Ezequiel Martín Martín, uno de los dos arquitectos fundadores —junto con Juan García Ramírez— de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, suele ser recordado por proyectos como el edificio del Café Español (Plaza de Zocodover) o el Ayuntamiento de Mora. No obstante, su seña de identidad fueron las escuelas rurales, de las que diseñó un amplísimo conjunto diseminado a lo largo de toda la provincia, entre ellas las de Talavera de la Reina (Escuela de Párvulos, 1884), Escalonilla (1886-1889), Sonseca (1890), Las Ventas con Peña Aguilera (1907) —por cuyo trabajo no cobró, ya que era natural de este municipio de los Montes de Toledo—, Alcaudete de la Jara (1908) y Los Navalucillos (1909). A éstas habría que añadir el desvirtuado proyecto para grupo escolar en la Vega Baja, actual cuartel de la Policía Municipal.
Arquitecto por la Escuela de Madrid desde el 7 de junio de 1880, Ezequiel Martín Martín se vinculó tempranamente a la Diputación de Toledo. Arquitecto provincial interino hasta 1882, y arquitecto provincial con plaza en propiedad desde junio de 1883, fue el responsable del diseño y la supervisión de centenares de proyectos arquitectónicos a lo largo de casi medio siglo de profesión.
Además de las escuelas, también trazó los edificios de varios ayuntamientos, como los de Sonseca (1892-1894), Torralba de Oropesa (1901, por 6.000 pesetas) y Mora, edificio historicista cuyos planos diseñó en 1921, con más de setenta años de edad, y que se haría realidad, aunque con ciertas diferencias, algunos años más tarde. La antigua cárcel de Illescas (1887) y el nuevo matadero de La Puebla de Don Fadrique (1915) fueron otros de sus proyectos como técnico provincial. En febrero de 1889, tras el cese del importante arquitecto quintanareño Agustín Ortiz de Villajos, Ezequiel Martín se encargó durante varios años de finalizar las obras del Palacio de la Diputación.
Sus muchos cometidos en la provincia —no sólo el diseño de nuevos edificios, sino también numerosos peritajes, obras hidráulicas e infraestructuras— fueron recogidos por la prensa de la época. No sólo la local, que dio fe de actuaciones como su participación en el proyecto de traída de aguas a Toledo en 1898 (con el arquitecto municipal, José Ramón Ortiz, y los ingenieros Fernando G. Miranda y Ramón Rodríguez) o la supervisión del salón-teatro y otros edificios de Torrijos en 1909, sino también la madrileña, quien destacó su labor al frente de la demolición de numerosas viviendas en Consuegra como consecuencia de las inundaciones de 1891. Entre sus actuaciones urbanísticas es posible mencionar un plan de reforma de edificios para Fuensalida (1915) y la alineación y ensanche del acceso a Valmojado (1916). Escribió en varias ocasiones en la Revista de la Sociedad Central de Arquitectos, denunciando en 1894 la injerencia del ingeniero-jefe provincial en la construcción de un centenar de viviendas en Villacañas.
Desde los primeros años de su actividad profesional destacó su interés por la cultura. En 1889, junto a Manuel Tovar, instaló en la Capilla de San Jerónimo del Convento de las Concepcionistas el Arco de los Pavones, recientemente desmontado del llamado «Palacio del rey Don Pedro». Su actividad al servicio de la Comisión de Monumentos, de la que se convertiría en vicepresidente en 1919, fue muy importante. Ezequiel Martín dirigió los trabajos de restauración del Cristo de la Luz en 1899 (momento en que la antigua ermita fue declarada monumento nacional) y trazó un plano topográfico de las excavaciones del Cerro del Bú en 1905. Al año siguiente fue vocal de la junta inspectora de las obras de reparación y reforma del Hospital de Santa Cruz, destinado a biblioteca y museo dependientes del Ministerio de Educación Pública. En 1908 disertó en la Casa de Mesa sobre el riesgo de hundimiento del Puente de Alcántara debido a la tubería de Santa Ana. Fruto de sus intervenciones en espacios históricos, como la Casa del Conde Esteban (en donde apareció una excepcional viga mudéjar) o la Vega Baja (en donde rescató una sepultura hebrea que a finales de los años veinte adquirió el Estado por 2.000 pesetas, con destino al Museo Arqueológico de Toledo), aparecieron importantes restos arqueológicos.
Además de arquitecto provincial, Ezequiel Martín fue arquitecto municipal interino (en 1898, tras la dimisión de José Ramón Ortiz) y también arquitecto diocesano por designación real (1905), colaborando con García Ramírez en la renovación de las cubiertas de la Catedral. En Toledo realizaría destacadas obras, entre ellas el edificio del Café Español (1907), el actual cementerio (cuyos planos trazó en 1909, junto con el diseño de varios mausoleos particulares, algunos de ellos diseñados para el camposanto anterior, como el de la familia Esquivel-Minaya) y el grupo escolar para la Vega Baja (1914), proyecto de «azarosa historia» sobre el cual ha escrito Rafael del Cerro Malagón. En 1910 presupuestó en la enorme cantidad de 600.000 pesetas la construcción de un nuevo hospital que sustituyese al de la Misericordia, proponiéndose como alternativas para su edificación los cerros de San Blas (donde hoy se encuentra la Academia de Infantería) o los alrededores de la Plaza de Toros y la carretera de Madrid. Este proyecto no se llevó a cabo. Otro de los edificios que contribuyó a reformar fue el Casino, encargándose en 1920 de la dirección de obras a partir del nuevo proyecto de Felipe Trigo. Más modestos fueron sus proyectos para la capilla de las Hermanitas de los Pobres (1894), un depósito de aguas en el Paseo del Carmen (1911), un almacén de regaliz junto a la Venta de la Estrella (1918) y «un bonito hotel ‘para obreros’ en la Vega Baja», en el entorno del Circo Romano.
Ezequiel Martín participó en diferentes órganos locales, como las juntas de Instrucción pública (1902) y Protección de la infancia y represión de la mendicidad (1914), y el Consejo provincial de Agricultura y Ganadería (1917). Simultaneó sus responsabilidades con el trabajo como perito para la Sociedad de Seguros ‘La Toledana’ y la Cámara de la Propiedad Urbana.
Miembro de la Sociedad de Excursionistas Españoles desde finales del siglo XIX, en 1913 se convirtió en presidente de la junta que gestionaba la Plaza de Toros. En 1914 formó parte de la Comisión de Festejos organizada con motivo del centenario del Greco. Tras la fundación de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas se convirtió en su primer depositario-contador, adquiriendo un pequeño grupo de pinturas de Pedro Román durante la exposición artística organizada por esta institución en 1920. Residía en la Plaza de San Agustín, número 2. Caballero de la Orden de Carlos III, fue propuesto para recibir también la Orden Civil de Alfonso XII. Perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a las de Sevilla, Valencia y Cádiz.