Crescencia Alcañiz Maestro nació el 13 de abril de 1868 en el pueblo de Pozaldez, por entonces una importante localidad de la provincia de Valladolid, siendo sus padres Vicente Alcañiz Belver y María del Pilar Maestro. Falleció tempranamente en Madrid el día 21 de agosto de 1906 (La Educación, 30 -9-1906).
En 1905 contrajo matrimonio con el publicista Pedro González Blanco, un asturiano que no pudo concluir sus estudios de Filosofía y Letras por la muerte de su padre, pero que mantuvo el gusto por la escritura. Activo masón y de naturaleza aventurera, pasó largos períodos en América, durante uno de ellos con la ambición de recorrer todo el continente junto al poeta peruano José Santos Chocano, por lo que su firma se encuentra en periódicos de ambas orillas del Atlántico: desde el Diario de la Marina de Cuba hasta El Motín, el semanario anticlerical madrileño en el que se ocultaba bajo el seudónimo de Doctor Atizando Yesca. Había nacido en la localidad asturiana de Luanco en 1879 y falleció en el pueblo toledano de Villaseca de la Sagra en 1961.
Pasó a residir en la capital alcarreña en el año 1889, cuando su padre fue nombrado Inspector de Primera Enseñanza de Guadalajara [1], un puesto que también desempeñó en las provincias de Pontevedra, donde había estado destinado desde 1878 [2], Ciudad Real y La Coruña. Durante su estancia en tierras alcarreñas, donde Crescencia Alcañiz Maestro pasó su juventud, se convirtió en una de las mujeres más importantes de la provincia de Guadalajara en aquellos años que vieron el cambio del siglo XIX al siglo XX. Destacó sobre todo por su activa participación en las tareas del Ateneo Caracense, del que su padre era socio, donde no sólo asistió a las charlas e intervino en sus debates, sino que llegó a impartir alguna conferencia y colaboró con su revista. Fue, seguramente, la primera mujer que contribuyó públicamente a la vida cultural en la ciudad de Guadalajara [3].
Su labor docente
El 15 de noviembre de 1881, con sólo trece años de edad, Crescencia Alcañiz aprobó el examen de reválida para maestras, aunque no pasó a ejercer la docencia (Para su carrera docente, ver AGA, 31/17029). Ya en Guadalajara, cursó estudios de Magisterio en su Escuela Normal de Maestras y en 1890 se presentó a las oposiciones para ocupar una plaza en las escuelas municipales de la capital del reino, obteniendo el número 24 en la propuesta del tribunal, pero sin ganar el derecho a disfrutar una escuela (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 4-7-1890, y El Magisterio Español, 5-7-1890). En diciembre de ese mismo año, y por unanimidad del tribunal, obtuvo la nota de sobresaliente en la oposición (El Magisterio Español, 30-12-1890, y Revista Popular, 15-1-1891), y se la propuso para que ocupase una Escuela elemental de niñas del distrito universitario de Madrid (Gaceta de Instrucción Pública, 5-3-1891), pero tampoco vio cumplido su propósito. El 16 de noviembre de 1891 se constituyó un nuevo tribunal para cubrir tres escuelas de niñas vacantes en el distrito de la Universidad Central, ante el que concurrió Crescencia Alcañiz (Heraldo de Madrid, 16-11-1891), que volvió a obtener la nota de sobresaliente por mayoría (Gaceta de Instrucción Pública, 5-12-1891), y a pesar de que quedó en tercer lugar en la oposición, tampoco fue propuesta para ocupar ninguna de las plazas vacantes (Heraldo de Madrid, 13-12-1891).
Volvió a opositar en febrero de 1892, mereciendo una vez más la nota de sobresaliente y quedando en esta ocasión en primer lugar entre las opositoras (Gaceta de Instrucción Pública, 25-2-1892), aunque de nuevo fue pospuesta en la adjudicación de escuelas vacantes, circunstancia que hizo dudar de la imparcialidad del tribunal, hasta el punto que El Día publicó este comentario: “Ha sorprendido mucho a cuantos han presenciado los ejercicios de estas oposiciones, que la sobresaliente señorita doña Crescencia Alcañiz haya resultado calificada en tercer lugar” (El Día, 5-6-1892). A pesar de tantos reveses, siguió con sus estudios y ese mismo año aprendió “Métodos y procedimientos para las enseñanzas especiales de sordomudos y ciegos” y se mantuvo en contacto con profesores e investigadores extranjeros, como demuestra una carta suya, fechada en Guadalajara el 6 de julio de 1892, dirigida a Teófilo Braga sobre un Curso Superior de Letras en Lisboa, que se conserva en el archivo personal de este último, que fue el primer presidente provisional de la República portuguesa en 1915.
