Nació el 27 de agosto de 1930 en El Ventorro, que es un paraje situado entre los pueblos de Trillo y Azañón (Guadalajara). Huérfano de padre a los cinco años, fue recogido por un tío, con el que vivió hasta pasada la guerra civil. Cuando tenía 14 años, emigraron a Barcelona, donde comenzó a trabajar en un taller familiar. El sueldo que ganaba en este se lo entregaba a su madre para ayudar a su mantenimiento y al de su hermana menor. Con el fin de tener algún dinero para sus propios gastos, se dedicaba también a limpiar y cambiar las bujías de los coches en una gasolinera que estaba situada en las afueras de Barcelona.
A los 16 años decidió marchar a Lérida como conductor de un camión de Transportes Lepanto para llevar materiales de construcción al aeropuerto de El Prat. En 1958 compró un camión para tener su propio negocio. La ruta Madrid-Barcelona le condujo a ganar dinero y a conocer, en un pequeño bar de carretera, a una joven bonita y trabajadora, Nieves Díaz Castillo. La muerte de su madre en 1961 causó que se adelantara la boda y esta fue el despegue de un conglomerado industrial que hoy es famoso entre los que recorren las carreteras españolas.
La base fue esa pequeña venta, situada en Almadrones (Guadalajara), un camión y unos pocos ahorros que les permitieron comenzar la aventura. En 1965 iniciaron una reforma para dotar al negocio de un restaurante, consistente en un bar y cinco mesas. En ese momento empezó el calvario de traer agua, luz, materiales y cuantas cosas hacían falta para realizarla. Terminada esta en 1962, emprendió el negocio como persona física, bajo la denominación de ‘José Antonio Rebollo Bachiller’. Además de trabajar en el mismo junto con su mujer, conducía el camión, de día y de noche, para proveerse de lo que necesitaban, sobre todo de agua. Descansaba tan poco, que aprovechaba para dormir debajo del camión el tiempo que tardaba la cisterna en llenarse, de manera que el agua del rebosadero que le caía en la cara le servía de despertador, que le avisaba de que había que seguir trabajando sin reposo.
A partir de 1970 Antonio Rebollo y su esposa, Nieves Díaz, fueron dotando a la venta de nuevas instalaciones, de lavado y empresa de camiones, repuestos y un pequeño hostal. También construyeron con gran ilusión la capilla que llamaron “de los conductores”. A base de mucho esfuerzo y trabajo, compraron 200.000 metros cuadrados de terrenos anexos, añadiendo, además, un taller de neumáticos, salones de bodas, y ampliando el aparcamiento de camiones.
Cuando le designaron agente exclusivo de los neumáticos Michelin decidió extender el negocio a la ciudad de Guadalajara, para lo que alquiló un pequeño local en el Parque de la Concordia. En 1972, con el éxito de estos talleres y sin que la venta en Almadrones dejara de crecer, pudo comprar unos terrenos en Guadalajara capital, en la avenida de Castilla, donde se construirían unos nuevos, de 292 metros cuadrados, más modernos, donde se inició un despegue industrial relacionado con el mundo del automóvil. En ese mismo año también comienza otro negocio: el de asistencia en carreteras a turismos mediante grúas.
En 1980 se construyen unas naves en el polígono El Balconcillo, para dedicarlas también a la reparación de neumáticos y vehículos industriales, y, por ello, se constituye una empresa dedicada al sector automovilístico denominada JARBYN, S.L., nombre compuesto por las iniciales de los dos accionistas, José Antonio Rebollo Bachiller y Nieves, su mujer. En sociedad se incluyeron los talleres y el negocio de asistencia en carreteras, en el que en la actualidad trabajan cinco grúas para diversas compañías de seguros, entre ellas MAPFRE.
Con el fin de reorganizar y distinguir los sectores en los que se estaba invirtiendo, se formó en 1986 una nueva compañía dedicada al ramo hostelero denominada REBOLLO Y DÍAZ, S. A., con domicilio social en el kilómetro 103 de la carretera de Madrid a Barcelona (Guadalajara), y un capital de veinte millones de pesetas (120.202,42 euros). Ambos decidieron que la mitad de las acciones del grupo Rebollo, del que ya formaban parte estas dos últimas empresas, estuviera repartida por tercios entre sus hijos, Antonio, Ramón y Ana.
Con la entrada en la Comunidad Europea y las reformas que se hicieron en la carretera nacional II para convertir una parte en la llamada Autovía de Aragón (actualmente Autovía del Nordeste o A-2), se inicia un proyecto de gran envergadura, la construcción de un nuevo restaurante en lo que se denomina en la actualidad ÁREA 103, en el sentido Madrid-Zaragoza, quedando el anterior en la dirección contraria. Se inauguró en 1989 y engloba un restaurante, una cafetería y tiendas. El hostal que se había edificado anteriormente se transforma en un hotel. Antonio Rebollo consideró que también se necesitaban dos estaciones de servicio, por lo que inició en 1992 los trámites para levantar una en dirección hacia Madrid y cinco años más tarde se erigió la otra, en sentido Barcelona (ambas quedan incluidas en JARBYN, S. L.).
En 1997 en la antigua tienda de repuestos se comenzaron obras para instalar otra de muebles, regalos y decoración, que más tarde, debido a su éxito, se amplió hacia la zona de talleres, tienda a la que se le puso el nombre de la fundadora de la antigua venta de Almadrones, doña Cayetana.
