Felipe García Coronado nace en Ciudad Real el 15 de febrero de 1902, en el seno de una familia de artesanos, ya que era hijo de un ebanista, y tanto él como sus hermanos siguieron la herencia artesanal de la familia. Su padre fue propietario de un taller situado en la calle del Carmen nº 8 de Ciudad Real, lugar en el que Felipe aprendió el manejo de las herramientas, aunque principalmente heredó su capacidad espacial. Además, la constancia de practicar con sus manos los materiales, que le lleva a dominar los elementos. En el año 1911, comienza su funcionamiento la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real, y Joaquín García Coronado -el padre de Felipe-, será profesor de Vaciado, lo que facilitará el comienzo del ejercicio de su capacidad creativa.
Comenzó a frecuentar la recién fundada Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real a los doce años, allí tuvo como maestro a su padre, y al director, Tomás Argüello. En ella tendrá la oportunidad de aprender a modelar reproduciendo modelos, según el magisterio propio de las Escuelas de Artes que se desarrollaban en España en aquella época. Ya en su niñez, tuvo contacto con Julio Antonio, escultor tarraconense que se desplazará a Almadén en varias ocasiones, ya que su padre era capataz de las minas. En uno de sus viajes a Ciudad Real tiene la posibilidad de compartir comida en casa de sus padres, y Felipe niño puede observar la pulsión creadora desde otro punto de vista que el familiar, algo que dejará huella en la obra del joven Felipe.
En el año 1920, con tan solo 18 años marcha a Madrid, allí conoce la escultura de Victorio Macho, y el ambiente de la Residencia de Estudiantes de Madrid, lo que posibilita que el joven desarrolle otra manera de ver y expresar el arte, ya fuera del calor paterno, en donde las cosas se comprenden y se asientan de una manera más artesana. Sin embargo, en Madrid, y con el influjo de otros artistas, el joven Felipe abre su mente a nuevas expectativas. Este será un año muy duro para él: por una parte, no puede matricularse en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, ya que el curso ya ha comenzado; además, debe trabajar para subsistir, y así entra a trabajar con un marmolista, de manera que apenas si le queda tiempo para poder relacionarse o crear, su propia obra. Por estos motivos el escultor sintió sus esperanzas frustradas, por lo que vuelve a Ciudad Real. Al año siguiente entra a trabajar en la Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real en calidad de Ayudante Meritorio de Dibujo Lineal, en primer lugar y después de Modelado.
Posteriormente, y gracias al interés de Carlos Vázquez, la Diputación de Ciudad Real le concede una beca de pensionado oficial para estudiar en Madrid. En esta ocasión tampoco hay registros de matriculación en la Academia de Bellas Artes.
En el año 1923, el Ayuntamiento de Ciudad Real convoca un concurso nacional para la erección de un monumento a Cervantes, por lo que el escultor decide volver a Ciudad Real y participar en este evento. A partir de este momento, comienza a documentarse sobre el Quijote, la novela de Cervantes pasa a ser su libro de cabecera, mientras comienza a concebir distintos personajes de la novela. De manera, que sin darse cuenta, el escultor, ha ido caminando y experimentando por un estudio psicológico del carácter de Castilla, de sus personajes; así, realizó once bustos, entre 1924 y 1925: Sancho, Ginesillo, Maritornes, Sanchica, el cura, el boyero, el ventero, el barbero, el Ama, y la sobrina.
En 1925 se realiza el Monumento a José María de la Fuente, que el Ayuntamiento de Pozuelo de Calatrava dedicó, al ilustre entomólogo, en el cementerio de la capital ciudadrealeña. El diario Vida Manchega (Ciudad Real, 6-2-1925) adelanta el éxito del escultor: “Felipe García Coronado, camina a pasos agigantados a conquistar la gloria, y este monumento funerario es una de las obras que le servirán de escabel para el logro de sus legítimas aspiraciones…”.
En 1924, realiza el Monumento a Cervantes, aunque la obra no se inaugura hasta 1927. La obra consta de un basamento en el que se presentan cuatro relieves en piedra, cada uno de ellos narrando un episodio de las aventuras del Quijote, así como de la Batalla de Lepanto. Sobre este basamento se encuentra la figura tallada en bronce de Cervantes.
