Félix Grande Lara nació en Mérida (Badajoz) el 4 de febrero de 1937, y el destino/trabajo de su padre hizo que, con tres años, la familia lo trasladara a Tomelloso (Ciudad Real), y allí pasó su infancia y juventud, trabajando en lo que un pueblo manchego podía ofrecer a sus residentes: fue pastor, vaquero, vendedor ambulante, dependiente de una tienda de ultramarinos, empleado en una carpintería, en una bodega, en una oficina… «De aquel pueblo, de aquella casa, nos desalojó la pobreza, bajo el nombre de emigración», como el mismo autor escribiera años más tarde.
Como tantos otros jóvenes salió de ese pueblo que le oprimía. En aquella época, casi todos los manchegos emigraron a Madrid, unos a trabajar, los más afortunados a hacer estudios universitarios. Félix también se trasladó a Madrid con apenas veinte años (1957). Y allí comienza una vida dedicada a la creación poética/literaria que fue perfectamente encerrada/reflejada en estas palabras que escribió Jorge Rodríguez Padrón: «se corresponde con una lógica transformación histórica y social (la de los años de posguerra)» (Cuadernos Hispanoamericanos, 1967, nº 211, julio, pp. 217-18).
En un primer momento, se abrió camino profesional como guitarrista flamenco, oficio que pronto abandonó, pero que nunca olvidó, para dedicarse al campo de las letras. Tanto es así que su obra como flamencólogo es amplia, tal se puede apreciar en su bibliografía, y tan valorada como la poética. Especialmente el ensayo García Lorca y el flamenco (1992) o el titulado Paco de Lucía y Camarón de la Isla (1998) que fueron trabajos representativos de esta pasión literaria y vital. Su monumental Memoria del flamenco, es aún hoy una de las más reputadas historias del arte flamenco.
Es posible que una de sus últimas intervenciones públicas fuera una conferencia sobre Literatura y flamenco: el cancionero anónimo olvidado (22 de marzo de 2012), dentro del ciclo Un recorrido por el flamenco, que puso en marcha la Fundación Juan March. Su tono embriagador de voz (¡más que el mago Merlín!) y su disipación a la hora de la exposición pública, le caracterizaron siempre. ¡Eran tantas cosas las que tenía que transmitir! En 2012 publicó su última obra, el poemario Libro de familia, un género en el que comenzó en 1964 con Las piedras, por el que recibió el premio Adonais.
En 1963 casó con la poetisa Francisca Aguirre Benito, ‘La Paca’ (1930-2019) a la que había conocido en las tertulias literarias del Ateneo de Madrid y en su vejez le hizo un reconocimiento de gratitud al escribir su poema «El desterrado del Espasa». Le amargaba saber que uno de los dos tenía que morir antes que el otro…y que era el precio que tenía que pagar por su felicidad. Es posible que escribiera estos versos pensando en su compañera:
Quedará la leyenda pequeña de dos seres
que se amaron, aunque ello jamás nos resucite.
Fruto de esa unión fue su hija Guadalupe Grande (+2021), heredera de la sensibilidad y el buen hacer de sus progenitores. Félix, el ‘poeta del pueblo’ (como lo llamó Arturo del Villar) muere en Madrid a los 76 años, víctima de un cáncer de páncreas (30-01-2014), tal vez para devolver algo que había cogido prestado y así hacer cierta la frase del maestro Antonio Machado: «Todo nuestro vivir es emprestado».
Vivió y padeció tiempos duros. Pero su tesón y su fe inquebrantable en sus aspiraciones y logros, le hizo meritorio de los más prestigiosos premios literarios: el primero de ellos, de poesía, el Alcaraván (1962); en 1963 ganó el premio Adonais, por su libro Las piedras; el Guipúzcoa, en 1965; Casa de las Américas, 1967; el Eugenio D’Ors, de narrativa (1965); el Premio Guipúzcoa ‒compartido con Gloria Fuertes‒ en 1965, de poesía, por Música amenazada; el Gabriel Miró, de cuentos, en 1966; en 1978, el Nacional de Poesía por Las rubaiyátas de Horacio Martín [heterónimo del autor]; Premio de Cuentos del V concurso de Barcarola, 1989; Felipe Trigo (1994); en 1995, el Nacional de Flamencología por su ensayo Memoria del flamenco; y el Premio Extremadura a la Creación (2004) y, finalmente, en 2004, el Premio Nacional de las Letras, en reconocimiento a toda su carrera literaria.
