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Ángel Corrales Hernández
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Catedrático de Instituto.

Tras los estudios correspondientes consiguió la licenciatura en Ciencias (Sección Naturales). En enero de 1898 la dirección general de Instrucción Pública le nombró auxiliar supernumerario de la sección de Ciencias en el Instituto de Jaén y en mayo de 1900, a propuesta del claustro del mismo Instituto, profesor interino de Dibujo.

En 1904 participó en oposiciones a cátedra de Historia Natural, Fisiología e Higiene y a finales del mismo año era aspirante en el turno de auxiliares a la cátedra del Instituto de Soria, que consiguió, pues el nombramiento aparecía en la Gaceta de Madrid en febrero de 1905. En marzo de 1906, ya socio de número de la Sociedad Española de Historia Natural, fue nombrado catedrático de la misma asignatura en el Instituto de Cuenca en virtud de concurso.

Después pasó al Instituto de Cabra, donde ya estaba en 1910, y en septiembre de 1915 fue nombrado catedrático en el Instituto General y Técnico de Ciudad Real, por concurso, ciudad en la que colaboró con la revista regional Vida Manchega, con artículos como “La Asociación es nuestra redentora” (10-11-1917). En el citado escrito, publicado con motivo de la próxima inauguración del Ateneo de Ciencias, Literatura y Artes (Ateneo Científico, Literario y Artístico, se denominaría finalmente), hacía un repaso a la situación de La Mancha que es pertinente recordar. Tras tratar el valor del asociacionismo para el desarrollo de los pueblos y cómo España se veía privada del carácter de sociabilidad, entraba a valorar la dependencia de la Región: “No tenemos que esforzarnos mucho para dar á conocer nuestra situación; el rico suelo que pisamos, está cruzado por líneas férreas explotadas por el extranjero, y lo más gracioso hechas con nuestro dinero; el subsuelo con la variedad rica de metales que encierra, apenas abre sus tesoros esperamos á que los de fuera se aprovechen vendiéndoles la propiedad por unas cuantas pesetas; la riqueza agrícola nos la cotizan también en el exterior, y si de esto pasamos al terreno intelectual, no sabemos quien vale y coloca á gran altura nuestra patria, hasta que nos lo dicen en Berlín, Londres o París, y si queremos que nuestras producciones literarias ó científicas tengan apreciación aún ante los conciudadanos, hay que escribirlas en francés, inglés ó alemán.” Y eso, según manifestaba, no era por una deficiencia de nuestra inteligencia. Era consecuencia, fundamentalmente, de la desunión, de la falta de asociacionismo y del analfabetismo, que se mantenía igual al de cincuenta años antes. Y, por tanto, el secreto para llegar a constituir el Ateneo era la unión y la buena fe, pues en ellas estaba la fuerza necesaria para vencer los obstáculos que se oponían a que Ciudad Real ocupase el puesto que le correspondía.

Finalmente el Ateneo se inauguraría en enero de 1918 con la siguiente directiva: Bernardo Peñuelas, presidente; el escritor Luis Barreda y el médico Alfredo Radia, vicepresidentes; el abogado Enrique López y el director del Laboratorio Isidoro Barrientes, secretarios; el corredor de comercio Saturnino S. Izquierdo, tesorero; el farmacéutico Gregorio Poblador, contador; y como vocales, Ángel Corrales (catedrático del Instituto), Jesús de Andrés (canónigo) y Pablo Vidal (jefe de la sección administrativa de Enseñanza y bibliotecario) y Manuel Tolsada (archivero). Es decir, el catedrático de instituto parece que conectó pronto con la sociedad manchega

Ángel Corrales fue partícipe también de una interesante experiencia de la JAE. En 1920 se constituyó el Laboratorio de Fisiología vegetal, para lo que se invitó al profesor Lewis Knudson (1884-1958), director del Laboratorio de Fisiología vegetal de la Universidad Cornell, de Ithaca (Estados Unidos), quien estuvo en constante relación con la nueva actividad desarrollada por la JAE. Hubo que habilitar un local que permitiera el mejor aprovechamiento de sus enseñanzas y se solicitó al director del jardín Botánico de Madrid, Eduardo Reyes Prósper, la cesión de un espacio no utilizado. La Junta encargó al profesor del Instituto-Escuela, señor Crespí, la adquisición e instalación de mesas y material diverso para poder realizarlo.

Tras los anuncios en prensa y la correspondiente matrícula, que desbordó las previsiones, comenzó el curso con la asistencia de ingenieros agrónomos, ingenieros de montes, catedráticos de institutos, doctores y licenciados en Naturales y en Química. Los principales temas tratados fueron los siguientes: antagonismos, alimentación vegetal, transpiración, período de reposo en las plantas, crítica de las experiencias sobre alimentación vegetal (con trabajos de laboratorio sobre soluciones de cultivo), plasmolisis, soluciones antagónicas, cultivos asépticos, extracción de la clorofila y demostraciones respecto de los pigmentos vegetales y sus propiedades, diastasas y fermentaciones, germinaciones del polen.

El segundo curso del profesor Knudson empezó en 18 de abril de 192I y terminó el 5 de junio. Contó con la aportación de 3.000 pesetas del Ministerio de Fomento para los gastos de viaje y permanencia del maestro. La JAE propuso al Ministerio que autorizase la asistencia de los catedráticos siguientes: Abelardo Bartolomé y del Cerro, Ángel Corrales y Hernández, Ismael del Pan, Abilio Rodríguez Rosillo, Juan Carandell, Gabriel Martín Cardoso, Salustio Alvarado. Concurrieron el tiempo permitido por los permisos que les concedieron los directores de sus respectivos centros, con la interrupción de la actividad al aproximarse la fecha de los exámenes, aunque asistieron hasta la terminación del curso Cardoso y Corrales. Participaron también la señora Cebrián, y los señores Madinaveitia, Uruñuela, Balguerías, Manzano y Cañizo.

En 1925, como resultado de su experiencia en la JAE, publicó el libro Apuntes para un curso de Historia Natural (Madrid, La Enseñanza). El presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural, en la sesión de 3 de diciembre de 1941 daba cuenta de su fallecimiento (Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural,  tomo XXXIX, 1941). A comienzos de 1954, según el diario Lanza (7-1-1954), fallecía en Ciudad Real su esposa Dolores Camacho Cañones, viuda del que durante mucho tiempo fue catedrático del Instituto se Segunda Enseñanza, ya Maestro Juan de Ávila, “de tan grata e imperecedera memoria entre no pocas generaciones de estudiantes de la región”.

La Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha se enorgullece de presentar el Diccionario Biográfico de CLM, una iniciativa destinada a honrar y difundir la vida y obra de figuras destacadas de nuestra región en diversos ámbitos.

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