Finalmente, en las oposiciones que se resolvieron en julio de 1893 además de quedar la primera de su promoción fue propuesta por el tribunal para hacerse cargo de la Escuela elemental de niñas de Carpio de Tajo, una población a mitad de camino entre Toledo y Talavera de la Reina, de la que inmediatamente tomó posesión (El Liberal, 2-7-1893, y Gaceta de Instrucción Pública, 5-7-1893), aunque en enero de 1896 solicitó una licencia de treinta días por enfermedad (El Magisterio Español, 15-1-1896). En 1895 se presentó de nuevo a las oposiciones a escuelas para párvulos con la idea de conseguir un destino mejor (Gaceta de Instrucción Pública, 15-5-1896), obteniendo plaza de maestra en la Escuela Superior de niñas de la ciudad de Palencia (Flores y Abejas, 7-6-1896, y Gaceta de Instrucción Pública, 23-6-1896), a la que se incorporó el 1 de julio de 1896.
No fue muy satisfactorio su paso por esa capital castellana; se quejó por escrito al alcalde palentino porque el Ayuntamiento tenía la obligación de proporcionarle una casa o habitación, pero la que se le cedió era más un sotabanco que una vivienda digna y distaba “mucho en lo que se refiere a la capacidad, higiene y decencia” de lo que señalaba la Ley de Instrucción Pública[4], así que decidió buscar un destino más a su gusto y abandonó Palencia (Gaceta de Instrucción Pública, 7 y 30-12-1896), una decisión acertada pues al año siguiente tuvo que volver a solicitar un mes de licencia por enfermedad aquejada de una fuerte anemia (Gaceta de Instrucción Pública, 15-5-1898).
En marzo de 1897 se leía en la prensa madrileña que “el tribunal de oposiciones a escuelas públicas de niñas, de Madrid, ha propuesto en votación verificada el miércoles a la opositora señorita Crescencia Alcañiz con el número uno. La distinción es tan honrosa como justa, porque en sus brillantísimos ejercicios ha demostrado la señorita Alcañiz talento é ilustración verdaderamente excepcionales, obteniendo de los individuos del tribunal, del público que ha presenciado las oposiciones y de las mismas opositoras, señaladas pruebas de aplauso” (El Globo, 13-3-1897). Así obtuvo por fin, y muy merecidamente, una plaza en propiedad en la Escuela de niñas número cuatro de la capital del reino (La Crónica, 7-4-1897); curiosamente, la segunda de la oposición fue María de la O Lejárraga (La Idea, 13-3-1897).
Su ideario pedagógico
Durante estos años no se limitó a la práctica docente cotidiana y mostró su interés por la teoría educativa, como puso de manifiesto en el Congreso Pedagógico hispano-portugués de 1892 en Madrid, donde dictó una ponencia sobre “Aptitud de la mujer para la enseñanza” [5], en la que se mostraba partidaria de que la mujer pudiese ser instruida y pudiese ejercer las mismas profesiones que un hombre, excepto la de las armas que, según su opinión, repugnaba a la naturaleza femenina. Se declaró contraria al modelo educativo vigente, que fomentaba la enseñanza “de la señorita” y, por el contrario, creía que se debía favorecer que las alumnas adquiriesen nociones de higiene y practicasen la gimnasia [6]. Su alegato a favor de la educación femenina, coincidente con el que en ese mismo congreso defendió Emilia Pardo Bazán, fue contestado en el congreso por Ana María Sólo de Zaldívar, profesora auxiliar de la Escuela Normal Central de Maestras, que se proclamaba contraria a la declaración de Crescencia Alcañiz de que “la mujer puede y debe ejercer todas las carreras científicas y literarias”, alegando que le será imposible la práctica de algunas como la Medicina o el Derecho, pues la mujer debe ser educada “en consonancia con su misión humana”, recluyéndola en aquellos estudios y profesiones más femeninas, normalmente circunscritas al ámbito doméstico.
Perteneció a la asociación de Amigos de la Enseñanza, que reunía a cuantos tenían preocupaciones pedagógicas en los primeros años del siglo XX, mostrando tanto celo y actividad que en la Asamblea que celebró esta sociedad en el mes de diciembre de 1901 fue elegida ponente y secretaria de la Sección Quinta, que se encargaba de la educación de la mujer (Heraldo de Madrid, 7-12-1901). Crescencia Alcañiz, en la primera sesión de su Sección, “expuso su ponencia y rebatió todas las objeciones con una palabra muy firme y muy concreta y con lógica solo comparable con la seguridad y la precisión de su palabra. En honra de las maestras de Madrid debe felicitársela muy sinceramente” (El Imparcial, 20-12-1901), según reseñaba El Imparcial. Y en la segunda sesión, propuso y defendió “con gran acopio de datos la creación de escuelas para niños mentalmente débiles, la instauración inmediata de clases diarias, para adultos vespertinas ó nocturnas, según los casos, y promover la fundación de escuelas en las fábricas y talleres, no solamente para niños, sino también para adultos” (Gaceta de Instrucción Pública, 24-12-1901).
