Se interesó en la política y fue elegido alcalde de Tomelloso, su ciudad natal, desde 1918 a 1923, y nuevamente en 1931 desde el 31 de enero al 14 de abril. Considerado un buen alcalde, contribuyó a modernizar Tomelloso. Además, elaboró un nuevo sistema para el cultivo de las viñas, y llegó a ser uno de los expertos más importantes en viñas y vinos de La Mancha.
Pintor, de familia labradora, se introdujo en la pintura de manera autodidacta, movido por su pasión por el campo y el paisaje. Comenzó a pintar en la adolescencia, aunque la mayor parte de su obra fue desarrollada en la madurez; con registros comprendidos entre cierto ingenuismo ‘naif’ y cierto expresionismo colorista.
Su pintura es fuertemente colorista y en ella abundan los paisajes y las formas vegetales. Se estima que recibió la influencia de Benjamín Palencia (vid.) con quien compartió amistad y paseos, y que ésta fue la razón decisiva para que se introdujera de forma más directa en la pintura. Igualmente, debe subrayarse su prolongada amistad con Antonio López Torres, con quien comparte vivencias pueblerinas y amor por la naturaleza.
En 1954 recibió el Premio Montevideo de la Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona. En 1957 expone en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, publicándose un texto de Enrique Lafuente Ferrari sobre la misma. Y en 1960 en el Casino de Ciudad Real. Muere en 1962. En 1991 se realiza la Exposición Antológica en la Posada de los Portales de Tomelloso.
La afirmación de Eladio Cabañero a propósito del universo pictórico y vital de Francisco Carretero (“Para él pintura y agricultura, venía ser lo mismo en su vida”), no es una afirmación cualquiera, ni siquiera una boutade propia del Tomelloso, a la que tan aficionado era Cabañero. Es, tal vez, una sentencia de largo calado y de largo recorrido, que me propongo explorar. El mismo García Pavón ya había advertido, a la muerte del pintor, que: “En su pintura se nota como un trasunto constante, la preocupación agrícola”. Pero ¿por qué tanta agricultura?, y ¿qué tiene que ver la pintura con la agriultura: ¿No son actividades contrapuestas y aún opuestas?
Frente a otras pretensiones críticas, que ubican el universo carreteriano en un contexto pictórico –y solo pictórico– variable de ingenuismo, expresionismo, paisajismo, mancheguismo, o vaya usted saber qué cosas: el poeta tozudo opta por la opción más directa cual es confundir las artes mecánicas y agrarias con las artes liberales y bellas, en una suerte de greguería del Tomelloso. Pero no confundir, a cualquier precio, sino al precio exacto o al valor justo de lo expresado. La pintura como agricultura, o ¿ésta como aquella? Antes aún de la proclama cabañeriana, hay un texto de Joaquín de la Puente de 1957, que contrapone a Prieto como “exaltación intelectual” con Carretero como “exaltación gozosa de la Naturaleza”. También García Pavón relataba que “En sus viñas que aparecen en sus lienzos, en las faenas de recolección y vendimia, en los motivos rústicos tan frecuentes en sus cuadros, se advierte no sé qué alegría jubilosa, no sé qué himno y aclamación infantil y de amanecida, ante la presencia de la naturaleza, de su naturaleza manchega”. Ya está aquí, la Naturaleza como gozo en la pintura de Carretero. ¿Cabría otra exaltación, que no fuera gozosa? Por supuesto. Ya que hay representaciones de la Naturaleza, como las del Romanticismo, en las que anida el presagio del miedo o un temor invisible ante la baraúnda de la Naturaleza no domesticada.
Frente a ese temor insondable de los románticos, los pintores de principios del siglo XX son ya más pragmáticos y no tienen inconvenientes en presentarnos la Naturaleza transformada por la Agricultura: ya son campos dominados por la labra y roturados por los cultivos. Ya es una Naturaleza ahormada por el hombre y puesta a su servicio. Ciertas figuraciones Románticas, desde Friedrich hasta John Martin están preñadas por un elemento grandioso y telúrico: no exentas de lo que Hugh Honour ha llamado la moral del paisaje. Y esta diferencia es la que abre el tajo de la sutura entre Agricultura y Pintura. ¿No sería, tal vez, que la pretensión de perpetuar la belleza de aquellos campos en plenitud de formas, colores y sueños, forzara al domimis de la posesión a buscar la forma de prolongar aquella mirada? Igual que los viajeros ingleses sintieron el impulso de perpetuar sus visiones: es creíble que en la prolongación de aquellas sensaciones de mieses amarillas, vides verderonas y olivos pardos estuviera anidando un impulso de la pintura. Como en Carretero, o en López Torres, o en Palencia, o en Ortega Muñoz hay una extraña coincidencia de miradas agrícolas y de miradas pictóricas. De alguien que pintaba en el jaraíz como taller y que advertía el magisterio del campo. ¿Qué era esperable, sino esa mirada y esa superposición? Por todo ello, ¿qué es y qué representa Carretero?: ¿Un pintor agrícola? o ¿un agricultor aficionado a captar pictóricamente sus recuerdos y vivencias? Hoy con una agricultura de laboratorio y recorrida de pautas administrativas de la PAC y de las subvenciones europeas; y con una pintura en trance de extinción, tal universo se nos antoja tan lejano como extraño y tan diverso como próximo. ¿No es subvencionable, igualmente, la pintura desde el mecenazgo administrativo y desde los premios y certámenes mil? y ¿no es la agricultura, más una actividad productiva y social, que una vía expresiva de la Naturaleza y de cierta poesía? Extrañas coincidencias y extraña contigüidad, que se produce cuando se extingue tanto la pintura como la agricultura.