escribano-perez
Mercedes Escribano Pérez
Valdeganga (Cuenca).
1888 -
Madrid.
1958.
Profesora de Magisterio, Pedagoga y Escritora.

Mercedes nació en 1888 en Valdeganga (Cuenca) donde su padre, natural de San Lorenzo de la Parrilla, ejercía de médico en el balneario de aguas termales. Durante su infancia alternó su residencia entre este pueblo y Cuenca, donde asistió a las Escuelas Palafox; hasta que quedó huérfana por la muerte de su madre y la ingresaron en un internado de las mercedarias de Madrid. En esta ciudad realizo sus estudios en la Escuela Superior de Magisterio donde entabló relación con Carmen de Burgos, amiga y prologuista de una de sus obras. Seguramente también asistiría a las tertulias de los miércoles que Colombine (el seudónimo más popular de Carmen de Burgos) tenía en su casa. Tertulias a las que asistían los escritores más importantes de la época: su compañero sentimental Ramón Gómez de la Serna, Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez, etc. 

Mercedes se casó con un compañero de estudios de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, Vicente Aranda. Obtuvo el título equivalente al de licenciatura en Pedagogía, a la vez que su marido, que sería después inspector de enseñanza primaria, y de quien Mercedes fue compañera de promoción entre 1911 y 1914. Su vocación le habría llevado a estudiar Medicina, pero, como las tres autoras seleccionadas por Julia Varela, tuvo que enfrentarse a la oposición familiar, en este caso, la de su propio padre, hombre de izquierdas, original y aventurero, pero reticente a que su única hija pudiera seguir sus pasos y afrontar libremente su propia vida. Para cumplir el objetivo de matricularse en la universidad, tuvo que posponer sus planes y dedicarse un par de años a hacer de mujer de su casa y ama de llaves en las sucesivas viviendas de su padre, médico rural viudo que cambiaba frecuentemente de destino. Los planes del padre, como comenta en sus memorias, eran casarla con uno de sus pretendientes, pero ella se negó, aduciendo que lo suyo era seguir estudios superiores, que tuvo que sufragarse ella misma y que empezó cuando tenía 19 años. 

En 1915 consiguió trabajo en Burgos como profesora de Geografía e Historia en la Escuela Normal Superior de Maestras, de la que fue directora. 

Cinco años después, pudo venirse a vivir a Cuenca, a su casa de la plaza de El Jardincillo, al conseguir la plaza de profesora numeraria de Lengua Castellana y Literatura en la Escuela Normal Superior de Maestras; más tarde será catedrática de Geografía e Historia y directora de la Escuela. Durante la guerra permaneció en Cuenca y una vez terminada, su marido y ella fueron inhabilitados para el ejercicio de la enseñanza por la dictadura de Franco y sancionados con suspensión de empleo y sueldo, más la prohibición de ejercer de cargos directivos y de confianza.  

En 1942, una vez resuelto el expediente de depuración, tuvo que dejar Cuenca, por traslado forzoso a Ciudad Real, donde trabajó en la Escuela de Magisterio hasta que se jubiló en 1957. Murió al año siguiente, 1958, en Madrid. 

Sus ideas renovadoras de la enseñanza y de la formación de la mujer la impulsaron a escribir artículos en la prensa, tanto en Cuenca como más tarde en Ciudad Real, que firmó, en ocasiones, con el seudónimo de Una Mujer. 

Durante la II República colaboró con una revista titulada La opinión, en una sección denominada “Obligaciones de las mujeres”, en la que publicó una serie de artículos que tratan diversos temas: Sinceridad, Caridad, la falsa caridad femenina, la educación de los hijos y, en otro número, la de las hijas, la condición social de la mujer, etc. (Muñoz, p. 106-107) 

En el mismo periódico conservador, escribió otros artículos de psicología y pedagogía, sobre los premios y castigos, el valor sicológico de las colonias escolares, etc. También aparecieron por entonces algunos de sus cuentos, en los que muestra el trabajo femenino fuera del hogar como una liberación para la mujer. 

