Eladio Cabañero López nació en Tomelloso el 6 de diciembre de 1930, en la calle San Fernando. Su padre, fotógrafo y maestro de profesión, militante y secretario local del Partido Socialista, fue fusilado tras la Guerra Civil, en 1940, y su madre fue condenada a tres años de prisión. Apenas pudo asistir a la escuela poco más de una semana, según sus propias palabras, aunque “tuve la fortuna espontánea y libre de tener por único maestro a todo el pueblo de Tomelloso, allá en mi infancia y primera juventud”. No obstante, es bastante probable que su aprendizaje básico lo recibiera de su propio padre, Félix Cabañero Jareño, en la escuela que él mismo fundó en la calle Cervantes de Tomelloso.
Finalizada la guerra y como consecuencia de la muerte del padre y el encarcelamiento de su madre, durante su niñez y adolescencia se vio obligado a trabajar en el campo desde los nueve a los catorce años, y a partir de esa edad trabajó como aprendiz de albañil y posteriormente como oficial. Sin embargo, su tiempo libre lo dedicó a la lectura en la Biblioteca Municipal de Tomelloso, donde Francisco García Pavón ejercía por entonces de bibliotecario.
Después de recibir en 1955 el premio “Juventud” por su poema “El pan”, y contando con la ayuda de algunos amigos, tras la muerte de su madre se trasladó a Madrid en 1956, el mismo año en que García Pavón abandonaba también Tomelloso. En la capital trabajó durante doce años en el Servicio Nacional de Lectura de la Biblioteca Nacional, donde se hizo de nuevo realidad su pasión por los libros y donde completó una formación que fue enteramente autodidacta. Como dice de él Manuel Ríos Ruiz, fue “un hombre libre que se había forjado a sí mismo, gastando en ello la vida misma, hasta adquirir una vasta cultura literaria y un sentido crítico verdaderamente asombroso.”
Más tarde trabajó en la Editorial Taurus, dirigida por García Pavón, y fue redactor jefe de las revistas La Estafeta Literaria y Nueva Estafeta. Asistió a las tertulias de Ágora, unas reuniones que Concha Lagos mantenía en su estudio fotográfico de Gran Vía, 34, aunque fue asiduo, sobre todo, a las tertulias literarias del Café Gijón que, con el tiempo, acabaron convirtiéndose en su único contacto vivo con la literatura, aparte de los numerosos certámenes literarios en los que participó como jurado.
Entre 1956 y 1963, publicó los únicos cuatro poemarios que constituyen su brevísima bibliografía, con los que logró premios relevantes como el Accésit del Adonáis por Una señal de amor (1958), el Nacional de Literatura por Marisa sabia y otros poemas (1963) y el Premio de la Crítica en 1970 por la recopilación de su poesía completa, Poesía 1956-1970.
Su poesía encontró un pronto reconocimiento en los círculos literarios, y en 1963 fue incluido en la antología Poesía última de Francisco Ribes, y en 1968, en la Antología de la nueva poesía española, donde también fueron antologados Claudio Rodríguez, Ángel González, José Ángel Valente y Carlos Sahagún, autores que conforman el conocido como grupo poético madrileño de la ‘generación de los 50’.
Evocando los mejores años madrileños de Eladio, recordaba Manuel Alcántara: “Ganó el premio Nacional de Poesía cuando continuaba con la querencia a las pensiones tomelloseras en Madrid y a los bares de “Mundi”. Sí. Fue una buena época aquella en la que nos reuníamos con Luis Rosales, Luis López Anglada, Manolo Ríos Ruiz y Ángel García López”.
Sin embargo, pese a la buena consideración que obtuvo por parte de la crítica, Eladio Cabañero abandonó muy pronto la escritura, tan solo siete años después de haber publicado su primer libro. Él mismo, refiriéndose a su escasez bibliográfica, aseguró que “se puede dejar de ser poeta un mal día…” porque “la inspiración, lo mismo que urgentemente acude, sigilosamente se va”.
