Pocos datos biográficos conocemos de este profesor, pero puede servir como ejemplo de un generación que se vinculó a la JAE en su educación y que, seguramente, hubiera solicitado pensión para completar su aprendizaje sin el golpe de Estado militar de julio. El 25 de septiembre de 1924, con domicilio en la calle San Pedro, número 5, “solicita ser aspirante al Magisterio Secundario del Instituto Escuela (Química)” y fue admitido en la sesión del 9 de octubre de ese año. Esa es la única relación con la Institución que figura en la ficha correspondiente del archivo de la JAE.
Catedrático de Matemáticas por oposición, en 1933 fue nombrado profesor del Instituto de Elche y en noviembre de 1934 obtuvo el traslado, por permuta, con Andrés Carrillo Martín, al Instituto de Cuenca, donde le sorprendió la Guerra.
En marzo de 1940 era confirmado en su cargo de catedrático del Instituto de Cuenca, tras el correspondiente expediente de depuración, y en el mismo año figuraba en el BOE como catedrático de Instituto de sexta categoría, mientras que en julio de 1960 ascendía a la segunda categoría de catedráticos numerario de Instituto.
Sirve también como modelo de una época en la que había desencuentros pero también debates educados y contrastes de pareceres respetuosos. Cuando se produjo su traslado de Elche a Cuenca el diario republicano El Luchador (21-12-1934) publicaba un artículo titulado “Homenaje a un intelectual”, el que se tributaba a Eduardo Dueñas con motivo de su marcha de Elche. Merece la pena detenerse en él para tener una idea del ambiente, más o menos general, que existía en España en el terreno cultural, la percepción que había entonces del docente y el ejercicio en el contraste de opiniones.
En la ciudad funcionaba el Bar Casanova y en él existía una heterogénea peña integrada por catedráticos, comerciantes, empleados, funcionarios, industriales, maestros nacionales, médicos, periodistas, políticos, practicantes “y, en fin, toda la gama de las múltiples actividades de nuestro pueblo”. Cada día, escribía el periodista, acudían alrededor de la mesa del café jóvenes de cuerpo y espíritu y cada uno de ellos sometía a la tertulia temas “filosóficos, literarios, políticos, etc.”. Los componentes de la tertulia eran “de las más opuestas tendencias ideológicas, pero a los que siempre se pospone la educación, para evitar en todos los casos las más ligera insinuación que pueda enojar al contertulio”, lo que se manifestaba como un modelo, se escribía, de democracia y republicanismo. La marcha de Eduardo Dueñas hizo que el testimonio de admiración y cariño se concretaran en una cena de despedida celebrada en el Hotel La Confianza, con brindis emotivos con la aspiración de hacer grande a Elche y su Instituto de Segunda Enseñanza, para que lo fueran también la República y España.