Salvador Jiménez [también Ximénez o Giménez] Coronado, fue un escolapio matemático, astrónomo y traductor de Euler, Wilson, Requeno y Baroni, primer director y profesor del Real Observatorio de Madrid.
Poco sabemos de su familia. Ingresó en las Escuelas Pías del Colegio de San Fernando de Lavapiés en 1761 y profesó en 1763. Estuvo en los seminarios de Getafe y Villacarriedo (Cantabria), donde se interesó por las matemáticas y la astro nomía; en 1769 regresó al colegio de San Fernando, pero esta vez para enseñar. En 1772, un año antes del fallecimiento del director del Seminario de Nobles, el famoso Jorge Juan, fue trasladado al colegio de Getafe donde enseñaban los ilustrados padres Felipe y Fernando Scío de San Miguel. El primero era el famoso editor y traductor de la Biblia vulgata bilingüe al español y superior del Colegio; el segundo, un profesor amante de las ciencias y hábil fabricador de instru mentos astronómicos, tan interesado en estas diciplinas que aprovechó su proximidad al monarca para recomendar que se enseñara física y matemáticas en los colegios religiosos.
Salvador tenía el cargo de rector del enorme colegio (unos dos mil alumnos), y parece ser que fue el influjo de los hermanos Scío en la corte de Carlos III (eran maestros y preceptores de sus nietos y primos, y Fernando futuro confesor de Carlos IV) lo que le facilitó una pensión suficiente para ampliar conocimientos de astronomía en Europa y estudiar los famosos observatorios de Greenwich y París, con el fin de que dirigiera después un nuevo observatorio aún por construir en Madrid, complemento del que ya exis tía en Cádiz (en Castilla-La Mancha hoy existen solo dos: el de Yebes , GU -vid- y el de La Hita, TO).
Comenzó entonces un periplo de 14 años: en 1776 fue enviado a Roma; después, a Florencia; es casi seguro que en Italia se encontró con los jesuitas españoles expatriados en 1767; muchos de ellos eran científicos importantes y, antes de conseguir el permiso de Flori dablanca para marchar a París en 1780, donde permaneció nueve años, ya tenía traducido “el Tratado de náutica de Eu lero ”. En total, según sus palabras, pasó cuatro años en Italia, más de nueve en París y un año en Inglaterra, aprendiendo bien los respectivos idiomas para poder traducir de ellos, como en efecto hizo, frecuentando a los científicos más notables en salones y gabinetes laboratorios, buscando el mejor instrumental e inspeccionando universidades, escuelas y observatorios. En 1784 pidió a Roma su exclaustración y en 1785 propuso a Castelló, un empleado en la embajada española de París, que adquiriese una biblioteca científica que se hallaba en venta, quizá la que los invasores franceses expoliaron en el Observatorio en 1808.
Jiménez no se limitaba a estudiar matemáticas y astronomía: se puso al corriente sobre los sistemas educativos de los países a que iba e inspeccionaba con vistas a un futuro informe, y visitaba las escuelas, universidades y colegios de los países por donde pasaba, tomando apuntes para este propósito; incluso recabó datos de algunas escuelas públicas de Alemania, Países Bajos, Rusia y Polonia; el fruto de estos desvelos fue un largo es interesante manuscrito firmado en 1793, que no llegó a la imprenta pero se ha conservado. En fin, supervisado también por el conde de Floridablanca, Juan de Villanueva hizo los planos del edificio, que se empezó a construir en 1780 y se terminó diez años después cerca del parque del Retiro.
