Desde finales del siglo XIX, el apellido Cutanda fue conocido en Toledo a partir de que el pintor madrileño Vicente Cutanda Toraya (1850-1925) asentase su taller y casa familiar, además de ejercer como docente en la Escuela de Artes y ser, en 1916, uno de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Sus relaciones con otros artistas e intelectuales hicieron que sus hijos cimentasen una sólida formación y se abriesen a los nuevos cambios sociales y científicos del siglo XX.
El 2 de septiembre de 1879 nacía en Toledo Margarita Cutanda Salazar que, en 1915, concluía su formación docente en Escuela de Estudios Superiores del Magisterio con el número uno de su promoción, además de cursar estudios de Música en el Conservatorio de Madrid. Asentada en Santander, inmediatamente se involucró con otras jóvenes compañeras en novedosos proyectos educativos como el de las Escuelas Solvay, patrocinadas por la compañía belga que daba nombre al centro. Ello le facilitó entrar en contacto con otras experiencias europeas y aprender idiomas visitando algunos centros de Francia, Alemania, Suiza al tiempo que ejercía como profesora de Pedagogía en la Escuela Normal de Maestras de Santander desde su creación, en 1915, donde además alcanzó el cargo de la dirección en 1925. En la misma ciudad trabajó a favor de la protección de menores y en varias acciones benéficas y asistenciales publicas.
En 1927, mientras su hermana Inés obtenía una pensión de la JAE, Margarita solicitaba una ayuda para visitar centros franceses, belgas y alemanes en los que se trabajaba sobre nuevos planteamientos como la coeducación, formación femenina y la orientación social, temas poco desarrollados aún en España. Tras un primer rechazo, obtuvo una respuesta favorable en 1928, completando su periplo formativo hasta 1929 con una estancia de tres meses en Italia.
En 1936, tras el triunfo del Frente Popular fue cesada en la dirección de la Normal santanderina. En enero de 1937 quedó adscrita a la Escuela Normal de Ávila, regresando en julio de aquel año a su destino anterior, una vez efectuada su depuración política. Fue confirmada en el cargo de directora, que dejó en 1941 por motivos de salud, si bien, continuó como profesora hasta su jubilación. Su gran actividad en la vida de Santander fue patente en la atención social, conferencias, artículos, tareas de divulgación en círculos católicos, falangistas y de otro carácter, circunstancias que, unidas a su trayectoria profesional, le valieron el público agradecimiento de colegas y autoridades en el momento de su jubilación en 1944. El 19 de octubre de 1949, ingresaba en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio con la categoría de Cruz.