Eladio Cabañero ha sido valorado por la autenticidad de su discurso poético, siempre claro y directo. Sus temas prioritarios él mismo los enumeró en una entrevista: “El amor y la tierra son dos constantes o líneas maestras muy polarizadas en mi poesía. Estos dos temas genéricos se alternan y entrecruzan muy asumidos ética y estéticamente; el amor a la verdad, a la justicia, a las heroicas gentes del trabajo, a la intrahistoria de las cosas sencillas y las palabras sustantivas de la tierra manchega, etc., hasta formar un todo imbricado que se resume en tierra-amor, en amor-pasión, en amor al mundo y al paisaje en estado de alma”.
Algunos autores han definido a Eladio Cabañero como un representante de la poesía social, entre ellos Leopoldo de Luis, que en 1965 le incluyó en su antología Poesía social española contemporánea (1939-1968). Sin embargo, para el poeta lo social es mucho más que una simple etiqueta crítica o una corriente de moda; fiel a su compromiso solidario con el hombre, sobre todo con los más humildes, Cabañero insistirá en que lo social “es alta razón de eterna actualidad, de ningún modo un tema de moda…” “Lo social- triste es ver cómo se adultera su verdadero espíritu humanístico- no puede ser un ‘ismo’ más, asunto de incitaciones pasajeras o acomodaticias, porque lo social es todo un estado general de conciencia, hacia delante”.
En cuanto a su lenguaje, tan vivo y tan intenso, tan cuajado de sabrosos localismos manchegos, dijo Florencio Martínez Ruiz que “sabe a cotidianidad y a doméstico coloquialismo (…) Estamos sin duda ante un idioma dorado por los mejores soles y ante un vocabulario abierto. No sería aventurado decir que la incorporación realizada por Eladio Cabañero no tiene par en la moderna poesía española. Ni siquiera puede comparársele el hermoso empeño de Jaraíz o de Poemas de la cardencha en flor de Juan Alcaide”.
Desde 1991 uno de los institutos de Tomelloso lleva su nombre, y en 1992 el Ayuntamiento lo nombró hijo predilecto de la ciudad. Ese mismo año contrajo un tardío y desafortunado matrimonio con la poetisa toledana Eduarda Moro. Falleció el 22 de julio del año 2000, en el hospital madrileño de la Princesa, tras haber recibido la extremaunción de su buen amigo, el sacerdote y poeta Valentín Arteaga. Pocos meses antes le había sido concedida la medalla de oro de la ciudad de Tomelloso.
Obra publicada
- Desde el sol y la anchura. Ayuntamiento de Tomelloso, 1956.
- Una señal de amor, Madrid, Rialp, 1958. (Accésit del premio Adonáis). Reeditado en 1992 por Ediciones Libertarias.
- Recordatorio, Madrid, Taurus, 1961. Reeditado por Ediciones La Palma en 1995.
- Marisa sabia y otros poemas, Madrid, Gráficas Halar, 1963. Reeditado en 2016 por la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, con introducción de Jesús Barrajón.
Antologías y estudios monográficos
- Poesía. 1956-1970. Plaza y Janés, 1970.
- Señal de amor (Antología poética 1956-1991) Con texto introductorio de Manuel Rico. Madrid, Ediciones Libertarias, 1992.
- Poesía reunida. Ayuntamiento de Tomelloso, 2001, con introducción de Francisco Gómez-Porro.
- Eladio Cabañero. Una mirada hecha verso. Edición de Esteban Rodríguez Ruiz, Tomelloso, Ediciones Soubriet, 2004.
- Palabra compartida. (Antología poética). Ciudad Real, BAM, 2014. Introducción y selección de Pedro A. González Moreno.
- En 1992 la revista tomellosera “El Cardo de Bronce”, en su número XVIII, le dedicó un amplio y emotivo homenaje.