Hay unánime coincidencia en calificar a este conquense como el fundador de la moderna veterinaria española. Y lo fue, verdaderamente, al unir en su persona una triple actividad que no suele darse con frecuencia. Porque en García Izcara coinciden el investigador, el profesor y el profesional preocupado por los derechos del colectivo. Tras hacer los primeros estudios en un colegio de Salvacañete ingresó en la Escuela Especial de Veterinaria de Madrid (1877), de donde salió titulado (1882), y ese mismo año, cuando solo tenía 23 de edad, ganó por oposición la plaza de director anatómico de la Escuela de Zaragoza; al crearse la cátedra de Anatomía General y Descriptiva en la Escuela de León (Real Orden de 14-12-1883), optó a ella, obteniéndola. La ocupó hasta 1889, en que ganó la de Cirugía, Obstectricia y Arte de Herrar en la Escuela de Madrid, en la que ya permanecería hasta su muerte y de la que sería nombrado director (1912).
Esta incesante actividad docente quedó plasmada en la formación de una verdadera generación de discípulos, especializados en clínica y laboratorio, las dos grandes pasiones del maestro. En el último apartado mencionado, incorporó a la veterinaria española los primeros métodos de lucha contra las epizootias, que sirvieron de base para establecer los principios que habían de fundamentar la posterior legislación sanitaria de la ganadería. Por otra parte, hay que mencionar igualmente sus aportaciones al estudio de la rabia, un trabajo reconocido por Ramón y Cajal, quien no dudó en incorporar a sus propias investigaciones las que había realizado García Izcara y que éste recogió en su discurso de ingreso en la Academia de Medicina (1908).
Unos años antes, en 1903, una ponencia presentada por García Izcara en el XIV Congreso Internacional de Medicina bajo el título Valor diagnóstico de las lesiones macro y microscópicas en los perros rabiosos supuso una auténtica conmoción en la comunidad científica. Una incansable labor divulgadora de cuestiones elementales relacionadas con la sanidad animal y una no menos activa promoción del sentimiento profesional del veterinario, de cuyo colegio nacional fue presidente, completan el perfil de una de las más brillantes figuras de la investigación científica española, cuyas aportaciones fueron reconocidas con la elección en la Real Academia de Medicina, el 20 de febrero de 1902, en la Sección de Higiene, para cubrir la vacante producida por el doctor Novaldos Balbuena, pronunciando su discurso de ingreso el 31 de mayo de 1908 sobre La rabia y la profilaxis, que fue contestado por el académico Santiago de la Villa Martín.
Entre sus aportaciones a la actividad académica destacó su lección inaugural del curso en enero de 1923 sobre el tema Higiene e inspección de la leche. Amparado por su prestigio personal y profesional intentó una incursión en el ámbito de la política y fue elegido senador por Cuenca en 1923, título que ocupó muy poco tiempo, pues en septiembre de ese año se produjo el golpe militar de Primo de Rivera y la consecuente disolución de las Cortes.
Entregado en adelante solo a la docencia y la investigación, García Izcara murió cuatro años más tarde, en 1927, arropado por un amplio respeto colectivo que se concretó el 1 de junio de 1936, cuando un busto dedicado a su memoria, obra del escultor Inocencio Soriano-Motagut Ferré quedó instalado en los jardines de la Escuela de Veterinaria de Madrid. El 10 de julio de 2008 su sobrina y heredera, Pilar Castillo Gallego, hizo donación de los documentos de García Izcara al Colegio de Veterinarios de Cuenca en un acto celebrado en el pueblo de La Pesquera.
De su larga producción científica destacan dos temas. Por un lado, su profundo estudio sobre la rabia y medios para combatirla, tema sobre el que versó su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina y al que dedicó varias publicaciones posteriores, y el monumental Tratado teórico y práctico sobre el arte de herrar, en tres volúmenes, auténtica enciclopedia sobre la materia además de obra de referencia ineludible para varias generaciones de ganaderos.
Además de la obra propia que reseñamos a continuación y de multitud de artículos científicos en las más variadas publicaciones, tradujo al castellano varias obras de importancia procedentes de autores extranjeros, como el Compendio de Cirugía Veterinaria, de P.J. Cadiot (1906), el Diccionario de Veterinaria, de P. Gañí y H.J. Gubert, en cuatro volúmenes (1880-1910) y un Tratado sobre enfermedades infecciosas de los animales domésticos, de Pietro Oreste (1912).
Obra publicada:
- Programa detallado de Anatomía general y descriptiva (1884).
- Explicaciones de Obstetricia y Ginecología veterinaria (1898).
- Explicaciones sobre curas antisépticas en Veterinaria (1898).
- La triquinosis en Murcia (1898).
- Tratado teórico práctico del arte de herrar (1900 la primera parte y 1913 la segunda y tercera).
- La triquinosis en Murcia (1901, en colaboración con Antonio Mendoza).
- Tratado de inoculaciones preventivas y reveladoras (1906).
- Elementos de Obstrecticia veterinaria (1910, en colaboración con J. López Flores).
- La rabia y su profilaxis (1913) con varias ediciones posteriores, ampliadas.
- Estudios sobre la triquina (1915).
- Evolución de la veterinaria (1915).
- Compendio de cirugía veterinaria (1916).
- El latirismo en los animales domésticos (1917).
- Anatomía patológica de la rabia (1921).
Bibliografía:
- Carlos Ruiz Martínez, “Dalmacio García Izcara (1859-1927), en M. Cordero del Campillo; C. Ruiz Martínez; y B. Madariaga de la Campa (dirs.), Semblanzas veterinarias, León, Valderas, 1973, pp. 12-124.