Pocas personas viven su vida con la intensidad y la libertad, a pesar de todo y de todos, con que Artemio Precioso García lo hizo. Los convulsos años veinte fueron el marco adecuado para que este abogado, juez, escritor, periodista, empresario, político y viajero empedernido, extendiera sus alas y se bebiera la vida con la avidez del que la sabe única y la presiente no demasiado larga. Su personalidad arrolladora cautivó a las gentes de su tiempo en la misma medida que provocó el rechazo en los ambientes más conservadores. Artemio se colocó siempre en el centro de la polémica y supo sortear los zarpazos que desde el poder lo rozaron.
Artemio Precioso García nació en Hellín el 11 de marzo de 1891. Fue el cuarto hijo del segundo matrimonio de su padre, José Precioso Roche, un terrateniente y empresario hellinero que hizo fortuna con el negocio de la madera.
Se crio en Hellín hasta que a los siete años toda la familia se trasladó al aserradero que poseían en Alcantarilla. Allí permanecieron tres años y después retornaron a Hellín donde Artemio comenzó el bachillerato en el colegio de don José Maria Silvestre. Al año siguiente fue enviado interno al colegio de los Jesuitas de Orihuela, pero tuvo que regresar a Hellín, pues cayó enfermo y tardo en recuperarse todo curso escolar. Después de este paréntesis su padre lo internó en los escolapios de Getafe de donde escapó a causa de la brutalidad que observó en el trato de los curas hacia los alumnos. Su vida familiar sufrió un duro golpe al morir su padre en 1903. Este dejó una notable fortuna y los negocios quedaron al cargo de su hijo mayor, José, fruto de su primer matrimonio.
Precioso se estableció por primera vez en Madrid en 1909, a los 18 años, tras acabar el preparatorio de Derecho. Colaboró desde allí con El Diario Albacetense, El Diario de Albacete o Sancho Panza. En Madrid trabajó como redactor en el diario La Época, llegó a ser redactor jefe de La Monarquía y ejerció la crítica teatral en El Madrid Cómico, además de colaborar con otros periódicos, tanto españoles como americanos. Tras dos años en Madrid, Precioso tuvo un altercado con el periodista albaceteño Francisco Gálvez, al que disparó con una pistola en el Café del Progreso de Albacete. El periodista resultó herido y Precioso pasó seis meses en la cárcel hasta que, tras el juicio, fue absuelto. Decidió entonces llevar una vida más apacible y regresó a Hellín con la intención de terminar la carrera de Derecho y recibirse como abogado en su ciudad natal.
Contrajo matrimonio en dos ocasiones. En 1912 se casó con Marina de Ugarte Cristóbal y de este enlace nacieron tres hijos: Mercedes (1913), Marina (1915) y Artemio (1917). Cuando su primera esposa falleció en 1918, dos años después, en 1920, ya licenciado en Derecho, contrajo matrimonio con Amelia Precioso Lafuente con la que tuvo tres hijas: Amelia, que nació en Hellín; María, nacida en Madrid, y Soledad, que vio la luz en París en el año 1928, cuando Precioso ya se había exiliado en la capital francesa. La vida en el pueblo le aburría y decidió volver a Madrid. Tras comenzar a ejercer en el bufete de Santiago Alba, lo abandonó enseguida, y decidió dedicarse al periodismo y la literatura, sus verdaderas vocaciones. Contaba con un buen capital tras la muerte de su padre y planificó un proyecto editorial que se consolidó en el increíble plazo de 24 meses, del 1 de mayo de 1922 al 30 de mayo de 1924, fecha de la aparición de La novela de noche.
A partir de marzo de 1922, comienza la promoción de su primer gran proyecto, La Gran Revista Cultural Hispanoamericana. De la dirección de la sección de Artes y Letras los responsables fueron Manuel Bueno y Mariano Benlliure Tuero, y de la de política y finanzas, Alfonso R. de Grijalba y Artemio Precioso. Al menos se publicaron dos números, los correspondientes a mayo y junio de 1922. La Gran revista no avanzó más allá del número dos, quizá por las posturas ideológicas dispares entre sus fundadores y por el desastre económico que supuso.