Además del seudónimo que utiliza en algunas publicaciones, otra manera bajo la que esconde la autoría de sus escritos es firmarlas con dos letras, M.A, las iniciales de su nombre, Mercedes, y el apellido de su marido, Aranda. Con estas siglas firma en La Razón, periódico fundado y dirigido por Fanjul y en la revista Magister. Después la acusaron de haber escrito un artículo Los niños de Rusia, publicado en esta revista, que perteneció al sindicato de enseñanza. En su pliego de descargos para su depuración, dice que le interesaba la reforma y mejoramiento de la enseñanza y que solo con ese fin colaboró en todas las revistas existentes en Cuenca en aquellos años. (MUÑOZ p. 87) 

Dejó algunas obras inéditas, como sus dos tomos de Poesía, así como numerosas narraciones y cuentos infantiles y una novela corta titulada Candelaria, la historia de una maestra rural, que termina en aquel pueblo, embarazada del marido republicano que ha sido asesinado.  

En la novela se denuncian abusos y robos de gente de ambos bandos durante la guerra, pero deja claro que han sido los que se han sublevado contra el Gobierno legal de la República los causantes de que se desencadenara el conflicto bélico. 

Esta novela epistolar, según su biógrafa Carmen Muñoz, es el más autobiográfico de sus escritos. En la primera parte refleja su experiencia docente y su preocupación por el aprendizaje y la salud de los niños. Al final de la novela, la narradora protagonista ve que la amiga a quien iban dirigidas las cartas, es ya una extraña para ella y no las envía. La guerra ha separado a las dos amigas.    

También señalan las fuentes su participación en cursos de perfeccionamiento de los maestros, conferencias, seminarios y en la famosa Semana Pedagógica de Cuenca, de 1932, tan importante para la reforma educativa de la II República. Además, dirigió el ropero infantil de la Escuela Normal de Cuenca, en el que facilitaban ayuda a los alumnos sin recursos, y puso en marcha el programa “La Gota de Leche” en la provincia. Institución que daba leche y papillas a los recién nacidos. También aconsejaban a las madres para que amamantaran a sus hijos, siempre que fuera posible, y les enseñar a mantener una higiene y alimentación adecuadas.  

La actividad pedagógica de Mercedes se inscribe en el movimiento de renovación pedagógica, que cambia el viejo sistema de enseñanza memorística por métodos más activos que dan protagonismo al alumnado, siguiendo los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Estos nuevos métodos fueron impulsados en Cuenca por Rodolfo Llopis, catedrático de Geografía e Historia en la Escuela de Magisterio, que después sería nombrado director general de Enseñanza Primaria. De Rodolfo Llopis, algún artículo biográfico cuenta que en sus primeros años de docente en nuestra ciudad, viajaba a Madrid con frecuencia a conversar, o a consolarse, con su maestro y mentor Manuel Bartolomé Cossío. Ante su queja de la falta de colaboración y la estrechez de miras que encuentra en su trabajo al implantar nuevos métodos, el maestro le hace ver la necesidad de renovar los esfuerzos y quedarse en Cuenca hasta que dieran fruto. Cosa que ocurrió, como vemos si consideramos el trabajo de Mercedes Escribano, compañera de trabajo en el mismo centro que Llopis durante algunos años, su marido Vicente Aranda, las hermanas González Blanco y tantas otras personas dedicadas a la educación que implantaron los nuevos métodos pedagógicos en sus clases. 

Mercedes fue una de las organizadoras de aquella Primera Semana Pedagógica Conquense, en la que participaron destacados pedagogos de la Institución Libre de Enseñanza, procedentes de Madrid y de diversos lugares de la geografía española. Fue inaugurada por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, con un discurso del que se hicieron eco los periódicos conquenses. Según la biógrafa Carmen Muñoz, a Mercedes Escribano se la reconoce y aplaude por la utilización que hace de diapositivas en sus tareas pedagógicas, práctica muy novedosa en el momento.  

Esta investigadora en un artículo para una revista científica de educación aporta valiosos datos biográficos sobre la que fue su abuela, dice:

“Durante todos estos años, compartió su trabajo profesional con la casa (fue madre de cinco hijos), si bien en este segundo aspecto delegó a menudo en su cuñada y su suegra, con lo cual sacó un buen partido de una situación familiar que, aunque bien aceptada, le venía en cierto modo impuesta. Las dos mujeres, que se dedicaban a tareas tradicionales, hicieron de la casa su república, como dijo Luis Vives, mientras ella se refugiaba en su estudio, en el que preparaba sus clases, redactaba los Apuntes de Historia, que fueron varias veces reeditados y que desgraciadamente se han perdido, y trabajaba en el nuevo plan de formación de los docentes primarios, uno de los pilares más firmes de la República.” (FEMINISMO Y LIBERTAD,  2013, pág. 3) 

Con el riesgo de sobrepasarme en las citas, me hago eco de las conclusiones con las que cierra su estudio María Dolores Avia, en la obra citada anteriormente, por considerarla muy descriptiva de la personalidad de esta escritora conquense que sufrió la doble discriminación por el hecho de ser mujer, primero por los obstáculos que le puso su padre a seguir su vocación. Como era propio de las hijas de entonces, priorizó los cuidados familiares, atender al padre, a realizar una carrera y formarse en el extranjero. Cuando pudo liberarse de esta circunstancia familiar por la muerte del padre, fue la presencia del marido la que invisibilizó la suya, aunque ambos tenían la misma categoría profesional, era él el que gozaba de mayor prestigio social.

