Nació Gil Ruiz Domínguez en Atienza (Guadalajara), el 1 de septiembre de 1901, en el seno de una familia de labradores, compuesta por Pío Ruiz y Juana Domínguez, que poco después del nacimiento de Gil hubo de emigrar a Madrid, donde Ruiz Domínguez se labraría su futuro, entrando a trabajar, joven aún, en una imprenta del barrio madrileño de las Delicias, en la calle de Tarragona, que terminaría dirigiendo, y en la que se imprimirían numerosos carteles propagandísticos de diferentes partidos políticos, a partir de 1931; al tiempo que tanto él como la que sería su mujer, Juliana Pérez Borderas, se integrarían en la organización sindical UGT.
Tras el golpe militar del 18 de julio de 1936, el matrimonio, con dos hijas de corta edad, se declaró abiertamente contrario al alzamiento militar, pasando a la resistencia como milicianos republicanos; hasta que, al llegar el mes de diciembre de ese año, Gil Ruiz Domínguez se uniría al Cuerpo de Carabineros, con el que pasaría a cubrir la línea defensiva de la Ciudad Universitaria de Madrid, y más tarde, a partir de la primavera de 1937, la sierra madrileña; en cuyos periodos obtuvo los ascensos de cabo y sargento.
En este tiempo también sería bombardeada por la aviación franquista la casa en la que, en los bajos, se situaba la imprenta, y en cuyo piso principal habitaba la familia, compuesta por Juliana Pérez Borderas y sus hijas Julia y Mercedes.
En el mes de diciembre de 1938, al comprender que la guerra se encontraba perdida, Gil Ruiz Domínguez, con su mujer e hijas tomó el camino de exilio, marchando desde Madrid a Gerona, y desde aquí, cruzando la frontera en el mes de enero de 1939 y pasando a Francia.
Pasada la frontera, Gil Ruiz Domínguez subió a su mujer e hijas en un tren de ganado en una estación cercana a Colliure; en el tren y en los vagones destinados al ganado se acoplaron varias familias más, sin que los hombres lo pudieran hacer, puesto que serían detenidos por los gendarmes franceses, siendo trasladados al campo de retención, o concentración, francés, para refugiados españoles, de Le Vernet, en Ariège. Juliana Pérez Borderas y sus hijas ya no volvieron a ver a su padre y marido.
El tren en el que marcharon esposa e hijas, tras dos o tres días de viaje, se detuvo en Saint Brieuc, camino de la Bretaña, donde hicieron descender a los refugiados. En la portada del periódico de la localidad del 4 de febrero de ese año, apareció una foto en la que ellas se encontraban entre las decenas de mujeres y chiquillos que se agolpaban en la estación ante la incrédula mirada de las autoridades, y rodeadas de gendarmes a la espera de recibir la orden de qué hacer con aquellas gentes. Eran alrededor de ciento cincuenta personas, entre niños y adultos.
En Saint Brieuc, los refugiados españoles fueron conducidos de forma provisional al campo de Gouédic y al Hogar del Soldado. Después distribuidos, a la espera, entre las poblaciones vecinas, tras ser desparasitados, vacunados y de alguna manera asistidos por las organizaciones de beneficencia, sobre todo los niños, a los que proporcionaron ropas de abrigo entre la indiferencia general y el malestar de las autoridades, conscientes de que, si eran bien recibidos, llegarían más. La intervención del obispo de Saint Brieuc, monseñor Serrand, logró parar la expulsión y que algunas localidades admitiesen a un número determinado de aquellos.
El 9 de febrero la mujer e hijas de Gil Ruiz, con otras 17 personas, marcharon a la ciudad de Dinan. Pasaron la noche en las celdas de la antigua prisión. En la calle Gambetta, acondicionadas para que pudiesen dormir. Al día siguiente las trasladaron a la localidad de Champs-Geraux, donde serían recibidas y acogidas por el alcalde de la localidad, Pierre Busnel, y el maestro Francis Herby, a su vez, secretario del Ayuntamiento.
