Perito agrícola, se distinguió también en el Albacete de su juventud como periodista y escritor. Fue uno de los alumnos de la efímera Escuela de Peritos Agrícolas de Albacete, creada por Tesifonte Gallego y luego ingresó por oposición en el Servicio Agronómico Nacional, siendo inspector de la exportación de agrios, “tarea que -según recordaba José Prat a raíz de su muerte (“Así era Esteban Martínez Hervás”, La Verdad, edic. de Albacete, 16.1.1990)- contribuyó no poco a reforzar el viejo prestigio europeo de las naranjas valencianas”. Fue director de La Tierra, órgano de la Confederación Nacional de Peritos Agrícolas, publicado entre 1920 y 1921.
Por esa época se le recuerda como escritor infatigable, autor de novelas y dramas de “estilo original y fondo revolucionario”, la mayor parte inéditos. No obstante llegó a publicar Sócrates. Drama histórico. Teatro irrepresentable (Madrid, Imprenta Clásica española, 1921), en una serie titulada “Nuevo teatro de lectura”, y por tanto demasiado intelectual, para minorías, casi irrepresentable por demasiado denso y filosófico. En el mismo tomo se publicó su Idearium teatral, fragmentos de una conferencia en el Ateneo de Madrid (1921) y se anunciaba la publicación “en breve” de otros libros: El Mesías, Costa, Tolstoy, Espartaco y Nepotismo.
Como orador político, según parece, era demasiado farragoso y profundo, llegando a cansar a sus oyentes. En mi etapa de recopilación de datos para mi Diccionario de Escritores de Albacete, en los años 70, algunos de mis informadores aún recordaban la pesadez de sus intervenciones en los mítines. Quizá por ello ensujuventudtuvopocopredicamentopolíticoenAlbacete, trasladándosea Madrid para intentar alcanzarmejoresresultados en las altas esferasde su partido,lo que como veremos, llegó a conseguir plenamente.
Enel periódico albacetense La Lucha del 4 de marzo de 1921 se le hacía la siguiente semblanza, firmada por R. B. Martínez González:
“¿Quién no conoce a Martínez Hervás en Albacete? Por su nombre muchos tal vez; por su figura muy pocos. Hervás es ese tipo bohemio y exótico que pasa, acompañado de una caterva de estudiantes, y a quien n onos atrevemo sa mirar cara a cara, por el aspecto siniestro qu ele comunican sus barbas repugnantes…
Escritor infatigable, es autor de un buen número de novelas y dramas inéditos, de original estilo y fondo revolucionario. Las ideas que en ellos vierte hace tiempo las tiene metidas en los tuétanos. Las dos mayores alegrías de su vida serían que le estrenasen un drama en Madrid y estrangular a un guardia municipal. Mas no creáis, por esto último, que es un bravo. Al contrario; es uno de esos hombres que pudiéramos llamar mansos. Es inútil tratar de convencerle de que afeitándose con más frecuencia, tal vez ganaría más consideración que dando conferencias en los Ateneos. Las conversaciones corrientes de amigos y compañeros le son completamente insoportables. Es un desahuciado del ordinario ambiente social y firmemente convencido de ello lucha, titánicaente, por escalar las cumbres de la gloria, antes de ser aplastado por las plagas de la llanura.
Recientemente ha dado unas conferencias en el Ateneo de Madrid que, según la prensa, merecieron unánimes elogios. También acaba de ver la luz el primer libro de una serie titulada “Nuevo teatro de lectura” y sus ejemplares se hallan expuestos en las principales librerías de América latina, París, Madrid y provincias y en ésta en los escaparates de ‘El Boulevard’. Respecto a su obra, nada he de decir; pero, por un extraño fenómeno, mientras lo leo, lo mismo que las páginas, se ponen ante mis ojos sus barbas indecorosas y el aspecto antiestético que comunican al autor me predispone poco a favor del libro.
Y por último: yo no sé decirte lector si Hervás es un gran hombre, o simplemente, un hombre vulgar, tal vez trastornado, como la mayoría de los literatos por vocación irresistible, por una perjudicial alimentación.”
En el mismo tomo que el drama Sócrates, y como introducción al mismo, se publicó también Idearium teatral, fragmentos de la conferencia dada por Martínez Hervás en el Ateneo de Madrid en la tarde del 7 de febrero de 1921. En el mismo trabajo se define la personalidad teatral de su autor. Se queja un tanto del público de su época, que “acoge ciertas clases de Teatro, en el que sólo hay unas palabras que, haciendo retruécano, producen chiste; es decir, un arte propio como la desconfianza de esos seres inferiores y primitivos…” Mas a qué perder el tiempo -prosigue- “combatiendo lo que ello por sí sólo se desmoronará; bien que aún no le ha sonado su hora. Y es que hay tantos seres que no han podido emanciparse de su propia inferioridad biológica, que por fuerza y necesariamente tiene que existir hoy ese teatro primitivo. El hombre, sólo es hombre, en mi sentir, cuando piensa, cuando su cerebro razona y discierne: en los demás casos, es un ser zoológico del más próximo parentesco al mono; es la animalidad sobre dos pies”.
