José Julio de la Fuente Condón-Bueno
Calatayud (Zaragoza).
1823 -
Guadalajara.
1895.
Profesor e Historiador.

José Julio de la Fuente Condón-Bueno nació en la localidad aragonesa de Calatayud, a orillas del río Jalón en la provincia de Zaragoza, el 22 de mayo de 1823. Era hijo de José de la Fuente y Petra Condón-Bueno, un matrimonio de pequeños comerciantes profundamente católicos. Falleció repentinamente en la ciudad de Guadalajara el 3 de enero de 1895, a los setenta y un años de edad (Gaceta de Instrucción Pública, 7-1-1895), y a su entierro “concurrió todo Guadalajara sin distinción de clases” (Flores y Abejas, 6-1-1895).

Contrajo matrimonio con Josefa Herrera, con la que tuvo al menos cuatro hijos: Julio, que falleció en junio de 1908 con el grado de comandante del Cuerpo de Ingenieros (Flores y Abejas, 28-6-1908), Federico, que llegó a ser director de la Escuela Superior de Trabajo de Madrid, Ramón, que alcanzó en la Marina el grado de contralmirante, y Manuela (Flores y Abejas, 8-7-1906).

Su formación

Al concluir sus estudios primarios, entre 1835 y 1838 hizo tres cursos de Filosofía, equivalentes a lo que más tarde sería el bachillerato elemental, pasando después al Instituto de Noviciado de Madrid donde completó su formación hasta alcanzar el 2 de julio de 1842 el grado de Bachiller en Leyes. El 1 de octubre de 1844 terminó sus estudios de jurisprudencia logrando el título de Licenciado en Leyes por la Universidad Central y el 16 de diciembre de ese mismo año se inscribió en el Colegio de Abogados de Madrid que le permitía el ejercicio libre de la abogacía, incorporándose en 1846 a la Academia Madrileña de Jurisprudencia.

Sin embargo, en el curso 1845-1846 el Ayuntamiento de su ciudad natal le reclamó para que ocupase la cátedra de Historia en el Colegio de Calatayud, y desde entonces renunció a la abogacía para ejercer la docencia, una tarea que junto con la investigación histórica marcó toda su biografía. En esta vocación pesó sobremanera la influencia de su hermano mayor, Vicente de la Fuente, un eminente historiador y jurista que ocupó la cátedra de Derecho Canónico en las Universidades de Salamanca y Central de Madrid, de la que llegó a ser Decano de su Facultad de Derecho y rector hasta su dimisión en 1877. Fue miembro de la Real Academia de la Historia desde 1860 y, tras su fallecimiento, fue sustituido en su sillón por el alcarreño Juan Catalina García López, cuya carrera académica impulsó, más allá de sus dudosos méritos académicos, por afinidad política.

En 1846 se graduó de bachiller en Filosofía y se examinó en la Universidad de Zaragoza para adquirir el título de Regente en Historia, que le facultaba para dar clases de esta materia (AHN, Universidades, 6523, expediente 3). Con el título en el bolsillo marchó a Huesca, donde el 15 de septiembre de 1846 fue nombrado catedrático interino de Historia en el Instituto de la capital oscense, ejerciendo ininterrumpidamente la cátedra hasta que en 1851 ganó la plaza en propiedad. Durante sus años de residencia en Huesca fue vicedirector, secretario y Bibliotecario del Instituto, organizando al asumir esta última responsabilidad la biblioteca del centro, que contaba con más de 10.000 volúmenes (AGA, 17, 32/08159, expediente 2).

Continuó con sus estudios y en 1858 alcanzó el doctorado en Jurisprudencia con una tesis titulada Paralelo histórico-jurídico entre el Fuero Real y el Libro de los Fueros de Aragón de Don Jaime I (AHN, Universidades, 4035, expediente 3.), en un acto celebrado en la Universidad Central madrileña y en el que su hermano Vicente actuó como su padrino (La Esperanza, 15-11-1858). La calidad de sus investigaciones históricas se puso de manifiesto cuando en 1866 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, primero en la provincia de Vizcaya y luego en la de Guadalajara, una distinción que compartía, entre otros, con Román Atienza Baltueña y Carlos Rodríguez Tierzo, de Sigüenza.

