La primera Escuela de Arquitectura que funcionó como tal en nuestro país inicia su marcha en 1844. La Academia estaba ligada a un régimen político anterior que los liberales de los años 40 querían olvidar y por ello se pide desde la propia Academia a la reina Isabel II la renovación de la enseñanza de arquitectura. Y en 1844 un Decreto Real reorganizaba la enseñanza de la nueva Escuela de Arquitectura. Los cambios políticos, evolución técnica y de contenidos en la arquitectura hacen necesaria esta decisión. Su funcionamiento en los primeros momentos debe ser muy flexible.
Y así mientras hay arquitectos que, como Jareño inician sus estudios, otros se incorporan en cursos superiores como Rogent. Y por otra parte, dado que había años de diferencia entre la finalización de los estudios y la obtención del título se daban casos como el de Juan Madrazo que siendo once años más joven que Jareño obtiene el título junto con éste en el año 1852.
Francisco Jareño y Alarcón nace en Albacete en el año 1818. Inicia la carrera eclesiástica, que abandona al fundarse la Escuela de Arquitectura donde termina sus estudios en 1848. Siete años más tarde ganaba la cátedra de Historia de la Arquitectura y en 1874 era designado director de la Escuela. Jareño viaja como pensionado a Inglaterra y Alemania. Ya no interesa tanto Italia con su vieja imagen clásica aunque sus edificios más representativos tengan un planteamiento clasicista. Ahora son referencias a las ordenaciones de Schinkel y Klenze con lecturas neogriegas.
La obra más comprometida de Jareño es el proyecto del palacio de Bibliotecas y Museos donde se localizan hoy la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, aprobado, en 1865. Es probablemente la obra más conocida de Jareño, y que por otra parte es el gran canto del cisne de la arquitectura isabelina en su vertiente clasicista. La obra en su construcción sufrirá variaciones importantes respecto de la idea de Jareño. Su distribución responde a un esquema tradicional de planta casi cuadrada cuyo interior se divide por dos crujías en cruz generando así cuatro patios. En el centro de la cruz se situaba la gran sala de lectura de planta octogonal, con las mesas de lectura situadas radialmente. La fachada ha perdido su carácter neohelénico del proyecto original que sin embargo se conserva en la del Museo Arqueológico.
Allí, el uso de la piedra y el ladrillo y la omisión de todo elemento retórico confieren una fuerza especial al edificio. En el interior son importantes las escaleras monumentales en mármol blanco.
En 1856 Jareño inicia su colaboración con Nicomedes Mendívil en la antigua Casa de la Moneda, una de las mejores obras de la arquitectura industrial de España, hoy desaparecida. En esta obra se hacía ya patente un claro racionalismo constructivo. En 1863 proyecta el Tribunal de Cuentas que refleja el mismo espíritu neogriego mientras que el Hospital del Niño Jesús presenta un neomudejarismo precoz que deja entrever la disyuntiva romántica. Este mudejarismo puede venir de su relación con Toledo, ciudad para la que proyectó la plaza de toros. En Las Palmas de Gran Canaria realizó proyectos para la terminación de su catedral y para un teatro, donde se unen elementos neogriegos e italianizantes.
Francisco Jareño muere en 1892. Discípulos de Jareño como Justo Millán, entre otros, continúan su trabajo en tierras de Castilla-La Mancha.