Fue el último alcalde democrático de Almansa en la II República, líder de la UGT almanseña, presidente de la Casa del Pueblo y diputado provincial.
José Hernández de la Asunción nació a las 7 de la mañana del día 30 de septiembre de 1894 en el seno de una familia de condición modesta. En ese momento en Almansa acababa de instalarse el alumbrado eléctrico y la ciudad superaba los 10.000 habitantes. La actividad económica iba en aumento: además de la fábrica de calzados de Coloma, funcionaban otras cinco de ese tipo. La producción zapatera pasó de 87.000 pares anuales en 1900, a 1.360.000 en 1906, y alcanzaría los tres millones en 1928. Pero el peso de la economía se sustentaba en una agricultura con claro predominio de la gran propiedad en la que tan solo once personas eran los máximos contribuyentes de la localidad.
En 1904 se había formado la Agrupación Socialista. En 1909 se inauguró la Casa del Pueblo y en 1911 se constituyó la Juventud Socialista Almanseña. De las 15 sociedades obreras que existían en ese momento en la provincia, 9 estaban radicadas en Almansa, con 736 socios; 2 en Albacete, con 172 afiliados; y con una sola sociedad se encontraban las localidades de Caudete, Montealegre, Tarazona y Villarrobledo, con 252 socios en total; por tanto, Almansa aportaba el 60% de las organizaciones y el 63% de los afiliados.
José Hernández era un zapatero, componente de las Juventudes Socialistas que empezó a formarse de forma autodidacta. Cuando contaba 26 años, a las 7 de la mañana del 16 de abril de 1921, se casó con Isabel Benito. Tuvieron cinco hijos: Rosario, Cristóbal, Rafael, Ana y Rubén.
En agosto de 1927 salieron a la luz pública dos periódicos: Almansa y El Eco de Almansa. El primero contó con la colaboración tanto de Aurelio Villaescusa como de José Hernández de la Asunción que, cuatro años después serían elegidos como alcalde y teniente de alcalde en las primeras elecciones democráticas del siglo XX. Ambos fueron columnistas de opinión: Aurelio como editorialista, José, al frente de su sección «Tribuna pública», hizo diferentes propuestas en temas de urbanismo: que se aumentase el alumbrado en los barrios, se alinease la calle San Roque, se numerasen las casas del pueblo o se «hermosease» el cementerio y socio laborales, con artículos titulados: «La legislación del trabajo» o «El retiro obrero» que pudo hacer realidad su padre que era guarda forestal y que «colgó la escopeta» al resultar agraciado con el «gordo» de navidad de 1927.
José Hernández de la Asunción trabajó como cobrador en la recién creada compañía «Eléctrica Almanseña, SA» y simultáneamente como maestro en la Escuela laica de la Casa del Pueblo, de la que era su presidente, tal y como consta en el «Almanaque de El Socialista»:
«En el principal están establecidas las clases de párvulos y adultos de la escuela que mantiene la Federación Local, en cuyas clases vienen recibiendo instrucción 120 alumnos, bajo la dirección de nuestro compañero José Hernández. Dicha escuela goza de una subvención del Ayuntamiento de 700 pesetas anuales».
En 1930 Almansa alcanza los 14.630 habitantes, la población agraria, hasta entonces dominante, disminuirá del 61 al 35%, en tanto que los obreros industriales llegan al 30% de la población activa. Paralelamente entre 1931 y 1936 se contabilizan 36 asociaciones: 26 laborales (19 sindicatos, 3 patronales, 3 de socorros mutuos y una cooperativa), 7 recreativas y 3 culturales. La UGT superó los 1.500 asociados (en torno al 50% de la población activa).
En las elecciones municipales de abril de 1931 triunfó la conjunción republicano-socialista, logrando las alcaldías de Almansa, Bonete, Caudete, Mahora y Villarrobledo. José Hernández de la Asunción fue elegido teniente de alcalde y miembro de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial.
En mayo de 1931 hubo un intento de asalto al Convento de los Franciscanos de Almansa, que no fue a más gracias a la entereza y brillante oratoria de José Hernández, que persuadió a la multitud del sinsentido que supondría atentar contra unos trabajadores -refiriéndose a los frailes- y destruir un edificio que podría utilizarse para otros fines de utilidad pública.
Entre 1931 y 1933 los socialistas editaron varios semanarios. El más relevante fue Vanguardia cuyo primer número -bajo la dirección de José Hernández-, se imprimió en abril y se dejó de editar dos años después (1934). Almansa y Villarrobledo fueron los únicos pueblos de la provincia con prensa socialista.
