Nació en Talavera el 8 de abril de 1882 en el seno de una familia de agricultores y ganaderos. El propio escritor dirá en alguna ocasión que llevaba el campo metido en la sangre. En 1900 se desplazó a Madrid para realizar estudios de Ingeniería de Caminos que abandonó para dedicarse a la que entonces descolló como su auténtica pasión: la literatura y el periodismo.
Se inició como meritorio en el diario madrileño La Mañana, dirigido por Manuel Bueno, en donde publicaba críticas teatrales. Allí, fruto de la casualidad, apareció su primera crónica taurina: el crítico titular no pudo asistir a una corrida celebrada en Aranjuez y lo sustituyó Corrochano que firmó su colaboración bajo el seudónimo de “Alegrías”. Tras abandonar La Mañana pasó a colaborar en revistas como La hoja de parra o Ecos y posteriormente en el diario ABC. En este último se ocupaba de labores diversas: redacción y calle, tribuna y pasillos del Congreso y Gobernación. Con motivo del fallecimiento de “Dulzuras”, crítico taurino del diario monárquico, Torcuato Luca de Tena le ofreció el puesto vacante. Corrochano aceptó el encargo con no demasiada convicción.
Fue también cronista de la guerra de África, adonde se desplazó en 1921. Con sus textos contribuyó a ensalzar la figura de algunos generales africanistas como Francisco Franco o José Sanjurjo. Reflejó también las tensiones entre españoles y marroquíes en su novela ¡Mektub! El inicio de la guerra civil le sorprendió en Tánger en donde fundará el periódico España, del que será propietario y director. En algún momento resumirá que sus dos grandes pasiones habían sido los toros y Marruecos.
Su labor como literato se inició en el campo de la zarzuela para la que escribió un par de libretos: La gitanada, estrenada en enero de 1914 en el madrileño teatro de Loreto y Chicote y Las sufragistas, presentada al público de la capital en noviembre de 1916 en el Teatro Príncipe Alfonso. Una tercera zarzuela, titulada La Madonna, con música del maestro Arregui, no llegó a estrenarse. En 1928 presentó en el Teatro Lara la comedia Naves sin hélice en la que se recreaba la vida en una redacción de periódico.
Si por algo destacó Gregorio Corrochano fue por abrir la crónica taurina a una nueva dimensión. Hasta entonces las crónicas solían ser frías y analíticas, en cambio, el autor talaverano las dotó de un novedoso tono impresionista en el que se entremezclaban con maestría los conocimientos técnicos con las dotes literarias. Desde las páginas de El País, José Ortega Spottorno evaluará su labor del siguiente modo: “Fue el primero en pasar de la pura gacetilla a la crítica, donde el periodista se arrima a la suerte de juzgar a toros y toreros ante el lector, con el riesgo consiguiente, y que le permite por añadidura lucir sus excelentes dotes de escritor”. Es verdad que su sinceridad le ocasionó algún trastorno: en cierta ocasión en Santander hubo de hacer frente a la reacción airada del seguidor de un diestro. Lo cierto es que se convirtió en un maestro y en un referente de la crónica taurina del siglo XX. Además de sus habituales artículos periodísticos, dedicó al mundo del toro varias aproximaciones en forma de libro. De entre sus sesudos análisis de contenido histórico, técnico y valorativo destaca Cuando suena el clarín, que constituye según Felipe Medina “la respuesta completa y adecuada, técnica y literaria al reportaje veraniego de Hemingway, con la más autorizada y sugestiva pedagogía sobre cómo ver y enjuiciar los toros y la profunda significación del toreo”.
Ocupó a lo largo de su vida diversos cargos institucionales: fue, por ejemplo, vocal en la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid. Recibió también numerosos premios y distinciones: Comendador de Isabel la Católica, Cruces del Mérito Militar y Civil, Mariano de Cavia (1956), Castillo de Chirel de la Real Academia Española (1955)… También su ciudad natal lo nombró Hijo Predilecto y en señal de gratitud ejerció como Pregonero con motivo de los actos de Coronación de la Virgen del Prado en 1957. Su ciudad siempre estuvo atenta a sus progresos: ya en el diario El Criterio (1904-1907) se daba cuenta de su labor literaria con la publicación de sus primeros cuentos, artículos y poesías. En su ciudad contempló la mortal cogida que en la tarde del 16 de mayo de 1920 le costó la vida a Joselito, al que Corrochano tenía por uno de los grandes renovadores de la fiesta.
Su hijo Alfredo Corrochano Miranda (Madrid, 1912 – Granada, 2000) fue matador de toros, empresario periodístico –se ocupó en gran medida del progreso del diario España, fundado por su padre- y eventual cronista taurino en los primeros números de El País. Otra de sus hijas, María del Pilar, falleció de forma prematura cuando sólo contaba con cinco años.
Aquejado de leucemia, Gregorio Corrochano falleció en Madrid el 19 de octubre de 1961.
Obras
- La gitanada. Sainete lírico en un acto, Madrid, R. Velasco, 1914;
- Las sufragistas. Comedia cómica en dos actos y en prosa, Madrid, R. Velasco, 1916; ¡Mektub!, Madrid, Atlántida, 1926; ¿Qué es torear? Introducción a la tauromaquia de Joselito, Madrid, Imprenta Góngora, 1953;
- Coronación de la Virgen del Prado, Madrid, Imprenta Góngora, 1957;
- Cuando suena el clarín, Madrid, Revista de Occidente, 1961;
- Teoría de las corridas de toros, Madrid, Revista de Occidente, 1962;
- ¿Qué es torear? Introducción a las tauromaquias de Joselito y Domingo Ortega, Madrid, Revista de Occidente, 1966;
- Tauromaquia, Madrid, Espasa-Calpe, 1989;
- La Edad de Oro del toreo, Madrid, Espasa-Calpe, 1992;
- La Edad de Plata del toreo, Madrid, Espasa-Calpe, 1993.
Bibliografía
- Sin firma, “Anoche falleció en Madrid don Gregorio Corrochano”, ABC, Madrid, 20 octubre 1961, pp. 59-69;
- Felipe Medina, “Gregorio Corrochano. Creador de la crónica taurina contemporánea”, La Voz de Talavera, 9 agosto 2005, p. 22.