinés siempre se declaró republicano ferviente, apoyando activa y decididamente en 1907 la elección de Juan Sol y Ortega como senador por Guadalajara.
Este carácter progresista y el decidió impulso que dio a la economía de la región más oriental de la provincia de Guadalajara le han granjeado una fama de “buen cacique” que se alimenta de algunos hechos incontestables, como la huelga de los trabajadores de la Unión Resinera en protesta por su relevo al frente de la compañía y en defensa de su gestión (Boletín del Instituto de Reformas Sociales, mayo de 1908) o su generosa aportación monetaria a distintas iniciativas, desde la traída de aguas a algunos municipios al sostenimiento del Hospital de Molina regido por las religiosas de Santa Ana, pasando por las 5.000 pesetas con las que compró un palco que no ocupó en la becerrada celebrada en Molina con motivo del comienzo de la guerra contra Estados Unidos en abril de 1898 (10). Como decía en su nota necrológica Flores y Abejas, “prodigó a manos llenas los favores, a cambio de los cuales cosechó andando los tiempos no pocas ingratitudes” (11).
Pero no se puede olvidar que el trabajo de los resineros era de una extrema dureza y que las condiciones laborales en las factorías resineras eran muy penosas; como señalaba Flores y Abejas en su número del 14 de octubre de 1906: “los resineros agonizan lenta y desapercibidamente, con el estómago vacío, el cerebro más vacío aún, la carne emporcada por la miseria, los músculos quebrantados por la penosa labor, la sangre anémica y los sentimientos embozados con un jesuitismo arraigado, con una falsedad notable. Muchos de ellos viven solos, sin hogar fijo, sin familia, sin cariño de nadie. Y hacen bien; porque para marchar a tumbos por el camino de la vida, es preferible que sucumban ellos solos”.
Sin embargo, Calixto Rodríguez hizo todo lo posible por evitar la sindicación de los trabajadores de su empresa; en 1894 los resineros de Mazarete se vieron forzados a desconvocar una huelga por la presión de Calixto Rodríguez y la presencia opresiva de la Guardia Civil (El Atalaya de Guadalajara, 23-6-1894). Y en agosto de 1906 el semanario El Socialista llegó a hacerse eco de la persecución que el diputado republicano y la empresa Unión Resinera habían desatado contra el sindicato local de Las Navas de Oro, un pueblo segoviano que, como muchos de la comarca molinesa, vivía de la explotación forestal de la resina a cargo de la citada compañía. La persecución había hecho disminuir sensiblemente el número de adherentes a la Sociedad obrera y ponía en peligro su misma existencia por la animadversión de Calixto Rodríguez, especialmente dirigida al presidente e impulsor del citado Sindicato. Tampoco escasearon los incidentes en tierras de Guadalajara, como prueba el tumulto popular en Luzón en 1908 contra los guardas de Calixto Rodríguez y La Resinera (La Unión, 28-3-1908).
Su actividad parlamentaria
Las elecciones generales de 1891 fueron, sin que entonces nadie lo sospechase, decisivas para la provincia de Guadalajara. Álvaro de Figueroa presentó su candidatura frente a su propio hermano y al margen del turno pactado entre liberales y conservadores; por primera vez concurrió un candidato obrero, Modesto Aragonés con el aval del PSOE, y el republicano Calixto Rodríguez García ganó por primera vez el escaño en la circunscripción de Molina de Aragón.
Fue elegido para representar a Molina en el Congreso en los comicios de 1891 (aunque en las actas electorales del distrito se recogen varias protestas y algunos incidentes menores, prueba de las resistencias encontradas para asentar su liderazgo caciquil), 1893, 1898, 1899, 1901, 1903, 1905, 1907, 1909 y 1910, aunque en estos dos últimos casos se anulase su acta de diputado por graves irregularidades en el proceso electoral. Únicamente quedó sin escaño en los comicios de 1896, por el retraimiento electoral republicano, decisión que acató pues pertenecía a la dirección republicana nacional (12). Pero en 1898, y a pesar de la campaña de diversas personalidades y corrientes antidinásticas pidiendo el retraimiento en las elecciones y llegando a aconsejar a sus partidarios coger el fusil revolucionario en lugar de la papeleta electoral, Calixto Rodríguez se presentó a los comicios y obtuvo de nuevo su acta de diputado, mostrando mayor fidelidad a sus compromisos económicos con la Unión Resinera que a su lealtad política.
