Valenciana por los cuatro costados aunque sus orígenes familiares se sitúan en tierras albacetenses, cursó estudios de magisterio y de Filosofía y Letras en la capital del Turia. Su vocación de maestra ha estado unida a un ideal político que ha sido su razón de ser, la razón de su vida.
Ya desde muy joven participó en las campañas políticas republicanas de Valencia, aquella ciudad huertana de los naranjales y de las barriadas de pescadores del puerto, quienes le llamaban orgullosos “la xiqueta”, por ser agraciada y vivaz, de oratoria emotiva y convincente.
Fue la primera mujer elegida concejal del Ayuntamiento valenciano durante el período 1936-1939. En mayo de 1938 marchó a París como delegada de las Juventudes de Ayuda a España. A fines de ese año, y al objeto de conseguir visados de entrada para Francia de algunos dirigentes republicanos que habían quedado aislados, regresó a Gerona cuando estaba a punto de ser ocupada por el ejército franquista. Así evitó que muchos de ellos fueran enviados a los campos de concentración franceses.
En enero de 1939 volvió a París, marchando a continuación a la República Dominicana, acompañada de su madre y de su esposo, el abogado Rafael Supervía. En Santo Domingo, entre finales de 1939 y 1940 fue profesora de la Escuela Normal y colaboró en los planes de estudios que tenía el gobierno del general Trujillo, participando en la organización y dirección del Instituto Escuela Ciudad de Trujillo, escuela privada basada en los criterios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza.
Durante el curso de 1945, tras asistir a unos cursos en Estados Unidos, consiguió una plaza de profesora de Lengua Española en la Sidney Friends School de Washington. Aquí permaneció hasta 1978, pasando después a dar clases en la American University hasta 1985.
Durante su estancia en los Estados Unidos compaginó la enseñanza con la redacción de textos pedagógicos, especializándose en libros de enseñanza de la lengua española para extranjeros. Su marido, que también desarrolló una fecunda carrera en una universidad norteamericana, dijo de Guillermina que enseñaba español con acento, con acento liberal y democrático.
Fruto de su entrega y dedicación a la labor docente en Estados Unidos, en reconocimiento de toda una vida dedicada a la enseñanza fue distinguida con importantes premios pedagógicos. Como el concedido por el gobierno español en 1986, el Lazo de Dama de Isabel la Católica.