Como tantos otros individuos con singular relieve en la historia contemporánea de Toledo, Eduardo Uzal, quien había de ser el primer republicano que ocupó su alcaldía, no era oriundo de la ciudad. Nació hacia 1830 en Santiago de Compostela, de donde hubieron de desplazarse sus padres, Francisco Uzal-Feijoo y Tomasa Romero, igualmente gallegos, primero al pueblo de Cuerva y luego a Toledo. Allí debió de llegar la familia hacia 1838 y allí contrajo el joven Eduardo un primer matrimonio con Petra Rodríguez, seguramente fallecida en 1854, durante el parto de su hija Rosaura Uzal. Casó en segundas nupcias con Francisca Sánchez-Chiquito Vergara, de quien tuvo otros cuatro hijos, y en 1858 estableció una agencia de negocios en la céntrica plazuela de la Ropería, donde asimismo residía.
Comenzó a participar en los asuntos públicos entre 1854 y 1856, durante el llamado bienio progresista, en cuanto miembro de la milicia nacional. Incorporado al partido demócrata a partir de entonces, pronto asumió responsabilidades dentro del mismo. Fue, por ejemplo, uno de los organizadores en Toledo de la suscripción de donativos auspiciada a escala nacional por el partido al objeto de socorrer a las huérfanas del abogado y ex-alcalde de Sagunto Tomás Bru, candidato al Congreso asesinado durante la campaña electoral de finales de 1858. Algunos años después, en 1865, fue elegido secretario del comité local de Toledo presidido por Mariano Villanueva. Al igual que este, aparecía ya identificado con el ideario republicano desde la posición moderada y contraria al socialismo sostenida por Emilio Castelar. En coherencia, tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, se integró en el partido republicano federal, constituido poco más tarde por los miembros del demócrata opuestos a transigir con un nuevo régimen monárquico.
La actitud pactista adoptada por los republicanos toledanos le permitió adquirir protagonismo. El 30 de septiembre fue designado vocal de la junta provincial de gobierno provisional presidida por el progresista Rodrigo González-Alegre junto con sus correligionarios Mariano Villanueva, que ocupó la vicepresidencia, y Mamerto Salcedo y algo después, elegido vocal del comité electoral del partido. Fue asimismo nombrado capitán de una compañía de Voluntarios de la Libertad en febrero de 1869 y en abril, elegido concejal junto a ocho correligionarios, así como, posteriormente, representante del Ayuntamiento en la Diputación provincial. Presentó, sin embargo, su dimisión, junto con los demás regidores republicanos, como protesta por las muertes provocadas para acabar con la insurrección federal de Valencia y en desacuerdo con la felicitación al gobierno por el éxito de la violenta represión, decidida por la mayoría del consistorio. Su renuncia no fue definitiva.
A principios del año siguiente, promovido al liderazgo municipal por su partido y coaligado con los demócratas monárquicos del radical, fue elegido de nuevo concejal, teniente de alcalde y presidente de la comisión de hacienda. La dimisión de los concejales del partido progresista por discrepancias políticas, así como la ausencia frecuente por enfermedad del alcalde, Ángel López de Cristóbal, le llevará a hacerse cargo de la alcaldía de Toledo de manera accidental a partir de mayo. Unos meses más tarde, en febrero de 1871, fue ratificado en el puesto. Pasó a ser así el primer republicano que lo ocupase. No habría otro hasta 1931, tras la marcha al exilio de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República.