En 2005 se le otorga la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha. En 1997 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Y, en 2009, es nombrado miembro de número de la Real Academia de Extremadura de las Artes y las Letras. Todos estos premios hicieron que se le tomara en serio su valía y para, sobre todo en sus inicios literarios, se le brindaran oportunidades de trabajo más acordes con sus capacidades. Como poeta, a Félix Grande se le considera miembro de la amplísima Generación del cincuenta o de los niños de la guerra (Ver: «Contrapuntos a la poesía de Félix Grande», por Carlos Ruiz Silva, Cuadernos Hispanoamericanos, 1980, nº 357, marzo, pp. 688-705; y «Tanatos y Eros», por José Ortega, Cuadernos Hispanoamericanos, 1982, nº 379, enero, pp. 141-153). «La escritura de Félix Grande en verso y prosa responde a una necesidad ética de manifestar sus opiniones sobre un mundo en descomposición», como bien la definió Arturo del Villar (https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/felix-grande-poeta-pueblo/20140205144359100567.html). Fue un verdadero cronista de su tiempo. Uno de los últimos ensayos en donde reconocemos las cualidades del autor lo escribió Antonio Gracia en su artículo «La identidad poética de Félix Grande» (Cuadernos Hispanoamericanos, 2011, nº 733, julio, pp. 137-143). Si algo caracteriza la poesía de Félix es la búsqueda de su identidad a través de la palabra.
Empezó pronto a entrar en contacto con la revista de literatura y pensamiento Cuadernos Hispanoamericanos (fundada en 1948 por el humanista Pedro Laín Entralgo). Editada en sus orígenes por el Instituto de Cultura Hispánica, nace como respuesta a otra revista titulada Cuadernos americanos, publicada en Méjico por escritores republicanos españoles. Como se puede deducir, sus orígenes están ligados a la Falange franquista. Ha sido dirigida, sucesivamente, por grandes poetas y pensadores como Luis Rosales (que marcó fundamentalmente la línea editorial de la revista), José Antonio Maravall (a partir de 1966, que abrirá la revista a nuevas materias como la sociología, la antropología o la economía social) …, por lo que, a nuestro biografiado, llegar a ser director, le reportó un gran honor, además de haber sido y ser desde ese momento el cauce fundamental para dar a conocer su vena literaria. Félix Grande fue nombrado director de la misma en 1982, y cesado en 1996 por el gobierno de José María Aznar. Durante los años 1969-71 dirigió la colección de libros El puente literario, de la editorial Edhasa. En 1989 dirigió la revista de arte Galería. Su obra ha sido traducida a una docena de idiomas.
No podemos decir que se sirviera de los Cuadernos sólo y exclusivamente desde que llegara a la dirección: los había utilizado, prácticamente, desde su primer año de estancia en tierras madrileñas como cauce de difusión de su trabajo. Así, en 1960 ya publica su primer ensayo: Un sueño procedente de esa fabulosa comisaría de objetos perdidos (nº 132, diciembre, pp. 388-393) en el que nos pone al descubierto los vivos recuerdos de una etapa vital aún muy reciente «…lo que a mí me pasaba entonces es que tenía hambre, y llevaba muchos días pasando hambre y toda mi familia tenía hambre y todos los seres con los que yo hablaba me contaban cosas de su hambre y yo creía que el hambre era una cosa sin remedio…» (p. 388). Pero también destellos de la profundidad de sus pensamientos que definirán su existencia: «El mundo sigue con su costumbre de vivir aunque haya guerras por todas partes»; «la existencia de cada uno es un hermoso libro de muchas hojas»; o esta otra «por encima del amor, no hay nada».
Uno de sus años más fructíferos en el campo de la creación literaria fue el de 1961 que publicó en Cuadernos Hispanoamericanos en casi todos sus números: «Cinco historias del vino con rostro de guitarra» (nº 134, febrero 1961, pp. 268-270); «En torno a un libro y un poeta» (nº 135, marzo 1961, pp. 402-411); «Antología de la poesía malagueña contemporánea» (nº 136, abril 1961, pp. 74-77; «La gran ciudad» (Fantasía) (nº 137, mayo 1961, pp. 144-149). En los meses de junio y de noviembre también se hace presente su firma en la ‘sección bibliográfica’, algo así a lo que hoy día llamamos ‘reseña’. Comentó obras de Willian Saroyan («Variaciones sobre una novela de Willian Saroyan», nº 138, junio 1961, pp. 407-422), al que dedica un rendido homenaje y se sincera con un ‘amigo’ al confesarle su gran descubrimiento con auténticas palabras de admiración por el novelista. En un número posterior (nº 143, noviembre 1961, pp. 273-278) reseñará El solitario y la tierra del malagueño José María Souvirón, de la que se sirve para expresar sus más amargos sentimientos, alejándose de una crítica parcial, como el propio autor reconoce con estas palabras: «mi naturaleza mental es de aquellas que envuelven a los dogmas en tinieblas, hasta tal punto que ni siquiera puedo olvidarme de ella a la hora de cumplir una función crítica, que debiera ser eminentemente objetiva y alejada de mi circunstancia particular». Es muy probable que lecturas de esta naturaleza fueran modelando el quehacer poético de Grande: «un poema es (.„) equilibrio entre lo familiar y privado (…) y lo general y público», decía el autor.