En Londres compró los instrumentos ópticos y matemáticos más modernos para el observatorio. Su traducción de Leonhard Euler, de la que solo queda el manuscrito, es un resumen de la Scientia navalis , un tratado de hidrostática naval en dos vols. que este había publicado en 1749 cuando se hallaba elaborando una completa teoría analítica de la me cánica de fluidos; Euler había hecho un epítome de esta obra en francés (1773) para que sirviera de instrucción a los cadetes navales, impresa con el título de Théorie complète de la construction et de la manoeuvre des vaisseaux mise à la portée de ceux qui s’appliquent à la navigation (2.ª ed. ampliada, París, 1776). También se vertió este tratado naval a otros idiomas y fue muy difundido en las academias navales. Expone en él diversos problemas de hidrostática cuya resolución resulta necesaria para calcular las mejores maniobras de un navío. En su traducción Jiménez afirma haber incluido y tenido en cuenta los resulta dos del Examen Marítimo de Jorge Juan, así que sería de interés comparar ambas obras; el manuscrito conservado posee la licencia de impresión, pero no llegó a la estampa. Entre 1791 y 1792 Jiménez visitó a los talleres de los hermanos Rostriaga (vid.) anexos al Gabinete de Física de los Estudios Reales de San Isidro, que en aquel momento era dirigido por Antonio Fernández Solano (1744-1823) y presentó al Gobierno el primer proyecto para establecer en el Palacio del Buen Retiro grandes talleres de instrumentos, no solo de Física y Matemáticas, como los de Rostriaga (vid.), sino de artífices y constructores de los más grandes instrumentos astronómicos. Encargó a José Radón hacer y publicar el manual para construirlos, y entonces, Jiménez Coronado solicitó el regreso a Madrid de dos pensionados en Londres, Carlos Rodríguez y Amaro Fernández, para montar el taller como una dependencia importante de la Escuela de Astronomía, con Rodrí guez como jefe. En mayo de 1793, el ingeniero Betancourt recibió el encargo de informar sobre el taller de instrumentos del Observatorio, que abrió sus puertas al público el año siguiente. Fue en estos momentos, en junio de 1793, cuando Jiménez Coronado entregó a Godoy su proyecto educativo, del que hablaré al final.
En 1793 publicó en Madrid su traducción de la obra del escocés Alexander Wilson (1714-86) titulada Observaciones relativas a la influencia del clima en los cuerpos animados y en los vegetales . Su interés por los fenómenos atmosféricos derivó en recomendar a Godoy la creación de una cátedra de Meteorología, que se encargó a José Garriga; este escribió un manual de la asignatura cuyo primer tomo se remitió en 1794 a Godoy: Curso elemental de meteorología , Imprenta Real, 1794.
En 1795 publicó la versión en castellano de una obra del jesuita aragonés Vicente Requeno y Vives (1743-181), publicada originalmente en Turín el 1790 bajo el título de Principi , progressi , per fezione perdita , e ristabilimento dell’a n tigua arte di parlare da lungui in guerra, cavata da’Greci é Romani scritori , ed accomodata a’presenti bisogni della nostra milizia obra precursora del telégrafo óptico, pues incluye los principios fundamentales de la telegrafía y los trabajos realizados por griegos y romanos en ese sentido; además, Jiménez realizó sus propios experimentos al respecto ( Gaceta de Madrid , 4 de noviembre de 1794). Estuvo además vinculado a la creación, por real orden de 1796, del Real Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos del Estado, cuya dirección se le encomendó. Fue una institución de corta duración, pues a raíz de una serie de conflictos y disputas el propio Jiménez Coronado propuso su disolución el 31 de agosto de 1804. La misión de este efímero cuerpo era la realización del antiguo proyecto de Jorge Juan (y aún anterior) para formar un exacto Atlas topográfico de España , que en su momento no llegó ni a iniciarse; lo cierto es que en ese cargo le encomendaron la revisión técnica de una Carta Geográfica del Grande Océano de Isidoro de Antillón, que debía servir de patrón para la confección del gran Atlas de España propuesto; en esta labor le asistieron también, a fines de 1801, José Espinosa, José Salazar y Fernández Navarrete, ofreciendo un parecer positivo.