En Almansa las organizaciones de izquierda, fundamentalmente el PSOE, obtuvieron en las elecciones generales y en la municipales de la Segunda República unos resultados muy favorables y José Hernández fue, sin duda, el líder socialista almanseño con más proyección pública ya que además de su puesto de Teniente de alcalde y de alcalde-accidental por las ausencias por motivos de trabajo del alcalde titular, presidía la Agrupación de Almansa, fue diputado provincial representando a la circunscripción Almansa-Casas Ibáñez, secretario del Comité Ejecutivo de U.G.T. y director del semanario «Vanguardia». Además, fue candidato en 1933 al Tribunal de Garantías Constitucionales por la Región de Murcia y fue elegido Vocal obrero por la región de Murcia pasando a constituir la Comisión Asesora Nacional Patronal y Obrera con sede en Madrid (integrada por 58 sociedades obreras).
Almansa no se vio libre de la conflictividad laboral de aquellos años, si bien en una escala mucho más reducida que en otros puntos. Pero la UGT local respondió a la convocatoria revolucionaria de octubre de 1934 como respuesta a la entrada de la CEDA en el gobierno. La acción de los almanseños se limitó a proclamar una huelga pacífica el 6 de octubre que duró tres días. La reacción gubernativa supuso la clausura de la Casa del Pueblo y la destitución del ayuntamiento socialista, nombrándose una comisión gestora presidida por el republicano radical José Rodríguez Ruano.
En febrero de 1935 salió el primer número de Meca. Dirigido por Fernando Más es, en cierto modo, la continuación del semanario Almansa y entre sus redactores figuraba José Hernández. La colaboración de éste se centró en los asuntos políticos y sociales que van desde la denuncia del paro en los jóvenes a la crítica del gobierno presidido por Lerroux. Su última colaboración el 14-7-1935 parecía premonitoria de los cambios que se avecinaban: «¡Hombres y tierra patrimonio del amo, del señorito! ¿Hasta cuándo?».
En febrero de 1936 -tras las elecciones generales ganadas por el Frente Popular-, se restituyó la anterior corporación democrática encabezada por Aurelio Villaescusa y José Hernández.
Según Manuel Requena Gallego, en la provincia de Albacete, la masonería no logró recuperar, entre 1931 y 1936, la gran pujanza mostrada a finales del siglo XIX. En Almansa funcionó la logia Paz y Amor que fue la más importante y más numerosa de la provincia de Albacete. Se ignora la fecha de su aparición, pero en 1931 ya existía y se mantuvo hasta 1936. La composición profesional era muy heterogénea. Albergaba a ricos industriales con mentalidad muy progresista como los Coloma; a clases medias procedentes de profesiones liberales y a seis ferroviarios. Entre sus componentes había destacados cargos políticos: el alcalde y cinco concejales de Almansa y dos diputados provinciales.
El 18 de julio de 1936, un capitán de la Guardia Civil ocupó el Ayuntamiento de Almansa, destituyendo al alcalde accidental, Hernández de la Asunción, que fue restituido en su cargo pocos días después al fracasar el pronunciamiento en la provincia. En las siguientes semanas una enardecida multitud asaltó los edificios religiosos aprovechando la ausencia de los guardias civiles arrestados y en prisión tras su fracasada asonada militar. Hernández de la Asunción acogió en su domicilio familiar, próximo al Convento, a las Monjas agustinas, a la vez que rescató y custodió las joyas de la Virgen de Belén.
El 12 de marzo de 1937, José Hernández, tras haber ejercido frecuentemente las funciones de alcalde-accidental, fue elegido alcalde, permaneciendo en el cargo hasta su destitución por las nuevas autoridades franquistas el 29 de marzo de 1939. Durante ese periodo siguió viviendo modestamente, como un obrero, lo que causaba asombro en alguno de los visitantes de la ciudad.
Al término de la guerra pensó huir, pero desistió en el último momento porque creyó en la promesa de Franco de que respetaría a los que no tuvieran delitos de sangre. A los pocos días fue detenido e ingresó en la cárcel del convento de Agustinas, donde llegaron a agolparse más de quinientos presos a la espera de juicio; posteriormente fue trasladado a la Prisión de Chinchilla en la que uno de sus compañeros (Antonio López Juanes) evocaba su capacidad de liderazgo:
«nos decía que teníamos que demostrar el valor moral que se posee que valía mil veces más que una victoria material. Por eso, según él, su misión era permanecer en Almansa y se negó al ofrecimiento de algunos compañeros para marcharse (…) creo que la vida de José Hernández es un ejemplo a imitar.»
José Hernández de la Asunción se enfrentó a un pelotón de fusilamiento a las 7 de la mañana del 6 de julio de 1939, la misma hora a la que había nacido 45 años antes y la misma en que se unió en matrimonio a Isabel Benito, su esposa.