Nace en Albacete el 30 de enero de 1834 en el seno de una familia adinerada, siendo su padre farmacéutico y su madre hija de unos comerciantes catalanes que se habían establecido en Albacete. Estaba casado con María del Carmen Vicén y, al morir esta, contrajo matrimonio con Juana Vicén, su hermana, de 27 años de edad. Murió sin descendencia el 6 de febrero de 1902.
Cursó el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Albacete con un brillante expediente académico. Al terminar las enseñanzas medias, se trasladó a Madrid para realizar el curso preparatorio en la Universidad Central en 1851 y cursar, posteriormente, Medicina y Cirugía. En 1858 obtuvo el título en Medicina y Cirugía y, al año siguiente, defendía su tesis con el tema: «Patología y diagnóstico de la enfermedad de tisis tuberculosa pulmonar en el segundo periodo». Las reformas legislativas de 1847 y 1855 de la España isabelina en materia sanitaria supusieron el nacimiento de la salud pública como una función del Estado y, como consecuencia, la aparición de las Juntas Provinciales y Municipales de Sanidad en las que Elías Navarro participará activamente. El azote de las epidemias en la segunda mitad del siglo XIX en Albacete y su abordaje desde una perspectiva medioambientalista será el campo de trabajo al que dedicó toda su vida.
Una vez licenciado, volvió a Albacete con la intención de ejercer la profesión médica en su ciudad, que, por otro lado, carecía de medios e infraestructuras sanitarias. El Albacete de mediados del siglo XIX tan solo contaba con un hospital municipal de la caridad, un asilo para pobres, una casa de maternidad, tres boticas y unos diez profesores de medicina y cirugía que atendían de forma privada a la población. Muy pronto Elías Navarro empezaría su actividad atendiendo a enfermos de las aldeas de alrededor, a asistir la población reclusa de la ciudad y a llevar a cabo algunos encargos municipales. La exigencia de las administraciones para el cumplimiento de la legislación sanitaria y la necesidad de atender las enfermedades infecciosas que tanto incrementaban la mortalidad hicieron que el Ayuntamiento de Albacete tomara cartas en el asunto y convocara dos plazas de médico-cirujano para la hospitalidad domiciliaria.
El libro de José Manuel Almendros Toledo, Elías Navarro Sabater: una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX, describe para Albacete una situación asistencial aún controlada por las fundaciones de la Iglesia y, a pesar de la legislación sanitaria estatal, no se disponía de medios e infraestructuras hospitalarias. Las epidemias y enfermedades endémicas producidas por el encharcamiento de las aguas, la escasez alimenticia, la falta de higiene y las carencias médicas trajeron consigo elevadas tasas de mortalidad, especialmente entre la población infantil. Tras las catastróficas inundaciones de 1860, al ayuntamiento no le quedó más remedio que contratar médicos para la atención domiciliaria de los pobres, algo a lo que por ley los entes municipales estaban obligados. A Albacete le correspondían dos plazas de médico-cirujano, por ser una ciudad de primera categoría, al contar con más de tres mil vecinos. Esas plazas fueron adjudicadas a Elías Navarro Sabater y a su compañero de estudios, Octaviano Griñán Serna. Desde la toma de posesión en 1862 hasta su jubilación por enfermedad en 1892, salvo en las obligadas cesantías por los vaivenes políticos de la época de la Restauración, ejerció como médico-cirujano en Albacete.
La primera actividad de los nuevos médicos titulares de Albacete consistió en la redacción de un informe sobre las condiciones sanitarias de la ciudad. En él se exponen la inexistencia de una política de higiene, la desnutrición por la pobreza y la deteriorada situación medioambiental de algunos espacios urbanos (Canal de María Cristina, Val-General, viviendas-cueva, muladares, cementerio municipal, encharcamientos, basureros urbanos, alcantarillado, mercados, matadero, etc.) como los causantes de las enfermedades infecciosas que asolan la ciudad. Todo ello en consonancia con la vanguardia del movimiento sanitario internacional de mediados del siglo XIX que atenderá el binomio salud-enfermedad bajo una perspectiva científica y social.