Sus resultados electorales se aproximaron al 100 por ciento de los votos emitidos en muchas convocatorias o mostraron un respaldo popular muy alto, como en los comicios de 1901 donde cosechó más papeletas que el conde de Romanones, a pesar de tener un censo electoral más reducido (La Crónica, 23-5-1901 y 6-6-1901). Incluso en los procesos electorales en los que no había alternativa al candidato republicano y su triunfo era seguro; así en las elecciones del año 1907 Calixto Rodríguez fue el único candidato que concurrió en el Señorío, lo que le aseguraba la victoria, y aún así, en una auténtica demostración de fuerza, obtuvo un total de 9.134 sufragios (La Torre de Aragón, 30-4-1907).
En las elecciones de 1901 el conde de Romanones plantó cara a los republicanos con el objetivo de arrebatarles este distrito, empleando los mismos métodos caciquiles que él mismo utilizaba en el resto de la provincia y que Calixto Rodríguez usaba en el Señorío. Respondieron los republicanos pleiteando con desfachatez contra varios vecinos de algunos pueblos de la circunscripción de Molina de Aragón acusándoles de diversos delitos electorales que, presumiblemente, habrían beneficiado a la candidatura afecta al conde de Romanones (El Henares, 19-11-1911). Los partidarios de la república perdieron el pleito y, viendo amenazado su acta de diputado, decidieron pactar con Álvaro de Figueroa.
En 1903 los liberales no presentaron batalla en el distrito molinés para no dividir las fuerzas progresistas frente al posible candidato del Partido Conservador, que en ese momento formaba gobierno. Pero el pacto se impuso en 1905, con un gabinete liberal, y se mantuvo en 1907, forzosamente unidos frente a las medidas adoptadas por Antonio Maura para garantizar la libertad del sufragio. En ambas ocasiones, Calixto Rodríguez mantuvo el acta de diputado por Molina de Aragón mientras el liberal Santos López-Pelegrín y Bordonada obtenía un puesto como senador por la misma demarcación, ambos como candidatos únicos. La prensa provincial de la época recogió el descontento que este acuerdo había producido entre los trabajadores, especialmente en el Señorío, donde aumentó significativamente la abstención entre la clase obrera que estaba empezando a desconfiar de los partidos antimonárquicos.
En el año 1908, perdida completamente la iniciativa política frente a la Federación de Sociedades Obreras de Guadalajara, los Comités Republicanos de la provincia acordaron adherirse al Bloque de Izquierdas rompiendo su política tradicional de alianzas en la Alcarria, orientada exclusivamente a los liberales, y aislando aún más a Calixto Rodríguez, que solo podía mantener su escaño ligando su suerte al conde de Romanones. En ese año el hasta entonces máximo dirigente republicano de la región, rompió con sus correligionarios del resto de la provincia, dividiendo y desprestigiando definitivamente a las candidaturas republicanas.
Huérfano de apoyos, para las elecciones de 1909 Calixto Rodríguez no tuvo más remedio que pactar en condiciones de inferioridad con el conde de Romanones. A partir de ese momento liberales y republicanos molineses vivieron de nuevo una fugaz luna de miel, como se pudo comprobar en esos comicios, en los que la alianza entre los partidarios de ambos caciques será evidente. Como resultado de este acuerdo, Calixto Rodríguez fue elegido una vez más para representar a Molina de Aragón en la madrileña Carrera de San Jerónimo.
Pero, como resultado del nuevo espíritu anticaciquil difundido por Antonio Maura, de la fortaleza del conde de Romanones, aupado de nuevo al gobierno, y de la debilidad de Calixto Rodríguez, las repetidas denuncias de irregularidades en los comicios de 1909 provocaron que el diputado republicano viese rechazada su elección por sus prácticas caciquiles. Se decidió que se celebrasen elecciones parciales en el Señorío el 25 de octubre de 1909, en las que venció el candidato romanonista Segundo Cuesta, siendo a su vez elegido alcalde de Molina de Aragón el republicano Eduardo López Ayllón, como fruto del renovado pacto electoral.