Ni que decir tiene que con esta forma de pensar, el teatro que hacía en su juventud Esteban Martínez Hervás tenía que ser un teatro intelectual, para un público de minorías, y no para el de su tiempo. Así decía: “Escribir para unos siglos después, no es cosa, lo reconozco, que seduzca mucho al artista como hombre; pero hora es ya de que el autor se emancipe de su propia tiranía y escriba por arte, resulte lo que resultare para él, como hombre.”
Para esa forma teatral que él preconiza, es casi imposible lograr la representación en un escenario: ni sería del gusto del público, ni ningún empresario teatral de su tiempo se arriesgaría a montar una obra de estas características. No obstante, estas obras “se pueden salvar con seguridad, para la minoría comprensiva -dice-, mediante el Teatro de lectura. Teatro de lectura se llama comúnmente al formado por aquellas obras que el público, aun no comprendiéndolas, respeta… La celeridad del pensamiento, tan agudo y tan certero, sea tal vez la causa de que los espectadores no tengan tiempo de comprenderlo, porque el diálogo es de rápido cambiante y digan que es mucha filosofía. Pero con la obra, en su lectura, no caben subterfugios: allí hay tiempo, soledad propicia, meditaciones sin fin, y la pureza literaria obra de una manera rara, concluyente y definitiva; moldeando, grabando en el sentir los sutiles pensamientos grandes, las acciones magnánimas, las tragedias de este infierno de la vida y los hondos interrogantes del misterio. Hagamos pensar (no tomando esa palabra en su vulgar acepción), que esto es mejor que el llorar y que el reír”.
Al ingresar en el Partido Socialista, -recuerda José Prat en el artículo anteriormente citado-, ayudó mucho al admirable adalid obrero Lucio Martínez Gil a la creación y organización de la Federación de Trabajadores de la Tierra, que fue la más numerosa de la Unión General de Trabajadores. Martínez Hervás se convirtió, pues, en una figura muy importante a nivel nacional del Partido Socialista y de la UGT y ayudó a su comprovinciano José Prat a escalar también representación a nivel nacional, presentándolo con todos los honores en las principales organizaciones socialistas: la Sociedad de Oficios Varios y la Agrupación Socialista Madrileña, proponiéndolo para la asesoría jurídica de la Federación de Trabajadores de la Tierra.
Durante la República participó en la vida política de su ciudad natal, siendo diputado a Cortes por el Partido Socialista, junto con José Prat, tras las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Al iniciarse la discrepancia interna dentro del grupo parlamentario socialista entre “maximalistas” y “reformistas” -sigue diciendo José Prat- “dimitieron Besteiro y Trifón Gómez de la Ejecutiva de la Unión General de Trabajadores; Lucio Martínez Gil y Esteban Martínez Hervás lo hicieron de la Secretaría General y de la Presidencia de la Federación de la Tierra. Yo renuncié a la Asesoría Jurídica de ésta”.
José Prat recordaba también, a raíz de todo esto, una anécdota parlamentaria de Esteban Martínez Hervás: “Tuvimos una sesión muy tensa en las Cortes del 33, avanzado ya el año 34, en la que se encargó a Prieto llevara la voz de la minoría en la crítica al Gobierno Lerroux. Cuando ya nos levantábamos, terminada la reunión, pidió Prieto que se le autorizara para declarar que se apelaría a la revolución de continuar la política de retroceso de aquel Gobierno. Quedamos todos desconcertados dada la importancia del asunto, cuando ya no había tiempo de discutir. Sólo reaccionó Martínez Hervás, que gritó la frase: “¡Con mi voto en contra!” Recuerdo este hecho por acentuar la actitud resuelta y previsora que adoptó Hervás en aquellos momentos.”
Aunque no llegó a obtener escaño parlamentario en las elecciones del Frente Popular de 1936, durante la guerra civil se distinguió rápidamente en acciones muy valiosas para la defensa de la República, siendo la más urgente la creación de Batallones de Voluntarios en la provincia de Albacete en noviembre de 1936. Llegó a ocupar cargos importantes en el Gobierno republicano. Siendo Negrín ministro lo designó como director de la Caja de Reparaciones, creada para atender los daños, sobre todo personales, causados por la guerra. Posteriormente, siendo ya Negrín presidente del Consejo de Ministros y José Prat Subsecretario de la Presidencia, lo designaron consecutivamente como director general en dos Ministerios distintos, entre ellos el de Comercio (1937).
Exiliado en Francia primeramente, se le obligó a residir en la villa de Melun, cosa que le disgustaba, haciendo frecuentes viajes de incógnito a París, sin más disfraz que unas gafas oscuras y a punto de ser detenido. El murciano Mariano Ruiz Funes, que aún era reconocido en Bruselas como embajador de la República, a instancias de José Prat, le facilitó el viaje a Bélgica. Tanto en este país como en Francia, se distinguió como combatiente de la resistencia durante la guerra mundial y después fue profesor de español en uno de los Liceos de la capital francesa. En París, según José Prat, intervino en 1945 en la reconstrucción de las organizaciones socialistas españolas. No regresó nunca a España, ni siquiera después de la muerte de Franco, falleciendo en Fresnes, Francia, en 1989.