Mecenas de la educación del pueblo. Doña Gregoria fue una mujer adelantada a su tiempo, (en algunos aspectos, ya veremos que no en todos), una filántropa con ideas parecidas a las de su contemporáneo Lucas Aguirre. Una rica heredera que quiso contribuir con su fortuna a mejorar la vida de sus conciudadanos, como hizo diez años antes que ella, el otro conquense citado.
Protectora insigne de los pobres, de la cultura y de la clase trabajadora, como dice la inscripción bajo el pedestal junto a la escultura de bronce que le hizo Marco Pérez en 1930, situada en el parque de San Julián: “A doña Gregoria de la Cuba y Clemente, conquense nobilísima, cristiana bienhechora de los pobres, protectora de las letras y del trabajo. Año MCMXXX”.
Fue hija de Félix de la Cuba Aguirre y de María Josefa Rita Clemente y Neulant, ambos descendientes de Antonio Clemente de Aróstegui, que fue regidor perpetuo de Cuenca desde 1750 hasta su muerte. Antonio fue el primero de la familia que se vino a Cuenca desde Villanueva de la Jara. Había nacido en este pueblo conquense, en una familia de siete hermanos, formada por Clemente José de Aróstegui y Quiteria Salonarde. Al ser el primogénito heredó las fincas, casas y negocios del padre. Fortuna que se acrecentó al casarse con Ana Josefa Salonarde, tía suya, también heredera única de la otra rama de la familia, por lo que fue aumentando el capital que llegaría a su hijo y después, a su nieta Gregoria, con quien se acaba el árbol genealógico.
El matrimonio de Félix de la Cuba y María Josefa Clemente se celebró en el oratorio de la casa señorial, junto al lavadero de la industria papelera, propiedad de don Antonio, el padre de don Félix, en el pueblo conquense Molinos de Papel. De la pareja nacieron tres hijos, Benito, Hilario y Evaristo y dos hijas, Juana y Gregoria, nacida en Cuenca el 25 de mayo de 1824, en la calle Correduría, número 96, hoy llamada Alfonso VIII, en la casa con una placa en la que se lee “Casa de los Clemente de Aróstegui”. Algunos de los hermanos murieron siendo niños y otros en edad adulta, pero sin llegar a casarse ni tener descendencia. De su vida apenas se tiene más noticia, solo sus nombres, que figuran en el panteón donde están enterrados, lo mismo que sus padres y que Gregoria, mandado construir por ella, la última que murió de la familia.
Tampoco hay muchos datos biográficos de Gregoria, aunque nos queda su retrato al óleo, hecho por uno de los pintores a los que protegía. Se trata de la imagen de una mujer joven, en la plenitud de su vida, de pelo negro, recogido hacia atrás, con un vestido largo de falda amplia que llega hasta los pies y los cubre, muy entallado, con volantes de blonda en mangas y escote. Tiene una mano apoyada en una mesa alta, como de recibidor, y en la otra sostiene unos guantes. Podría decirse que es una mujer guapa, que cuida su aspecto, sin más joyas que unos pendientes largos. Se dice de ella que era una dama adelantada a su tiempo, altruista y que sabía disponer de su capital para reparar las injusticias de la sociedad, por ejemplo, construyendo edificios para dar trabajo a los obreros, ofreciendo tierras a los campesinos a cambo de una renta insignificante, que en años de malas cosechas no cobraba, protegiendo a los artistas con becas y encargos, creando escuelas, etc. Vivió la mayor parte de su vida en Cuenca, junto a su madre y su hermano Evaristo, siete años mayor que ella, también soltero, que ejercía de abogado en esta ciudad. La muerte de este hermano la afectó mucho, según se desprende de unas cartas autógrafas de las que habla Heliodoro Cordente en el artículo citado en la bibliografía. La madre había muerto ya, en Cuenca, con 77 años, mientras que el padre había fallecido en 1842, cuando ella tenía dieciséis años. A lo largo de su vida, rechazó a varios pretendientes, según estas cartas, y prefirió vivir sola, en Cuenca y en Madrid, donde hizo testamento un año antes de su muerte, el 12 de junio de 1895, ante el notario Darío Bugallal y Araujo.
En la familia de doña Gregoria hubo mujeres emprendedoras antes que ella. Se trata de sus antecesoras conocidas como las Salonarde, que se hicieron ricas con el comercio del ganado y de la lana. Se habla de ellas en los blogs de Julián Recuenco, el de David Gómez de Mora, y en otros documentos señalados en la bibliografía. Entre ellas, Quiteria Salonarde y Ana Josefa Salonarde, emparentadas con nuestro personaje por vía materna. La riqueza ganadera de la familia Salonarde se refleja en el testamento de doña Quiteria Antonia Salonarde, de 1743, en el que se habla del mayorazgo que creó, formado por siete rebaños de ovejas, con un total de cincuenta mil cabezas de ganado.