Sin embargo, lo realmente impresionante que hizo fue aprobar la resolución, por parte del gran matemático Agustín de Pedrayes , de un problema complejo de cálculo infinitesimal propuesto a los matemáticos de Francia, Alemania y España en 1797 con un premio de 5.000 reales. Se dio un año de tiempo para resolverlo, y tras recorrer toda Europa, solo se presentó una solución, y errónea, por parte de la Academia de Berlín, aparte de la del matemático español, que obtuvo el premio; el método de Pedrayes fue confirmado por el Instituto de Francia. Se publicó la solución en un libro que lleva el título de Opúsculo primero, solución del problema propuesto el año de 1797 . Madrid: Impr. de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia, 1805.
En 1799 escribió un informe para Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado, sobre una obra de matemáticas para la enseñanza de los que se dedicaban a la construcción de instrumentos de física y astronomía, escrita por J. Radón: Tratados de Matemáticas necesarios á los artífices para la perfecta construcción de instrumentos astronómicos y físicos , Madrid: Imprenta Real, vol. I 1794; vol II 1797. En 1796 apareció publicada su traducción de la biografía de Cicerón obra del padre escolapio Mariano Baroni (1743-1782), que en realidad es una retraducción de la Life of Cicero (1741) del ilustrado filólogo deísta inglés Conyers Middleton. Esto un indicio de sus ideales humanistas y de su iusnaturalismo (debe recordarse que editar las Obras de Cicerón fue un empeño especialmente auspiciado y logrado por un grupo en el que se hallaba un conocido suyo y también escolapio, el helenista, enciclopedista, editor, crítico literario y traductor daimieleño , amigo también de Godoy y traductor de El contrato social de Rousseau, Pedro Estala; este grupo, disuelto tras la publicación en catorce tomos de sus Obras en 1797, estaba formado además por Forner, Melón, José Navarrete y Guillermo López Bustamante).
Jiménez Coronado fue el primer director del Real Observatorio de Madrid hasta 1813 y redactó su “Reglamento”, que fue publicado en el número 21 de Variedades de Ciencia, Literatura y Artes . En dicha institución enseñaba astronomía teórica José Miguel de Lavassa , y se encargaba de las observaciones astronómicas José Chaix y de las meteorológicas Modesto Gutiérrez. Como auxiliares tenían a Antonio Carbonell y Pedro de la Cantolla . El profesor José Ramón de Ibarra se encargaba del gran telescopio Herschel ayudado por Francisco Martínez de la Escalera y Pedro Colmenares. El gasto entregado a la construcción del Observatorio de Madrid desde su comienzo en 1790 hasta 1799 fue 1.714.232 reales, un hermoso edificio neoclásico obra de Juan de Villanueva; mientras se instaló otro observatorio provisional en la calle del Turco ; las clases de astronomía las daba Jiménez en la de San Jerónimo. Carlos III, en 1786, ordenó a Pierre Megnié «de la Academia de Dijon, ingeniero de Instrumentos de matemáticas, física, óptica y astronomía» que viniera a Madrid; era el primer instrumentista del Observatorio de París, y aceptó un sueldo de 18.000 reales y «otras gracias»; sin embargo no hizo gran cosa, no enseñó casi nada a sus oficiales, que se quejaron, y los alumnos de la Escuela de Matemáticas de la Real Casa de Desamparados también protestaron por sus clases; cuando estalló la Guerra de la Independencia se volvió a su patria, habiendo ganado más de medio millón de reales por nada. En cuanto al cuerpo de cosmógrafos, las Ordenanzas del Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos de Estado y del Real Observatorio fueron firmadas por Godoy en San Ildefonso en nombre de Carlos IV el 19 de agosto de 1796.
