Nació en Pravia, Asturias, en 1929, donde su padre, oficial del Ejército, estaba destinado. Pero desde que con año y medio su familia lo trajo a Cuenca entró a formar parte inseparable de ella. Escribió poesía, teatro, ensayo, artículos periodísticos, narraciones y hasta una novela que permanece inédita. Si bien a esta labor de escritor hay que sumarle la de editor (creó la editorial ‘El Toro de barro’, en la que publicaron la mayoría de jóvenes poetas de Castilla La Mancha), pintor (muestra de esta faceta suya son las pinturas de su iglesia en Carboneras de Guadazaón) y dinamizador cultural de la comarca.
Actividades que simultaneó con las propias del sacerdocio a partir de su ordenación en 1956, en la iglesia conquense de San Pedro. En seguida fue enviado como párroco al pueblo conquense de Carboneras de Guadazaón, conocido por la presencia de espiritistas y la poca afluencia de fieles a la iglesia, según el periodista Enrique Domínguez Millán, amigo suyo, quien veía este destino como un castigo a su rebeldía. Porque ya desde su etapa en el Seminario destacó por su independencia de criterio y sus actividades literarias y sociales, poco usuales en el clero conquense, pero afín a la renovación que supuso el Vaticano II para la iglesia católica. En las pinturas que hizo para su iglesia puede verse el retrato del papa Juan XXIII junto al de los Beatles y figuras de santos con vestimenta hippie y símbolos del pacifismo de los años sesenta.
Tuvo amigos de izquierdas, como el poeta Ángel Crespo, de Ciudad Real, por ejemplo, y de derechas, entre estos, Federico Muelas, de Cuenca, quien lo nombró su albacea. Junto a los anteriores participó en el movimiento poético y artístico del Postismo. Otros críticos, para hablar de sus obras, emplean los términos “realismo mágico” (en sus libros de poemas Ciudadela, La Casa) y “realismo mitológico” (en su poesía y también en su teatro: Edipo el rey, La razón de Antígona). Incluso tiene libros como el de Poemas junto a un pueblo (1977), que podría adscribirse a la poesía social. El hecho de que su nombre no aparezca en las antologías de su tiempo quizá se deba al carácter polifacético de su producción literaria y al hecho de que era sacerdote. En sus cartas a Gerardo Diego le dice que su creatividad y actividad cultural forma parte de su función sacerdotal. Una visión del sacerdocio muy nueva y libre.
En la década de los cincuenta viaja a Rusia con un grupo de escritores conquenses, uno de los primeros viajes que se hacía a aquel país desde la España franquista, con la ilusión de ver la implantación del mandato evangélico de justicia social en aquel régimen.
Tanto en su obra como en su vida se opuso a la política de Franco, a quien se refería como “el Innombrable”. Sorprendía que en plena Dictadura no fuera detenido, como lo eran otros por hechos y declaraciones parecidas. Sin embargo, a pesar de la aparente tranquilidad con la que actuaba, fue objeto de continuas denuncias y amenazas de muerte. Tampoco comprendía nadie la libertad con que actuaba en una diócesis cuyo obispo, Guerra Campos, era uno de los más reaccionarios de la curia española.
Sobre su poesía se han hecho tesis doctorales. La editorial que creó, ‘El Toro de Barro’, continúa en la actualidad, de manera online, bajo la dirección de Carlos Morales. Lo que menos se ha estudiado es su teatro vanguardista y su prosa, tanto narrativa de ficción, como sus múltiples artículos de costumbres, viajes, crítica de arte y reseñas literarias y culturales varias. Su labor de dinamizador cultural no se limitaba a la provincia conquense, sino que se extendía a toda la comarca castellano-manchega, con un enfoque internacionalista que tenía la intención de situarla en el foco de la vanguardia. Como muestra, su artículo publicado en el primer número de la revista El Banzo, en la que aparece como colaborador, titulada “Poesía-otra en Cuenca”, donde da cuenta de las exposiciones de poesía visual, poesía objeto, y experiencias artísticas múltiples que se hacían en la ciudad, en colaboración con artistas de otros países, y artistas locales que exponían, viajaban y publicaban fuera. Por ejemplo, una exposición suya en Bonn en 1972, antes de la caída del muro de Berlín, y colaboraciones en revistas brasileñas e italianas.