Además de la riqueza ganadera, Gregoria heredó de su familia casas, joyas, tierras y la industria del papel en torno a la aldea conquense Molino de Papel, cercana a la capital. Allí mandó construir el mausoleo o panteón para enterramiento, decorado con obras de los pintores que protegió. En la Fundación que ordenó crear en su testamento, se favorece de manera especial a este pueblo, con la creación de una escuela para niños, dotes para mujeres casaderas y ayudas para obreros y campesinos arrendatarios de sus tierras. Lo que resulta extraño es que aparezca una ayuda en forma de beca sólo para varones que sobresalgan y quieran estudiar en el extranjero. A pesar de que algunos hablen de que era adelantada para su tiempo, en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres no lo era mucho en este punto; a las mujeres les deja dinero para que puedan casarse o meterse en un convento: la dote.
El panteón, de estilo neogótico, tiene un cuadro con la imagen de la virgen del Trapo, en recuerdo del ingrediente esencial para la composición del papel en aquella época y de la leyenda, o memoria, del milagro de la aparición de un trapo con aquella imagen de la virgen, en el siglo XVI, en uno de aquellos molinos, durante el proceso de fabricación.
El nombre de este pueblo, Molinos de Papel, se debe a la existencia de esta industria del papel, molinos donde la familia de Gregoria fabricaba el papel, con las aguas del río Huécar, desde que José Clemente de Aróstegui, capellán mayor y canónigo de la catedral de Cuenca construyó el primero en 1786. Estos molinos estuvieron en funcionamiento hasta final de siglo XIX, época en la que fallece doña Gregoria.
La prensa habla de ella como de un alma humanista avanzada a su tiempo, caracterizada por el amor que profesaba a los necesitados. Al no tener hijos ni herederos directos, en su testamento dejó todo su dinero a la Fundación, cuyos fines eran, entre otros, construir una iglesia, una escuela para los niños de Molinos de Papel, costear carreras importantes para hijos del pueblo, ofrecer donaciones y pensiones caritativas, socorrer a los jornaleros, pagar la dote a mujeres sin recursos o facilitarles becas para que pudieran estudiar, etc.
Los métodos de enseñanza que se dieron en la escuela de Molinos de Papel creada en 1903, tienen que ver con la moderna pedagogía que se estaba extendiendo por Europa, la Escuela Nueva impulsada por los krausistas en nuestro país, en la que se formarían más tarde los pedagogos más importantes en las aulas de la Institución Libre de Enseñanza (la ILE).
En la Escuela de Molinos de Papel, según Ana María Palomo, hija de uno de los maestros, todavía se encuentran los mapas sobre los que los niños aprendían, de una forma muy didáctica, las materias de Geografía e Historia. Todavía pueden verse en el patio de lo que fueron las escuelas, alguno de esos mapas de piedra en el suelo para seguir la pedagogía del padre Manjón, que aconsejaba enseñar geografía a los niños al aire libre. En uno de los mapas aparecen las montañas y los ríos de la Península Ibérica, las montañas sobresalían en diferentes alturas del relieve, y en los ríos podía echarse agua y verla circular. Una manera lúdica de aprender la geografía española. El otro mapa explica la historia sagrada que, empezando por el triángulo y ojo de Dios, narraba la misma pasando por Túbal, quien fue, según esta historia, el antecesor de los Íberos en la península.
Doña Gregoria, y después su Fundación, sufragaban el aprendizaje de oficios, concedía dos o tres dotes a doncellas humildes que contraían matrimonio, realizaba obras para colocar a los obreros en las épocas difíciles, entregaba sus huertas a los campesinos exigiendo una renta tan baja que difícilmente alcanzaba para el pago de las contribuciones, perdonándola en caso de pedrisco o pérdida de la cosecha. Además de socorrer a los menesterosos e imposibilitados para el trabajo.
También dejó en su testamento un dinero para las Siervas de san José, conocidas en Cuenca como las Josefinas, a las que previamente había donado un gran edificio rodeado de terreno en una calle céntrica de la ciudad, llamada entonces la calle del Agua y hoy de Fray de León, en el que las monjas se instalaron y crearon su colegio en 1898.
Otra institución educativa que se creó en 1934 con el dinero que dejó a su Fundación fue una escuela en uno de los barrios periféricos de la ciudad, llamado del Chocolate.
