Ramón Castellanos Villoldo, nació en El Bonillo (Albacete) el 26 de febrero de 1913. Era hijo de Joaquín Castellanos García, Inspector de Higiene y Sanidad Pecuaria, publicista científico de temas agropecuarios, y hermano de Octavio Castellanos López, actor teatral de fama nacional e internacional.
Ejerció la carrera de Magisterio e intervino activamente en la vida política y cultural del Albacete de antes de la guerra a través del periodismo, el teatro y la poesía. Fue otro de los componentes, aunque más joven, de la que hemos llamado «generación poética albacetense de Ágora y Altozano (1934-36)”, en la que se encontraban Matías Gotor y Perier, José S. Serna, Enrique Soriano, Eleazar Huerta Valcárcel, Agustín Sandoval y Eduardo Quijada Alcázar. Precisamente fue uno de los fundadores de esta última revista, publicada entre 1935 y 1936. En 1933 estrenó en Albacete, con Enrique Soriano, la comedia titulada Dos noches, representada en la Normal de Magisterio por un grupo de alumnos dirigidos por el profesor y escultor Ignacio Pinazo. Como periodista colaboró activamente en la prensa local, principalmente en el semanario Juventud (1933).
Publicó antes del estallido bélico el libro de poemas Anhelo (1936), de hondas resonancias líricas y luego se convirtió, como Miguel Hernández, en miliciano de la cultura, combatiendo con la pluma a través del periodismo y la poesía, dando recitales y charlas a los soldados republicanos. Su actividad más importante, en este sentido, fue como periodista, siendo subdirector y más tarde director del diario revolucionario Vida Obrera (1937).
No habiendo podido encontrar su único libro poético, Anhelo, tan sólo tenemos pequeñas muestras de su estilo poético. Empezó en el estilo característico de la época, con una lírica musical amiga de las escenas infantiles, como en esta «Ronda en el Parque»:
Las niñas trenzan en corro
voces de fino cristal:
La viudita, la viudita,
la viudita se quiere casar.
Ya se va poniendo el sol,
El Parque sombrío está.
Las niñas trenzan la ronda
al pie del negro pinar,
sombras de romance viejo,
gritos de nuevo cantar:
A coger el trébole
la noche de San Juan.
Allá arriba, en el estanque,
los niños sueñan el mar
con cuatro cisnes veleros
y estrellas del capitán.
La paloma dormidita
encima del palomar,
la verde estrella en el cielo
y la rosa en el rosal;
el pájaro entre las ramas
y en el viento este cantar:
Si yo fuera marinero,
marinero de la mar…
Este estilo poético, profundamente lírico y musical, que adivinaba un gran poeta, se trueca en otro distinto, más utilitario y de urgencia, de pleno combate, en el estilo de la poesía revolucionaria del momento. Así, el 16 de septiembre de 1936, en la sección “Poesía Revolucionaria” del Diario de Albacete, publica este significativo poema, Siembra, lleno de mensajes concretos a los obreros de la tierra (era necesario sembrar los campos para conseguir los medios materiales y económicos que ayudaran a ganar la guerra civil), pero también de mensajes metafísicos y políticos (era necesario sembrar las nuevas ideas revolucionarias que ayudaran a crear un mundo nuevo).
Camaradas, obreros de la tierra:
preparad la semilla
que el campo espera.
Semilla que guardábais en las trojes
de vuestro corazón, será la Idea
que, al calor de la España que ahora nace,
ha de brotar en una tierra vuestra.
¡Preparad la semilla
que el campo espera!
Ha llovido sobre él sangre de hermanos
que hará fecunda vuestra siembra.
La tierra parda de la Mancha
es roja en esta nueva sementera.
Y mañana, al calor de nuevos soles,
cuando en el campo ya la paz se extienda,
madura y abundante como nunca
podréis coger vuestra cosecha.
Una cosecha que en espigas rojas
os dé la paz y el triunfo de la Idea.
¡Con las manos unidas y apretadas
todos los camaradas de la Tierra!
Obligado al exilio, vivió en México los últimos años de su vida, dedicándose a labores profesionales ajenas a la enseñanza y la literatura. Regentaba un laboratorio de análisis clínicos. Murió al principio de los años 70, alejado de su patria, de su hermana Carmen, que aún lo esperaba todos los días en Albacete, y de la actividad literaria, periodística y, sobre todo, poética. Fue uno de los que, como pedía León Felipe, lo abandonaron todo en la Patria perdida, y se marcharon al extranjero llevándose la «canción». Lo que sucedió, sin embargo, fue muy trágico para Ramón Castellanos.: “Si yo fuera marinero, marinero de la mar…”, había deseado. Pero en esa singladura marinera, camino del exilio allende el océano, en una tempestad, su “canción” le fue arrebatada por el viento.