La Novela de Hoy fue el gran proyecto editorial que se sostuvo de manera más permanente en el tiempo, ya que empezó antes de la dictadura de Primo de Rivera y se extinguió un año después de la proclamación de la II República. Se publicó entre el 19 de mayo de 1922 y el 24 de junio de 1932 y puso en la calle 526 números. Se lanzaron hasta 60.000 ejemplares de una sola novela. Precioso llegó a pagar mil pesetas por obra, siempre inédita, e incluía al comienzo de cada volumen una entrevista informal con el autor. Estuvo al frente de la publicación desde el comienzo, en mayo de 1922, hasta 1929, cuando vendió la colección a CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones) y fue sustituido en la dirección por Pedro Sainz Rodríguez.
La lista de autores que publicaron en La Novela de Hoy se haría interminable. Entre otros, los Hermanos Álvarez Quintero, W. Fernández Flórez, José María Salaverría, Antonio de Hoyos y Vinent, Gómez de la Serna, Pío Baroja, Blasco Ibáñez, Azorín, Joaquín Belda, Linares Rivas, José Francos Rodríguez, José Ortega Munilla, Hernández Catá, Alberto Insúa, Colombine o Luis Antón del Olmet, además de ilustradores como Ricardo Marín, Penagos, Bartolozzi y Ribas Zamora.
Una nueva publicación, la revista La vida, vio la luz en marzo de 1923, aunque apenas duró unos meses. Parece que se publicaron treinta y tres números, el primero aparecido el diecisiete de marzo de ese año y el último, el veintisiete de octubre, con Primo de Rivera ya en el poder.
Los Hombres Libres, también de efímera existencia, apareció el 17 de noviembre de 1923, en plena dictadura de Primo de Rivera. La dirigió Juan Brasa y el gerente (dueño, en realidad) fue Artemio Precioso. Los colaboradores principales fueron, entre otros, Unamuno, Martínez Sierra, Indalecio Prieto, Julio Camba, Zamacois e Insúa.
La revista Muchas Gracias, aparecida en febrero de 1924, era heredera directa de La Vida, consolidó el imperio editorial y llevó su sello más personal. Se publicaron 415 números entre el dos de febrero de 1924 y el 20 de febrero de 1932. Sus páginas tenían el influjo directo de Vida Galante, la revista que devotamente había leído Artemio Precioso en su adolescencia y juventud y que había dirigido Eduardo Zamacois, autor que luego colaboraría en distintos proyectos editoriales de Precioso.
Su proyecto más duramente perseguido por la censura fue La Novela de Noche. El primer número apareció el 30 de mayo de 1924 y la colección se mantuvo en la calle apenas dos años. De periodicidad quincenal, el formato era más elegante que el de La Novela de Hoy. Se vendía al precio de una peseta, más elevado que el del resto de las colecciones. El último número salió el 30 de septiembre de 1926.
El folletín divertido apareció en octubre de 1926 y solamente se publicaron cinco novelas. Menos subidas de tono que las de colecciones anteriores, la última salió en febrero de 1927, el mismo mes en que Precioso partió para París.
Artemio Precioso García publicó a lo largo de su vida 40 obras, casi todas en el formato de novela corta, y dejó inéditas al menos una novela y dos cuentos. Publicó también cientos de artículos de muy variada temática. Si hay que destacar alguna característica de su obra es la maestría en la descripción de los tipos humanos, de los ambientes rurales y la traslación de su propia vida a muchos de los argumentos. Albacete y Hellín asoman casi siempre con el topónimo alterado. Murcia y su huerta son protagonistas también de algunas obras. Los argumentos son a veces frágiles y casi siempre tropiezan con el tono erótico. Algunos títulos pueden dar idea del contenido: Rosa de carne, La virgen casada, El doctor y su amiga, El millonario polígamo, La doble pasión, El crimen de un celoso, ¡Lavó su honra!, etcétera.