“Doña Gregoria falleció en Madrid, el 3 de noviembre de 1896. Sus restos fueron traídos a Cuenca, para ser enterrada, tal y como era su deseo, en el panteón familiar que había mandado construir en Molinos de Papel. En el interior del edificio, de estilo neogótico, se conservan algunos cuadros importantes del pintor madrileño Manuel Domínguez Sánchez. Este pintor, que falleció en Cuenca en 1906 durante una visita a su amigo, José Cobo, está enterrado en el cementerio municipal de la ciudad”, según relata Julián Recuenco en su blog. Al lado del panteón hay otro edificio del siglo XVIII, la casa palacio de la familia que hoy pertenece a la Diputación.
Diez años antes, moría otro filántropo conquense, krausista y perteneciente a la masonería, también sin descendientes directos, que en su testamento dejaba todo su capital, que era inmenso, a la ciudad de Cuenca con el fin de que se empleara en el mantenimiento de sus escuelas, bibliotecas e instituciones culturales.
La Fundación Señores de la Cuba y Clemente dejó de cumplir con su cometido, y en 2018 se pide su liquidación y que los bienes de la Fundación pasen a la Diputación de Cuenca. El presidente en ese momento, Benjamín Prieto, se dirigía por escrito en abril de 2018 al obispo de la Diócesis, monseñor Yanguas, para transmitirle la disponibilidad de la institución a recibir los bienes y derechos de la Fundación una vez que se proceda a la extinción y liquidación de la misma. El responsable provincial destacaba, en esa misiva, la labor que llevaba realizando la institución durante los últimos siete años, y el traslado del compromiso por el cual los fines de la Fundación permanecerán vigentes en los proyectos que la Diputación desarrolle en los edificios y lugares que son de su titularidad, redundando en la prosperidad de la provincia y bienestar de sus habitantes.
Desgraciadamente, el Patronato de la Fundación Señores de la Cuba y Clemente no pudo mantener viva la institución. La situación actual de la Fundación puede verse en esta información del periódico La Opinión: “A finales de febrero del año 2018, la Fundación Señores de la Cuba y Clemente tomaba una dura decisión. Ante la imposibilidad de cumplir con sus objetivos por falta de dinero, se veía obligada a extinguirse. Un año más tarde, en abril de 2019, la Vicesecretaría de Administración Local y Coordinación Administrativa de la Junta de Comunidades ratificaba esa disolución y, con ella, el término de una organización centenaria, que comenzaba su andadura el 12 de julio de 1895, en Madrid, ante el notario don Darío de la Bugallal y Araujo”.
Es curioso que el único ejemplar de los Estatutos de su Fundación en papel, impreso en 1904, esté en la biblioteca de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Al leerlo, me surgen ciertas dudas. La extrañeza primera es que se tarden más de ocho años desde la muerte de doña Gregoria y la constitución de su Fundación. También llama la atención que ciertos artículos de estos Estatutos discriminen negativamente a las mujeres, favoreciendo a los hombres con becas y financiación para su educación en el extranjero y en formación profesional y académica, mientras que a las mujeres se les ofrecía solo la dote para casarse. Afortunadamente, durante una época, no fue así. Durante la República se interpretaron los Estatutos de la fundación de distinta manera, porque he conocido a mujeres que me han dicho que sus madres pudieron estudiar, precisamente gracias a las ayudas de la Fundación de doña Gregoria.
Bibliografía
- Cordente, Heliodoro. La familia Clemente de Arostegui y Los Molinos de papel. Revista Olcades, nums.13 y 14, Cuenca, 1981
- Estatutos de la Fundación erigida por la señora doña Gregoria de la Cuba y Clemente en El Molino del Papel, Término de Palomera (Cuenca) titulada Fundación de los Sres. de la Cuba y Clemente. Madrid, Est. Tip. Viuda e Hijos de M. Tello, 1904.
- Biblioteca de la Residencia de Estudiantes, CSIC, C.1126; FOL 83-12
- Número de OCLC / Identificador único:1123914292
- García Alhambra, Alicia. https://laopiniondecuenca.es/noticia/molinos-de-papel-el-desprecio-a-su-historia-y-patrimonio
- Gómez de la Mora, David. Las Salonarde. Tres mujeres emprendedoras en Cuenca (siglos XVIII y XIX), blog del 28 de abril de 2018
- http://davidgomezdemora.blogspot.com/2018/04/las-salonarde-tres-mujeres.html (Verificado en abril 2023)
- Recuenco, Julián. De Jose Clemente de Arostegui a Gregoria de la Cuba y Clemente. Varias generaciones de Cuenca a Molinos de papel. https://julianrecuenco.blogspot.com/2018/11/de-jose-clemente-de-arostegui-gregoria.html