En la trayectoria profesional de Elías Navarro Sabater habría que destacar su apuesta por un modelo sanitario higienista y medioambientalista como única forma de modernidad en la sanidad de Albacete. Con tal fin, junto a su compañero, el doctor Griñán Serna, elaboraron un decálogo de actividades sobre las aguas potables, tratamiento de residuos, enterramientos, inspección de viviendas, riesgos laborales y vigilancia de alimentos que se concretaron en una gran labor de prevención e implicación de las autoridades del momento. De alguna manera, se adelantaron a la época de la medicina de carácter social del siglo XX. En todos esos años de ejercicio tuvo que atender dos graves oleadas del cólera, además de los continuos brotes de otras enfermedades infecciosas y epidémicas (tifus, brotes maláricos, fiebres tercianas, viruela, tuberculosis, etc.). El cólera ya había hecho estragos en Albacete en 1834 y 1855, pero fueron los años 1865 y 1885 los que más mortalidad produjeron y en los que más destacó la intervención de Elías Navarro para evitar la propagación, llegando él mismo a contraer la enfermedad. En 1865, al tener noticia de un primer caso de cólera en la pedanía de El Salobral, se trasladó allí para atender a la población y para evitar su propagación a la ciudad, teniendo que cuidar al tiempo de los lazaretos instalados en la ciudad. Su trabajo se vio recompensado al serle concedida la Cruz de las Epidemias por reunir las condiciones exigidas por la RO de 1838.
En cuanto a las referidas medidas higienistas y de lucha contra la pobreza, Elías Navarro apostó también por la implantación de los avances médicos en la lucha microbiana, como es el caso de las vacunas. Especialmente, se preocupó por atajar la enfermedad que más mortalidad provocaba en el último cuarto del siglo XIX: la viruela. Instó al Ayuntamiento a llevar a cabo una campaña de vacunación gratuita para familias pobres y mantuvo contactos con el Instituto Médico de Vacunación de Valencia, institución en la vanguardia de la vacunación antivariólica, para que le proporcionaran dosis de la linfa-vacuna. Tras un brote de tifus en 1868/69, en el que murieron su esposa y su compañero médico, Octaviano Griñán, puso todo el empeño por la creación de un centro local de vacunas infantil y juvenil. La cesantía como médico-cirujano municipal entre los años 1876 y 1881, debida a los cambios políticos del momento y a su ideario republicano, impidieron la puesta en funcionamiento del centro de vacunación.
En su vida profesional también habría que destacar otros servicios especiales prestados a la administración. Así pues, ocupó los puestos de facultativo forense del Partido judicial de Albacete, subdelegado de Medicina y Cirugía, vocal de la Junta Provincial y Local de Beneficencia, vocal de cárceles e Inspector sanitario. Por otro lado, Elías Navarro destacó también por la defensa del estatuto de la clase médica, que acabaría con la creación de la primera entidad colegial en Albacete en el año 1895. A imitación del Colegio de Médicos de Madrid, nacido en 1893 de la mano del doctor Calleja, decano de la facultad de Medicina, Elías Navarro convocó a un grupo de médicos de la provincia que decidieron constituirse en Colegio de Médicos. El alcalde de Albacete, médico de profesión, accedió a ceder un local en las dependencias municipales, donde empezaría muy pronto su actividad divulgativa. Las conferencias organizadas por el recién creado Colegio de Médicos en la sede de los notarios o en los salones de la Diputación tuvieron desde el principio una gran acogida.
Una vez jubilado, y teniendo tiempo para escribir, podemos conocer mejor el modelo médico que proponía, basado en el desarrollo de las políticas de higiene y en la incorporación de los nuevos avances médicos sobre los agentes infecciosos, a través de sus escritos y artículos de prensa. Escribió la «Memoria sobre la epidemia de cólera sufrida en Pozo Cañada en 1890», en la que describe las causas de la expansión de la enfermedad y las formas de atajarlas y «Apuntes para la topografía médica de Albacete», que, ante su extraordinaria acogida, fue impresa por el Ayuntamiento para su distribución entre los profesionales. Numerosas publicaciones y revistas de ámbito nacional se hicieron eco de estos «Apuntes de Topografía Médica» por la importancia dada a las condiciones ambientales para afrontar la atención a la salud.
Biografía extraída por Miguel Lucas Picazo del libro de José Manuel Almendros Toledo (2017), Elías Navarro Sabater: una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX, Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel», Excma. Diputación de Albacete, Serie I, Estudios, Número 235.