En febrero de 1924 lanzó al mercado, y con gran éxito, la revista Muchas Gracias, que le servirá como plataforma propagandística para el resto de sus publicaciones y de la Editorial Atlántida, también fundada por él. La censura, las denuncias, y las críticas —también hubo alabanzas— hacia su gestión empresarial comenzaron a llover pronto. La pacata moral de las dos Españas, la liberal y la conservadora persiguió con denuedo en público aquello que muchos consumían en privado. La censura no le daba un respiro.
Viaja constantemente enviando desde el extranjero crónicas a distintas publicaciones. Sus repetidos viajes a París, su amor por esta ciudad y por Francia, en general, a la que llama repetidamente en sus artículos «el país de la libertad», y su éxito editorial le hacen pensar que puede residir de manera permanente en la capital francesa y, desde allí, llevar sus empresas e incluso, acrecentarlas. La persecución a que es sometido por los tribunales le amarga la vida en España. Él mismo dice que se va a la fuerza y no por su gusto. Sale a finales de febrero de 1927 para residir de manera permanente en París, ya que, tras una labor intensísima para levantar sus negocios entre 1921 y 1927, la dictadura había puesto cerco a sus empresas editoriales y a su pluma.
Lo primero que hizo Precioso a su llegada fue conectar con los conocidos que ya se hallan en París. Junto con Carlos Esplá, se relaciona con los exiliados españoles; visitan, en sus habitaciones del hotel Claridge, a Santiago Alba y también a Blasco Ibáñez, del que Esplá era secretario y con el que Precioso fraguó una intensa amistad. También visitó con frecuencia a Sánchez Guerra y en estos encuentros el político lo interrogaba por noticias de acá o de allá, o hablaban de temas de actualidad siempre salpicados con sabrosas anécdotas.
Entre finales de 1928 y comienzos de 1929 la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (CIAP) compró las empresas y cabeceras de Artemio Precioso, con el dinero de la banca Bauer. Los recursos de los que vivían Precioso y su familia en París se fueron estrechando tras la quiebra de CIAP y llegó un momento en que no le quedó al editor más sueldo que el de su corresponsalía de El Liberal. Ante la falta de ingresos, su familia regresa a Hellín y él permanece en París viviendo de sus colaboraciones en prensa.
A finales de 1930, en el mes de diciembre, es nombrado bibliotecario de la Casa de España en París. Para complementar sus ingresos, tenía la intención de concursar a una plaza de secretario de la Cámara de Comercio de España en Francia. Ser secretario de la institución suponía, no solo un aumento en los ingresos del periodista, sino gozar de un prestigio adicional en su país de adopción. Finalmente no resultó elegido.
Tanto el final de la Dictadura como la proclamación de la República encuentran a Artemio Precioso en París, trabajando en sus artículos y entrevistas. En febrero de 1930 se pone a la venta la versión, en forma de libro, del Volpone que había traducido al español. Envía a Muchas Gracias cuentos y artículos o crónicas de viajes y críticas teatrales.
Artemio Precioso estaba afiliado al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux y en febrero de 1934 fue nombrado gobernador civil de Toledo, cargo en el que se mantuvo hasta el mes de junio del mismo año. Según Precioso, muchos quisieron ver en este nombramiento la mano de Santiago Alba, que ocupaba en esas fechas el cargo de presidente de las Cortes, pero el que realmente lo llevó a ese puesto y a otros que vinieron después, fue Diego Martínez Barrio, vicepresidente del Consejo de ministros en aquella fecha. Desde allí visitaba en sus cigarrales a Salvador de Madariaga y a Gregorio Marañón. Precioso gobernó la provincia desde una profunda fe republicana. Tuvo que hacer frente a huelgas y problemas como la crispación que reinaba entre la Administración y los poderes de la Iglesia. Con la nueva legislación (Artículo 27 de la Constitución de 1931) era el gobernador civil el que debía autorizar las manifestaciones externas de culto. En 1934 las procesiones de Semana Santa no salieron, pero sí la procesión del Corpus. La Cámara de Comercio organizó un comité de iniciativas que se reunió con el arzobispo de Toledo, Isidro Gomá, y decidieron solicitar la celebración del Corpus. Artemio Precioso autorizó la celebración con la oposición de los partidos de izquierdas. Esta decisión lo hizo colocarse en tierra de nadie políticamente y tuvo bastante que ver con su posterior detención y encarcelamiento tras el golpe de Estado, pero también con su liberación.
