Jorge Pérez Troya nació en 1916, en La Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Con veinte años, combate en el bando republicano durante la Guerra Civil española, donde obtiene la graduación de sargento y pelea, entre otros, en los frentes de la provincia de Toledo y del Guadarrama. Tras el final de la misma, huye a Francia.
Una vez en Francia, es llevado al campo de Saint Cyprien, y allí entra en contacto con el Partido Comunista, en el que acaba ingresando. Sobrevive a los primeros tiempos en los campos franceses a pesar de las penosas condiciones en que vivían.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial y ser invadida Francia por Alemania en 1940, el gobierno francés cierra los campos y ofrece a los refugiados tres alternativas: enrolarse en la Legión Extranjera, en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) o volver a España. Jorge escoge esta última, y es enviado a trabajar arreglando los daños que causó el desbordamiento del río Ter, y estuvo arreglando viñas y caminos, como mano de obra barata, hasta que Alemania y Francia firman el armisticio de 1940. Francia es dividida en dos zonas y los franceses les entregan a los nazis.
Su compañía es enviada a Brest, al campo de Saint Pierre, a construir refugios para los submarinos alemanes en el Canal de la Mancha. La organización del PCF en el campo decide escapar de allí para no verse obligados a ayudar a los nazis. Jorge Pérez Troya huye del campo y va a la estación de tren, donde se le acerca un hombre que hablaba español, y que le pregunta si venía del campo de Saint Pierre. Al responder Jorge afirmativamente, el hombre le dio un billete de tren a Burdeos, una caja de galletas y dos direcciones.
Una vez en Burdeos, zona peligrosa donde el relevo de los perseguidos y detenidos era indispensable, se presentó en las direcciones que le habían dado, tomó contacto con quien sería el máximo líder de la Resistencia francesa, Jean Moulin, y empezó a colaborar con ellos. Participó en varios atentados, volando trenes y líneas de alta tensión, y comenzó a trabajar en el matadero general. En el matadero, la resistencia consistía en sabotear todo lo que saliera en trenes hacia Alemania (quemaban los jamones y salchichones en vez de ahumarlos, por ejemplo), y en distraer carne para los presos y sus familias.
Tras una temporada en Burdeos (entre marzo y julio de 1942), recibe órdenes de trasladarse a París (a finales de julio), donde llega a principios de agosto, y entra en un nuevo grupo de resistencia (guerrilla urbana, 2A° Destacamento español FTP-MOI), en el que Pérez Troya era responsable de un grupo de 6 o 7 personas, con los que hacían operaciones similares a las de Burdeos. Atacaban grupos de alemanes por las calles, cualquier local en el que hubiera una reunión de alemanes, la casa de la milicia francesa, custodiaban a los compañeros que hablaban con los obreros a las salidas de las fábricas, etcétera.
Tras varias exitosas operaciones, le ordenan atacar el puesto de guardia del Estado Mayor alemán en París, y tras varios días preparando esta acción atacan a la compañía que iba a dar el relevo, siendo de nuevo una operación de éxito, a pesar de que murieron 11 de sus compañeros. Se ocultó durante varios días, pero el 15 de octubre, tuvo que ir a recoger materiales a un piso franco; al entrar en él le estaba esperando la milicia francesa. La portera del edificio sospechó de él y le dio el chivatazo a la policía. Es detenido; y trasladado a la prefectura de la policía francesa, y le pegaron la paliza más grande de toda su vida, dándole por muerto. Le bajaron al depósito donde había más presos de la Resistencia, casi sin vida, y allí, gracias a los medicamentos que recibió de los presos de las Juventudes Francesas que recibían de sus familiares, ocho días más tarde estaba recuperado. Durante otros ocho días, los presos le daban de comer con un dedo, porque aún no podía recibir la comida de otra manera, y unos días después, más recuperado, le trasladaron a la cárcel de Fresnes, donde estuvo unos dos meses, resistiendo con una sardina salada y un panecillo diario.
Una noche, se presentó en su celda un soldado alemán, que le llevó hasta un furgón que le trasladó al castillo de Romainville, donde cada mañana les formaban, hacían recuento, y los alemanes sacaban de las filas de presos unos 15 y los fusilaban. Allí al desgaste físico había que añadirle el psicológico.
Permaneció en Romainville una semana, hasta que, de nuevo, fue metido en un furgón y esta vez fue trasladado a la estación de tren, donde le metieron en un vagón de animales, llegando al día siguiente al campo de concentración de Mauthausen. Una vez en este campo le desnudaron, le pelaron, comprobaron que no tenía dientes de oro, le quitaron su ropa, y le dieron el uniforme de rayas y el número asignado: el 25.537, y le metieron en un barracón de aislamiento.