En 1962 se despilfarra ‒literariamente hablando‒ para acercarse a temas dispares como el teatro de Lauro Olmo (nº 148, abril 1962, pp. 119-124); un acercamiento biográfico al muy querido poeta mejicano Jaime Sabines (nº 149, mayo 1962, pp. 258-266); o a esa visión particular de la poesía aragonesa representada en Manuel Pinillos (nº 150, mayo 1962, pp. 394-397). No deja de hacer otra reseña y en esta ocasión al libro de Manuel Alcántara, Plaza Mayor (1961) al que califica de «poeta indolente» en tanto que presenta la voz de los más desamparados, los que han de trabajar arañando el terruño de un país lleno de campesinos estoicos (nº 151, julio 1962, pp. 177-179).
Todas estas lecturas y otras muchas que se muestran a lo largo de su largo quehacer literario, conformarán la realidad del poeta contra la que lucha intelectualmente, reconociendo, a su pesar, un solo sentimiento válido: por encima del amor, no hay nada. El quiso ser un hombre de bien, una persona, y sin el socorro de la palabra poética, no lo habría conseguido. Yo lo conocí. No en Madrid, sino en Sevilla, de mano de mi compañero y amigo Rafael de Cózar, que le traía con frecuencia a la Facultad de Filología para que disertara sobre los temas más diversos. Sabio y discreto, cariñoso y amante de los buenos vinos ‒como casi todos los manchegos‒. La voz poética/lírica de Félix Grande tiene ecos de grandes poetas como fueron Antonio Machado, Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, el también cabrero Miguel Hernández, o el propio García Lorca…
Tomelloso creó, en 1981, el Premio Local de Narraciones “Félix Grande”. Y es tanto el cariño y reconocimiento que siempre tuvo a ‘su’ pueblo que la familia acaba de donar (2025) a la Biblioteca Pública de esta localidad los fondos bibliográficos/archivo de Félix. Este será el espacio ideal para realizar la tesis doctoral que nuestro amigo y poeta merece.
Libros:
- Las piedras. Premio Adonais 1963, Madrid, Ed. Rial., 1964.
- Música amenazada. Premio Guipúzcoa 1965, Barcelona, Col. El Bardo, 1966.
- Blanco Spirituals. Premio Casa de las Américas 1966, La Habana, Ed. Casa de Las Américas, 1967.
- Taranto, Homenaje a César Vallejo [1961] 1971, ‘El flamenco vive’, 2001.
- Biografía, [recopilación de sus primeros cinco libros poéticos], 1977, 1986, 1989 y…
- En secreto, 1978.
- Memoria del flamenco, T. I y II. Prólogo de José Manuel Caballero Bonald, Madrid, Colección Austral, Alianza Editorial, Espasa Calpe, 1979, 1987, 2004, 2007.
- Las rubáiyátas de Horacio Martín. Premio Nacional de Poesía, 1978. Colección ‘Palabra viva’. Anthropos, 1989. [Dice el autor en uno de sus trabajos, que a una reedición próxima de este libro le pondrá el título de La fábula de Ignacio Martín].
- La noria. 1986.
- Once artistas y un dios: ensayos sobre literatura hispanoamericana, Madrid, Taurus, 1986.
- Cuaderno, Málaga, Tediría, 1993.
- La vida breve, Diputación Provincial de Ciudad Real, Biblioteca de autores y temas manchegos, 1995.
- Con buenas formas, Málaga digital, 1997.
- Biografía (1958-2010). Prólogo de Ángel L. Prieto de Paula. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2011. Se le ha añadido un libro inédito La cabellera de la Shod escrito en 2010.
- Cocteles y combinados, Edicomunicación, Col. ‘Saldos Nueva Entrada’
- La balada del abuelo Palancas, Barcelona, Galaxia Gutenberg, S.L. , 2003.
- La memoria en llamas, 2004. [De igual título que un libro de poesía de José Antonio Sáez].
- Félix Grande, Universitat de Lleida, 2006.
- Lugar siniestro este mundo, caballeros, [1980] Barcelona, Calambur, 2006.
- Una grieta por donde entra la nieve, Sevilla, Renacimiento, 2006.
- Puedo escribir los versos más tristes esta noche, Madrid, Bartleby Editores, 2006.
- Trece artistas y un dios, Ed. Nausicaa, 2007.
- Libro de familia, Visor, Madrid, 2012. [Reseñado por Ángel Luis Prieto de Paula en «La familia y la tribu», Cuadernos Hispanoamericanos, 2012, nº 740, febrero, pp.117-121].
- La cabellera de la Shoa, Epílogo de Juan José Lanz. Bartleby editores, 2015.
- Las calles. [1965]. Premio Eugenio D’Ors. Editorial Carpe Noctem. 2015. Madrid, Carpe noctem, 2017.
- La canción de la tierra: antología. (1998), Madrid, Editorial Provisional para Códigos, 2021.
- García Lorca y el flamenco, Bilbao, Ediciones ‘Sierpe’ asociada a la Ed. El Gallo de Oro, 2024.
Relatos:
- Decepción, 1994.
- El marido de Alicia, 1995.
- Fábula, 1991.
- Parábolas, 1975.
- Por ejemplo, doscientas, 1968.
- Sobre el amor y la separación, 1996.
- Té con pastas, 2000.