El 28 de junio de 1934, antes de terminar el bienio, Precioso es nombrado gobernador de Lugo, cargo del que cesaría al subir al poder el Frente Popular. Hasta en tres ocasiones dimitió y volvió a ser nombrado, probablemente debido al baile de gobernadores de los sucesivos gobiernos lerrouxistas. Llegó a la ciudad el día 4 de julio de 1934. El día 17 aparece la noticia en prensa de que el nuevo gobernador acaba de ser distinguido por el Gobierno con la Encomienda de la Orden de la República. También, en febrero de 1935, aparece en prensa la noticia de la concesión por el gobierno francés al gobernador civil de Lugo de la insignia de Caballero de Orden Nacional de la Legión de Honor.
Las decisiones más destacadas que hubo de tomar Precioso durante su primer periodo como gobernador de Lugo fueron las relacionadas con la llamada «revolución de octubre de 1934» cuyas huelgas tuvieron una repercusión irregular en el territorio nacional. Días después de su última toma de posesión, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, disuelve las Cortes y convoca elecciones para el 16 de febrero de 1936. El 25 de enero, Precioso hace pública una circular donde ordena a todos los alcaldes de la provincia que no dificulten la difusión de la propaganda electoral de cualquier partido bajo ninguna excusa. Durante la tarde del 21 de febrero, Artemio Precioso abandonó Lugo con dirección a Madrid.
Instalado en su casa de la calle Menéndez Pelayo de Madrid, asiste a la sublevación militar de julio de 1936. En un artículo escrito en El Liberal diez días después de la sublevación militar, Artemio Precioso deja clara su postura antifascista. Al estallar la guerra Precioso continúa con su actividad como periodista en los diarios Heraldo de Madrid y El Liberal (Martínez Arnaldos, 1997, p. 11). Como corresponsal envía sus crónicas a Nuestra Lucha: portador de la unidad obrera, diario de Murcia, bajo el seudónimo de Isaac Roca. Este diario tomaba su ideología de la Federación de Juventudes Socialistas Unificadas. La vehemencia con la que defiende la República es acorde con la situación que vive Madrid. Cuida a su hijo Artemio (Precioso Ugarte) herido en el frente de Talavera. La herida, «una terrible herida de guerra» (Labrador Ben et alii, 2005, p.14), es en una mano y la bala le secciona los tendones. Su padre lo visita todos los días en el hospital cuando volvía del trabajo. (Martínez Arnaldos, 1997, p. 12)
Artemio Precioso sale de Madrid y se reúne con su familia en Hellín el 17 de febrero de 1937. Martínez Barrio le procura el nombramiento de juez en el Juzgado de Primera Instancia en Casas Ibáñez, donde acude el 10 de octubre de 1938. Pronto se aburre de la vida en un pueblo tan pequeño y la oportuna incorporación a filas de José Martínez Moreno, juez de Hellín, le permite trasladarse a su ciudad natal como juez de primera instancia por orden firmada en Barcelona el 22 de noviembre de 1938.