Su gestión al frente del Ayuntamiento, caracterizada por llevar adelante proyectos dejados en ciernes diez años antes por Rodrigo González-Alegre, sería una de las más eficaces del siglo XIX, al igual que la de su brillante predecesor progresista. Fue reelegido tras las elecciones municipales habidas entre diciembre de 1871 y febrero del año siguiente e, instaurado ya el régimen republicano, tras las convocadas en julio de 1873, en las que pudieron tomar parte todos los varones mayores de 21 años. Durante los cerca de cuatro años en los que desempeñó el cargo, el acertado saneamiento de las cuentas municipales permitió afrontar la adquisición de los terrenos requeridos por la Escuela Central de Tiro establecida en Toledo desde 1869, así como realizar las inversiones necesarias para llevar adelante múltiples proyectos. Durante su mandato, se construyó el depósito que había de recibir, en la plataforma norte del Alcázar, el agua elevada desde el Tajo y otro en sustitución del que recogía en la cota más alta de la ciudad la potable traída desde los cigarrales; se habilitaron nuevas fuentes en diversas zonas de la población; se arreglaron calles, plazuelas y paseos, donde fueron plantados más de cuatrocientos árboles; fueron desecados los terrenos adyacentes a la estación del ferrocarril; y se puso en marcha la edificación del Teatro de Rojas, cuya inauguración habría de esperar hasta 1878. Quedaron, con todo, sin concluir otras obras, como la del nuevo cementerio, que solo en 1893 empezó a funcionar.
La instauración, por otra parte, del régimen republicano en febrero de 1873 fue acogida por él mediante un bando en el que lo celebraba como “el más fausto de los acontecimientos que registra la historia de nuestra Nación”. Pese a los buenos augurios, el cambio político no trajo estabilidad al municipio y él hubo de afrontar las convulsiones que acabarían por dar al traste con la primera república. En primer lugar, con medidas para garantizar el orden público, como en abril de 1873, después del intento del partido radical de revertir el carácter federal del nuevo régimen, y más adelante, en junio, para impedir la destitución forzada del ayuntamiento pretendida por los intransigentes federales, cuyo líder, Juan Gamero, le agredió públicamente en septiembre, provocándole heridas que le obligarían a dejar de presidir las sesiones municipales durante varios meses.
El golpe de Estado protagonizado por el general Manuel Pavía en enero de 1874 dio lugar a su reemplazo, así como el de todo el consistorio, por alcalde y regidores nombrados por el nuevo gobierno. No dejó, pese a ello y a retomar su actividad profesional como agente de negocios, de interesarse por los asuntos públicos. Se implicó, por un lado, en el movimiento societario de la ciudad, lo que le llevó a ser elegido presidente del Centro de Artistas e Industriales en 1877, cargo que renovó al año siguiente, continuando a partir de entonces como vocal de su equipo directivo. En calidad de tal, en 1884 tomó a su cargo las gestiones para adquirir el local de la plaza de la Magdalena donde quedó instalada la sede definitiva del popular Casino de Toledo. Por otro lado, retomó la intervención en la vida política a medida que lo permitía la relativa liberalización progresiva del nuevo régimen monárquico.
En mayo de 1879 volvió a ser elegido concejal. Aquejado de una grave enfermedad, hubo de renunciar a ocupar el puesto, pero una vez recuperado, se sumó a los intentos, propiciados desde Madrid entre 1880 y 1881, de agrupar a los adictos al régimen republicano en una organización unitaria que superase las disidencias causantes de su caída. En julio de 1881, fue elegido presidente del comité local de la denominada Unión Demócrata Republicana nacida de esa tentativa. Ese mismo año volvió a ser elegido concejal venciendo la resistencia del partido gubernamental, que pretendió sin éxito anular su nombramiento, a aceptar el regreso republicano al ayuntamiento, y de nuevo lo fue en 1885, poco antes de su defunción, el 8 de agosto de ese año. Su ejemplo sería seguido por su yerno, el procurador de los tribunales y dirigente local del Partido Republicano Progresista Benito Gómez Gutiérrez, concejal y teniente alcalde en varias ocasiones entre 1889 y 1905, casado con su hija mayor, y por una nueva generación de republicanos, nacidos en torno a 1850 y herederos de las ideas del sexenio democrático, que en 1904 se convirtió, con ocho concejales, en la minoría más importante del ayuntamiento toledano.