Un aspecto importante de su actividad cultural es la recuperación histórica de autores conquenses olvidados como el criptojudío Antonio Enríquez Gómez del que editó su obra poética Sansón Nazareno, además de resucitar su teatro en reseñas y artículos o la publicación del poema épico burlesco La Mosquea, del alcarreño José de Villaviciosa, señor de Reíllo, uno de los pueblos del que era párroco. Otra aportación suya destacable para la cultura conquense fue su colaboración en la creación de la RACAL, la Real Academia Conquense de las Artes y las Letras, de la que fue fundador, presidente y autor del logo de la misma.
Su amplia y polifacética producción abarca todos los géneros literarios:
Teatro
- Edipo Rey, (1965),
- La razón de Antígona (1980)
y los autos sacramentales
- La salvación del hombre (1967) y
- La pasión según San Lucas (1993).
Prosa
En ficción, cuentos en volúmenes colectivos como
- Cuentos de Contrebia y El hallazgo de Simuel y otros cuentos de Contrebia (1980).
De no ficción, además de sus colaboraciones periodísticas, entre otros están
- Loa y elogio de las cosas de Cuenca (1984)
- Carboneras de Guadazón (1984),
- Los mimbres de mi cesta (1986),
- Piedras rostros y paisajes(1993)
Poesía
- La casa (con prólogo de Gerardo Diego, 1960),
- Los duendes (1965),
- Veinte poemas experimentales (con Luis Muro, Antonio Gómez y J. A. Rojas, 1972),
- Poemas junto a un pueblo (1977),
- Cartas astrales (1979) Roma (1981).
- Poemas de amar y pasar (1982),
- Columnario de Cuenca (1989),
- Oficio de alquimista (1995) y
- Yad Vashem (2000) y
- Juegos del Mediterráneo (2001),
los dos últimos publicados póstumamente.
Falleció en Cuenca, en 1997, y dejó su biblioteca y legado al Seminario de San Julián. Está enterrado en el cementerio de Carboneras de Guadazaón, del que fue párroco desde su ordenación en 1955. Junto a su tumba está en la de su madre y una columna de piedra de estilo clásico, con una inscripción latina en memoria a los muertos en la guerra civil. Uno de ellos, su padre, militar republicano asesinado por las tropas moras de Franco, cuyos restos permanecen en alguna de las fosas comunes que todavía hay en nuestro país.
En su lápida hay una inscripción en hebreo, elegida por él, que reproduce los siguientes versos:
Aquí, en tu templo, Señor,
me quedo.
Dame el equilibrio preciso de los pájaros
para cruzar el laberinto y en la corriente
sostenerme de estos ríos.
Bibliografía
- Gómez Bedate, Pilar. Prólogo a Carlos de la Rica. Poesía 1959-1989. Editorial Anthropos, 1993
- González Rubio, Luz. Carlos de la Rica y Gerardo Diego. Académica, Boletín de la RACAL, nº14, año 2021
- González Rubio, Luz. La maldición del derviche y otros cuentos de Contrebia. Editorial Llanura, 2019
- Merchán Ruiz, J. C. La obra literaria de Carlos de la Rica. Universidad de León. Serie tesis doctorales, 2005
- Morales, Carlos. Prólogo a la antología poética de Carlos de la Rica Cántico a la creación, Junta de Castilla-La Mancha, 2003
- Muñoz, José Luis. Sorprendente, incansable, Carlos de la Rica. La Tribuna de Cuenca, 7 de Julio, 2022
- Palacios, Amador. Recordando a Carlos de la Rica. ABC, 18-9-2012
- AA.: Monográfico de Añil/ Cuadernos de Castilla-La Mancha dedicado a Carlos de la Rica y Ángel Crespo; nº 24; primavera 2002