Fue una de las fundadoras de la Asociación de la Caridad Escolar junto a Carmen Rojo, Matilde García del Real y Luciana Casilda Monreal, ejerciendo como secretaria en su primera Junta Directiva (El Globo, 15-2-1902). La asociación se estableció en febrero de 1902 como consecuencia de los acuerdos de la citada asamblea de Amigos de la Enseñanza del año anterior, y es difícil no encontrar una marcada semejanza entre esta asociación y la que se fundó con el mismo nombre de La Caridad Escolar en Guadalajara en 1889 por iniciativa de Manuel Sanz Benito, paralelismo que no ha sido señalado por quienes han estudiado este tema [7]. La asociación se dedicaba al fomento de las cantinas escolares, de las que ellas fueron las pioneras en España.
En el año 1905 solicitó una subvención para visitar distintos establecimientos públicos y privados de diferentes países europeos “donde se da la enseñanza a los niños retrasados” y donde se hubiesen establecido y funcionasen las Cantinas Escolares. No se le concedió esta ayuda, a pesar de lo cual desplegó una intensa actividad para recabar apoyos y fondos destinados a la apertura y sostenimiento de Cantinas Escolares en Madrid [8], una iniciativa que fue aplaudida públicamente por Las Dominicales del Libre Pensamiento, semanario laico que en sus páginas prestaba una gran atención a los asuntos pedagógicos (Las Dominicales del Libre Pensamiento, 28-7-1905).
También escribió algunos artículos en la prensa educativa, como “No pensamos como el Conde Tolstoi” en La Escuela Moderna de septiembre de 1891 [9]. Mereció, por tanto, figurar destacadamente entre las “Pedagogas españolas” a las que dedicó un artículo con ese mismo título la revista El Álbum Iberoamericano en su número del 7 de mayo de 1901. Sólo su temprana muerte truncó una reflexiva convicción feminista y una firme voluntad de utilizar la instrucción pública como palanca para la promoción de la mujer y el reconocimiento de sus derechos.
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[1] Vicente Alcañiz Belver falleció en Madrid el 9 de agosto de 1916, a la edad de 82 años, en su domicilio del número 14 de la Travesía del Fúcar. Ver La Acción, 10 de agosto de 1916 y El Imparcial, 10 de agosto de 1916 y 10 de agosto de 1918, diario del que su hijo Francisco era redactor. Se jubiló como Inspector de Primera Enseñanza de la provincia de La Coruña en febrero de 1913, ver Gaceta de Instrucción Pública y Bellas Artes, 26 de febrero de 1913.
[2] José Vicente Alcañiz Maestro, que estudió Derecho y vivió y ejerció en Guadalajara, era natural de Pontevedra, ver Archivo Histórico Nacional, Universidades, 3543, expediente 14.
[3] Julián Gil Montero, que había sido director del socialista Avante y del republicano Abril, la recordaba en 1967, junto a Manuela García, Manuela Sacó y María Cecilia Ortega “por su activa colaboración en el Ateneo”, Flores y Abejas, 8 de agosto de 1967.
[4] Segundo Fernández Morate, De las Escuelas Anejas del Magisterio al CEIP Tello Téllez de Meneses. Palencia, Edición del CEIP Tello Téllez de Meneses, 2014.
[5] El programa del Congreso Pedagógico en El País, 14 de octubre de 1892. Su intervención en Heraldo de Madrid, 17 de octubre de 1892.
[6] Catherine Jagoe, Alda Blanco y Cristina Enríquez de Salamanca, La mujer en los discursos de género. Barcelona, Icaria Editorial, 1998.
[7] Carmen Colmenar Orzaes en su texto “Proyección social de la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid durante la Restauración española”.
[8] La Época, 18 de abril de 1906 da la noticia de la apertura por la asociación de la Cantina Escolar en la Escuela municipal del barrio de Prosperidad.
[9] Heraldo de Madrid, 3 de octubre de 1891. Para ampliar la información sobre esta revista y su relación con el primer magisterio feminista, ver Pilar Ballarín Domingo, “Maestras, innovación y cambios”. Arenal, enero-junio 1999. Páginas 81-110.