Su labor docente

El 1 de noviembre de 1861 tomó posesión de su cátedra de Historia en el Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara, que había reabierto sus puertas en 1856 y que durante casi todo este tiempo había tenido como director al presbítero Manuel Mamerto de las Heras, muy bien relacionado con las instituciones políticas de la provincia, pero poco competente para ocupar ese cargo. Por eso mismo, José Julio de la Fuente fue nombrado director del centro educativo alcarreño desde que llegó a Guadalajara, y se mantuvo al frente del Instituto arriacense durante los veintidós años que, con una breve interrupción, ocupó su cátedra de Historia.

Durante todo este tiempo ejerció un magisterio indiscutido entre sus compañeros del claustro de profesores y, sobre todo, entre los alumnos que pasaron por sus aulas, hasta convertirse en una referencia pedagógica, cultural y social dentro y fuera del Instituto arriacense, y asumiendo personalmente incontables tareas necesarias para la buena marcha del centro pero ajenas a sus funciones, entre las que cabe destacar su labor en la Biblioteca del Instituto, de la que dejó testimonio en una excelente monografía que redactó sobre el origen y el presente de esa biblioteca. Uno de sus discípulos, Benito Hernando que fue catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, nos describe así la sensación que causó entre sus alumnos el primer día: “vieron entrar, en el salón de actos, al nuevo Catedrático, de arrogante figura, […] saludando a todos con agradable sonrisa en fondo de cara severa. […] Empezó la cátedra de Historia; y todos escuchamos, con religiosa atención, uno de los sermones de Don Julio, cuyo recuerdo nos ha alentado en el trabajo, nos ha consolado en las aflicciones y nos ha apartado del corazón los engreimientos de la vanidad. […] Todo le parecía poco para que aprendiésemos”(Almanaque de Flores y Abejas para el año 1896).

De su excelente labor llegó a hacerse eco la prensa nacional, y así en el diario progresista La Iberia se reconocían en 1864 “los grandes adelantos que se han hecho en este Instituto, desde la época en que el señor la Fuente se ha encargado de su dirección. Estos adelantos son tanto más notables, cuanto que el estado en que se encontraba hace algunos años este Instituto, era en extremo deplorable. Alimentamos la creencia de que, siguiendo por este camino, muy pronto llegará este centro de enseñanza á la altura á que debe colocarse una escuela de segunda enseñanza, que es la base en que se fundan siempre las carreras superiores” (La Iberia, 13-1-1864).

Pero su influencia se extendió más allá de las aulas, pues colaboró en numerosas iniciativas y proyectos en beneficio de la ciudad, labor que fue recompensada en junio de 1881 con su nombramiento como Hijo Adoptivo de la ciudad, el segundo que mereció tal distinción y uno de los pocos que no ocupaba cargos de relevancia cuando se le distinguió con el título. Fue vicepresidente de la Comisión de Estadística provincial en 1864, perteneció durante muchos años a la Comisión de Monumentos de Guadalajara, redactando alguna de sus informes y memorias, a la Junta Delegada de la provincia en la Exposición de Artes Industriales de Barcelona de 1892, en 1889 era presidente honorario del Ateneo Caracense… 

En el mes de mayo de 1865 la Diputación del Señorío de Vizcaya le nombró director del Instituto Vizcaíno de Segunda Enseñanza y José Julio de la Fuente trasladó su residencia a Bilbao, donde residió hasta su regreso a Guadalajara en 1876, unos años que no estuvieron exentos de dificultades. Si en septiembre de 1868 estalló la Revolución Gloriosa que derribó la monarquía de Isabel II y dio paso al Sexenio Revolucionario, en la primavera de 1872, después de varios años de repetidos incidentes, comenzó la Tercera Guerra Carlista de la que la provincia vizcaína fue uno de sus principales escenarios bélicos.

José Julio de la Fuente, a pesar de su firme catolicismo y de su ideología moderada, no sólo no se sumó a las filas del pretendiente Carlos VII, sino que permaneció en su puesto y mantuvo abierto el Instituto durante el sitio de Bilbao en 1873 y 1874, comportamiento que le valió diversas felicitaciones. Además, se integró en la sociedad vasca de su tiempo y a su historia dedicó algunas de sus investigaciones.

Durante su estancia en Bilbao nacieron su hijos Federico, en 1866, y Ramón de la Fuente y Herrera, en 1871; ambos estudiaron en el Instituto de Guadalajara y destacaron como alumnos de gran brillantez, prolongando la influencia y el recuerdo de su padre, mereciendo que se señale que Ramón escribió un Tratado de Geografía Universal, que fue declarado de texto para el ingreso en la Escuela Naval Militar, en colaboración con Gabriel María Vergara Martín, catedrático que sustituyó a su padre en el Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara.

