Gervasio Alberto López Crespo nació a última hora de la noche del 19 de junio de 1892, en la calle Triana de la localidad alcarreña conquense de Villaconejos de Trabaque. Estudió por libre en el instituto de Cuenca y obtuvo la suficiencia como maestro de primera enseñanza elemental en septiembre de 1913. Empezó poco después su periplo como maestro. Su primer destino, en 1916, lo llevó muy lejos de su villa natal, a la aldea cántabra de Camijanes. Llegó a la provincia de Ciudad Real en 1918, como maestro de la escuela graduada de niños de Santa Cruz de Mudela. Tres años después, obtuvo destino en Almagro, donde fundó su familia. Aquí hizo también sus pinitos en la prensa local e inició su carrera sindical y política.
Como maestro, desarrolló su docencia en las “escuelas viejas” de Almagro hasta la inauguración del entonces “grupo escolar Primo de Rivera” en 1926, que cambió su nombre por el de “Giner de los Ríos” durante la República. Don Alberto, como lo llamaban en el pueblo, sintió pasión por la enseñanza. Era uno de esos maestros que ejercían su vocación como a modo de sacerdocio laico. Fue partidario de la coeducación y de las reformas educativas republicanas. Su mayor preocupación fue evitar las ausencias de los niños al colegio, por falta de control de la inspección y porque muchos padres se los llevaban a coger leña o sacar un jornal. De esa manera, decía, era imposible superar los altos niveles de analfabetismo y salir de la miseria.
Como periodista, perteneció al consejo de redacción del semanario almagreño La Tierra Hidalga (1923-1924). También publicó algún artículo en el ciudarrealeño El Labriego (1922), en alguna guía de ferias local (1928) y en el almagreño Renovación (1930). En este último semanario hizo una temprana confesión pública de republicanismo, en noviembre de 1930: “ser republicano equivale a ser señor de sí mismo, soberano de sus propias decisiones, forjador de sus propias leyes, declararse mayor de edad, tener conciencia de su propio valer, poner al frente de sus destinos a la persona ungida por la probidad y el talento (…)” (Renovación, núm. 4, 13-11-1930).
Formó parte de la comisión organizadora local de la Alianza Republicana y firmó el manifiesto “A los republicanos almagreños”. El primer gobernador republicano de Ciudad Real le encargó presidir la gestora municipal, como alcalde-presidente, para liderar la transición hacia el primer ayuntamiento republicano en Almagro, tras ser anuladas las elecciones del 12 de abril y convocarse unas nuevas el 31 de mayo de 1931. A la política llegó desde la reivindicación de las mejoras profesionales, que consideró que sólo la República podía afrontar. Militó en el sindicato de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE), ligado a la UGT. Como uno de los dirigentes de la Izquierda Republicana almagreña, formó parte de comisión gestora del Frente Popular en 1936.
El estallido de la guerra le sorprendió como representante municipal. Sus diferencias con el alcalde socialista y con algunos de los dirigentes de la Casa del Pueblo se incrementaron durante su vuelta del frente del Jarama. En enero de 1938, fue desterrado de Almagro por una conducta “incompatible con los representantes del Frente Popular”. Tras ser detenido a la entrada de las tropas franquistas a Ciudad Real, pasó por la cárcel de Ocaña y por la de Almagro. Murió, fusilado en las tapias del cementerio de Almagro, al despuntar el alba del 25 de octubre de 1939, en cumplimiento de una condena a muerte por “delito de adhesión a la rebelión”, como “directo responsable de todo lo ocurrido en el pueblo durante la dominación marxista”, según rezaba la sentencia del juicio sumarísimo al que se le sometió el 13 de junio de 1939. Absurda, pues ni se adhirió a la rebelión (delito que suponía la “justicia al revés”, que sirvió para sustentar la acusación a todos los “rojos”) ni perteneció a ninguno de sus comités, por los que sería perseguido.
Además de representar al colectivo de represaliados del Magisterio por la dictadura, su caso ha sido considerado revelador de un hecho poco investigado aún: el de aquellas personas perseguidas tanto por los golpistas como por los comités obreros, por mantener sus principios y pretender actuar de manera honesta. Así aparece catalogado en el libro de Francisco Alía Miranda, reeditado, sobre La Guerra Civil en Ciudad Real, 1936-1939 (Diputación Provincial, 2017, pp. 391-392). Aunque, en esta ocasión, no debe confundirse con eso que se conoce como “tercera España”. Esa doble persecución o condena no fue equiparable para este maestro republicano. La de sus ex aliados del Frente Popular le costó el destierro a la ciudad que, durante la guerra, fue rebautizada como “Ciudad Leal” o “Ciudad Libre”. La de sus enemigos falangistas le segó la vida. Sus diferencias con los miembros de las organizaciones y comités obreros de Almagro no le hicieron adjurar de una República cuya bandera contribuyó a colocar en el balcón de su Ayuntamiento en abril de 1931 y cuyos vítores escucharon varios testigos en el trayecto que le llevó desde la cárcel al cementerio, camino de su ejecución.
Bibliografía:
- LÓPEZ VILLAVERDE, Ángel Luis, El ventanuco. Tras las huellas de un maestro republicano, Toledo, Almud eds. de CLM, 2018.