Durante algunos meses la mujer e hijas de Gil Ruiz vivieron allí, en dos habitaciones situadas sobre la escuela local, a partir del verano de 1939 pasaron a ocupar una destartalada casa, sin luz ni agua corriente, a unos centenares de metros de Champs-Geraux, en Boulaie. Para entonces de los veinte refugiados que llegaron tan solo quedaban 15. Los restantes, naturales de La Seo de Urgel, habían regresado a España.
A través de la Cruz Roja Internacional conocieron el paradero de Gil Ruiz, y recibieron algunas cartas de él, entre ellas la que les anunciaba que, como medio de salir del campo de Ariège, pasaba a formar parte de la Compañía de Trabajadores Extranjeros, en el mes de marzo de 1940. Compañía destinada a fortalecer la llamada “Línea Maginot”. El 3 de julio de ese año, los integrantes de la compañía serían hechos prisioneros por las tropas alemanas, trasladando a los españoles a la fábrica de zapatos de Mosela, en Bataville-Hellocourt, convertida en prisión. Tras dos meses de estancia allí, sin que las autoridades francesas reconocieran la pertenencia de aquellos hombres a sus ejércitos, el 8 de septiembre, como otros muchos de quienes se encontraban en su misma situación, entraba en el infernal campo de concentración de Mauthausen, donde fue registrado con el número 4.461. Aquel día, junto a Gil, entraron algo más de doscientos españoles, los números 4.263 al 4.485. De ellos tan solo 34 sobrevivieron. Gil Ruiz ingresó el 24 de enero de 1941 en el todavía más siniestro campo de Gusen, donde se le registró con el número 9.651. Allí se registró su muerte el 4 de noviembre de 1941.
Juliana Pérez Borderas, la esposa de Gil Ruiz, tuvo que aprender a sobrevivir en un país desconocido y con lengua desconocida. Desde aquel mes de julio de 1940 no volvió a tener noticias de su marido. Imaginó, como tantas personas más, que Gil Ruiz se encontraba internado en algún campo de prisioneros, como tantos otros, del que algún día regresaría.
Durante los años siguientes se emplearía en las granjas del lugar, realizando trabajos para la comunidad, e incluso ganándose cierta fama como costurera. Sus hijas, Julia y Mercedes, fueron acogidas por el maestro Francis Harby, quien las llegaría a tratar como si fuesen miembros de su propia familia, al igual que el alcalde Pierre Busnel.
La guerra en Champs-Geraux pasó sin demasiados sobresaltos, si bien las tres tuvieron que pasar por los diversos controles alemanes y franceses de identidad a los que la población se vio sometida. El propio maestro y a su vez secretario municipal, falsificó su documentación para hacerlas pasar por ciudadanas de Champs-Geraux, donde Gil fue inscrito como preso de guerra, domiciliado en Boulaie.
El mayor incidente vivido por la localidad sucedió en el mes de mayo de 1943, el día 29, cuando en su término cayó un avión militar norteamericano B-17 pereciendo once de sus tripulantes.
Juliana Pérez Borderas fue una de las primeras personas en acudir al socorro de las víctimas, y en utilizar la tela de los paracaídas para confeccionar vestidos. Después todo fue esperar a que la guerra concluyese. Guerra que dejó para el pequeño lugar, de apenas un millar de habitantes, ocho muertos en combate.
La llegada del armisticio trajo también la incertidumbre sobre lo sucedido con Gil Ruiz. Regresaron los combatientes, y regresaron los prisioneros. Pero no Gil.
En el verano de 1945, Juliana Pérez Borderas trató de conseguir el visado para dirigirse a Cuba con sus hijas, al cobijo de la familia de su marido, uno de los hermanos de Gil emigró a La Habana, pero el visado le fue denegado, carecía de documentación oficial en regla.
El 10 de mayo de 1946 les fue reconocida la residencia oficial en Francia, en aplicación de un decreto de la república de 15 de marzo de 1945. También, por entonces, comenzó a conocerse lo sucedido en los campos de concentración alemanes.