En noviembre de 1874 José Julio de la Fuente concursó para volver a ocupar la cátedra de Geografía e Historia del Instituto de Guadalajara (El Imparcial, 11-10-1874 y La Correspondencia de España, 15-10-1874). Fueron estos últimos los años más fructíferos en la vida de José Julio de la Fuente, sobre todo desde que el 7 de agosto de 1876 fue de nuevo nombrado director del Instituto de bachillerato de Guadalajara en sustitución del catedrático Inocente Fernández Abás, un conocido republicano federal que había representado a la provincia alcarreña en el Pacto Federal castellano y que no sería cómodo para las nuevas autoridades monárquicas, que le prefirieron a él para ese cargo por su sintonía política y por la influencia de su hermano Vicente, sacerdote y catedrático de la Universidad Central madrileña. 

Durante sus últimos años se vio aquejado por graves problemas de salud. En abril de 1888 se le aceptó la renuncia a formar parte del tribunal de la oposición a la cátedra de Geografía e Historia del Instituto de segunda enseñanza de Teruel en atención a su delicado estado de salud y a la excesiva carga de trabajo que soportaba, y en septiembre de 1893 se le concedió un mes de licencia con el cobro íntegro de sus haberes para facilitar su restablecimiento.

Su obra escrita

Entre sus obras publicadas, sobresale su tesis doctoral, que se imprimió en el madrileño establecimiento de Tajado en 1858, y el conjunto de sus investigaciones en Bilbao, entre las que destaca La imprenta en Bilbao en el siglo XVI, que fue reeditada en 1972. En 1877 publicó en la imprenta madrileña de Alejandro Gómez Fuentenebro una Reseña Histórica del Colegio Universal de San Antonio de Portacoeli de Sigüenza, con algunas noticias acerca de su fundador Don Juan López de Medina, que fue copiado casi en su totalidad, incluso los Apéndices, por su hermano Vicente de la Fuente para su libro Historia de las Universidades, Colegios y demás establecimientos de enseñanza de España, que se editó en Madrid en 1885. También dio a la imprenta su Reseña histórica de las enseñanzas que existieron en Guadalajara hasta 1837, que se editó en el taller tipográfico de la Diputación alcarreña en 1887.

A su pluma se deben varias memorias anuales de los Institutos de Guadalajara y Bilbao de los que fue director y que solían imprimirse para su difusión entre alumnos e instituciones. Entre todas, destaca la que leyó con motivo de la apertura del curso 1871-1872 del Instituto Vizcaíno, que incluía unos Apuntes para la historia de la Imprenta en Bilbao, que se imprimieron en un folleto junto con otro de sus trabajos, el Catálogo de escritores vizcaínos. También se publicaron su discurso sobre El Marqués de Santillana con el que se abrió el quinto curso del Ateneo de Guadalajara, publicado en la Imprenta Provincial en 1880, y su Discurso leído el día 29 de mayo de 1881 en la solemne adjudicación de premios del certamen literario y artístico abierto por el claustro para conmemorar el 2º centenario de la muerte del príncipe de los dramáticos Pedro Calderón de la Barca, impreso en 1881 en la Imprenta Provincial de Guadalajara. También escribió la biografía del cardenal Pedro González de Mendoza.

Colaboró activamente con la prensa de carácter cultural de la provincia alcarreña, sobre todo con las distintas cabeceras que tuvo la revista que publicaron los socios del Ateneo Científico, Literario y Artístico que dirigió cuando se fundó en Guadalajara en 1877 y que, con distintos nombres, se mantuvo hasta los años finales del siglo XIX; José Julio de la Fuente fue uno de los socios más activos y destacados de esta entidad, por lo que fue recompensado con el título de presidente honorífico. A él se debió, por ejemplo, la decisión de los ateneístas de pagar en 1877 el arriendo de una sala del Palacio del Infantado para que se custodiasen los fondos del Museo de Bellas Artes de la provincia.

En abril de 1868 se le concedió la distinción de Caballero de la Real Orden de Carlos III y en mayo de 1877 el pleno del Consejo de Instrucción Pública le propuso para uno de sus premios de mérito (La Iberia, 12-5-1877). También perteneció a algunos organismos públicos, como la Junta de Instrucción Pública o la Junta Provincial de Beneficencia en el año 1890.

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