A comienzos del siglo XX, la ciudad de Talavera de la Reina destacó por el renacimiento de su cerámica tradicional, actual seña de identidad de la localidad, y por su desarrollo cultural dentro de la denominada Edad de Plata española. De entre sus personalidades destacadas, la figura de Fernando Broncano Márquez sobresale por su versatilidad y el trabajo en diferentes disciplinas, siendo considerado uno de los mejores pintores de cerámica tradicional talabricense del momento.
Aunque nació en Badajoz en el año 1895, debió desplazarse muy joven a Talavera de la Reina (Toledo) sin que se sepan los motivos. De estos primeros años de niñez y juventud poco o nada se sabe, pero sí se ha constatado su trabajo como joven aprendiz de pintor de cerámica artística en el taller de Juan Ruiz de Luna, puesto en marcha en 1908 como “Cerámica Artística Nª Sª del Prado” junto al también pintor y ceramista Enrique Guijo. De una personalidad tan destacada como Ruiz de Luna aprendería las artes pictóricas en loza en la década del diez, atestiguadas por un primer plato dedicado al “maestro” en palabras del propio Broncano y que hoy conserva la familia del ceramista.
Con el aumento del prestigio de la cerámica tradicional talaverana y la apertura de nuevos mercados en el territorio nacional e internacional, la nueva generación de alfareros y pintores que se formó en torno al taller de Ruiz de Luna fue el caldo de cultivo de la instalación de nuevos talleres e iniciativas privadas en la década del veinte. Entre ellos destacaron Julián Montemayor, el doctor Henche, Ginestal y Machuca. Broncano colaboró con alguno de ellos de manera estrecha, pasando a ser uno de los pinceles más apreciados y cotizados en la ciudad durante estos años. De hecho, el doctor Henche y según testimonio oral de la familia, le ofertó una buena suma económica para que dejara el importante taller de Ruiz de Luna y pasara a trabajar para el primero, destacando en el trabajo en pintura sobre tapiz y otros elementos como son los abanicos. Estas colaboraciones están atestiguadas en numerosas obras atribuidas a Broncano y ubicadas en distintas localidades de las antiguas tierras de Talavera, Extremadura e incluso en el Hospital de San Juan de Dios de Alicante (actual museo arqueológico provincial).
La importancia de la obra de Broncano también radica en su independencia. Su nombre aparece en alguna de las obras que realizó, autodenominándose como “pintor”, algo bastante anecdótico, pues normalmente la cerámica talabricense está firmada solo con el nombre del taller de producción. Colaboró en la formación de un taller junto a Ginestal y Machuca llamado “Nª Sª del Pilar” en Talavera de la Reina y su maestría le llevó a establecer un pequeño estudio en la calle Santo Domingo, desde donde impartía clases de pintura a las jóvenes de la localidad, e incluso a domicilio, destacando el dibujo en tapiz, abanicos, muebles, decoraciones interiores e incluso la rotulación.
Inmerso en la cultura talaverana, se codeó con los notables locales de la época. Así, destacó también en otras facetas como el teatro y la poesía, además de escribir monólogos. En 1920, Francisco García Corrales interpretó un monólogo de Fernando Broncano titulado ¡Cómo son tan listos! El 18 de diciembre de 1929 estrenó otro monólogo en el principal teatro de la localidad, el Victoria, llamado El pastorcillo de Aldea, publicado luego en el periódico local Heraldo de Talavera. En abril de 1930, con motivo del incendio en la avenida del Progreso de la ciudad, se interpretó el boceto de sainete Eso no lo consiento, Pepa, también el teatro Victoria, con carácter benéfico.
También colaboró con periódicos locales del momento como el Heraldo de Talavera, Vida Nueva y El Castellano. Fue corresponsal de los diarios de tirada nacional El Sol y La Voz. Publicó un artículo en el periódico Vida Nueva con el título de “De Música” (1923-1924) donde realizó cierta crítica local debido a la mala calidad de la banda de música municipal. En el Heraldo de Talavera publicó las fantasías “Una Mujer” y “Soñé con ella”, además de reproducir su artículo de El Sol, “Ego sum”.
A pesar de ser el pincel más cotizado de Talavera, murió tempranamente en 1934 debido a una enfermedad pulmonar provocada por los gases que emanaban de las pinturas que realizaba. Tuvo tres hijas con Judith de Vera Domínguez: María, Celia y Eva; y un hijo fuera del matrimonio llamado José Luis Casquero.
Importantes figuras locales de Talavera de la reina como el ceramista Emilio Niveiro o el historiador Ángel Ballesteros ha acudido a él para explicar la evolución de la cerámica talabricense. En el año 1992, el periodista Enrique Ginestal pedía públicamente en un diario de Talavera de la Reina que se le concediese una calle para que su personalidad no cayera en el olvido: lo definió como bastante bohemio, utópico, inédito y soñador. Recientemente, en el año 2019, con motivo de la exposición Atempora Talavera. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha se recuperó y expusieron algunas de sus obras junto a otras pertenecientes a los mejores ceramistas de comienzos del siglo XX en Talavera de la Reina.