En esa época realiza también numerosos retratos, muchos de los cuales se han perdido habiendo sido modelados en barro y conservados casi siempre en escayola. De los que parecen responder al año 1927 nos queda el de su amigo Fernando Martínez, en yeso; en piedra berroqueña el de Alejandro Colás, el padre de su amigo Francisco, y la fotografía del retrato de otro personaje desconocido que, por sus rasgos, podría ser el pintor Norberto Beberide.
A partir de este momento, encontramos una evolución en la obra de Felipe García Coronado. De esta manera podemos apreciar una cabeza de Cristo, en la que el escultor está enormemente influenciado por el modernismo tardío de Mestrovich. También lo apreciamos en la figura de Zaratustra y en el fauno.
De nuevo recibe una beca, en este caso para viajar, -junto con su amigo Alfredo Palmero-, a Francia e Italia. En París frecuenta lugares de artista, escritores, periodistas, etcétera. Conoce museos, palacios, los artistas franceses. Más adelante, pondrán rumbo a Italia, en donde el mundo de la percepción invade su universo. Sin embargo, la vida bohemia conjuga muy mal en sus relaciones personales con su novia, que le insta a sentar la cabeza y casarse, lo que supone la ruptura con ella y el consiguiente periodo de crisis.
Una vez superada la crisis emocional, el Quijote vuelve a ser su inspiración. Realiza la obra La ternura de Sancho, así como El Minero, poco a poco retoma su entusiasmo, y vuelve a Madrid. Allí frecuentará el ambiente artístico, incluso trabajará en un monumento homenaje a la Cultura, proyecto que no verá su realización.
En el 1928, conoce a Edward Roosenvelt, le hace un retrato, y este le anima para realizar una gran exposición en París, que el mismo Roosenvelt le gestionaría. El retrato nunca pudo realizarse debido a la temprana muerte del artista.
En 1932 aborda el encargo del busto de Julián Besteiro, entonces presidente del Congreso de los Diputados. Gobierno. Un proyecto que le llena de inquietud, ya que el modelado en barro lo tiene que realizar en el Congreso, aunque poco a poco se va sintiendo más cómodo, ya que el presidente es un hombre afable. En este mismo año Felipe García Coronado, en Almodóvar del Campo, realiza un obelisco con un medallón de san Juan de Ávila.
Sus últimos años los pasa entre Madrid y Ciudad Real. Son años convulsos políticamente hablando, que también se refleja en el caminar del escultor. Una enfermedad de estómago hace que cada vez esté peor. Sus últimas obras: un Corazón de Jesús que le encarga el párroco de Manzanares; algunos retratos –entre 1934-1935–, entre los que destaca, el de la esposa de su amigo Francisco Colás –Natividad Torregruesa–; principalmente, en estos años, trabaja las obras que se expondrían en París, que son: Rapto de Perséfone, el relieve Sancho, hueles y no a ámbar; Don Quijote leyendo un libro, Don Quijote en la barca, todas ellas realizadas en talla directa en madera de una sola pieza.
En 1935 se presenta al concurso convocado en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), para erigir un monumento al beato Juan de Ávila. Felipe García Coronado gana el concurso, sin embargo, el monumento se perderá, ya que -emplazado en el centro de la plaza del pueblo- entorpecía en las corridas de toros que allí se celebraban.
El escultor trabaja hasta julio de 1936 -momento en el que estalla la Guerra Civil-, ya que la enfermedad que padece no le permite continuar.
Indudablemente el artista nace y se hace. La habilidad manual, el creativo la va adquiriendo, sobre todo con el trabajo, primero en el taller de su padre, y más adelante con su propio trabajo. No obstante, siempre existió una capacidad que el artista va desarrollando según las elecciones y decisiones que va tomando, las que le van modelando poco a poco. Felipe García Coronado es un escultor figurativo de principios de siglo, nunca abandonó la figuración, aunque supo dejarse influir por otros escultores, evolucionando hacia una expresión más libre y expresionista.