Nace en Zafra de Záncara (Cuenca), en 1757.
Fue general de ingenieros de la Armada. Estudió Humanidades en el colegio de san Fulgencio de Murcia. Protegido del virrey de Nápoles, Mateo Carrascosa (natural también de Zafra de Záncara), desarrolla estudios de matemáticas e ingresa en el colegio militar de Artillería.
Como oficial joven, formó parte de la expedición napolitana contra los turcos solicitada por la emperatriz Catalina en 1783. Allí destacó en hechos de armas como la toma de Oczacou. A su vuelta a España, sería conocido como “el rusiano de Zafra”.
En 1789 ingresó en el cuerpo de ingenieros navales, ascendiendo un año después a ingeniero segundo. En 1791 se instaló en el arsenal de La Carraca una máquina de su invención consistente en “una sierra movida por una bomba de fuego movida a su vez por doble inyección”.
Alcanzó el grado de capitán de navío en 1791, en 1792 de ingeniero jefe y en 1793, de ingeniero director. Comisionado para estudiar la posible navegación del río Nalón en Asturias y los yacimientos carboníferos de su comarca, descubrió 83 minas de carbón y redactó un proyecto para hacer navegable el río. También en Asturias, dirigió la instalación de los primeros hornos españoles capaces de extraer del carbón el alquitrán de hulla. Posteriormente, sentó los cimientos de lo que luego sería la fábrica nacional de Trubia, a cargo del Cuerpo de artillería.
Con Gaspar Melchor de Jovellanos cooperó en la fundación del Real Instituto asturiano. Ascendido en 1796 a brigadier de la Armada, fue nombrado jefe de la fábrica de la Cavada y formó parte de la comisión de límites entre Francia y España.
Diputado electo por Cuenca, tomó parte en las Cortes de Cádiz, en 1812. Ascendió a jefe de escuadra en 1815. Separado del servicio activo, residió en Zafra de Záncara y Cuenca capital. Tras reingresar, ascendió a comandante general en 1822. Siempre mantuvo el vínculo con su tierra, en la que puso en cultivo extensas propiedades, construyó acequias para el riego y desencharcó terrenos, todo lo cual fomentó la riqueza de sus paisanos que le tuvieron en grande estima. Fue gran aficionado al coleccionismo, legando a su muerte una famosa colección de cuadros, que se guardaba en la casa de los condes de Retamoso, en Tarancón. Muere en Murcia en 1829.