Tras unos días en el de cuarentena, le trasladaron al barracón nº 11, donde durante varios días no pudo salir de él, hasta que una mañana le llevaron a la cantera, donde tenía que subir por la escalera de 186 escalones las piedras que le asignaban cargadas sobre la espalda.
En el campo de Mauthausen, formaron un comité político de gente de todas las nacionalidades y de confianza, que se encargaban de recoger noticias para que los presos no se desmoralizaran, y así estuvieron tres años, hasta que llegó el día de la liberación, momento en el que atacaron a los guardias que quedaban en el campo, y se fueron en busca del responsable del campo, al que atraparon en un bosque cercano vestido de tirolés, y lo mataron (fue el día antes de entrar los tanques americanos en Mauthausen).
En su testimonio, Jorge Pérez Troya se refiere a Mauthausen de esta forma:
“Había una enorme cantera y nos hacían trabajar de sol a sol para sacar piedras de gran tamaño. Hitler las necesitaba para los monumentos que quería construir en los lugares que iba conquistando”. “Allí (en la cantera) morían a decenas. Tenías que sacar las piedras y quien te cargaba eran ellos, ya que no podías coger la que quisieras. Así que, los mayores no aguantaban y cuando llegabas al final, de los doce o trece que empezábamos, tan sólo quedábamos dos o tres. El resto moría por el camino en la escalera”. “Estaban 24 horas al día asfixiando a mujeres y a niños”. “Ninguno de los que llegaba sobrevivía y sabías que cuando entraban les esperaba una muerte segura. Las paredes de las cámaras (de gas) eran de cemento, de gran grosor, y podías ver los arañazos que hacían las personas cuando iban a morir”. “Eran nazis, no personas con sentimientos. Teníamos que meter a la gente para que los quemaran. Te pegaban un tortazo o te ponían la pistola en el pecho para que miraras. Al fusilarlos, como eran muchos, no morían todos y como siempre quedaba alguien vivo. Cuando sentían el fuego se ponían de pie y desde fuera nos obligaban a ver como morían quemados vivos dentro del horno crematorio”.
Una vez liberados, fueron enviados a París. Jorge pasó dos años en el hotel Lutetia, haciendo la clasificación de todos los deportados que iban llegando. A los dos años, el PCE le planteó la posibilidad de colaborar en la resistencia contra Franco, y aceptó, regresando a España seis veces, cruzando los Pirineos a pie y de noche, para desarrollar la organización clandestina contra el franquismo.
El gobierno francés le concedió la Legión de Honor por méritos durante la Resistencia, y la medalla del mérito militar.
Fue detenido en Madrid, donde vivía con su familia, el 24 de febrero de 1972 por la Brigada Político-Social dirigida por Roberto Conesa. Ingresado en la prisión de Carabanchel, a los cuatro meses, el Tribunal de Orden Publico le concede libertad provisional, que aprovecha para volver a Francia. Juzgado y condenado por dicho Tribunal, en ausencia, a dos años de prisión. Volverá a España, iniciado el proceso democrático, después de la muerte de Franco y posterior legalización del Partido Comunista de España, continuando con su actividad política en dicho Partido, ya en Libertad, a la que tanto había contribuido.
Ya en España, vivió en Madrid, Cádiz, y en su pueblo natal, La Torre de Juan Abad. El 22 de febrero de 2005 recibió la graduación de comandante del ejército español. Jorge Pérez Troya murió el 18 de febrero de 2006 en el Puerto de Santa María (Cádiz).
Fruto del trabajo investigador en la universidad de Castilla-La Mancha, Patxi Andión sugirió a Ignacio Oliva Mompeán en 2004 hacer un documental sobre la memoria del exilio español en la figura de uno de los supervivientes del campo de concentración de Mauthausen, Jorge Pérez Troya, de casi noventa años. El rodaje fue en París, donde Jorge vivía, y después en su pueblo, Torre de Juan Abad, al sur de la provincia de Ciudad Real. Su título es Memoria del tiempo devastado (Ignacio Oliva, 2005).
Referencias:
- Bermejo, Benito y Sandra Checa, Libro memorial: españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), Madrid, Ministerio de Cultura, 2006, p. 208.
- Ignacio Oliva Mompeán, “Comandante Andión”, The Conversation, 20-12-2019. https://theconversation.com/. Consulta 2-11-2024.
- Torán, Rosa, Amical de Mauthausen: lluita i record 1962-1978-2008, Barcelona, Amical de Mauthausen, 2008, p. 55.
- Pérez Troya, Jorge, “Testimonio”, Résistances. Aujourd’hui comme hier, http://bteysses.free.fr/. Consulta 3-11-2024.
- “Pérez Troya, Jorge”, Banco de la memoria Democrática, Memorial Democrático, https://banc.memoria.gencat.cat/es/. Consulta 3-11-2024.