Fue en Hellín donde le sorprenderá el 1 de abril el final de la contienda. El mismo día 2 es detenido a las seis de la mañana por cinco jóvenes con pistolas en casa de su suegra, donde residía con parte de su familia. Fue conducido a la cárcel y de la cárcel se le trasladó a la Comandancia Militar. En aquellos momentos, Precioso todavía creía que, tras unas preguntas, lo dejarían en libertad. Un nuevo traslado hizo que se fuera alarmando cada vez más. Lo llevaron a un calabozo de la Inspección de Vigilancia, en el Ayuntamiento, donde encontró a algunos policías republicanos detenidos y, poco a poco, el escaso espacio se fue llenando. Allí coincidió con José Graells, que había sido alcalde en el año 36, y con su hermano Juan. Pasó el día como pudo. Un guardia le puso una silla sin que él la pidiera y ya por la tarde le llegó algo de alimento traído desde su casa. La incomodidad era extraordinaria, aunque la situación mejoró cuando lo trasladaron a una celda de seis metros de largo por tres de ancho. En el suelo había colchonetas rellenas de esparto crudo para dormir. Pero la relativa comodidad duró poco, porque fueron llegando más detenidos y a las dos de la madrugada ya eran treinta y siete personas para aquellos, ahora exiguos, dieciocho metros cuadrados. Pasaban los meses y la situación no mejoraba. Pasó a la cárcel de partido y pronto hubo que habilitar el convento de los Franciscanos para recibir a la gran cantidad de gente apresada.
El 17 de mayo de 1939, Precioso fue sometido a un consejo de guerra y conducido, junto con otros veintidós detenidos, al Ayuntamiento. Tras dos horas de juicio, se confirmaron doce penas de muerte, incluida la de Precioso, aunque fue inmediatamente sustituida por doce años y un día de reclusión. Esta sentencia finalmente no fue aprobada y se le sometió, por tanto, a un nuevo juicio. El Consejo de Guerra se celebró el 17 de octubre de 1939 y le rebajó la pena a ocho años y un día de prisión, en sentencia dictada el 24 de octubre, a pesar de las acusaciones de pertenencia a la masonería y por las que se demandaban treinta años de reclusión. Solicitó la libertad provisional y trató de reunir pruebas de que jamás había pertenecido a la masonería. Presentó escritos donde describía su amistad con el cardenal Gomá y explicaba cómo el propio religioso había testificado a su favor y había enviado una petición de indulto a su excelencia, el jefe del Estado, a la que se adjuntaba una carta que el general Moscardó escribió en su defensa. Tras pasar por las prisiones de El Puerto de Santa María y la de Torrijos en Madrid y después de casi cuatro años de lucha le fue concedida la libertad provisional en 1942.
Su nieto mayor, Amado, el único que guarda memoria de la figura de su abuelo, lo recuerda en su casa de Isso, en el huerto, mucho más anciano de lo que debiera por su edad, paseando despacio, elegante con su chaleco blanco, bondadoso con el nieto, al que le acariciaba la cabeza. Allí murió en 1945, desgastado por las penalidades de la guerra y la prisión, pero también por las de la vida. En aquella pequeña casa de campo terminó la existencia de un hombre que supo exprimir de la vida hasta la última gota y del que borraron sus huellas los años de la posguerra.
Bibliografía esencial:
- LABRADOR BEN, J. Mª y otras, La Novela de Hoy, La Novela de Noche y El Folletín Divertido. La labor editorial de Artemio Precioso, Madrid, CSIC, 2006. Col. Literatura Breve, 15.
- LINARES VALCÁRCEL, F., Apuntes biográficos sobre el escritor y editor Artemio Precioso García, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel», 2021.
- MARTÍNEZ ARNALDOS, M. (Ed.), Artemio Precioso y la Novela Corta, Albacete, Diputación de Albacete, 1997. Col. Arkanos.
- PRECIOSO GARCÍA, A., Españoles en el destierro. La vida en Francia de Santiago Alba, Blasco Ibáñez, Sánchez Guerra, Unamuno, E. Ortega y Gasset, Carlos Espía, López Ochoa y Manteca, con diálogos, anécdotas, cartas y semblanzas de estos ilustres perseguidos, Madrid, Ed. Vulcano, 1930. Hay una nueva edición con introducción de Francisco Linares Valcárcel (Albacete, IEA, 2017).
- SÁNCHEZ SÁNCHEZ, I., “Muchas Gracias (1924-1932), más que una revista sicalíptica”, en El humor en la historia de la comunicación en Europa y América, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2015, pp.533-564.