Nació Félix Badillo Rodrigo en Sigüenza (Guadalajara) en 1848. No está muy clara la vinculación de la familia con la ciudad, puesto que los progenitores procedían de Torrecuadrada de Molina (Guadalajara), donde nació y murió el padre de nuestro hombre, don Juan Badillo y Forrontero; de acendradas creencias y espíritu tradicionalista, como se dijo después; carlista entonces, como lo fue su hijo, partidario del pretendiente Carlos de Borbón, autonombrado Carlos VII.
En Sigüenza tuvieron los Badillo un familiar clérigo conocido, con oficios en la catedral, al tiempo que un hermano de don Félix, don Segundo Badillo, tras su paso por el seminario seguntino terminó sus días como canónigo penitencial de la catedral de Segovia.
Lo cierto es que en Sigüenza no tardó en destacar, en el mundo del dibujo, la agilidad de Félix Badillo pasando, de Sigüenza, a Guadalajara, donde continuó dando pruebas de su arte.
En el Instituto provincial, su director, a la sazón don Víctor Sáez de Robles, Catedrático de Retórica, al no poder cerrar el curso de 1866 dando un premio extraordinario a nuestro genio, puesto que no lo contemplaban las normas, lo hizo figurar en la Memoria anual del Instituto, “para perpetua memoria y honra de dicho alumno, y para estímulo de sus compañeros, ya que no pueda concedérsela otra distinción…”.
De aquí marchará a Madrid, donde no tardará en destacar como retratista, regresando a Guadalajara, para participar en la Gran Exposición Provincial, que tendría lugar en los años finales de la década de 1870. Félix Badillo llegaría, cargado de honores, en el otoño de 1876, siendo ya un personaje conocido para el mundo de la cultura, pues era uno de los primeros retratistas de la revista entonces de moda en España, La Ilustración Española y Americana.
Muy poco tiempo hacía que don Alfonso XII estaba convertido en rey de las Españas, y todavía la sala principal de la Diputación Provincial de Guadalajara no contaba con la imagen de Su Majestad presidiendo sus actos.
Félix Badillo ya había dejado los rasgos de toda la familia real a través de sus retratos en la revista para la que entonces trabajaba, y desde la Diputación, aprovechando su presencia en la capital, se le llamó para hacerle el importante encargo de pintar al rey, de cuerpo entero.
El 30 de noviembre de aquel año, tras las discusiones previas, la Diputación provincial, de manera oficial, le hizo el encargo del retrato, se había aprobado en la sesión del día 7, y tras la aceptación salió de Guadalajara don Félix con 625 pesetas en el bolsillo, un adelanto para llevar a cabo la obra.
Entre tanto, llevó a cabo la ejecución de decenas, sino cientos, de retratos, para la Ilustración Española y para otros medios de prensa que, a falta de fotografías, se ilustraban con la pluma y el bolígrafo de genios como el seguntino Badillo, a quien acudían de cualquier parte del reino para ser retratados por su mano.
Uno de los retratos que más llamaron la atención, a la moda del tiempo, fue el que llevó a cabo de la difunta, sobre el lecho mortuorio, reina Mercedes, que ilustró los escaparates del Madrid en duelo por su reina muerta.
También llevó a cabo otro, el de don Adelardo López de Ayala, fundador y director de La Ilustración, que le fue regalado al propio rey de España, quien recibió en audiencia privada a Badillo el 30 de enero de 1880.
No hubo semana, desde 1870 hasta el final de sus días en la que, en La Ilustración, no apareciese alguna obra firmada por Badillo.
También lo hicieron en El Diario Médico, La Provincia y, sobre todo, La España Ilustrada, revista de la que fue cofundador y en la que recibió el encargo de llevar la sección artística.
Siguiendo los pasos paternos, Félix Badillo fue un tradicionalista, o carlista convencido. La España Ilustrada, la revista de su cofundación, se dedicaba a promocionar y ensalzar la figura de don Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono bajo los dichos títulos de Carlos VII, y Duque de Madrid, de la Alcarria y de Anjou, a quien retrató, junto a su familia en numerosas ocasiones.
El retrato de Alfonso XII para la Diputación llegaría a la ciudad en el mes de diciembre de 1877, siendo oficialmente recibido el día 18, acordando la primera institución provincial pagar a don Félix el final de la obra, tasada en 2.500 pesetas, más los gastos de porte y marco. Gastos que salieron de los fondos extraordinarios. Retrato que, al día de hoy, preside una de las salas del palacio provincial.
En el antedicho otoño de 1876, desde los últimos días de septiembre hasta los de noviembre, estuvo presente en Guadalajara una de las muestras más importantes que haya conocido la provincia a todos los niveles; desde la industria a la ciencia, la literatura o cualquiera de las artes, se dieron cita en la capital de la provincia, donde se celebró la “Exposición Provincial”, que atrajo la mirada no solo de los naturales de aquí, sino que también miraron hacia acá desde cualquier parte de España.
Pintores, escultores y literatos, al margen de industrias y otras actividades, llegaron para exponer sus obras en las salas abiertas del Palacio del Infantado y aledaños.
Debió de ser una gran muestra expositiva, ya que la prensa nacional, por completo, se ocupó de ella, e incluso a clausurar aquellas jornadas, acudió el propio rey de España, don Alfonso XII, acompañado de su hermana, la princesa de Asturias, doña Isabel de Borbón “La Chata”, a la sazón, Princesa de Asturias.
A ambos retrató la pluma inmortal del genial seguntino, don Félix Badillo y Rodrigo quien, para la ocasión se presentaba a Guadalajara y a los guadalajareños, a pesar de que ya era hombre conocido en el resto de España.
Don Félix Badillo, quien acudió a la exposición como tantos otros genios de la cultura provincial, presentaba en la muestra un retrato, al pincel y a la pluma, de don Antonio Alcalá Galiano, a la sazón gobernador civil de la provincia, a tamaño real que, por sus características, llamó la atención de cuantos tuvieron la dicha de contemplarlo.
Fue merecedor de una medalla de plata. La prensa, y los entendidos en el arte del dibujo, lo calificaron de genial, ante todo, “porque tiene las dos condiciones del retrato, el parecido y una excelente actitud”.
Badillo Rodrigo sería igualmente el encargado de diseñar los carteles alegóricos de la Feria, que aparecerían en la prensa nacional.
Compaginó, Félix Badillo, su trabajo para los medios de prensa con sus enseñanzas de dibujo. Personalmente, se encargó de dar clases, tras proponerse, y hacerlo sin salario, como profesor de dibujo en la Inclusa y el Hospicio de Madrid, dependientes de la Diputación madrileña.
Finalmente, se le puso salario mediada la década de 1880; continuando en el cargo hasta que, en el mes de agosto de 1895 se le encomendó una nueva empresa, la de ser profesor de dibujo en el Centro de Instrucción Comercial.
No disfrutó demasiado tiempo del nuevo empleo. Apenas un año después ya era historia. Su muerte tenía lugar en el mes de julio de 1896 y a su viuda, doña Petra Acevedo, tan sólo le quedaban el recuerdo del genio y la pequeña pensión de viudedad que, como profesor de la Inclusa y el Hospicio, le destinó la Diputación madrileña. Sus hijos, Félix y Pilar, habían fallecido en edad infantil.
Sus retratos se cuentan por cientos en la prensa española del último medio siglo del XIX.