Pero Jiménez tenía enemigos entre sus mismos subordinados. José Chaix Isniel (1765–1809), ilustre matemático del origen valenciano que se hizo cargo como vicedirector del «Real Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos de Estado», le definió como «el enemigo más cruel y astuto que han tenido las ciencias en España»; esta afirmación debe tomarse con cuidado, ya que la hizo un subordinado sobre su jefe inmediato; sus roces eran continuos: sin contar con Jiménez, remitió directamente al ministro Mariano Luis de Urquijo un trabajo sobre el paso de Mercurio por delante del disco del Sol el 7 de mayo de 1799, por ejemplo. Pero aún hubo otra crítica, la del ilustrado jansenista Joaquín Lorenzo de Villanueva, defensor de la traducción de la Biblia a la lengua vulgar, no menos agria: lo acusó de haber embaucado a Godoy para que dirigiese el observatorio y formar un cuerpo de cosmógrafos, así como de haber publicado como suya la traducción de una memoria publicada en París “sobre el método de hallar la longitud por distancias lunares. Examinada tal obra por don Vicente Tofiño, descubrió el plagio. No alcanzó esto a contener el torrente a su favor, ni aún el haber venido a ser su falta de ilustración materia de desprecio y aun de befa para sus mismos discípulos”. Habida cuenta de que Chaix y Villanueva eran paisanos naturales de Játiva, se explican evidentemente estas críticas, e incluso la observación del “desprecio y aun befa” de sus discípulos, esto es, Chaix (y probablemente su hermano, el también científico, político y poeta Esteban Chaix ). En efecto, tras denigrar a Jiménez, Villanueva elogia sin tasa al “segundo director del establecimiento, mi amado paisano don Josef Chaix , joven de grandes esperanzas, que murió en la flor de la edad”. Evidentemente José Chaix se creía más idóneo para el puesto; y tal vez lo era, pues Jiménez Coronado le encargó supervisar la fabricación del instrumental para el observatorio de Madrid en Londres y consiguió la colaboración y amistad de Pierre Méchain , Jean- Baptiste Joseph Delambre , José María de Lanz, Christian Herrgen , Mariano Luis de Urquijo, Agustín de Bethancourt, Jean- Baptiste Biot y Jean-François Dominique Arago . Chaix hizo además diversos trabajos y observaciones que publicó en Anales de Ciencias Naturales (1801) dando además a la estampa en ese mismo año unas Instituciones de Cálculo Diferencial e Integral con sus aplicaciones principales a las matemáticas puras y mixtas , donde muestra su conocimiento y dominio de los trabajos de L. Euler, A. C. Clairaut y G. Monge, y después otros trabajos matemáticos importantes e innovadores antes de fallecer en 1809, quizá del disgusto que le dio enterarse de la destrucción por las tropas francesas de la biblioteca especializada y la mayor parte del instrumental del observatorio.
Lo cierto es, según Tinoco y Baig , que por lo menos el celo y las miras de Jiménez Coronado le hicieron concebir este gran proyecto y convencer a Godoy para llevarlo a buen puerto. Y no debía ser tan mal profesor, puesto que, habiendo comenzado a impartir clases de Astronomía a seis alumnos becados, obtuvo tan buenos resultados que todos ellos fueron después profesores. Esos alumnos eran José Garriga, José Ramón de Ibarra, José Radón, José y Manuel Beguer y Modesto Gutiérrez. Los cuales, siendo pobres y en premio de su aplicación, se les designaron cuatro reales diarios con el fin de continuar sus estudios. Cayó Floridablanca, caería Aranda, y Godoy se encar garía después de dar un nuevo impulso al proyecto en 1796; es discutible que, como se ha afirmado, nombrara también a Jiménez Coronado su capellán, habida cuenta de que se secularizó en 1790; en una época tan revuelta políticamente, no era de despreciar el mérito de haber podido alcanzar una continuidad tal y haber logrado instalar una colección selecta de instrumentos, entre ellos un gran telescopio Herschel, el segundo más gran de en tamaño y el mejor del mundo en cuanto a la calidad. Desde entonces, se dio al Observatorio una nueva forma, por Real Orden de 31 de agosto de 1804. Con esa nueva organización quedó muy reducida la enseñanza, concretándose a lo que era puramente astronomía y meteorología; de ahí seguramente el resentimiento de Chaix .
