José Luis Rozas López nació el 25 de junio de 1940 en Ciudad Real, hijo de Juan Rozas y Simeona López, el menor de dos hermanos. Estudió en el colegio Nuestra Señora del Prado, regentado por los marianistas. Desde muy joven muestra su aplicación en los estudios y obtiene muy buenos resultados, además de una gran inquietud intelectual (fue el fundador del periódico de ese colegio). Una vez finalizado el periodo escolar en 1957, opta finalmente por comenzar los estudios de ingeniería agrónoma por influencia familiar, pues su padre se dedicaba a la producción de vino y, sobre todo, de vinagre. No obstante, por aquel entonces su mayor vocación era la química, y de hecho trató de compaginar ambos estudios en la Universidad de Madrid, debiendo no obstante abandonar estos últimos por falta de tiempo.
Tras obtener el grado de ingeniero superior agrónomo en 1965, regresa a Ciudad Real y al año siguiente se casa con Teresa Espadas, con quien tendría cuatro hijos. Empieza a trabajar para el Ministerio de Trabajo, primero como técnico de Seguridad e Higiene del Trabajo en varios destinos: Vigo, Zaragoza, y después en el Programa de Promoción Profesional Obrera (PPO, un antecesor de la actual Formación Profesional), del que fue gerente en Ciudad Real. No obstante, fue cesado en este puesto y entra a trabajar en la recién creada Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola de Ciudad Real, como profesor de Análisis agrícola, Agronomía y Climatología, durante dos cursos (1970-1972). Sin embargo, ante la incertidumbre laboral, y ya con una familia de tres niñas, opta por tomar una plaza de interino del cuerpo de Ingenieros Superiores del Estado, en Cáceres, en 1973.
Al año siguiente de su traslado (1974) aprueba las oposiciones nacionales obteniendo uno de los primeros puestos, lo cual le permite elegir destino, escogiendo permanecer en la ciudad extremeña, donde ya se había establecido, como ingeniero adscrito al extinto Instituto de Reforma y Desarrollo Agrarios (IRyDA), lo cual además le permite coincidir con su hermano Juan Manuel, que llegaría después a la Universidad de Extremadura. En este puesto se desarrolla plenamente como ingeniero, trabajando y realizando gran parte de la concentración parcelaria en Cáceres, así como otros proyectos agrarios (pequeños embalses, caminos, puentes, etcétera).
Siempre receptivo a los avances tecnológicos, presenta un proyecto para utilizar el agua del embalse de la central nuclear de Almaraz para regadío, cuya mayor temperatura permitiría obtener mejores rendimientos en las cosechas, como ya se hacía en Francia, pero es descartado por miedo y desconocimiento. También fue pionero al empezar a utilizar, a principios de los años ochenta, programas informáticos que él mismo elaboraba en un pequeño ordenador personal para el cálculo de estructuras, como cerchas y desmontes. Gran conocedor de la edafología y miembro de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo inicia también un proyecto de enorme envergadura y trabajo que ocuparía casi treinta años de su vida: la elaboración de un diccionario de términos edafológicos.
Con las transferencias a las comunidades autónomas y el fin del IRyDA pasa a formar parte de la Consejería de Agricultura de la Junta de Extremdura, y siendo Francisco Amarillo consejero, ocupa la jefatura de servicio del Servicio de Reforma de las Estructuras Agrarias (SEREA). En este puesto afronta una difícil labor algo más alejada de la ingeniería, como es la de expropiación y reestructuración de fincas. Algunas de estas expropiaciones tuvieron gran repercusión social y periodística, como la dehesa de Navalvillar de Ibor y Trasierra y, sobre todo, en 1990, las fincas Cabra Alta y Cabra Baja (en el término municipal de Zahínos), pertenecientes a la Casa de Alba, la cual iniciaría un largo pleito con la Junta de Extremadura que no se resolvería hasta diez años después.
Cesado en su jefatura de servicio regresa, algo desencantado con los tintes políticos que había adquirido su trabajo, a su jefatura de sección, volcándose entonces en una pasión paralela: el estudio de las civilizaciones antiguas del Levante y Oriente Medio, al que llega a través del conocimiento de la Biblia. Aprende egipcio antiguo y se dedica a traducir obras de arqueología de reputados expertos al español para su posterior publicación. Así, traduce Los mesopotámicos (de Jean Claude Margueron, Cátedra 1996), El reino de los Hititas (de Trevor Bryce, Cátedra 2001) y Leyendo el pasado (de Larissa Bonfante et. al, Akal 2003) y otras aún sin publicar. A esta actividad dedica sus últimos años, haciendo un paréntesis para publicar el ya culminado Diccionario de Términos Edafológicos (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, 2010) donde, en dos tomos y a lo largo de más de mil páginas, define la terminología utilizada por las clasificaciones francesa, americana y rusa relativa a la ciencia del suelo, contando con el apoyo del profesor Carlos Roquero, uno de los más destacados edafólogos de España.
Fallece en Cáceres en 31 de diciembre de 2023, por causas naturales.