En las elecciones celebradas en la primavera de 1910 de nuevo venció el dirigente republicano, aunque las malas lenguas afirmaban que su victoria le había costado 40.000 ó 50.000 duros. Pero las denuncias de irregularidades fueron tan graves que, tras la visita al Señorío del juez de la capital Enrique de Frera, se anuló de nuevo el acta de diputado nacional del dirigente republicano, alegándose de nuevo numerosas ilegalidades durante el proceso electoral y, además, se impedía que se repitiese la votación en el distrito molinés hasta la convocatoria de un nuevo proceso electivo, castigando sin representación a toda la comarca, pero dando tiempo a que se diluyese la red de intereses e influencias que el diputado republicano había levantado en esos años.
Su actividad social
Desde un primer momento Calixto Rodríguez se integró en la sociedad alcarreña. Sirvan como ejemplos la conferencia que impartió en 1878 en el Ateneo Científico, Literario y Artístico arriacense sobre “El positivismo como sistema que realiza la idea de progreso”, dentro de un ciclo en el que participaron Diego García Martínez, Miguel Mayoral Medina y Francisco Fernández Iparraguirre (Revista del Ateneo Científico Literario y Artístico, 30-4-1878), o su pertenencia a la Junta Directiva de la sociedad nacida en 1883 para organizar los carnavalescos bailes de máscaras en el Teatro de Guadalajara, junto a Cirilo López, Manuel González Hierro, José Fluiters y Tomás Sánchez, entre otros (La Verdad, 28-1-1883).
Sin embargo, desde que se trasladó a vivir al Señorío molinés, su presencia social en el resto de la provincia disminuyó significativamente. Además, la actividad parlamentaria le retenía mucho tiempo en la capital del reino, hasta el punto de que fue elegido vocal de la Junta Directiva del Casino de Madrid para el año 1900 (La Crónica, 4-1-1900).
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(1) Calixto Rodríguez presidió su cortejo fúnebre en Madrid, al que asistieron Rafael María de Labra, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate y Miguel Morayta, entre otros, y en Asturias recibieron al finado Buylla y miles de republicanos, en La Crónica, 5 de enero de 1899. Sin embargo, su hija, Agapita Zarracina González, pleiteó contra Calixto Rodríguez por cuestiones económicas, Archivo Histórico Nacional Tribunal Supremo Civil, 536, expediente 374 y 538, expediente 389.
(2) Antonio Berlanga Santamaría, La industria resinera en Guadalajara. Un siglo de historia (1889-1989). Diputación de Guadalajara. Guadalajara, 1999.
(3) Javier Moreno Luzón, “El pleito de los montes. Caciquismo e industria en la sierra del Ducado”. Historia Social, número 36 (2000), pp. 57-75.
(4) http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/eu/la-union-resinera-espanola/ar-149704/ (vista el 8 de agosto de 2020).
(5) Noticias del incendio y de la fábrica en La Crónica, 25 de agosto de 1910.
(6) Isidoro Rodríguez Zarracina fue militante de la extrema derecha en Valladolid, enfrentándose violentamente, con republicanos, socialistas y anarquistas. Perteneció a Falange Española y durante la dictadura franquista se puso su nombre a una calle de Valladolid.
(7) Entre el 1 de enero de 1899 y el 17 de enero de 1900, se publicó con esa misma cabecera, también en la capital arriacense, otro periódico de ideología contraria al fundado por Tomás Gómez, que estaba animado por el abogado y conocido militante carlista alcarreño Miguel Rodríguez de Juan.
(8) El País, 21 de noviembre de 1891. Volvió a ser reelegido cinco años después.
(9) Félix Alvira fue teniente de alcalde del concejo de Guadalajara y diputado provincial por el distrito de Guadalajara-Cogolludo, inversor y propietario de la Banca Alvira, además de uno de los militantes más destacados del republicanismo. Falleció en Guadalajara el 12 de marzo de 1917.
(10) La Crónica, 27 de abril de 1898. Los novillos toreados se llamaban McKinley, Miles y Lee.
(11) Flores y Abejas, 15 de abril de 1917. Otro ejemplo de su generosidad para con los pueblos de la provincia en La Crónica, 3 de agosto de 1898 sobre Olmeda de Cobeta.
(12) Fue encargado por la directiva de la Fusión Republicana para realizar diversas gestiones en su Asturias natal, La Crónica, 24 de noviembre de 1897.