Los invasores franceses de 1808 destruyeron el 19 de marzo el observatorio, quemaron el telescopio, del que solo se libraron los espejos, y estropearon los libros, aunque se logró salvar una parte de la colección de instrumentos. Jiménez Coronado entregó en 1809 a Ramón Ochoa, médico de los Reales Ejércitos, el calendario para el año siguiente para que fuera impreso en los territorios gobernados por la Junta Central; pero a fines de mayo del mismo año fue detenido (su nombre consta en la lista de detenidos que suministra el embajador conde de La Forest el 25 de mayo de 1809). La Forest lamenta la blandura de José I en la represión y sugiere que los incluidos en esa lista son probablemente agentes dobles relacionados con Cabarrús . Sea como fuere, fue conducido a Francia junto con otro detenido, el químico y médico Ignacio Mª Ruiz de Luzuriaga (1763- 1822), vicepresidente de la Academia de Medicina, por difundir noticias negativas sobre el gobierno francés. Es natural que Jiménez Coronado, hombre persistente y crítico, se opusiera a los franceses que arruinaron todo lo que había trabajado en el Observatorio. El caso es que la Academia de Medicina, más concreto su secretario José Mociño , medió para que pudieran volver pronto a España; hay que decir, por otra parte, que Jiménez Coronado era socio de la esa misma academia, por puro interés científico. Previendo mayores males, Jiménez se refugió en Cádiz, donde dejó de ser juramentado a la fuerza y se declaró liberal y partidario de la Constitución de 1812. Fue nombrado diputado a Cortes por La Mancha en las elecciones de 1813, tomando posesión de su escaño el 6 de octubre del mismo año; desde esa misma fecha intentó todavía conseguir fondos para su Observatorio y consiguió derogar el privilegio que tenía el Observatorio Astronómico de la Isla de León para realizar el calendario; pero la muerte le sorprendió en Jerez, donde falleció el 24 de noviembre de 1813.
Obras
- “Nuevo reglamento del Real Observatorio astronómico de esta Corte”, en Variedades de Ciencias, Literatura y Artes: Obra Periódica , año II, tomo IV, núm. 21 p. 144 y ss.
- Pensamientos sobre la educación pública de la juventud , AHN, Estado, leg . 3239, n.º 26, Madrid, 15 de junio de 1793.
Bibliografía
- Gil de Zárate, A., “Noticia histórica del Observatorio de Madrid”, en Anuario del Observatorio de Madrid. Primer año – 1860 : Imprenta Nacional, 1859
- Gómez Carrasco, C. J., «Salvador Jiménez Coronado», en Diccionario Biográfico de Parlamentarios españoles. Cortes de Cádiz, 1810-1814 , vol. 2, Madrid: Cortes Generales: Servicio de Publicaciones, 2010, p. 376. Véase: AHN, Consejos, leg . 11289, exp.3
- Hidalgo, Vicente, “Salvador Jiménez Coronado”, en VV. AA., Biografías de escolapios. Diccionario Enciclopédico Escolapio : Ediciones Calasancias, 1983, vol. II, 305.
- Kim, Suyeon , El pensamiento de Salvador Jiménez Coronado. Preocupación pedagógica en la Ilustración. Trabajo de fin de máster , Madrid: Universidad Com plutense, 2016.
- Lasalde , Carlos, Historia literaria y Bi bliografía de las Escuelas Pías de Espa ña , Madrid: Agustín Avrial , 1893-1927, I, p. 468; III, p. 70.
- López Arroyo, M., El Real Observatorio Astronómico de Madrid (1785-1975) , Madrid: Instituto Geográfico Nacional, 2004.
- Rodríguez Saiz, V., “Salvador Jiménez Coronado”, en VV. AA., DBE Real Academia de la Historia, 2011, vol. XXVII, p. 818
- Tinoco y Acero, José, Apuntes para la Historia del Observatorio de Madrid , Madrid: Imp. del Instituto Geográfico y Catastral, 1951.
Imagen: El Observatorio Astronómico de Madrid (memoriadeMadrid.es)