En el mes de mayo de 1947 comenzó a hablarse en el ayuntamiento de Champs-Geraux de llevar a cabo lo que ya se estaba acometiendo en otros lugares. Levantar un monumento en homenaje a los muertos por Francia, naturales de la población.
La noticia que sorprendió en la localidad, días antes de tomar el acuerdo definitivo, fue la llegada de una carta oficial proveniente del Ministerio de ex combatientes y víctimas de la guerra dirigida al alcalde, Pierre Busnel. Se le pedía la localización de Juliana Pérez Borderas, la carta era la notificación, tras las diversas comprobaciones, de la muerte de Gil Ruiz Domínguez.
El 20 de julio de 1947, el ayuntamiento de Champs-Geraux tomó el acuerdo oficial de levantar su monumento a los muertos por Francia, naturales del lugar. Y por unanimidad acordó incluir el de Gil Ruiz entre los fallecidos por Francia, naturales de Champs-Geraux.
Ocuparía un lugar de preferencia en la plaza de Champs-Geraux, entre el ayuntamiento y la iglesia, y en él figurarían los nombres de los 64 chiquillos fallecidos a lo largo de los años que mediaron entre 1914 y 1918, así como de los combatientes de ambas guerras. Le fue encargado el diseño al arquitecto Luis Pinard, de Dinard, y lo llevaría a cabo el escultor de granito Eugenio Gallée, de Evran.
A efectos de oficializar la nacionalidad, y el honor, de que el nombre de Gil Ruiz se incluyese en el monumento, el alcalde Busnel se dirigió al Ministerio de Víctimas de la Guerra, solicitando que Gil Ruiz, prisionero en campo francés luchando por Francia con el ejército francés, fuese reconocido como “muerto por Francia”. Aquello llevaría emparejado el que su viuda fuese igualmente reconocida como víctima de la guerra y sus hijas huérfanas de guerra, pudiendo acceder a las ayudas oficiales, y a la nacionalidad.
La respuesta le llegó el 8 de agosto, rechazando la petición, ya que Gil Ruiz no era reconocido como militar, sino como trabajador extranjero ilegal. A pesar de ello, el monumento, en el que se incluiría el nombre de Gil Ruiz, fue inaugurado oficialmente el 6 de junio de 1948.
Algo más de un año después, el 13 de agosto de 1949, tras varias demandas y recursos entablados por el ayuntamiento de Champs-Geraux, a Gil Ruiz Domínguez se le reconoció el honor de haber muerto “por Francia”, y a su viuda e hijas el de víctimas de la guerra, pudiendo acceder a la nacionalidad, y a una pensión vitalicia, con efectos retroactivos. Se trataba del primer español que, en estas circunstancias, quedaba inscrito en un monumento francés, de víctimas de la guerra. Su mujer e hijas nunca renunciaron a la nacionalidad española, renovando periódicamente su certificado de nacionalidad en el Consulado de España en Nantes.
El 1 de diciembre de 2023, frente a su antiguo domicilio de la calle de Tarragona número 15, de Madrid, se descubrió un stolpersteine, o adoquín de la memoria, en recuerdo de Gil Ruiz Domínguez.
Bibliografía:
- Gismera Velasco: “Memoria del Holocausto, en Gusen-Mauthausen, y de Gil Ruiz Domínguez”, Nueva Alcarria, Guadalajara (9-2-2018).
- Gismera Velasco: “Un Stolpersteine por Atienza, en memoria de Gil Ruiz Domínguez, nacido en la población”, Nueva Alcarria, Guadalajara (29-12-2023).
- Gismera Velasco: Mauthausen, última estación. El viaje de los deportados españoles al infierno de los campos de exterminio, Independently published, 2020.
- Gismera Velasco: “Gil Ruiz Domínguez: de Atienza, a Gusen”, revista digital: Atienza de los Juglares, nº 66 (diciembre 2014).