“Vemos, pues, un caso más de mujer singular que, frente a las pautas frecuentes entre sus contemporáneas, se esforzó por realizar sus deseos de autonomía y crecimiento personal, llevando a cabo un trabajo intelectual riguroso que, si bien limitado a un ámbito local, ejerció una amplia influencia en ámbitos profesionales. Al igual que las tres mujeres analizadas por Varela, también ella quedó frecuentemente «invisibilizada», en este caso, por la fuerte personalidad de su marido, que recibió más reconocimiento, aunque con frecuencia su trabajo fuera fruto del esfuerzo de ambos. No queda constancia, en cambio, de que, frente a las tres otras mujeres, Mercedes Escribano formara parte de redes femeninas que de alguna manera la ayudaran en su esfuerzo. Si las hubo, sus escritos no las reflejan. (FEMINISMO Y LIBERTAD … 2013, pág 5) 

Estoy completamente de acuerdo con esta cita, sin embargo, creo conveniente hacer alguna puntualización a la última frase. Sí que hubo una red femenina que ayudó a Mercedes Escribano en su esfuerzo. Como esta misma autora ha señalado antes, a no ser por la ayuda prestada en la casa familiar por la suegra y la cuñada que se ocupaban de las tareas del hogar, ella no hubiera podido retirarse a escribir a su estudio. Fue la solidaridad de estas mujeres de la familia lo que la liberó de las tareas domésticas y la ayudó en la crianza de sus cinco hijos. 

Tanto Carmen Muñoz, biógrafa de Mercedes, como esta investigadora, lamentan que fuese invisibilizada por la fama de su marido, inspector de enseñanza. Juntos impulsaron las colonias infantiles, excursiones, y demás innovaciones en la enseñanza. También que el trabajo de ambos, su influencia en la educación conquense, no haya recibido la importancia que merece. Tampoco los escritos de Mercedes. Sólo recientemente, ha sido recopilada y publicada su obra literaria, formada por una novela y los cuentos y los poemas para niños y adultos señalados más arriba

“Vemos, pues, un caso más de mujer singular que, frente a las pautas frecuentes entre sus contemporáneas, se esforzó por realizar sus deseos de autonomía y crecimiento personal, llevando a cabo un trabajo intelectual riguroso que, si bien limitado a un ámbito local, ejerció una amplia influencia en ámbitos profesionales”. (Muñoz Olivares, 2008). 

Como Carmen de Burgos, y tantísimas mujeres enseñantes que ha estudiado Teresa Marín Eced, Mercedes Escribano obtuvo una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, organismo dependiente de la ILE. También la obtendrán otras docentes conquenses: Juliana Izquierdo, de Las Pedroñeras; de Huete, Carmen Abela; de Cuenca capital, las hermanas Asunción y Dolores González Blanco; también de Cuenca, aunque afincada en Madrid, Magdalena Santiago, que no se pudo ir por tener que cuidad de su padre.  

La novela inédita, y muchos de sus cuentos y poesías, pueden leerse en la antología de sus textos editada por Carmen Muñoz. Entre los cuentos de escenarios conquenses están La torca del lobo, El lobo de los Palancares, La casa de la calle del Colmillo y Elegía retrógrada sentimental (el tren cuenca Valencia), este último de 1947. 

Entre las obras de Mercedes Escribano, Carmen Muñoz Olivares señala, además de las anteriores, las siguientes: Apuntes de Historia, 1931 (2.ª ed.); “Prólogo”, a A. Martínez de Castro, La Sierra. Un ensayo de geografía general, t. I, Cuenca, Imprenta Comercial, 1933 (col. Publicaciones de la Clase de Geografía de la Escuela Normal de Magisterio Primario de Cuenca); con V. Aranda Rubiales, Sol de aldea, Barcelona, Editorial Montserrat, 1935; Candelaria, maestra rural, 1940, novela (inéd.) y Metodología de la Historia, s. l., s. f. (inéd.);  

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