Dados los buenos resultados de las estaciones de servicio, y viendo Antonio Rebollo que uno de los productos que más se vendía en ellas, sin contar, por supuesto, con la gasolina, era el hielo embolsado, puso en marcha unos tres años más tarde, junto con sus hijos, una pequeña fábrica de estos artículos. Anteriormente, se producían con cuatro máquinas de las que se utilizan en los bares. A esta nueva fábrica, que forma parte de JARBYN, S.L., y está situada también en Almadrones, la denominaron RECUBI. Cuando comenzó a funcionar fue necesario contratar a 20 personas y facturaba unas 500.000 pesetas. Desde hace dos años está totalmente automatizada, aunque tiene cuatro empleados. Para la distribución en la zona centro de la península (Guadalajara y Madrid) dispone de cuatro comerciales en invierno, y cinco en verano, apoyados por seis vehículos de congelación (con sus respectivos conductores).
Fue la primera de este tipo que se instaló en Guadalajara. Utiliza tecnología moderna, tanto en la elaboración del hielo, como en el túnel de secado para que este no se pegue, formando un bloque, o en la máquina que es capaz de envasarlo a un ritmo de 46 bolsas por minuto. Produce 18.000 kilos de hielo al año y el importe aproximado de sus ventas es de 450.000 euros anuales.
Uno de los factores que propiciaron el desarrollo del grupo Rebollo fue la intuición de su fundador, que les condujo, a él y a su mujer, a comprar todos los terrenos que pudieron alrededor de la antigua venta, lo que les permitió luego, cuando construyeron una autovía donde antes había una carretera nacional, ampliar las instalaciones. Todo esto sin olvidar, como dicen sus hijos, el afán de superación día a día que demostró durante toda su vida, además de sus tres pilares, los cuales, les repetía a menudo, son «trabajo, esfuerzo y honradez».
En la época actual el número de trabajadores de las empresas del grupo es de alrededor de 100 personas, de las cuales 60 están empleadas en hostelería, 30 en JARBYN, S.L. (en las que se incluyen los cuatro o cinco, según la temporada, que se dedican a la distribución del hielo embolsado), cuatro en RECUBI y seis en la tienda denominada ‘Doña Cayetana’.
En su comienzo Antonio Rebollo dirigía personalmente todos los negocios, pero el crecimiento de los mismos le condujo a ir creando departamentos a los que encomendó algunas de sus facultades, siendo los más importantes los de contabilidad, personal y finanzas. En 2002 problemas relacionados con su salud ocasionan que sus hijos se tengan que hacer cargo del grupo empresarial. Cuatro años después, el 1 de abril de 2006, fallece. Su mujer, Nieves Castillo, que, como ha podido observarse, siempre estuvo colaborando con él, todavía sigue ocupándose de algunas tareas.
En 2005 se constituye por los tres hermanos a partes iguales REBOIL, que es una empresa dedicada a la distribución de gasoil a domicilio. También se inaugura un salón de juego en los terrenos del Área 103, que fue el primero en instalarse en una carretera, y alrededor de 2008 otro en Guadalajara capital. Igualmente, se ha creado una marca de productos alimenticios (conservas, enlatados, productos al vacío, y otros) de altísima calidad, cuyo nombre es «Acojonante», que tiene como fin poner a la venta una selección de los mejores manjares que se encuentren en el mercado.
Antonio Rebollo fue desde 1974, y durante un periodo de cuatro años, alcalde del pueblo en el cual está domiciliada la empresa, y en el que vivían, Almadrones. En 1995 recibió de la Diputación de Guadalajara la medalla del mérito al trabajo. En 1997 y 1998 concedieron al restaurante Antigua Venta de Almadrones dos platos de oro a la gastronomía y el 23 de noviembre de 2011, la CETM (Confederación Española de Transporte de Mercancías), en colaboración con la revista Transporte Profesional, otorgó al Área 103 el premio “Europa al Servicio al Transportista”.
Toda la familia de Antonio Rebollo ha continuado su tradición empresarial. Actualmente, su hijo mayor, del mismo nombre, lleva las finanzas y la dirección de las empresas; Ramón se encarga de repartir las labores de mantenimiento y de la asistencia de grúas en carretera; y Ana gestiona todo el personal y el área de decoración de Doña Cayetana. Recientemente, se ha incorporado la tercera generación: el primero de sus nietos, el hijo de Antonio, que se ocupa de los casinos. Sin olvidar que Nieves Díaz no ha dejado nunca de atender los negocios.
La principal aportación de Antonio Rebollo al desarrollo y crecimiento del grupo ha sido, en opinión de sus hijos, su amor y entrega al trabajo, desde el primer día hasta el último, sin descanso alguno. Y ante todo su visión empresarial, que le permitió vislumbrar cómo iría avanzando la sociedad e ir aprovechando las oportunidades que se le presentaban en cada momento.
Su padre les transmitió principalmente que la suerte no existía en los negocios, sino que estos estaban basados en el trabajo y la honradez, y que por encima no había nada. Lo primero eran aquellos, y después estaba lo demás. También les inculcó una fuerte unidad familiar y les aconsejó, como norma, que los cónyuges no entraran nunca en sus negocios. Para continuar y ampliar lo que iniciaron sus padres, porque Antonio Rebollo siempre decía que sin la ayuda de su mujer no habría conseguido nunca nada, ellos se han apoyado en estos pilares, en el afán de superación y en la idea de que, ante la adversidad, hay que seguir siempre adelante.
Biografía publicada en María del Carmen Angulo Teja y Tomás García-Cuenca Ariati (coords.), Grandes Empresarios de Castilla-La Mancha, Madrid, LID Editorial Empresarial, 2011, pp. 131-134., pp. 131-134.